martes, 29 de enero de 2013

LO QUE LA VERDAD ESCONDE




En febrero del pasado año escribí un artículo que se publicó en el periódico “La Opinión de Tenerife” titulado BEBÉS ROBADOS: UN DRAMA SIN FECHA DE CADUCIDAD, en el que exponía mi visión acerca de esta pesadilla tan atroz.

Facilito su enlace a continuación:



La reciente muerte de sor María Gómez Valbuena, hasta la fecha la única persona imputada en dos de las causas que se siguen por una trama de bebés robados para ser dados en adopción, supondrá el archivo de las mismas si, al menos, no aparecen nuevos indicios que señalen a otros posibles culpables.

Estas horrendas prácticas tuvieron como escenarios clínicas y hospitales de toda España desde la década de los cincuenta a la de los noventa. A consecuencia de ello, existen dos millares de denuncias interpuestas, de las que han prosperado tan solo unas pocas. La mayoría de ellas o han sido archivadas o languidecen víctimas de la dificultad de su investigación.  

De momento, las reclamaciones ante los Juzgados apenas están dando fruto, si bien el Ministerio de Justicia se ha comprometido a poner a disposición de los afectados nuevos recursos como el Banco de ADN. Por su parte, la Fiscalía General del Estado emitió un informe el pasado mes de diciembre instando a la unificación de criterios y a la búsqueda activa de pruebas con el fin de dar un nuevo impulso a la vía judicial en lo relativo a esta materia tan delicada.

Considero que es lo mínimo que puede exigir nuestra sociedad para preservar la moral colectiva, máxime cuando las evidencias de que se ha cometido una escandalosa injusticia con miles de conciudadanos son tan palpables. Circunstancias tan estremecedoras no pueden quedar impunes. El Tercer Poder, pues, debe realizar su trabajo con diligencia y celeridad.

La verdad no se puede esconder.

Los culpables deben pagar.




jueves, 24 de enero de 2013

LA SOBERANÍA RESIDE EN EL PUEBLO ESPAÑOL






La vigente Constitución Española de 1978 es la norma suprema de nuestro ordenamiento jurídico.

El primero de sus ciento sesenta y nueve artículos reza como sigue:

Artículo 1.

1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

Ayer se celebró en el Parlamento de Cataluña una pantomima, fruto de la cual se aprobó una supuesta declaración de soberanía del pueblo catalán.

Todo lo que, como ciudadana, como asesora jurídica y como española me gustaría expresar a través de estas líneas, lo hizo Albert Rivera por mí. 

Suscribo al cien por cien sus palabras y las pongo a disposición de quienes, por la razón que sea, hayan recalado en este blog.

Merece la pena dedicar unos minutos a visionar la intervención en el estrado de este político joven, cuerdo y valiente.

Enhorabuena, Albert. Y, sobre todo, gracias por ser la voz de tantas personas que pensamos lo mismo que tú. 

No estás solo.

sábado, 19 de enero de 2013

SÓLO LLAMO PARA DECIRTE QUE TE QUIERO


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 19 de enero de 2013

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 3 de febrero de 2013




De todas las posibles manifestaciones del afecto, el abrazo es, sin duda, mi favorita. Y lo es porque se puede aplicar perfectamente a cualquier persona, con independencia del vínculo sentimental que te una a ella. Madre, padre, familiar, cónyuge, hijo, amigo, vecino o simple conocido, todos son susceptibles de resultar agraciados por esta maravillosa expresión afectiva. 

Atendiendo a su intensidad, duración, sinceridad y calidez, de nuestro modo de abrazar se pueden extraer diversas conclusiones. Los hay suaves, firmes, breves, extensos, profundos o leves.  Sean como sean, están llamados a reflejar el grado de cariño de quien los brinda, su capacidad de entrega emocional y el lugar que el abrazado ocupa en su corazón. 

No hay duda de que el contacto físico constituye una necesidad básica para el bienestar del ser humano. En ocasiones, una mera caricia, un apretón de manos o un pellizco en la mejilla contienen un mensaje que, traducido en palabras, superaría a las que conforman el capítulo de una novela. Sin embargo, nuestra civilización se ha visto influenciada negativamente por una herencia cultural poco partidaria de expresar las emociones abiertamente y tendente a asociar dichos comportamientos a la debilidad y a la vulnerabilidad. Es una verdadera lástima, sobre todo si se tiene en cuenta que nos hallamos ante una de las más eficaces medicinas para el cuerpo y para el alma desde la infancia hasta la ancianidad. Algunos experimentos llevados a cabo en el campo de la Psicología confirman la teoría de que las personas que no mantienen ningún tipo de contacto físico caminan por la vida con mayor infelicidad y peor estado de ánimo.

Asimismo, si se observa una foto fija de la sociedad actual, es fácil apreciar que los supuestos avances tecnológicos nos alejan todavía más de las relaciones cuerpo a cuerpo para terminar por convertirnos en seres más fríos e individualistas. Las consultas de numerosos psiquiatras y psicólogos acogen a diario testimonios de vidas enteras echadas a perder por culpa de la cobardía sentimental y la mediocridad afectiva, marcadas por la incapacidad de bajar la guardia, de rendirse a un largo abrazo, de decir un “te amo” o cien “te quiero”, de besar con sinceridad sin que ese beso sea tan sólo la puerta de acceso a un desahogo sexual.

Conozco a más de un analfabeto sentimental, de esos que piensan que las demostraciones de cariño están fuera de lugar, o que son innecesarias, o que se han de hacer de puertas para adentro (que, luego, tampoco las hacen de puertas para adentro) o que debilitan el ánimo. De esos que dan por supuesto que los suyos dan por supuesto que les quieren. Demasiados por supuestos. Les compadezco, al tiempo que doy mil gracias a mi familia por enseñarme desde la cuna a no dejar pasar la ocasión de abrazar, de besar y de querer a los míos y a los que, sin ser míos, así los siento en alguna medida, porque también ocupan un hueco en mi corazón. No quiero que lo supongan, ni que lo imaginen, sino que lo sepan, por la sencilla razón de que se lo digo abierta y frecuentemente, emulando a Stevie Wonder con su canción. 

Tal vez no sea un propósito convencional de Año Nuevo que pueda competir con el de adelgazar o dejar de fumar pero a mí me parece infinitamente necesario y, además, sin coste alguno.








miércoles, 16 de enero de 2013

INGREDIENTES DE UNA JORNADA MUY ESPECIAL





La llamada inesperada de una antigua compañera de promoción que visita Tenerife por motivos profesionales.

Emoción sincera por el reencuentro.

Ganas de recordar el pasado y de diseñar el futuro.

Sentido del humor a prueba de crisis.

Una mañana cálida y soleada.

Un paseo en coche por Santa Cruz recorriendo sus coloridas ramblas llenas de flores y salpicadas de edificios emblemáticos, atravesando sus anchas avenidas que limitan con el Océano Atlántico y que son testigos de los cruceros que atracan a diario en el puerto.

Mesa y mantel en una tasca lagunera, con repertorio sabandeño de fondo, degustando queso asado con mojo, bacalao con pisto y vino de la tierra para acompañar nuestras confesiones de luces y sombras.

Otro paseo, esta vez a pie, por las calles de La Laguna, ciudad Patrimonio de la Humanidad que, paso a paso, nos da fe de los motivos de ese nombramiento. Los balcones de madera, los patios interiores presididos por altas palmeras, los conventos con olor a incienso, las callejuelas empedradas, el silencio…

Un té y un café al aire libre, rodeadas de strelitzias y conversando sobre nuestras dos grandes pasiones: el cine y la literatura.

Y el regalo de un pañuelo de seda azul que conservaré siempre como recuerdo de una jornada muy especial.

Es verdad. La vida nos da sorpresas y, en muchas ocasiones, lo único que nos pide es que nos dejemos sorprender, que recojamos los guantes que nos lanza, que sepamos burlar a la rutina.

Yo lo hice ayer y fui muy feliz.












viernes, 11 de enero de 2013

PEGAR A LOS NIÑOS NO ES UNA OPCIÓN EDUCATIVA


Artículo publicado en la revista de habla hispana "La Ruptura" el 21 de enero de 2013 




Más de una vez he presenciado a padres y madres pegar a sus hijos. No estoy hablando de una paliza en sentido estricto sino del tradicional aunque, en mi opinión, antipedagógico “azote a tiempo”. Nunca he sido partidaria de justificar la violencia, con independencia de su grado. Considero que hiere de muerte a la racionalidad que se le presupone al ser humano y que le debe distinguir del resto de los animales. Distinto es que, en función de las circunstancias que la originen, pueda sentir una mayor o menor comprensión con quienes la ejercen, pero siempre rechazando de plano que sea contemplada como una opción educativa. Es una alternativa que deploro y a la que no otorgo efectividad alguna ni a medio ni a largo plazo. Sin embargo, multitud de personas opinan que  una torta, una nalgada o un zarandeo son de gran utilidad y persisten en acudir a ellos en la esfera familiar. Paradójicamente, en los períodos vacacionales aumentan estas conductas, ya que los niños pasan más tiempo en compañía de los adultos y ponen a prueba su paciencia.

Convendría tener en cuenta que lo que para algunos es un límite aceptable de brusquedad, otros pueden considerarlo excesivo. Además, es más que probable que la intensidad del gesto aumente a medida que otras acciones previas carezcan de efectividad. Algunos progenitores, cuando una situación les supera, no saben cómo actuar y recurren muy a su pesar al cachete. Pero si a nadie le gusta que le aticen, menos todavía a los chiquillos que, ante la manifiesta pérdida de papeles de sus cuidadores, se sienten profundamente humillados y dolidos. Estas reacciones tan disculpadas socialmente no son más que la constatación de un irresponsable impulso humano susceptible de ser controlado. Se trata de un recurso rechazable y constituye un modelo pésimo para la corrección del comportamiento y la resolución de conflictos, además de resultar doloroso para ambas partes, tanto física como emocionalmente.


La experiencia dicta que no existe mejor camino hacia una educación eficaz que el de los buenos ejemplos. En las etapas iniciales del desarrollo, como de verdad se aprende no es escuchando lo que se debe hacer sino viendo cómo lo hace el responsable de quien se depende. Por lo tanto, el azote, por suave que sea, transmite el mensaje erróneo de que los más fuertes imponen su criterio y de que, en consecuencia, perder el control puede estar justificado en determinadas ocasiones. El hecho cierto es que educar a un hijo no tiene plazo de caducidad. No concluye cuando cumple los tres años, ni los seis ni  los catorce, si bien llegará un día en el que ya no podrá ser controlado a base de levantarle la mano. Debemos entonces reconocer con absoluta sinceridad que los más pequeños son los destinatarios de este tipo de medidas por la sencilla razón de que están en inferioridad de condiciones. La prueba más evidente es que a nadie en su sano juicio se le ocurriría hacer lo mismo con un vecino molesto, un conductor agresivo o un jefe despótico, en previsión de que éstos le partieran la cara.


Hay que tener presente que los menores merecen recibir el mismo trato que dispensamos a quienes ya no lo son. Ser sus padres no equivale a ser sus dueños ni otorga carta blanca para descargar sobre ellos unas tensiones del día a día que ni siquiera han provocado y que, en algunos casos, culminan en procesos de divorcio. En este sentido, los profesionales de la Psicología afirman que todo aquel que sufre reacciones violentas por parte de sus padres interioriza la idea perversa de que tales conductas pueden ser aceptables si se ejercen contra alguien más débil o si se emplean aduciendo una causa justa, luego no es descartable que él mismo las reproduzca en su madurez. Tampoco es infrecuente que el adulto, para justificarse ante sí mismo, pronuncie la famosa coletilla “es por su bien”. Yo me conformo con que, si no se puede evitar la pérdida de control, al menos se reconozca el error y no se trate de adornar con florituras vanas.





domingo, 6 de enero de 2013

PERDÓN POR SER TAN OPTIMISTA


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 6 de enero de 2013

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 8 de enero de 2013



Sinceramente, no sé si se trata de una virtud o de un defecto pero lo cierto es que, entre las características que me definen, se encuentran el optimismo a prueba de bombas y el rechazo frontal al conformismo y a la resignación. Así que, aprovechando el inicio del nuevo año, quiero romper una lanza en favor de todas esas personas que, con su actitud positiva, tratan de neutralizar este período de crisis que nos ahoga. Las recientes campañas de recogida de alimentos y juguetes que han tenido lugar en nuestra isla me demuestran que cada vez somos más los ciudadanos dispuestos a movilizarnos para cambiar las cosas.

En este sentido, siempre he defendido la idea de que la felicidad tiene mucho de voluntariedad, pese a que algunos de mis allegados tuercen el gesto cuando les expongo semejante teoría. Para hacerla efectiva, tengo por costumbre no entablar ninguna batalla que considero perdida de antemano. Me parece un gasto de energía innecesario y prefiero reservar mis fuerzas para otros fines. Con los años he desarrollado un olfato especial para detectar estas contiendas, seguramente porque para mí el tiempo es oro y me disgusta malgastarlo en discusiones que, por su propia esencia, no pueden culminar en clave de victoria o derrota. En esta vida no siempre se trata de ganar o perder ni de convencer o ser convencido. Tener criterio propio y saberlo expresar sin acritud ya me parece suficiente premio.

También este rasgo de mi personalidad suscita diversidad de opiniones. A algunos les agrada mientras que otros lo aborrecen, convencidos de que, por fuerza, tiene algo de impostura. Mientras los primeros dicen que poseo capacidad de diálogo, interés por escuchar y tendencia a colocarme en el lugar del otro, los segundos recelan de mi (sospechoso) carácter conciliador, de mi (irritante) tendencia a la introspección y de mi (férrea) negativa a un enfrentamiento vano que, en el mejor de los casos, tan sólo sirve como terapia a uno de los dos contendientes: el que, aun sin mala intención, decide trasladar sus demonios al adversario.

Mentiría si dijera que no tengo creencias religiosas ni preferencias políticas. Ni las exhibo ni las escondo. Tampoco pretendo que nadie las comparta. Sin embargo, cuando asuntos de tan profundo calado como la religión, la política o la economía se sitúan en el centro de los debates, añoro más interlocutores –máxime en esta época tan convulsa- capaces de mostrar sus discrepancias con educación y sin resentimiento, alejados de la violencia y de la falta de respeto, coherentes a la hora de exigir para sí los mismos comportamientos que reclaman a quienes piensan de manera diferente a ellos y dispuestos a aportar soluciones en vez de instalarse en la queja permanente.

Por eso, a este recién estrenado 2013 le he pedido que nos ayude a centrarnos en lo que nos une y no en lo que nos separa, a reparar en lo que tenemos y no en lo que nos falta y, por encima de todo, que nos impulse a socorrer a quienes atraviesan una peor situación. Las puertas de las ONGS están abiertas de par en par a la espera de voluntarios, con independencia de sus ideologías o credos. Tal vez con la recesión nos haya llegado el momento del verdadero compromiso humano.