miércoles, 27 de febrero de 2013

NO LO LLAMEN "DESAHUCIO": PARA QUÉ INQUIETAR A LOS CIUDADANOS...





La prensa de ayer publicaba una noticia que, superada la náusea inicial, me hizo recordar un artículo que escribí hace más de dos años titulado “La osadía de llamar a las cosas por su nombre”. Parece ser que desde la Consejería de Vivienda del Gobierno de Castilla-La Mancha, presidido por la Secretaria de Organización del Partido Popular María Dolores de Cospedal, se ha remitido un escrito en el que ordena a sus delegaciones territoriales que omitan la palabra “desahucio” en la información que envían a las familias a las que se les adjudicó una vivienda social y que van a ser sometidas a ese procedimiento. Los términos prohibidos -desahucio, desalojo, alzamiento, pérdida o privación de vivienda- se han de sustituir por otros menos contundentes (según fuentes de la Consejería, “para qué inquietar a los ciudadanos”). Definitivamente, estamos en el buen camino. La próxima ocurrencia de esta casta política que nos toca padecer a diario será impedirnos la utilización de conceptos tales como robo, extorsión, expolio, recorte o mordida. De este modo, la ciudadanía vivirá una realidad paralela más acorde con la inteligencia que le presumen sus dirigentes y, sobre todo, menos “inquietante”. Gracias por el detalle.


LA OSADÍA DE LLAMAR A LAS COSAS 
POR SU NOMBRE

Últimamente me asalta la sensación de haber diagnosticado con acierto una enfermedad crónica que, de un tiempo a esta parte, sospecho que nos aqueja a todos y cada uno de nosotros: la pretensión de que la ficción supere a la realidad. Vano intento si tenemos en cuenta que la realidad es extremadamente tozuda y, cuando decide hacer acto de presencia, no nos deja más salida que la rendición. Me conmueve cada vez más la capacidad infinita del ser humano para intentar huir de los problemas, para tratar de evitar lo desagradable. Y en esta necia carrera hacia un imposible no nos duelen prendas. El primer paso consiste en no llamar a las cosas por su nombre, como si así poseyéramos el don de su transformación, la capacidad de convertirlas en lo que no son. Somos verdaderos maestros del autoengaño y, para ganar esta batalla, los eufemismos se revelan como nuestros mejores aliados. De más está decir que estas figuras retóricas cumplen su finalidad a la perfección y no hay ámbito que se les resista en su particular cruzada contra el lado oscuro de la fuerza. Estamos firmemente decididos a marginar de nuestra existencia todo aquello que desentone con la idea de perfección comúnmente aceptada. Perfección entendida como juventud y belleza. Perfección entendida como salud y riqueza. En nuestro mundo ficticio ya no existen viejos, sino personas entradas en años. Nadie se muere, se limita a pasar a mejor vida. Además, nunca es por culpa de un cáncer sino de una larga y penosa enfermedad. Los despidos son regulaciones de empleo y los inevitables insultos del parado, agresiones verbales. Quienes cometen un delito no dan con sus huesos en la cárcel, permanecen en establecimientos penitenciarios donde no conviven con otros presos sino con otros internos. Tampoco les vigilan carceleros sino funcionarios de prisiones. Los locos de hoy en día padecen discapacidad psíquica y los retrasados mentales, desarrollo tardío. Los suicidas han pasado a ser difuntos por voluntad propia. Ya no existen putas sino profesionales del sexo, tampoco suegras sino madres políticas, ni negros sino hombres de color, aunque ese color sea el negro. Las guerras son intervenciones militares, los terroristas, activistas y la tortura un método de persuasión. Las víctimas civiles de cualquier carnicería se reducen a meros daños colaterales por obra y gracia de las estadísticas de los Ministerios de Defensa. Las mujeres gordas son señoras entradas en carnes y jamás van al retrete sino al servicio. Los alumnos que martirizan a sus profesores no son expulsados de clase sino excluidos temporalmente de las aulas. Los telespectadores no alucinan ante la sobredosis de mediocridad de las tertulias de sobremesa. En todo caso, padecen alteraciones en la percepción. Y la crisis que nos atenaza no es más que el enésimo período de crecimiento negativo de la economía. Menos mal. Semejante aclaración me tranquiliza enormemente así que, teniendo en cuenta la proximidad de las fechas, mi carta a los Reyes Magos será la excusa perfecta para pedirles el Diccionario Ficción-Realidad/Realidad-Ficción, un instrumento definitivo para recordar que el culo se ha transmutado en glúteos y la basura en residuos sólidos urbanos.

Diciembre 2010

sábado, 23 de febrero de 2013

PASTILLAS PARA RECORDAR, PASTILLAS PARA OLVIDAR


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 23 de febrero de 2013

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 3 de marzo de 2013



Vivimos tiempos en los que conviven sin dificultad determinados fenómenos aparentemente contradictorios. Así, mientras cientos de investigadores centran sus esfuerzos en remendar los hilos de la memoria, otros tantos recorren el camino a la inversa tratando de encontrar una vía que nos permita eliminar los malos recuerdos, una especie de borrador selectivo que anule tan sólo aquéllos que nos torturan insistentemente. Esta idea asociada a la ciencia ficción no es nueva y ha sido llevada a la literatura y al cine en numerosas ocasiones. Sin ir más lejos, las víctimas de un trastorno de estrés postraumático protagonizan a menudo historias de angustia y sufrimiento que pueblan bibliotecas y salas de proyección. Son individuos que reviven su trauma una y otra vez, ya sea a través de pesadillas, flashbacks o remembranzas intrusas que escapan a cualquier control racional. En un porcentaje muy notable acuden a las consultas de los especialistas que, a través de terapias o medicación, luchan por rescatarles del pozo de unas dramáticas experiencias que no olvidan pero cuya carga negativa consiguen rebajar con el paso del tiempo. 

El prestigioso psiquiatra, investigador y profesor Luis Rojas Marcos afirma en su último libro “Eres tu  memoria” que los seres humanos nacemos con una especial capacidad de almacenar en nuestra mente aquello que consideramos relevante para, en el momento oportuno, rememorarlo. Por ello, nos resulta tremendamente difícil imaginar una vida despojada de recuerdos, en la que nada tenga significado, sin sentido del tiempo ni del espacio, sin recorrido de pasado ni conciencia de futuro. Manifiesta, desde su dilatada experiencia profesional, que la lección más fascinante que ha aprendido sobre esta materia ha sido comprender que la memoria no es un archivo perfecto ni un disco duro de ordenador.  Por el contrario, posee el don de renovar los datos que atesora a fin de adaptarlos a los cambios que experimentamos en nuestra trayectoria vital. Así, con el transcurso del tiempo sumamos y restamos detalles a las experiencias pasadas, de tal manera que reconstruimos nuestra historia con unas evocaciones modeladas y enmarcadas en el contexto de nuestras creencias y puntos de vista actuales. Somos la suma de lo que hemos sufrido y de lo que hemos gozado. Y, por extraño que pueda parecer, un proceso de duelo bien llevado permite que el sufrimiento ocupe un espacio en el que los malos recuerdos no estorben. ¿Qué es la vida sino una mezcla de aciertos y de errores, de fracasos y de superación?

Lo que nos hace verdaderamente personas es esa combinación singular de episodios dichosos y desoladores y la hipotética posibilidad de manipularlos nos condenaría a ser una sociedad perturbada, una colectividad “contra natura”. A título particular, siempre me ha preocupado esta moderna tendencia de querer solucionarlo todo con pastillas. También me resulta muy inquietante pensar que algún día sea factible tirar de goma de borrar para suprimir los recuerdos que nos causaron, nos causan y nos causarán dolor. Ese eventual olvido de los desamores, las muertes, los fracasos laborales o las amistades perdidas nos dejaría indefensos, sin armas con las que poder combatir los embates venideros del destino y expuestos a cometer los mismos errores de antaño, diseñados como estamos para tropezar una y otra vez en la misma piedra. Sin memoria no somos. Dicho de otra manera, somos lo que recordamos de nosotros mismos. Por esa razón, yo no quiero olvidar mi pasado. Porque me ayuda a enfrentar mi presente. Porque recordar es volver a vivir.




viernes, 22 de febrero de 2013

CATÁLOGO DE ESPECIES A EXTINGUIR: VIII. LOS "ANIMALES DE PESEBRE"






Hace un par de días murió la joven Guacimara Rodríguez, primera víctima de la violencia de género del año 2013  en la isla de Tenerife. El padre de sus dos hijos, de 7 y 5 años, le asestó ocho puñaladas mortales de necesidad en presencia de los niños. El rellano de la undécima planta de su edificio fue el último escenario que su madre vio en vida.

Si hablo de este concreto crimen (por otra parte, uno más de la terrorífica lista de fallecidas a causa de esta plaga que no mengua) no es por casualidad sino porque ha tenido lugar a escasos metros de mi propia casa y la alargada sombra de la muerte se ha extendido por todo el distrito santacrucero.

Hasta la fecha, las especies que integran este particular catálogo de mi cosecha estaban impregnadas de altas dosis de ironía pero en su octava entrega, como es lógico, se me ha congelado completamente el sentido del humor.

Y es que, más allá de la repulsa por este asesinato, más allá de la tragedia de unos menores que han perdido a ambos progenitores (ella, camino del cementerio y él, camino de la cárcel), más allá de la desolación que me produce no ver luz al final del túnel de la locura sexista, lo que me ha provocado una profunda náusea ha sido otra circunstancia sumamente reveladora. La periodista que cubría el suceso para un diario de la capital relató que varias vecinas de la difunta, con el paso de las horas, comenzaron a manifestar un gran nerviosismo ante la imposibilidad de acceder a sus respectivos hogares como consecuencia del retraso en las diligencias policiales y funerarias que se estaban llevando a cabo.

La razón no era otra que el temor a que, llegada la hora de comer, sus maridos no tuvieran la comida a tiempo en el plato. Pero lo más desolador fue comprobar que tales temores no eran infundados. Cuando semejantes animales de pesebre entraron en escena iniciaron una serie de airadas protestas por tan molesto cambio de horario, incapaces de albergar un mínimo de humanidad ante el cadáver todavía caliente de su convecina.

¿Qué se puede esperar de unos individuos que sólo piensan en tragar su ración diaria de pienso como si fueran ganado pastuenco? La respuesta no me deja lugar a dudas: dolor, desesperación y desamor. Y, a veces, HASTA LA MUERTE.


CATÁLOGO HASTA LA FECHA

I. LOS PROGRES (diciembre 2010)

II. LOS ECOLOGISTAS A DISCRECIÓN (febrero 2011)

III. LAS FEMINISTAS EXCLUYENTES (junio 2011)

IV.  LOS CONCURSANTES DE REALITIES (julio 2011)

V. LOS POLÍTICOS EN CAMPAÑA (noviembre 2011)

VI. LOS FALSEADORES DE CURRICULUM (febrero 2012)

VII. LOS LIGONES DE TRES AL CUARTO (mayo 2012)

VIII. LOS "ANIMALES DE PESEBRE" (febrero 2013)





domingo, 17 de febrero de 2013

LEGALIDAD, LEGITIMIDAD, JUSTICIA Y MORAL





Vivimos tiempos de confusión y, sobre todo, de decepción.  Las bases sobre las que cualquier sociedad de altura tendría que hundir sus raíces no pasan de ser meras acepciones que adornan los diccionarios y las enciclopedias pero cuya virtualidad es prácticamente nula. Los Poderes Públicos se conducen a menudo de una forma tan siniestra que el ciudadano de a pie pierde por completo la noción de lo que significan conceptos tan sagrados como legalidad, legitimidad, justicia y moral y tiende a confundirlos.

Guiada por un necesario afán aclaratorio facilitaré brevemente el significado de cada uno de estos términos:

LEY: Cada una de las normas o preceptos de obligado cumplimiento que una autoridad establece para regular, obligar o prohibir una cosa, generalmente en consonancia con la justicia y la ética.

LEGALIDAD: Cualidad de lo que es conforme a la ley o está contenido en ella.

LEGITIMIDAD: Conformidad y adecuación a la ley.

JUSTICIA: Virtud que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece o lo que le corresponde.

MORAL: Cualidad de las acciones humanas con respecto al bien y al mal.

Es obvio que el papel lo aguanta todo. Los problemas surgen cuando la práctica se enfrenta a la teoría. En otras palabras, cuando esa coletilla que he marcado en negrita -“GENERALMENTE EN CONSONANCIA CON LA JUSTICIA Y LA ÉTICA”- no pasa de ser una quimera, un brindis al sol, un ramillete de buenas intenciones. Es entonces cuando nos enfrentamos al drama ético de tener que distinguir con meridiana claridad los tres matices anteriormente expuestos: lo "legal", lo "legítimo" y lo "lícito".

El primero atañe al cumplimiento taxativo y muy concreto de una norma convertida en ley.

El segundo hace referencia al consenso general de una mayoría que coincide en reivindicar algo que se basa en el Derecho y en Ley Natural.

El tercero concierne al valor moral y ético de las leyes y las conductas.

Dicho de otra manera, es perfectamente posible aprobar e imponer una ley ilícita e ilegítima por poderes legales, aunque moralmente reprobables (véase el caso de las dictaduras genocidas y los regímenes totalitarios). Asimismo,  puede esgrimirse ante los tribunales la literalidad de unas normas al servicio de un poder moralmente ilícito e ilegítimo, situado por encima  del bien común de los ciudadanos y carente de consenso social.

En definitiva, puede que la legalidad sea el contenido de la ley pero, cuando ésta se interpreta torticeramente y se aplica con prevaricación, pierde su valor moral, convirtiéndose en éticamente ilícita y socialmente ilegítima, ya que la sociedad entera la rechaza por injusta e inmoral.

A mí, personalmente, me cuesta un mundo tener que lidiar con esta realidad.



martes, 12 de febrero de 2013

EL PEOR DE LOS TEMORES






"El peor de los temores para una persona adulta es que cualquier horror que crea superado pueda volver algún día. Nada es más terrorífico que pensar que el miedo que una vez estuvo a punto de matarte siga vivo y pueda regresar, atraparte y acabar contigo".

Esta reflexión no es mía, aunque la comparto al cien por cien. Pertenece a Dolores Redondo, autora de la novela “El guardián invisible”, que ayer terminé de leer. Más de cuatrocientas páginas devoradas en apenas tres días.

Ni siquiera ha transcurrido una semana desde que supe de la existencia de este libro e inmediatamente me sentí atraída por su lectura. Y no precisamente por el género al que pertenece -la novela policíaca- sino por los escenarios en los que transcurre. Escenarios que conozco bien, porque también yo –como la inspectora de la Policía Foral Amaia Salazar- he nacido en Navarra y he visitado el valle de Baztán en numerosas ocasiones, tanto los pueblos que lo integran – siendo Elizondo, un protagonista más del relato, el más poblado de todos ellos- como los bosques que lo circundan.

Bosques misteriosos, habitados según las antiguas leyendas por seres mitológicos y almas que hunden sus raíces en hechizos y brujerías. Hayedos frondosos y húmedos cuyo suelo es una alfombra de hojas secas que crujen al sentir las pisadas de quienes se atreven a penetrar en ellos.

Página a página, me he sentido transportada en cuerpo y alma a mi Pamplona de infancia y juventud, a sus calles y plazas, al ir y venir de sus gentes. Y, más aún, he recorrido las márgenes del río Baztán, he escuchado su ruido ensordecedor cruzando la villa señorial de punta a punta y he disfrutado con la descripción de esa sociedad matriarcal que tan bien conozco. Una sociedad en la que las mujeres tienen un peso específico superior a cualquier otra y en la que los sentimientos a veces se ven postergados por un profundo sentido del deber, con el dolor que ello conlleva.

Por eso, más allá de los macabros crímenes, más allá de la investigación policial, me quedo con los perfiles femeninos dibujados por Redondo, de una fuerza y una personalidad intensísimas, particularmente Amaia Salazar, la mujer que intenta liberarse de un pasado que la atormenta. Amaia mujer, esposa, hermana, cuñada, sobrina y, por encima de todo, hija de una madre que nunca la amó y que la destroza en sus pesadillas, de día y de noche, dormida y despierta.

"El peor de los temores para una persona adulta es que cualquier horror que crea superado pueda volver algún día. Nada es más terrorífico que pensar que el miedo que una vez estuvo a punto de matarte siga vivo y pueda regresar, atraparte y acabar contigo". 

Es verdad. Yo lo sé.

jueves, 7 de febrero de 2013

LA MEDIACIÓN FAMILIAR COMO ALTERNATIVA


Artículo publicado en la revista de habla hispana "La Ruptura" el 15 de febrero de 2013




De un tiempo a esta parte la denominada mediación familiar se está alzando como una alternativa muy adecuada para la resolución de los conflictos derivados de algunos procesos de divorcio. Se trata de una opción mediante la cual las parejas recurren a una tercera persona –el mediador- con el fin de tomar una serie de medidas y lograr un conjunto de acuerdos tendentes a reorganizar su relación como padres y a mantener una relación lo más equilibrada posible entre ambos. Este profesional debe poseer amplios conocimientos de distintas disciplinas provenientes de los ámbitos del Derecho y la Psicología, además de una serie de cualidades imprescindibles para llevar a cabo su labor, tales como flexibilidad, tolerancia e imparcialidad. No debe primar el interés en que ninguna de las partes resulte más favorecida que la otra en la negociación.

Conviene aclarar desde el principio que no estamos ante una terapia de pareja cuya finalidad sea la reconciliación de los miembros sino ante un instrumento de resolución de los problemas que acarrea la ruptura de su relación. Por lo tanto, no procede hablar en términos de ganadores o perdedores, ya que el fin último es beneficiar a todos los afectados por la nueva realidad convivencial y, en ese sentido, los dos progenitores están del mismo lado y su voluntad es priorizar el interés compartido de la parentalidad frente a sus propios intereses individuales.

Los mediadores ofrecen métodos para alcanzar un consenso en los aspectos más relevantes que afectan al futuro de los hijos y facilitar esas tomas de decisión de los padres de forma conjunta, coadyuvando claramente a la adaptación de los menores a sus nuevas condiciones de vida. Toda separación, por regla general, tiende a ser dolorosa y traumática pero no es menos cierto que sus consecuencias pueden verse atenuadas si se afrontan con generosidad y con buena voluntad. Es en circunstancias adversas cuando los adultos deben demostrar a los niños su nivel de madurez. Por ello, entre las ventajas que ofrece la alternativa de la mediación familiar, destaca la no utilización de los vástagos como moneda de cambio, tentación muy recurrente en no pocos procesos de divorcio. Además, supone un sistema “a la carta”, en el sentido de que se adapta a las necesidades particulares de cada grupo familiar. Asimismo, disminuye costes tanto emocionales como económicos y temporales.

Se lleva a cabo en dos fases y el número medio de sesiones oscila entre seis y nueve. Si finalmente se llega a un acuerdo en todos los aspectos previstos, se redacta el pertinente documento que sirve para iniciar los trámites judiciales del divorcio. No obstante, al tratarse de una participación voluntaria, puede ser suspendida unilateralmente tanto por cualquiera de las partes como por el mediador.

Sin embargo, esta vía no es aconsejable en todos los casos. Si la confrontación entre los cónyuges es muy profunda, padecen o ejercen episodios de violencia doméstica, o sufren adicciones como alcoholismo, toxicomanía, ludopatía u otras, se deben realizar los tratamientos y ajustes correspondientes antes de dar paso a la mediación. Pero exceptuando dichos ejemplos tan extremos, opino que vale la pena explorar nuevos caminos de entendimiento que conduzcan a la meta más importante para unos padres: la felicidad y el bienestar de sus hijos.







sábado, 2 de febrero de 2013

¿INDULTOS O INSULTOS?


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 2 de febrero de 2013



La Asociación Profesional de la Magistratura y Jueces para la Democracia acaban de reivindicar un aumento de los medios materiales y personales en los Juzgados para combatir la corrupción y eliminar la sensación de impunidad que rodea los recientes casos de indultos concedidos por el Gobierno de Mariano Rajoy. Además, han reclamado una justificación de los mismos ya que, desde que Alberto Ruiz Gallardón se ha hecho cargo del Ministerio de Justicia, se han convertido en sinónimo de arbitrariedad. 

Con el ánimo de clarificar la figura en cuestión, diré que se trata de una causa de extinción de la responsabilidad penal que supone el perdón de la pena impuesta y que se aplica a personas concretas. En España se otorga por el Rey a propuesta del Ministro de Justicia, previa deliberación del Consejo de Ministros. 

La protesta ha nacido a raíz de que el Ejecutivo, haciendo uso de esa facultad que le confiere la ley, ha indultado a determinados condenados que, de un modo u otro, le son sospechosamente afines. En otras palabras, los últimos casos que han saltado a las primeras planas de los medios de comunicación suponen una estafa al Estado de Derecho y una burla a quienes formamos parte de la Administración de Justicia, por no hablar de esos miles de reos que, carentes de influencias, se ven abocados a cumplir sus penas íntegramente. 

Seguro que más de uno me tachará de demagoga pero, en mi humilde opinión, la demagogia consiste en utilizar la democracia en favor de una sola parte de la sociedad y en pervertir las normas con la finalidad de defender intereses privados que atentan contra el interés general. 

Este fraude a la sociedad no es achacable a un único partido político sino que se practica por gobernantes de todo pelaje. Cómo olvidar la compasiva benevolencia de José Luis Rodríguez Zapatero cuando, como muestra de su inclinación natural hacia los más necesitados, otorgó el preciado galardón al vicepresidente del Banco de Santander, Alfredo Sáenz, en atención a sus delitos de acusación y denuncia falsa. 

Lo cierto es que el Partido Popular, decidido a no ser menos que sus colegas socialistas, ahora se está cubriendo de gloria al favorecer a individuos cuyas actuaciones constituyen un dechado de escándalo, entre ellos los cuatro Mossos d’Esquadra que torturaron a un hombre al que confundieron con un atracador o los dos miembros de Unió Democràtica de Catalunya acusados de malversación de fondos. En el caso de este par de correligionarios de Duran y Lleida -huésped permanente del Hotel Palace- Gallardón ha apelado a razones humanitarias y de edad para justificar su decisión. Conmovedor. 

Pero, probablemente, la resolución más flagrante es la que concierne a un sujeto que, tras conducir varios kilómetros en sentido contrario, colisionó frontalmente contra un turismo en el que viajaba una pareja -el conductor falleció y su acompañante sufrió graves lesiones-, máxime al hacerse público que uno de los hijos del Ministro presta sus servicios profesionales en el bufete de abogados encargado de la defensa del delincuente indultado. Desde el Ministerio se limitan a echar balones fuera y a recordar que los indultos son potestad gubernamental y, como tal, no competen al Poder Judicial. En otras palabras, que ellos hacen de su capa un sayo y, además, no están obligados a dar explicaciones. 

Convencida de que las cosas se pueden y, sobre todo, se deben hacer de otra manera, me uno a las Asociaciones de Jueces que exigen cambios profundos y urgentes en esta materia. Miedo da pensar hasta dónde vamos a llegar.