viernes, 30 de septiembre de 2011

ANALFABETISMO SENTIMENTAL


Ayer terminé de leer EL TIEMPO MIENTRAS TANTO, la novela finalista de la pasada edición del Premio Planeta. Sus páginas encierran un drama que trasciende al hecho puntual que desencadena la historia. Y ese drama no es otro que el reflejo del analfabetismo sentimental de algunos de sus personajes centrales, primorosamente retratados por la escritora valenciana Carmen Amoraga.
Individuos que han tirado una vida entera a la basura por no saber expresar sus sentimientos, por ser cobardes, por ser afectivamente mediocres. Seres incapaces de bajar la guardia, de rendirse a un abrazo desde el corazón, reacios a decir un “te amo” o mil “te quiero” para no dar la sensación de debilidad, remisos a besar con sinceridad sin que ese beso sea exclusivamente la puerta de entrada a un mecánico desahogo sexual. Infelices que se dan cuenta de todo lo que han perdido cuando ya es tarde, cuando no hay tiempo, cuando la enfermedad, el dolor y la muerte vienen para quedarse.  
Al colocar el libro nuevamente en la estantería, al sustituir a Joaquín, a Pilar y a Fermín por otros personajes que, hoja tras hoja, me harán partícipe de sus risas y de sus llantos durante la próxima semana, he pensado que yo también conozco a más de un analfabeto sentimental, de esos que piensan que las manifestaciones de afecto están fuera de lugar, o que son innecesarias, o que se hacen de puertas para adentro (que, luego, tampoco las hacen de puertas para adentro), o que debilitan el ánimo. De esos que dan por supuesto que los suyos dan por supuesto que les quieren. Demasiados por supuestos
Y no puedo por menos que compadecerles. Y doy gracias a quienes me dieron la vida por enseñarme desde la cuna a no dejar pasar la ocasión de abrazar, de besar y de querer a los míos y a los que, sin ser míos, yo los siento así en alguna medida, porque también ocupan un hueco en mi corazón. No quiero que lo supongan, ni que lo imaginen, sino que lo sepan. Y lo saben porque se lo digo abiertamente siempre que tengo ocasión, que les quiero, que sin ellos no sería como soy, que sería una pluma al viento, un barco sin timón.




martes, 27 de septiembre de 2011

EL SERVICIO A LA COMUNIDAD COMO VÍA DE REINSERCIÓN DE MENORES


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 27 de septiembre de 2011





Me ha llenado de sorpresa y, simultáneamente, de admiración, la lectura de una sentencia dictada por un juez de menores alemán mediante la que impone a una joven de dieciséis años una pena inédita: obligarla a comprar con su dinero un ejemplar del “Diario de Ana Frank”, leerlo y redactar un resumen que deberá presentar ante su Señoría en el plazo de diez días. La adolescente en cuestión, que comparte con la famosa chica judía la misma edad que ésta tenía cuando falleció, después de enormes sufrimientos, en el campo de concentración de Bergen-Belsen, fue detenida por la policía mientras, ayudada de un bote de spray negro, pintaba enormes cruces gamadas en muros y paredes.


El magistrado, que confiesa haber padecido noches de insomnio previas a la toma de su decisión, confía en que la lectura del libro sirva a la neonazi para conectar su perturbado universo con otra realidad que desconoce por completo, la de las consecuencias del nacionalsocialismo. En las sesiones del juicio, la peculiar artista callejera fue examinada sobre sus conocimientos históricos y, como era previsible, no supo responder a cuestiones tan básicas como qué fueron las SS, qué valores representa la esvástica o de qué modo ha influido la lacra del nazismo en los ámbitos social y político.


En todo caso, no es necesario desplazarse a Centroeuropa para encontrar especialistas en Derecho de Menores que defienden que el objeto de su condena no es meramente el castigo sino la educación y la rehabilitación implícitas. Entre todos ellos, destaca por su trascendencia mediática Emilio Calatayud, Juez de Menores de Granada que, debido a su mal comportamiento en la etapa juvenil, atravesó más de una vez las barreras de la legalidad. Quizá por ello, por saber mejor que nadie cómo redimir al delincuente, sea partidario de aplicar la fórmula menos habitual pero, al mismo tiempo, la más efectiva, que propugna que los delitos se pagan sirviendo a la sociedad.


Con la puesta en práctica de esta teoría, unida a las constantes invitaciones a escolares para visitar los Juzgados y presenciar in situ algunas vistas, este peculiar magistrado ha logrado reducir considerablemente la delincuencia de dicha provincia andaluza. Sus ejemplarizantes resoluciones van desde obligar a un pirómano a repoblar bosques hasta exigir a un hacker que imparta clases a estudiantes de informática, pasando por sancionar a un chiquillo agresivo a atender a inmigrantes llegados en patera u obligar a conductores borrachos a visitar a víctimas tetrapléjicas de accidentes de circulación.


Calatayud, con los datos en la mano, afirma que sólo un diez por ciento de los chavales que llegan a su despacho son carne de cañón, aunque admite que no siempre es fácil percibir la línea fronteriza que les separa del restante noventa por ciento. Dicho lo cual, y tras muchos años convirtiendo sus decisiones judiciales en auténticas lecciones de vida, tampoco duda en reconocer que ser un buen padre puede resultar sumamente complicado para todo el que no sepa ejercer la autoridad necesaria, exigencia perfectamente compatible con el amor incondicional hacia esos hijos que, mientras no cumplan los dieciocho años, están bajo la exclusiva responsabilidad paterna.


Tampoco hay que olvidar que existen casos que suscitan una gran alarma social, como los crímenes horrendos de Sandra Palo o Marta del Castillo, pero no es menos cierto que, en situaciones no tan extremas, el milagro de la redención a veces se produce. Al menos, es lo que atestiguan algunos expertos en la materia, sean alemanes, españoles o de cualquier otro país. Aunque sean demasiadas las historias tristes y muy pocas las que acaban en final feliz, creo firmemente que vale la pena luchar por éstas últimas. Porque mejorar la sociedad es tarea de todos.

viernes, 23 de septiembre de 2011

SALÓN INTERNACIONAL DEL LIBRO AFRICANO



Se está celebrando estos días en Santa Cruz de Tenerife el III Salón del Libro Africano, teniendo a Senegal como país invitado a la muestra. Se trata de un foro abierto al pensamiento, el diálogo y la creación que pretende ser una vía de profundización de las relaciones entre el continente africano y el archipiélago canario, cuya situación geográfica le convierte en punto de encuentro intercultural.

En palabras de sus organizadores  “el Salón Internacional del Libro Africano (SILA) / Encuentro de Editores en Canarias es un proyecto dirigido a todos los que componen y participan de la cadena de producción del libro, desde su creación original hasta que llega a las manos del lector: autores, editores, correctores, maquetistas, diseñadores, traductores, distribuidores, impresores, libreros, publicistas, bibliotecarios… es decir, profesionales del sector que se unen, para la creación “material” de ese objeto tan preciado y que encierra tanto conocimiento: El libro.”

Se ha diseñado una programación en la que, por medio de mesas redondas, exposiciones, talleres y presentaciones, se muestre la actualidad del panorama literario senegalés. Editoriales y autores llegados de la tierra que fue cuna del político y estadista Léopold Sédar Senghor -conocido poeta internacional de la negritud- ofrecerán una selección de títulos para su difusión y, además, traducidos a diversos idiomas.

El TEA Tenerife Espacio de las Artes,  es el magnífico escenario que acoge un evento de carácter internacional que, sin duda alguna, coloca a la isla del volcán en el mapa cultural.

El arte de la literatura se erige, pues, como un vehículo pacífico de comunicación de los pueblos, reflejando sus tradiciones, sus modelos de vida y sus tendencias presentes y futuras en el ámbito de la palabra escrita.

En definitiva, una oportunidad de oro para abrir la mente a otras realidades y para coincidir con plumas brillantes de la talla de Juan Goytisolo, considerado como el narrador más importante de la denominada Generación del Medio Siglo y cuya obra abarca novelas, libros de cuentos y de viajes y ensayos.

viernes, 16 de septiembre de 2011

ADIÓS A LAS BARRERAS CRONOLÓGICAS




Vivimos tiempos de confusión.

El aumento de la esperanza de vida, unido a los avances de la estética y a los cambios de modelos culturales, ha dado lugar a una sociedad de nuevo cuño formada por una raza que comienza a ser conocida con el nombre de AMORTALES.

Los amortales son seres que se caracterizan por mantener un tipo de actividades y de patrones de consumo prácticamente idénticos desde la adolescencia hasta el final de su vida. Resulta chocante comprobar que modelos de ocio como, por ejemplo, el botellón, cuentan entre sus adeptos con individuos que han cumplido con creces los treinta años y que todavía permanecen en el domicilio paterno.

Asimismo, no es menos frecuente observar a más de un cuarentón en sus ratos libres viviendo su segunda adolescencia pegado a la videoconsola.

Los cincuenta años de ahora equivalen a los treinta de hace décadas y las madres de último minuto aumentan exponencialmente, trayendo al mundo a unos hijos que muy bien podrían ser sus nietos.

En torno a la sesentena, y coincidiendo con la etapa de la jubilación laboral, son innumerables las personas que invaden los gimnasios y que reivindican una frecuente actividad sexual.

La ancianidad no se inicia a los setenta, ni siquiera a los ochenta. Si acaso, a los noventa y, a veces, ni entonces.

Esta realidad actual nos abre los ojos a un reciente catálogo humano que incluye desde las preadolescentes que, sobre sus tacones, exhiben el erotismo de una adulta hasta las madres de jovencitas que, contra natura, imitan a sus hijas, sin olvidar a los nuevos “adultescentes” que integran esa tierra de nadie que se extiende entre los veinte y los cuarenta largos.  

Es indudable que todas las edades parecen trastocadas con respecto a anteriores generaciones. La infancia está desapareciendo y demasiados adultos, ayudados por la cirugía, no están por la labor de abandonar su País de Nunca Jamás.

Cabe preguntarse si, proscrita ya aquella regla de urbanidad que nos obligaba a comportarnos en función de los años que teníamos en cada momento, esta era tecnológica en la que estamos inmersos ayudará al género humano a conciliar cuerpos y almas o, por el contrario, aumentará sus frustraciones.     

lunes, 12 de septiembre de 2011

EL NACIONALISMO Y SU PERMANENTE AFRENTA AL ESTADO DE DERECHO

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 12 de septiembre de 2011



La Asociación Convivencia Cívica Catalana (CCC) acaba de monopolizar portadas de la prensa escrita y titulares de medios de comunicación audiovisual después de haberse apuntado un importante tanto en el desigual partido que disputaba desde hacía años contra la Consejería catalana de Educación. Un lustro atrás, tres familias residentes en el territorio en cuestión decidieron iniciar su particular batalla en busca de justicia e, imitando al joven David, se atrevieron a enfrentarse a un Goliat que en esta ocasión había adoptado la forma de centros educativos dispuestos a desafiar al Estado de Derecho por medio de una  ley de inmersión lingüística a todas luces inconstitucional.

Los infelices, a buen seguro trabajadores que por motivos profesionales debían permanecer en los predios nacionalistas de modo provisional, pensaban que sus hijos pequeños, con la Constitución en la mano, estaban en su perfecto derecho de recibir la formación académica en lengua castellana, a día de hoy el idioma común de todos los españoles, se sientan o no pertenecientes a la piel de toro. Pero  se equivocaron de medio a medio, ya que las huestes pedagógicas de su prole -a quienes acudieron en primer lugar en busca de ayuda- les apabullaron con un recital de métodos disuasorios que hubiera hecho las delicias del mismísimo Vito Corleone. Y es que en los terrenos gobernados por el nacionalismo pedir la igualdad de trato en lo tocante a la lengua y ser tachado de facha es todo uno.

Contra todo pronóstico, el trío de fascistas –que se quejaba de no poder siquiera colaborar en la realización de los deberes infantiles, dado que los libros de texto también estaban escritos en la lengua vernácula- no se dejó atemorizar y siguió adelante con el osado plan de evitar a sus chavales aquella dificultad añadida al aprendizaje que, obviamente, sus compañeros catalanoparlantes no padecían. Decididos a dar la batalla en los tribunales, tocaron a la puerta de CCC en busca de ayuda legal e iniciaron una larga (y cara) travesía por el desierto del Tercer Poder.

El primer peldaño de la escalera lo ascendieron en la sede de la Generalidad de Cataluña, a la que solicitaron sin resultado alguno que reconociera el derecho de sus hijos a ser escolarizados parcialmente en castellano. El segundo tramo hacia la cumbre de la lógica más aplastante fueron las dependencias del Tribunal Superior de Justicia de esa Comunidad Autónoma, que rechazó igualmente el recurso interpuesto por tan molestos progenitores.  Así las cosas, el escalón del Supremo se alzaba como la última baza en defensa de su utopía y finalmente fueron sus Magistrados quienes les dieron la razón y exigieron el establecimiento de los mecanismos necesarios para garantizarles un sistema educativo bilingüe.

Pero como la interpretación jurisprudencial se convierte cada vez con mayor frecuencia en la peor enemiga de la seguridad jurídica, a la Consejera del ramo le faltó tiempo para circunscribir la ejecución de la sentencia exclusivamente a los tres concretos casos de los, con perdón, recurrentes tocapelotas. Un nuevo recurso ante el TSJC y otros nueve meses de espera han sido necesarios para que, como si de un embarazo se tratase, la definitiva resolución judicial que les vuelve a dar la razón haya visto la luz tras un doloroso parto.

La furibunda reacción nacionalista no se ha hecho esperar. En plena precampaña electoral, el gobierno encabezado por Artur Mas ya ha advertido, mediante uno más de sus chantajistas avisos para navegantes, que el monolingüismo se mantendrá en las escuelas “caiga quien caiga”, a modo de pequeña muestra del otoño caliente que estamos a punto de padecer.

Me pregunto qué clase de siniestro futuro le espera a un país que cuenta entre sus dirigentes políticos con individuos dispuestos a incumplir las sentencias judiciales a voz en grito. En otras palabras, a reírse a carcajadas del Estado de Derecho y, por extensión, de quienes formamos parte de él.    

miércoles, 7 de septiembre de 2011

EL ÁNGEL DEL AMOR



Llevo meses viéndolo desde mi balcón. Cada tarde, a la misma hora, con exquisita puntualidad, veo al amor. O, para ser más exacta, veo al AMOR, porque es el AMOR CON MAYÚSCULAS el que se exhibe a diario ante mis ojos llenándome de emoción. La pareja ocupa su banco con precisión, las manos entrelazadas, los árboles como testigos, y crea un universo propio de afectos del que tan sólo ellos forman parte.


Él, postrado en una silla de ruedas, sufrió hace algún tiempo un ictus cerebral que doblegó su apostura, condenándole a no recuperar aún la horizontalidad. El único ojo que permanece al descubierto apenas le permite ver. Sin embargo, atiende con afán a los discursos de quienes nos aproximamos a él para manifestarle ánimo y consuelo y responde a las caricias y a los abrazos con un agradecimiento conmovedor.

Ella es su sombra y su luz, su día y su noche, sus dos mitades. En realidad, siempre lo fue, cuando formaba junto a él un matrimonio bello por fuera y por dentro, antes de que la cruel enfermedad se les colara por una rendija del edificio en el que compartimos vecindad.

Es un ángel pero me temo que no lo sabe. Porque sólo un ángel es capaz de amar así, porque sólo un ángel es capaz de demostrar con miradas, palabras y gestos tanta adoración por aquél a quien eligió para llevar a cabo su proyecto, para recorrer juntos el camino, para ser el padre de sus hijos.

Queridísima M:
Conservaré eternamente en mi corazón la lección de vida que, sin saberlo, me estás enseñando de lunes a domingo. Y hoy volveré a asomarme silenciosamente para aprender de ti, para aprender de vosotros. Gracias infinitas.


sábado, 3 de septiembre de 2011

¿POR QUÉ EN SEPTIEMBRE SE DISPARAN LAS DEMANDAS DE DIVORCIO?

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 3 de septiembre de 2011




El amor es una asignatura pendiente que hay que aprobar a diario pero su prueba de fuego por excelencia llega con el verano, la estación en la que la convivencia de las parejas –para bien o para mal- se dilata en el tiempo. La posibilidad de relajarse junto a la persona amada puede degenerar en el momento propicio para dejar aflorar todos los reproches que han sido silenciados durante los ajetreados periodos de invierno y primavera. Ahora los cónyuges no pueden recurrir a ninguna excusa para evitar el tan temido enfrentamiento y, al compartir más horas al cabo del día, las diferencias que apenas se perciben durante el resto de los meses salen en este momento a la superficie.


La constatación de que la mayor parte de las demandas de divorcio se plantean al finalizar las vacaciones estivales es incuestionable y puede demostrarse estadísticamente aunque, en honor a la verdad, esta afirmación hubiera sido más fiel a la realidad hace algunos años. Pero la tan traída y llevada crisis económica también se deja sentir en los despachos de abogados y actualmente no es infrecuente encontrar parejas que atraviesan dificultades financieras y que, ante la esclavitud de la hipoteca y la imposibilidad de afrontar por individual sus gastos comunes, se resignan a seguir compartiendo el domicilio conyugal aunque se hayan visto abocadas a echar mano de un biombo para dividir el espacio en dos. Lógicamente, esta medida sólo es viable cuando se trata de personas capaces de, al menos, evitar enfrentamientos y no llegar a las manos en caso de discusión. De lo contrario, emprender el camino de vuelta a casa de los padres es otra opción bastante frecuente.  


El hecho de que uno de cada tres divorcios se produzca en el mes de septiembre no es ninguna casualidad. Algunos expertos en la materia, fundamentalmente juristas, atribuyen esta circunstancia al hecho de que los juzgados permanezcan cerrados en agosto pero otros profesionales – en especial psiquiatras y psicólogos- no comparten dicha explicación y defienden su propia teoría. La experiencia les dicta que la rutina diaria marcada por el trabajo, la casa y la atención de los hijos -si los hubiere- empuja a muchos matrimonios a ir arrastrando los problemas surgidos en la convivencia y que, por desistimiento, no estallan durante el resto del año. Pero la obligación de permanecer juntos varias semanas sin posibilidad de escapatoria hace aflorar las tensiones ocultas y el falso equilibrio en el que se sustenta su vida familiar termina por hacerse añicos.


Obviamente, las rupturas surgen en aquellas parejas cuyos problemas de comunicación vienen de antiguo. Por consiguiente, no debe sorprender que los desencuentros aumenten  justamente cuando más tiempo tienen para estar juntos, en definitiva, en esas etapas de ocio que tendrían que ser el momento ideal para compartir los espacios y expresar los afectos. Son numerosos los matrimonios que culpan de su enorme dificultad para interrelacionarse al yugo de los horarios del día a día, sean domésticos, laborales o escolares. Sin embargo, resulta chocante que sea justamente en los períodos de descanso cuando, pudiendo hacerlo, no quieran o no sepan. Si cada miembro de la unidad familiar piensa exclusivamente en sus propios intereses o en su particular modelo de ocio incumple su parte de responsabilidad para alcanzar la felicidad colectiva y entonces aparecen nuevas fricciones o, en el mejor de los casos, aumentan las ya existentes.


Reconocer la raíz del problema es el primer paso para encontrar su solución. En infinidad de casos ni siquiera es necesario coincidir en todos y cada uno de los planteamientos vitales. Basta con saber comunicar las diferencias de opinión para, desde el respeto, tratar de llegar a acuerdos. Quienes son incapaces de realizar este ejercicio a lo largo de once meses, difícilmente lo harán en aquél que completa el calendario. Malos tiempos para la lírica.


jueves, 1 de septiembre de 2011

BUENOS PROPÓSITOS





Septiembre vuelve cada año con vocación de promesa. Todo cambio de temporada tiene algo de parto y, por lo tanto, de emoción y de incertidumbre. Un futuro impreciso se abre ante nuestros ojos adoptando la forma de un lienzo que aguarda esas pinceladas que lo convertirán en nuestra última creación. A mayor número de velas en la tarta de la vida, más obras pictóricas firmadas de nuestro puño y letra. Probablemente, ningún crítico de arte las calificaría de magistrales pero, al menos, nadie podrá discutirles ni nuestra autoría ni la buena fe de la que están inspiradas.
Parece que fue ayer cuando nuestros hijos comenzaban las vacaciones de verano y, sin darnos cuenta, se enfrentan otro año más al retorno a las aulas. De hecho, parece que fue ayer cuando nosotros mismos volvíamos al colegio tras tres inolvidables meses de verano que nos mantenían alejados de profesores y compañeros, tardes interminables jugando en la calle, montando en bicicleta y merendando pan con chocolate en aquella España setentera que en ocasiones añoro.
Para mí, empezar desde cero es siempre un ejercicio muy motivador. Por eso me gusta el mes que hoy se inicia, porque me insinúa que lo mejor está por venir, porque me recuerda que hay decisiones que tan sólo dependen de mí. Se trata de un perfecto punto de partida desde el que todo es posible.
Precisamente ahora se cumplen doce meses desde que comencé a escribir con asiduidad. Frente a la hoja en blanco me afano en elegir cuidadosamente el sustantivo, el adjetivo y el verbo, para convertirlos en el cauce de los pensamientos que quiero compartir.
Septiembre ya enarbola mi primer buen propósito para la nueva temporada. En mi mente guardo una lista. Cruzo los dedos para poder cumplirlos.