sábado, 31 de diciembre de 2011

PRIMER ANIVERSARIO

Hace exactamente un año que este blog comenzó su andadura. Hasta entonces la mera posibilidad de su existencia ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Pero no hay duda de que el destino tiene sus propios planes y, frente a esa realidad, poco o nada se puede hacer. De modo que, transcurridos doce meses, aquella decisión, tomada inicialmente con el único fin de reunir en una especie de álbum virtual mis artículos semanales publicados en La Opinión de Tenerife, puedo considerarla todo un acierto.
Por esta razón, 2011 ha sido para mí un año muy especial,  diferente de todos los que le han precedido, y se ha convertido en el punto de partida de una actividad sumamente gratificante que aspiro a mantener en el futuro.
Las casi cien entradas que lo forman son fiel reflejo de las temáticas que más me interesan - por lo general, de corte social y jurídico- y representan mi particular vía de escape dentro de este mundo cada vez más convulso en el que me ha tocado vivir. 
Así que, por medio de estas líneas, quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que me han brindado su apoyo y sus ánimos para afrontar esta tarea, tanto las que se han sentido identificadas con mis puntos de vista como  las que, desde la discrepancia, me han ayudado con sus comentarios a ampliar mi visión de los temas.
A todas ellas,
FELIZ 2012

viernes, 30 de diciembre de 2011

JURAR, PROMETER O DAR LA NOTA "POR IMPERATIVO LEGAL"

Articulo publicado en La Opinión de Tenerife el 30 de diciembre de 2011

La pasada semana se constituyó el nuevo gobierno de España y, tanto su presidente -Mariano Rajoy- como sus trece ministros, utilizaron la fórmula del juramento para tomar posesión de sus cargos. Por el contrario, todos y cada uno de los miembros de los anteriores ejecutivos, presididos por José Luis Rodríguez Zapatero, optaron en idénticas ceremonias celebradas en su momento por prometer en vez de jurar.

Hace apenas unos días, los flamantes diputados de las formaciones políticas nacionales también tuvieron que decidir la vía que les convertiría en Señorías durante los próximos cuatro años y la sesión que tuvo lugar en el hemiciclo del Congreso se transformó en un espectáculo, como mínimo, chocante. Vaya por delante que los términos que se emplean para acatar la Constitución y obtener plenamente la condición de diputado son sencillísimos - "Sí, juro" o "Sí, prometo"- pero no se sabe por qué extraño capricho del destino, en esta Décima Legislatura algunos de los representantes del pueblo se han propuesto dar la nota y no cabe duda de que lo han conseguido.

Históricamente, los dos partidos mayoritarios, prietas las filas, suelen repetir modelo cuatrienio a cuatrienio, de tal manera que, salvo contadas excepciones, los populares juran y los socialistas prometen. Y, en esta ocasión además, influenciados con toda seguridad por la recuperación del antiguo invento del imperativo legal de la ya extinta Herri Batasuna -que, pese a un recurso interpuesto por el Partido Socialista Obrero Español, fue avalado por el Tribunal Constitucional en 1993-, una veintena de electos de las minorías han introducido añadidos ante el Pleno para, de este modo, manifestar sus discrepancias con la Carta Magna, pero sin dejar de cumplir con ese imprescindible requisito para asumir la condición de parlamentario que es el juramento o la promesa.

Buceando en los diccionarios, se concluye que el juramento es una afirmación o una negación en la que, generalmente, se pone a Dios por testigo. Por eso, se suele realizar colocando la mano sobre la Biblia, simbolizando con ello el papel que se asigna a ese Ser Supremo. En cuanto a la promesa, la Real Academia la define como un ofrecimiento solemne y sin fórmula religiosa de cumplir bien los deberes del cargo o función que va a ejercerse. Se trata, entonces, de un compromiso eminentemente personal que no se apoya en el testimonio de ninguna potencia ni divina ni humana. Ambas posturas son pues sumamente defendibles, respetables y
democráticas.

Las que, en mi opinión, no son de recibo son esas coletillas empleadas por algunos parlamentarios, fruto de sus improcedentes y cansinas reivindicaciones. Buena muestra de ello es la opción de Izquierda Unida-ICV: "Por imperativo legal, sin renunciar a mis aspiraciones republicanas". Los miembros de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se han decidido por una doble versión castellano-catalana aún más libre: "Por imperativo legal, para alcanzar nuestra propia Constitución, lo prometo". Los cargos recién estrenados de Amaiur, acogiéndose igualmente a ambas lenguas, castellano y euskera, se han decantado por el siguiente formato: "Por imperativo legal, acato la Constitución", la misma utilizada por los electos del Partido Nacionalista Vasco (PNV) Y, así, hasta completar dos decenas de partidarios de este, en palabras del comunista Gaspar Llamazares “jolgorio de creatividad.

Es una forma de verlo pero yo, particularmente, tengo otra que coincide con la de la líder de UPyD Rosa Díez, cuando afirma que “el Congreso se ha convertido en un circo”. A su juicio, “si los políticos no quieren acatar la Constitución que les permite ser elegidos diputados, que no se presenten a las elecciones y yo, sinceramente, no puedo estar más de acuerdo con esta idea. Me agotan quienes, desperdiciando unas energías que les serían muy necesarias para desempeñar su tarea política con más criterio, viven en un permanente y cansino estado de reivindicación de cara a la galería. Ojalá el nuevo año les aporte la cordura y la responsabilidad de las que demasiados adolecen.

domingo, 25 de diciembre de 2011

MÁS ALLÁ DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO



Hace apenas dos semanas, el día 8 de diciembre, publiqué en este blog una entrada bajo el título “Empieza la cuenta atrás”. Hoy, 25 de diciembre, no es necesario seguir contando, porque ya es Navidad.
Voy a permitirme la licencia de publicar nuevamente un pequeño relato que escribí hace un año desde lo más profundo de mi corazón y que para mí sigue conservando la misma vigencia.  Su título es “Más allá del tiempo y del espacio” y se lo dedico tanto a quienes lo leyeron en su momento como a quienes lo leerán durante estos días.
A todos, Feliz Navidad

24 de diciembre. Cierro los ojos y puedo sentir el frío intenso en mi cara. Soy una niña sacando vaho por la boca para escribir mi nombre en los escaparates, la nariz pegada a los cristales. Está nevando y, a pesar de mis airadas protestas,  mamá me ha puesto botas, gorro, bufanda y guantes. Donde yo he nacido, el suelo está resbaladizo y la gente recorre las calles apresuradamente, las manos llenas de paquetes,  los corazones llenos de sentimientos, las mentes llenas de recuerdos. Cierro los ojos y puedo apreciar el fulgor de las luces a mi paso. Las luces del imponente árbol de Navidad que se yergue, orgulloso y colorido, en medio de la plaza principal de mi ciudad. Las luces del precioso Belén colocado a sus pies, con figuras clásicas representando el Nacimiento de Jesús. Cierro los ojos y puedo oír con claridad los villancicos de mi infancia, las panderetas y las zambombas, los gritos del castañero, ansioso por hacer su agosto en diciembre.  Cierro los ojos y puedo oler el maravilloso aroma del cardo cocinado con primor por mi tía en mitad de la mesa, la bandeja del turrón, la sidra. No falta nadie. Somos felices. Es Nochebuena.
24 de diciembre. Abro los ojos y veo flores y palmeras en la Rambla. Donde yo vivo, la atmósfera es cálida y el cielo azul, la bóveda perfecta. Lejos queda mi niñez y, a pesar de los años transcurridos, todavía no me acostumbro a una Navidad con sol, aunque me encanta y no la cambio por ninguna otra. Mis padres ya se fueron pero me dejaron su espíritu, permanente inspiración. Me encargaré de que sus nietos continúen  reviviendo estas fiestas como antes, como siempre. Y la gente seguirá recorriendo las calles. Y la iluminación navideña decorará plazas y avenidas. Y, en mi nueva tierra, al Recién Nacido le taparán con una manta esperancera. Y se oirán los mismos villancicos, las zambombas, las panderetas. Y las truchas no estarán rellenas de jamón sino de batata, poniendo el broche ideal a la velada. Y no faltará nadie, ni los presentes ni los ausentes, que nos acompañarán en la memoria de una noche más allá del tiempo y del espacio. Somos felices. Es Nochebuena.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

LAS RELACIONES ENTRE ABUELOS Y NIETOS DESPUÉS DE UN DIVORCIO

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 21 de diciembre de 2011



Me gustaría a través de estas líneas abrir un debate que considero de enorme trascendencia y que no es otro que la salvaguarda de las relaciones afectivas entre abuelos y nietos después de un divorcio.

Actualmente, y debido al aumento de la esperanza de vida, hay cada vez más personas con posibilidad de ser abuelos durante un largo período de tiempo pero, por circunstancias diversas, su contribución a la vida familiar o está desaprovechada o, por el contrario, es excesiva, sobre todo en épocas de crisis como la que estamos atravesando.

Para un niño, probablemente tan sólo sus padres estén por encima de sus abuelos en la jerarquía del afecto, ya que éstos son auténticos libros vivientes que les transmiten conocimientos y les inculcan valores. Esta última función es especialmente importante en nuestros días puesto que, al pertenecer a una generación con menos fracasos conyugales, están en condiciones de ayudar tanto a sus hijos como a sus nietos a comprender algunos principios ya olvidados y, sin embargo, esenciales para disfrutar de una buena convivencia.

El gran problema llega cuando los padres se separan, ya que los niños suelen perder en la práctica dos abuelos, generalmente los paternos. Para la esposa divorciada, la ruptura conlleva la consecuencia lógica de cortar o, en el mejor de los casos, reducir, la relación con sus suegros como medida adicional para enterrar cualquier vínculo con su pasado. Por lo tanto, no es infrecuente que se impida a la familia de los ex cónyuges visitar a los más pequeños y, así, la lista de víctimas de esta realidad tan dolorosa se amplía.

Hasta hace menos de una década, las relaciones entre los abuelos y los nietos después de un divorcio apenas merecían una mención residual que las englobaba a las de otros parientes y allegados y en  la que no se destacaba la trascendencia de la relación intergeneracional.  Hasta la aprobación de la Ley 42/2003 no gozó de un tratamiento diferenciado, ya que con dicha norma jurídica se pretendía la consecución de un doble objetivo: por un lado, "singularizar desde un aspecto sustantivo, de forma más explícita y reforzada, el régimen de relaciones entre abuelos y nietos, tanto en el caso de ruptura familiar como en el caso de simple dejación de obligaciones por parte de los progenitores" y, por otro, "atribuir a los abuelos una función relevante en el caso de abandono de los padres de las obligaciones derivadas de la patria potestad".

Sin embargo, algunas voces afirman que, si bien por un lado el mantenimiento de la relación entre abuelos y nietos es natural, por otro la pura lógica legal se opone a que persistan vínculos derivados de un matrimonio declarado disuelto, de tal manera que, mientras unos juristas están a favor de reconocer este derecho pensando en el bien de los niños, otros lo  consideran una intromisión en los asuntos familiares y una dificultad añadida a la hora de cerrar la herida abierta tras la separación matrimonial.

En mi opinión, y aunque siempre sea un buen momento para acercar posturas enfrentadas, tal vez estas fechas navideñas sean, si cabe, todavía más propicias para que las parejas divorciadas den la talla y piensen en beneficiar sentimentalmente a esos seres tan queridos que son sus padres y sus hijos.

sábado, 17 de diciembre de 2011

PRESUNCIÓN DE INOCENCIA Y PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 17 de diciembre de 2011



El concepto jurídico de presunción de inocencia, debido a su notable repercusión mediática, se utiliza muy a menudo en la órbita de la opinión pública, aunque no siempre de modo preciso. Por ello, y a fin de clarificar algunos extremos, cabe señalar que se trata de un principio jurídico penal que establece la inocencia de las personas no como excepción sino como regla, de tal manera que sólo a través de un juicio en el que se demuestre su culpabilidad podrá el Estado aplicarles la pena que les corresponda. También nuestra Carta Magna recoge esta figura en el punto 2 de su artículo 24 y la consagra como un derecho fundamental.

Aunque su aplicación es de ámbito general, si los imputados en un proceso penal son cargos políticos es frecuente que la sociedad realice un juicio paralelo en atención a los hechos dados a conocer a raíz de la apertura de los correspondientes sumarios. Así, los ciudadanos que un día depositaron su confianza en los acusados van sacando irremediablemente sus propias conclusiones  sobre la altura moral de los mismos, sin esperar a una resolución definitiva que, saltando de instancia en instancia, tardará años en dictarse, certificando el drama de una justicia cuya exasperante lentitud la convierte en injusta.

En el caso de un primer pronunciamiento absolutorio, a los afectados y a sus partidarios se les llena la boca hablando de linchamientos inadmisibles perpetrados en portadas de periódicos y en titulares de telediarios, al tiempo que aprovechan, repudiando esa libertad de información que sólo defienden cuando les beneficia, para matar al mensajero. Sin embargo, no es descartable que estos individuos de ejecutoria más que dudosa se libren de sus condenas  por los pelos – en ocasiones, por un simple defecto de forma- y, absolución en mano, proclamen a los cuatro vientos su condición de mártires que jamás cometieron pecado, por más que indicios harto contundentes avalen sus vergonzosos comportamientos.

Llegados a este punto cabe preguntarse si los votantes, habitualmente tratados como tontos de baba, debemos atenernos exclusivamente al resultado de un fallo judicial a veces recurrible o si, confiando en nuestra intuición y en las flagrantes evidencias, somos libres de pensar lo que nos venga en gana sobre  la indecencia de unos representantes públicos a quienes jamás compraríamos un coche de segunda mano y, acto seguido, obrar en consecuencia. Y la respuesta es NO, porque las reprobables conductas de estos sujetos quizá no puedan considerarse delictivas desde un punto de vista estrictamente jurídico pero, sin duda alguna, son imperdonables desde un punto de vista ético y es en ese terreno, en el de su estrecha obligación de dar el mejor de los ejemplos, donde las personas de bien han de castigar a las inmorales con su desprecio.

Yo misma, como ciudadana que siempre acude a votar responsablemente, mantengo una opinión formada acerca de algunos escándalos con nombres y apellidos – Filesa, Rumasa, Gal, Faisán, Albertos, Naseiro, Camps, Garzón…-, con independencia de si sus protagonistas hayan sido absueltos o condenados y hayan pisado o no un centro penitenciario. Por fortuna, la Historia con mayúsculas no se escribe exclusivamente en los tribunales, de modo que una sentencia absolutoria no supone en todos los casos un certificado de inocencia real, como tampoco acredita una conducta ejemplar.

De hecho, no es infrecuente que los encargados de investigar actuaciones de esta naturaleza reúnan pruebas numerosísimas que, por no ser lo suficientemente concluyentes, aboquen a jueces y magistrados a dictar un fallo no condenatorio en el estricto cumplimiento de la máxima “in dubio pro reo”. Pero, de ahí, a colegir que constituye un refrendo de la honorabilidad de los imputados o a afirmar que los hechos enjuiciados jamás sucedieron, va un abismo. Podemos ser tontos, pero no tanto.



lunes, 12 de diciembre de 2011

LA INFLUENCIA DE LAS VACACIONES SOBRE LOS PROCESOS DE DIVORCIO (NUEVA VERSIÓN)

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 12 de diciembre de 2011


El amor es una asignatura pendiente que hay que aprobar a diario pero su prueba de fuego por excelencia llega con los períodos vacacionales, principalmente el verano, la estación en la que la convivencia de las parejas –para bien o para mal- se dilata en el tiempo. La posibilidad de relajarse junto a la persona amada puede degenerar en el momento propicio hasta dejar aflorar todos los reproches que han sido silenciados durante los ajetreados periodos de invierno y primavera. Ya los cónyuges no pueden recurrir a ninguna excusa para evitar el tan temido enfrentamiento y, al compartir más horas al cabo del día, las diferencias que apenas se perciben durante el resto de los meses salen en este momento a la superficie.

La constatación de que la mayor parte de las demandas de divorcio se plantean al finalizar las vacaciones estivales es incuestionable y puede demostrarse estadísticamente aunque, en honor a la verdad, esta afirmación hubiera sido más fiel a la realidad hace algunos años. Pero la tan traída y llevada crisis económica también se deja sentir en los despachos de abogados y actualmente no es infrecuente encontrar parejas que atraviesan dificultades financieras y que, ante la esclavitud de la hipoteca y la imposibilidad de afrontar por individual sus gastos comunes, se resignan a seguir compartiendo el domicilio conyugal aunque se hayan visto abocadas a echar mano de un biombo para dividir el espacio en dos. Lógicamente, esta medida sólo es viable cuando se trata de personas capaces de, al menos, evitar enfrentamientos y no llegar a las manos en caso de discusión. En otros casos, emprender el camino de vuelta a casa de los padres es otra opción bastante frecuente.  

El hecho de que uno de cada tres divorcios se produzca en el mes de septiembre no es ninguna casualidad. Algunos expertos en la materia, fundamentalmente juristas, atribuyen esta circunstancia al hecho de que los juzgados permanezcan cerrados en agosto pero otros profesionales – en especial, psiquiatras y psicólogos- no comparten dicha explicación y defienden su propia teoría. La experiencia les dicta que la rutina diaria marcada por el trabajo, la casa y la atención de los hijos –si los hubiere- empuja a muchos matrimonios a ir arrastrando los problemas surgidos en la convivencia y que, por desistimiento, no estallan durante el resto del año. Pero la obligación de permanecer juntos varias semanas sin posibilidad de escapatoria hace aflorar las tensiones ocultas y el falso equilibrio en el que se sustenta su vida familiar termina por hacerse añicos.

Obviamente, las rupturas surgen en aquellas parejas cuyos problemas de comunicación vienen de antiguo. Por consiguiente, no debe sorprender que los desencuentros aumenten  justamente cuando más tiempo tienen para estar juntos, en definitiva, en esas etapas de descanso que tendrían que ser el momento ideal para compartir los espacios y expresar los afectos. Son numerosos los matrimonios que culpan al yugo de los horarios del día a día –sean domésticos, laborales o escolares-  de su enorme dificultad para interrelacionarse. Sin embargo, resulta chocante que sea justamente en los períodos de descanso cuando, pudiendo hacerlo, no quieran o no sepan. Si cada miembro de la unidad familiar piensa exclusivamente en sus propios intereses o en su particular modelo de ocio incumple su parte de responsabilidad para alcanzar la felicidad colectiva y entonces aparecen nuevas fricciones o, como mínimo, aumentan las ya existentes.

Reconocer la raíz del problema es el primer paso para encontrar su solución. En infinidad de casos ni siquiera es necesario coincidir en todos y cada uno de los planteamientos vitales. Basta con saber comunicar las diferencias de opinión para, desde el respeto, tratar de llegar a acuerdos. Quienes son incapaces de realizar este ejercicio a lo largo de once meses, difícilmente lo harán en aquél que completa el calendario.

jueves, 8 de diciembre de 2011

EMPIEZA LA CUENTA ATRÁS



8 de diciembre. Festividad de la Inmaculada Concepción de María. Siempre ha sido, es y será el día en el que empieza la cuenta atrás. Antes, con nuestros padres. Ahora, con nuestros hijos. Idéntico ceremonial.
La caja de cartón decorada con motivos navideños abandona el armario en el que ha permanecido once largos meses. Una a una, ordenadamente, colocamos las hermosas figuritas de barro sobre la alfombra, a la espera de que, durante treinta jornadas muy especiales, ocupen ese lugar que les da su verdadero sentido.
En primer lugar, el portal. Sobre su tejado, el pequeño de la casa extiende harina blanca ayudándose de una cucharilla de postre. Con cuidado. Que la “nieve” cubra cada palmo.
A continuación, a izquierda y derecha, la Virgen y San José, dejando entre ambos el espacio preciso para que ese Niño Jesús que está de camino pueda encontrar acomodo.  El musgo y la arena harán el resto.
Detrás, la mula y el buey, una frente a otro, mirándose con recelo, expectantes.
Sobre un cielo imaginario de espejo, el ángel que anuncia la buena nueva compartirá las noches con una estrella de papel de plata que guía desde Oriente a los Reyes Magos.
Cerrando el cortejo, a lomos de los camellos y en compañía de sus pajes, Melchor, Gaspar y Baltasar han sido los últimos en salir de su refugio. El día 8 de enero serán los primeros en retornar a él.
Navidad 2011, bienvenida.

viernes, 2 de diciembre de 2011

MUJERES (COMPLACIENTES) Y HOMBRES (PROTECTORES) Y VICEVERSA

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 2 de diciembre de 2011


No era necesario aguardar, coincidiendo con la reciente celebración del Día Internacional contra la Violencia de Género, a la presentación del último y polémico informe de la Federación de Mujeres Progresistas para constatar una circunstancia más habitual de lo que nadie pudiera imaginar. Por increíble y anacrónico que parezca, la triste realidad es que el modelo adoptado por un considerable número de hombres y mujeres a la hora de establecer sus vínculos afectivos apenas ha evolucionado desde la caverna. Los demostrables avances femeninos en materias de toda índole se dan de bruces con unas estadísticas que ponen de manifiesto la reproducción de unos roles tradicionales que asocian a las hembras con la complacencia y a los varones con la protección.

Del referido estudio, basado en una encuesta realizada a jóvenes de entre catorce y dieciocho años residentes en Madrid y Burgos –aunque me temo que, por desgracia, el resultado sería muy similar de llevarse a cabo en las demás provincias españolas-, se desprende que continúan calcándose los estereotipos que otorgan a los chicos determinados rasgos como la valentía y la agresividad y a las chicas  otros como la ternura y la comprensión. Ocho de cada diez encuestados opina que ellas están llamadas a complacer a sus novios mientras que éstos asumirían la misión de protegerlas.

Asimismo, sorprende muy negativamente la vinculación lógica e, incluso, positiva que establecen entre amor y celos, o la aceptación tácita de prácticas tan rechazables como la revisión de los mensajes de móvil y la prohibición de utilizar determinadas prendas de vestir, convenientemente aderezadas con la excusa del enamoramiento. Y preocupa esta visión tan sesgada porque, mediante una simple asociación de ideas, algunas mujeres encontrarían “naturales” las manifestaciones violentas de su pareja y tenderían a justificarlas y hasta a comprenderlas.

Las adolescentes de las sociedades occidentales viven bajo una falsa apariencia de igualdad, que reside en hechos tan puntuales como la posibilidad de fumar y beber alcohol en la misma medida que sus compañeros, o de mantener relaciones sexuales tempranas sin las limitaciones de antaño, o de frecuentar idénticos ambientes hasta altas horas de la madrugada. Sin embargo, es con el desempeño de la actividad profesional llamando a sus puertas cuando comprueban la brecha tan notable que todavía las separa de la mitad masculina de la población. De hecho, centrándonos en el ámbito de la conciliación familiar y laboral, y pese a que el noventa por ciento contesta sobre el papel que las tareas del hogar deben repartirse entre todos sus miembros, el mismo porcentaje reconoce que es la madre quien se encarga de estas cuestiones, mientras que el resto de la familia tan sólo ayuda.

A la hora de encontrar explicaciones a estos comportamientos tan recurrentes, y sin olvidar el peso específico de la labor educativa ejercida por padres y profesores, se torna imprescindible actuar individual y socialmente contra dos enemigos muy poderosos: la televisión y el ordenador. La influencia perversa que tanto las series televisivas como los videos musicales ejercen sobre los chavales neutraliza cualquier esfuerzo dialéctico que se realice para combatir esta actual deriva juvenil. Tanto los guiones de las primeras como las letras y las imágenes de los segundos fomentan el mantenimiento de arquetipos machistas y reflejan patrones mentales que cualquier individuo con dos dedos de frente rechazaría de plano, transmitiendo unos modelos extremadamente alejados de lo que debería ser una relación sentimental basada en el respeto y en la igualdad, a la vez que ajena a discursos feministas trasnochados.

Por lo tanto, mientras se sigan emitiendo programas como Mujeres y hombres y viceversa y las megaestrellas de la música se sirvan de clips plagados de permanentes connotaciones sexuales para vender más discos, ésta será una batalla perdida.