domingo, 29 de abril de 2012

¿EL ESPECTÁCULO CONDENA A MUERTE A LA CULTURA?

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 29 de abril de 2012




El escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, acaba de presentar su última obra, un ensayo que lleva por título “La civilización del espectáculo”. En él, el autor critica la banalización de las artes, la constante confusión entre valor y precio, la tiranía de la diversión y la peligrosa tendencia a la igualación por lo bajo. Alerta igualmente del elevado riesgo de una cultura diseñada para que sus consumidores tengan la impresión de estar a la vanguardia pero sin necesidad de acometer el más mínimo esfuerzo intelectual. Esta realidad encajaría a la perfección con los síntomas de una contagiosa enfermedad contemporánea: el convencimiento de que el fin último de la existencia humana es pasárselo bien.

No seré yo quien censure una vigente tabla de valores cuyo primer puesto lo ocupa el entretenimiento y cuya misión principal consiste en olvidarse de las preocupaciones cotidianas. Es un modo de vida perfectamente legítimo y hasta comprensible, luego no parece reprochable que muchos conciudadanos necesiten escapar de unas existencias sometidas a numerosas rutinas poco gratas. El verdadero problema se presenta cuando esa propensión natural al disfrute se convierte en un valor supremo ya que, de ahí a la generalización de la frivolidad, no hay más que un paso.

Vargas Llosa afirma que uno de los factores más determinantes para que este fenómeno se produzca ha sido la democratización de la cultura, exigencia propia de las sociedades liberales y democráticas, centradas en situar dicha cultura al alcance de todos, despojándola para ello de esa aura elitista que la asocia a la injusticia y a la desigualdad. Sin embargo, y como suele suceder en otros ámbitos, una iniciativa a primera vista tan loable ha conllevado en bastantes ocasiones el efecto indeseado de la trivialización y la superficialidad de los contenidos, justificadas –según él- en el discutible propósito de llegar al mayor número de usuarios posible. En otras palabras,  el afán de ganar dinero ha sacrificado la calidad a costa de la cantidad.

Este criterio ha acarreado consecuencias muy negativas en el campo del saber, siendo la más grave de todas ellas la degeneración de la cultura en espectáculo. El caos del “todo vale” y el destierro de lo históricamente aceptado como arte en aras de otras corrientes alternativas han roto en gran medida la capacidad crítica de las gentes. Por ello, el ensayista vaticina con cierto pesimismo que la Cultura con mayúscula tal vez ya no sea posible en nuestra época y perezca víctima de esa vocación de nuestro tiempo de formar especialistas que parcelan el conocimiento y lo hacen más hermético. Que, por mucho que se pretenda neutralizar el peligro del elitismo, finalmente el remedio sea peor que la enfermedad y tal democratización cultural propicie su empobrecimiento.

Es innegable que a estas alturas de la Historia los países supuestamente desarrollados han experimentado notables avances en todos los órdenes pero también han contribuido a sentar las bases de una cultura menos sólida, más endeble, sin apenas contenido, sustentada en el afán recaudatorio de sus promotores y amparada en la pasividad de los gobiernos de turno. Promotores, por cierto, que, recurriendo al argumento falaz de dar al pueblo lo que el pueblo pide, han rebajado el listón intelectual y artístico hasta límites insospechados.

Convencida de que la ignorancia es sinónimo de esclavitud, creo firmemente que una persona cultivada es una persona más feliz pero, sobre todo, más libre. Así pues, me pregunto: ¿resulta irremediable que la democratización de la cultura equivalga a su empobrecimiento? Prefiero pensar que no. Lo que sí me parece imprescindible es saber diferenciarla del espectáculo y, sobre todo, abstenerse de valorarla  en términos de rentabilidad económica.

viernes, 27 de abril de 2012

LA CARA AMARGA DE LOS ERRORES JUDICIALES

Nueva versión para la Revista de la Feria del Divorcio publicada el 29 de abril de 2012



Determinados casos de violencia de género asociados a una ruptura matrimonial recaen sobre mi mente y mi corazón y los hacen pedazos, siquiera temporalmente. Y a veces, por aquello de que la memoria es selectiva, una situación puntual obra como esa llama que vuelve a encender la mecha de tus recuerdos.
Así, esta semana, mientras solicitaba una de tantas revisiones a la baja de un convenio regulador de divorcio motivada por la crisis económica, recordé un caso del que tuve conocimiento  a través de los medios de comunicación y que, por su crudeza, me impactó enormemente. Acaba de cumplirse el noveno aniversario de aquella tragedia.
Se trataba de la historia de una mujer, Ángela, cuyo drama se había iniciado ocho años atrás, momento en el que su esposo asesinó a la hija de ambos, que por aquel entonces contaba con apenas siete años de edad. Esta desgracia no pasaría de ser una de tantas si no fuera porque la madre de tan inocente criatura había denunciado a su ex marido ante todas las instancias posibles la impactante suma de cuarenta y siete veces. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por evitar lo inevitable, aquel 24 de abril de 2003 dos disparos se saldaron con tres muertes ya que, después de matar a la niña, el padre se suicidó y ella se convirtió en un cadáver de por vida.
 “Te voy a hacer el mayor de los daños” fueron las últimas palabras que escuchó la mujer de boca del futuro asesino durante el juicio de separación matrimonial celebrado la víspera de la tragedia. No se equivocó en lo más mínimo. Desde que supo que el embarazo de su esposa no culminaría con el nacimiento de un varón, manifestó una obsesiva actitud de rechazo de tal magnitud que los psiquiatras le diagnosticaron un trastorno mental grave. Pero ni los informes médicos ni el rosario de denuncias previas en su contra obraron como suficiente argumento para que los tribunales le denegaran el correspondiente régimen abierto de visitas. Los magistrados consideraron prioritario el restablecimiento de las relaciones paterno filiales y pusieron así en grave riesgo derechos fundamentales de la menor como su seguridad, su integridad y, finalmente, su vida misma.
Sé por experiencia profesional que la Justicia no es perfecta, que quienes la imparten no están libres de cometer errores y que las consecuencias de la maldad son, ante todo, responsabilidad de quien la comete. No es mi intención hacer demagogia barata acerca de los errores judiciales, a sabiendas de que detrás de cada juez hay un ser humano y, por lo tanto, falible. Asimismo, conviene no olvidar que otras profesiones tampoco están exentas de ser desempeñadas entre luces y sombras. Pero, en ocasiones, casos concretos como el que atañe a esta familia han de servir de modelo para entonar públicamente el “mea culpa” por parte del Poder Judicial, aunque sólo sea para tranquilizar a una sociedad perpleja que se escandaliza con desgracias de esta trascendencia mediática. Y máxime porque esta, a su pesar, superviviente no buscaba dinero. Ni siquiera venganza. Pedía sencillamente que ese Estado social y democrático de Derecho del que formaba parte como ciudadana reconociera, después de su larga travesía por un desierto de instancias judiciales, su responsabilidad ante un caso tan evidente de anormal funcionamiento de la Justicia previsto en la ley.
No parece que sea mucho pedir.

domingo, 22 de abril de 2012

EL TREN DE LA VIDA



Agradezco al destino que, precisamente esta semana, haya colocado en mi camino el siguiente texto. Por la verdad que encierra y por la profundidad de su contenido quiero compartirlo con todos mis afectos y, también, con aquellas personas que, por una u otra razón, han puesto los ojos en mi blog.

Dice así:

La vida se asemeja a un viaje en tren, con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos y profundas tristezas en otros.

Al nacer nos subimos en él, nos encontramos con nuestros padres y creemos que siempre viajarán a nuestro lado. Pero en alguna estación ellos se bajarán, dejándonos seguir el viaje y, de pronto, nos encontraremos sin su compañía y su amor irreemplazable.

No obstante, muchas otras personas que nos serán muy especiales y significativas se irán subiendo al tren de nuestra vida, como nuestros hermanos, amigos y, en algún momento, el amor de nuestra vida.

Algunos tomarán el tren para realizar un simple paseo. Otros, durante su viaje, pasarán por momentos de oscuridad y tristeza. Y siempre encontraremos a quienes estén dispuestos a ayudar a los más necesitados.

Muchos, al bajar, dejarán un vacío permanente. Otros pasarán tan desapercibidos que ni siquiera nos daremos cuenta de que desocuparon sus asientos.

Es curioso comprobar cómo algunos pasajeros, incluso nuestros seres queridos, se acomodan en coches distintos al nuestro y, durante todo el trayecto, están separados sin que exista ninguna comunicación. Pero, en realidad, nada nos impide que nos acerquemos a ellos si existe buena voluntad de nuestra parte.  De lo contrario, puede que sea tarde y encontremos a otra persona en su lugar.

Mientras tanto, el viaje continúa lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas.  

Tratemos de tener una buena relación con todos los pasajeros, buscando en cada uno de ellos lo mejor que tenga para ofrecer. En algún momento del trayecto podrán titubear y, probablemente, necesitaremos entenderlos. Pero recordemos que nosotros también, muchas veces, titubeamos y necesitamos a alguien que nos comprenda.

El gran misterio para todos es que no sabremos jamás en qué estación nos tocará bajar ni tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado.

A veces pienso en el momento en el que me tocará bajar de ese tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia?  Separarme de los amigos que hice en el viaje será doloroso y dejar que mis hijos sigan solos será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que, al final, viviré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje. Y lo que me hará feliz será pensar que colaboré para que ellos crecieran y permanecieran en el tren hasta la última estación.

Hagamos que nuestro viaje haya tenido significado, que haya valido la pena. Vivamos de manera que, cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío deje buenos recuerdos a quienes continúan montados en el tren de la vida.





martes, 17 de abril de 2012

FAMILIAS ALTERNATIVAS, MÉTODOS REPRODUCTIVOS Y DIVORCIO

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 15 de abril de 2012




De un tiempo a esta parte, la profunda evolución experimentada por el modelo de familia convencional está fuera de toda duda. A pesar de que, tradicionalmente, se imponía el formato clásico (padre, madre, hijos) como única vía para alcanzar la felicidad, la realidad se ha encargado de demostrar que existen otras fórmulas válidas para llegar al mismo fin. A día de hoy, tanto madres solteras como cónyuges del mismo sexo o familias reconstituidas integran un amplio abanico afectivo. Como consecuencia, el ejercicio de la maternidad y de la paternidad también se ha modificado con la entrada en escena de métodos como la inseminación artificial, la fecundación “in vitro” o el alquiler de vientres. Recurrir a estos sistemas alternativos de reproducción no reviste problemas siempre y cuando la relación sentimental de los implicados vaya viento en popa. Pero, ¿qué ocurre cuando el amor hace aguas? ¿Cuál será el destino de esos menores desde el punto de vista jurídico?

Recuerdo una de las ponencias de la Feria del Divorcio que tuvo lugar en Las Palmas de Gran Canaria el pasado mes de octubre en la que se concluía que, en los casos de separación entre homosexuales, lesbianas, transexuales y bisexuales, se otorgaba al aspecto biológico un peso nada común entre parejas heterosexuales y, por experiencia profesional, puedo afirmar que tal apreciación es bastante acertada.   

Cuestiones tan delicadas como la que nos ocupa confirman la teoría de que el Derecho encuentra su razón de ser en la necesidad de regular determinados aspectos de la vida que, en ocasiones, son fruto de una frenética evolución de la sociedad. Por lo tanto, es lógico que la ciencia jurídica vaya siempre un paso por detrás de esos acontecimientos susceptibles de ser legislados y las materias relativas a la reproducción, como es lógico, no están exentas.  

El avance tecnológico resulta imparable y, desde que en 1978 nació el primer bebé-probeta, se calcula que, gracias a estos tratamientos, han venido al mundo cerca de tres millones de niños. Simultáneamente, se está extendiendo de forma progresiva el novedoso fenómeno de la mujer que alquila su vientre para que otra, con dificultades para concebir, adquiera con éxito  la condición de madre. Igualmente, dentro del colectivo homosexual existen miembros susceptibles de convertirse en futuros contratantes de un vientre de alquiler.

No son pocos los juristas que consideran que estos supuestos a los que nos referimos implican pactos de contenido inmoral y contrarios a las buenas costumbres y al orden público. El alquiler de úteros, posibilidad cada vez más demandada y, por ende, más ofertada, es ilegal en la práctica totalidad de los países del mundo, incluido el nuestro. Por lo tanto, quienes optan por esta vía para concebir, lo hacen totalmente al margen de la ley, aunque les baste con teclear en cualquier buscador de Internet “madre de alquiler” o “alquiler de vientres”. Además, por mucho que se trate de una práctica legal en determinados destinos como Ucrania o Estados Unidos, la mala noticia es que las parejas involucradas en estos procesos sufrirán consecuencias no deseadas a su regreso a España. Es cierto que tendrán la consideración de padres del recién nacido según la legislación extranjera pero las autoridades españolas no le otorgarán al niño el visado de entrada ni permitirán su inscripción registral, siquiera en calidad de hijo adoptivo. A estos considerables inconvenientes hay que añadir otros no menos relevantes en atención a su probabilidad, como un ulterior arrepentimiento de la parturienta que culmine con la negativa de entregar al neonato o el hecho cierto de que el óvulo aportado pertenezca a la propia mujer contratante.


Nos enfrentamos, pues, a la enésima prueba de que el Derecho sufre importantes limitaciones a la hora de responder con inmediatez.  La realidad es mucho más veloz que las leyes que deben regularla y, puesto que los jueces se sirven de ellas para dictar sentencia, encuentran numerosas dificultades a la hora de decidir el destino de los niños inmersos en estos procesos de divorcio con un trasfondo tan poco habitual.




domingo, 15 de abril de 2012

LA PERMISIVIDAD DE LOS PADRES PERJUDICA A LOS ADOLESCENTES

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 15 de abril de 2012




Hace algunos meses, coincidiendo con la presentación de su último libro “El cuaderno de Maya”, leí en un suplemento dominical una entrevista realizada a la novelista Isabel Allende en la que manifestaba algunas ideas que comparto plenamente.

En una de estas confesiones se refería al concepto de familia. No en vano, sufrió en sus propias carnes el drama de perder a una hija de veintiocho años, víctima de una enfermedad metabólica. Ella, esposa de norteamericano y residente en Estados Unidos, forma parte de un clan latino muy unido, una especie de tribu del que es la matriarca y en la que sus miembros conforman una estructura de gran fortaleza. Por ello, le resulta muy chocante que en los países sajones mimen extraordinariamente a los niños mientras son pequeños pero, apenas terminan el instituto, les lancen a abrirse camino a toda prisa, sea en las universidades o fuera de ellas, dando así por zanjada la convivencia en un hogar al que sólo regresan, en el mejor de los casos, para celebrar el Día de Acción de Gracias y la Navidad, renunciando voluntariamente a un contacto más personal y de carácter continuado.

Personalmente, me cuesta un gran esfuerzo comprender esas supuestas bases científicas o sociológicas sobre las que algunas culturas defienden que lo más conveniente para el  desarrollo de sus miembros es una rápida resolución de su futuro, preferiblemente –y ahí es donde discrepo abiertamente- lejos de sus núcleos familiares, como si éstos constituyeran un lastre para su evolución.

A quienes pretendemos compartir con nuestros hijos algunas horas al día, aunque estén en plena adolescencia, y no renunciamos a disfrutar junto a ellos de unas jornadas de vacaciones anuales, se nos acusa con frecuencia de intentar prolongar más allá de lo razonable esa mutua necesidad de afecto y compañía. En definitiva, de ir “contra natura”.

Sin ir más lejos, me consta que muchos jóvenes de mi entorno a quienes he visto crecer y por quienes siento verdadero cariño han disfrutado de las jornadas centrales de la Semana Santa alejados de sus respectivas familias, amparándose en la idea de que, a partir de cierta edad, compartir una parte de su tiempo de ocio con ellas es un disparate y les convierte en el hazmerreír del rebaño. Eso sí, se olvidan de un pequeño detalle: esos padres que, en ocasiones, les sobran, son los mismos que les financian los apartamentos, las entradas de los conciertos y los caprichos de rigor, aunque bastantes de ellos hayan obtenido en las evaluaciones escolares, como significativa carta de presentación, un carro de suspensos.

De más está decir que admito cualquier opción educativa que sea respetable, convencida de que cada progenitor intenta acertar con el modelo que buenamente ha elegido, pero percibo con tristeza un aumento de derrotismo y de auto justificación por parte de los adultos. Al grito de “ahora las cosas no son como antes” cierran los ojos y cruzan los dedos para que el destino no les juegue una mala pasada. Sé positivamente que bregar con un chaval que te saca la cabeza o con una Lolita de hormonas revolucionadas no es tarea fácil pero estamos obligados a cuidarles y a velar por ellos, aunque nos cueste más de un enfrentamiento prohibirles determinadas prácticas o restringir sus horarios de entrada y salida. De lo contrario, les estaremos haciendo un flaco favor que tendrá su reflejo en el futuro.

Por lo que a mí respecta, ni me conformo ni me resigno. Cada etapa vacacional será una nueva oportunidad para ser feliz por la sencilla razón de que, sin dejar de respetar su esfera individual, dispondré de más horas para estar con los míos, para conversar con ellos, para escucharles o para ser testigo de sus silencios. Con independencia de la edad que tengan.

lunes, 9 de abril de 2012

TERTULIA RADIOFÓNICA EN PELIGRO DE EXTINCIÓN



El pasado miércoles 4 de abril, casi en la clandestinidad y amparándose en el inicio de las vacaciones de Semana Santa, el Ejecutivo canario presidido por Paulino Rivero dio luz verde al decreto de adjudicación de las emisoras de Frecuencia Modulada del archipiélago. El Gobierno autonómico, formado por Coalición Canaria y el Partido Socialista Obrero Español, ha sembrado un gran descontento entre el sector de la comunicación debido a una decisión a todas luces injusta y perjudicial para la mayor parte de los profesionales que desarrollan su labor en esta tierra. Es absolutamente incomprensible que numerosos periodistas de reconocida valía se hayan visto de la noche a la mañana sin posibilidad de continuar en sus puestos de trabajo mientras tienen que asistir al espectáculo bochornoso del otorgamiento de licencias a grupos mediáticos sin ningún arraigo ni tradición en las siete islas.

Estas son las cosas que pasan cuando a los políticos se les llena la boca con conceptos como libertad, igualdad e imparcialidad hasta el preciso instante en que se ven convertidos en objeto de crítica. Hasta ahí llega su defensa del derecho de opinión y de información. Acto seguido, ponen en marcha la maquinaria de la aniquilación, disfrazándola de absurdos requisitos imposibles de cumplir. En definitiva, otra muestra más de la mediocridad intelectual, la estafa ideológica y la política de segunda división a la que nos vemos  sometidos en esta bendita tierra hasta donde alcanza la memoria.

Ahora se prevé un desastre de consecuencias jurídicas y administrativas aún por determinar, pese a que un número considerable de cadenas afectadas no tienen más remedio que echar el cierre. Sin embargo otras están dispuestas a presentar batalla, entre ellas Inter Radio Tenerife, emisora en la que tengo el honor de colaborar cada semana. Su responsable, Gabriel (Lito) Mesa, uno de los hombres más reconocidos y de más amplia trayectoria en la comunicación tinerfeña, me brindó sus micrófonos hace ya algún tiempo para participar en una tertulia que se emite los viernes de 9 a 10 de la mañana en el dial 96.8FM y que también se puede escuchar a través de internet en la dirección www.interradiotenerife.es
Desconozco cuánto tiempo de emisión nos quedará pero, mientras llega el adiós definitivo, me siento en la obligación moral de manifestarle a Lito todo mi apoyo, mi afecto y mi gratitud infinita por abrirme las puertas de su casa y darme plena libertad de opinión. Es una experiencia que no tiene precio y que jamás olvidaré.
Asimismo, aprovecho estas líneas para saludar cordialmente a mis compañeras de tertulia, tanto a las antiguas (Fernanda Plasencia, las periodistas Cándida Carballo y Ruth Gómez y la responsable de Comunicación de la Cámara de Comercio de Santa Cruz de Tenerife, Rosalba Díaz) como a las actuales (Maribel Oñate -parlamentaria del PP de Tenerife-, Ángela Mena –concejala de Coalición Canaria en el Ayuntamiento capitalino- y Amaya Conde –consejera del PSOE en el Cabildo Insular-).  
Hoy más que nunca es necesario expresar las ideas con valentía y con determinación. A través de la pluma y  por medio de la voz. Libremente.




jueves, 5 de abril de 2012

LOS ABRAZOS TERAPÉUTICOS



De todas las posibles manifestaciones del afecto, el abrazo es, sin duda, mi favorita. Y lo es porque se puede aplicar perfectamente a cualquier persona, con independencia del vínculo sentimental que te una a ella, madre, padre, miembro de la familia, cónyuge, hijo, amigo, amante, vecino o simple conocido. 


Atendiendo a su intensidad, su duración, su sinceridad y su calidez, de nuestro modo de abrazar se pueden extraer diversas conclusiones. Hay abrazos suaves o firmes, breves o extensos, profundos o superficiales, verdaderos o falsos, y suelen reflejar el grado de afecto de quien los brinda, su capacidad de entrega emocional y el lugar que el abrazado ocupa dentro de su corazón.  


No hay duda de que el contacto físico constituye una necesidad básica para el bienestar emocional del ser humano. En ocasiones, una mera caricia, un apretón de manos o un pellizco en la mejilla contienen un mensaje que, traducido en palabras, superaría a las del capítulo de una novela. Sin embargo, nuestra civilización –por cierto, no es la única- se ha visto influenciada negativamente por una herencia cultural poco partidaria de expresar las emociones abiertamente, asociando este comportamiento a la debilidad y a la vulnerabilidad. Además, nos aboca a la tendencia errónea de sexualizar y, por tanto, malinterpretar, cualquier gesto que tenga su origen en el tacto.


En mi opinión, es una verdadera lástima, sobre todo si tenemos en cuenta que nos hallamos ante una de las más eficaces medicinas para el cuerpo y para el alma desde la infancia a la ancianidad. Algunos experimentos llevados a cabo en el campo de la psicología confirman la teoría de que las personas que no mantienen ningún tipo de contacto físico caminan por la vida con mayor infelicidad y peor estado de ánimo. Curiosamente, la tradición ha dotado al género femenino de mayor permisividad desde el punto de vista social, resultando las mujeres más beneficiadas a la hora de expresar sus emociones.


Asimismo, si se observa una foto fija de la sociedad actual, es fácil apreciar que los supuestos avances tecnológicos nos alejan todavía más de las relaciones cuerpo a cuerpo para convertirnos en seres más fríos e individuales y, sinceramente, creo que no deberíamos incurrir en ese grave error. Por ello, abogo fervientemente para que, tanto hombres como mujeres, demostremos cada día nuestros sentimientos valiéndonos de los cinco sentidos, con palabras y con gestos, desde la mente y desde el corazón, sin dar nada por supuesto.


Porque el afecto nos ayuda a sobrevivir.  


domingo, 1 de abril de 2012

LAS REDES SOCIALES COMO CAUSA DE DIVORCIO

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 1 de abril de 2012


Se dice que cada persona es un mundo. Por lo tanto, y aplicando una sencilla regla de tres, no sería descabellado afirmar que cada pareja lo es doblemente. Continuando con la senda de los paralelismos, lo mismo que existe un abanico de razones que nos impulsa a enamorarnos, no son menos los motivos que podemos hallar para poner punto final a esa historia de amor.
Abundando en esta idea y volviendo la vista atrás, la Ley española de Divorcio de 1981 exigía a los cónyuges invocar en sede judicial un determinado motivo que justificara su decisión de romper el vínculo matrimonial. Sin embargo, con la entrada en vigor del actual modelo de divorcio exprés ya no es obligatorio esgrimir razón alguna que avale dicha decisión.
Y por si el elenco desde el que elegir no fuera lo suficientemente amplio, las redes sociales se alzan a día de hoy como una de las causas de mayor peso para iniciar ante los tribunales un procedimiento de divorcio.  Estas plataformas de comunicación están cada vez más presentes en nuestro día a día y, de un tiempo a esta parte, los profesionales del Derecho las citamos como causantes del veinte por ciento de las rupturas del vínculo matrimonial. Reencuentros afectivos, infidelidades virtuales, conversaciones de alto contenido sexual vía chat y malos entendidos de lo más variado son las semillas de unas crisis que con frecuencia se traducen en sentencias judiciales de separación. De hecho, es muy habitual que las partes del conflicto recurran a Facebook o Twitter para mostrar a los jueces fotos comprometedoras, mensajes privados o transcripciones de correos electrónicos de contenido inapropiado achacables a sus espos@s. Conscientes del filón, algunas empresas dedicadas al software informático han desarrollado un sistema de espionaje que permite vigilar electrónicamente a quienes son objeto de sospecha por parte de sus parejas.
En España este tipo de informaciones se consideran válidas y pueden ser aceptadas como argumentos en un juicio. Dicho esto, no hay que olvidar que este sistema de relaciones interpersonales también puede ser utilizado para la creación de pruebas falsas que perjudiquen a aquel a quien se ha amado y con quien se ha convivido hasta la fecha. Tampoco hay que descartar la posibilidad del mal uso de estas herramientas, de tal manera que los datos que aparecen en el perfil de usuario sean obra de un tercero que haya podido averiguar las claves de acceso al mismo para perjudicar a su verdadero dueño. Por lo tanto, en aras de evitar problemas futuros, lo más recomendable es renovar dichas claves con cierta asiduidad y extremar la prudencia a la hora de volcar datos personales en Internet. Todo parece indicar que, a diferencia de otras modas más pasajeras que les han precedido, las redes sociales han llegado para quedarse y, a través de ellas, la línea que separa lo privado de lo público se vuelve cada vez más fina y menos nítida.
A modo de recomendación profesional, me gustaría insistir en la idea de que las reglas de mundo virtual no son análogas a las del mundo real. Por lo tanto, y por mucho que los afectados consideren que estas maniobras constituyen una invasión de su privacidad, han de tener muy presente que, una vez publicados los contenidos der referencia, alcanzarán la consideración de dominio público, con las consecuencias que ello acarrea.