Colaboración con Gerardo Pérez para el Magazine del Colegio Hispano Inglés
de Santa Cruz de Tenerife
de Santa Cruz de Tenerife
Decía
el filósofo y sociólogo Jaime Balmes que “la educación es al hombre lo que el
molde al barro: le da forma”. Ante la graduación de un hijo que ha superado con
éxito los estudios de Bachillerato queda, en efecto, la sensación de que esa
estructura del joven que pronto se convertirá en adulto va tomando ya su forma
definitiva. Los valores, las vivencias, los conocimientos, las experiencias y
la formación atesorados serán los cimientos sobre los que construya su
personalidad y su futuro.
Tengo
el convencimiento de que una persona con sueños e inquietudes no deja jamás de
aprender. Sin embargo, por muchos años que dure dicho aprendizaje, ninguna
época es comparable a la que transcurre desde la niñez hasta la juventud, en la
que nuestros hijos han sido auténticas esponjas que han absorbido cultura y
ciencia, que se han empapado de amigos y compañeros y que han compartido horas
de juegos y estudios para convertirse en lo que son hoy: el punto de partida de
lo que serán mañana.
Se
cierra un ciclo en el que los padres miramos hacia atrás con añoranza, en la
duda de si hemos acertado con las decisiones tomadas pero con el orgullo de
comprobar que la difícil tarea de educar ha dado sus frutos. Ese momento de
recoger la orla entre aplausos y de contemplar sus fotos de niño y de
adolescente en una pantalla gigante condensa en pocos segundos un torbellino de
emociones muy dispares, desde la nostalgia por el pequeño que se fue al orgullo
por el joven que es y a la esperanza por el hombre que será.
Y
es entonces cuando deseas con todas tus fuerzas tener la certeza de haberle
transmitido multitud de enseñanzas útiles para transitar por este mundo tan
complicado y para ser feliz a lo largo de una existencia, en ocasiones, tan
incomprensible. Algunas de ellas nada tienen que ver con teoremas matemáticos ni
con reglas gramaticales pero son igualmente valiosas para que se conduzca por
la vida con garantías.
Ahora,
pues, toca mirar hacia adelante. En palabras del político británico Harold MacMillan
“hay que usar el pasado como trampolín y no como sofá”, de tal manera que el
período escolar que concluye impulse a esta joven generación hacia un porvenir
lleno de retos. Ojalá integren un grupo de mujeres y hombres con grandes sueños
que puedan hacerse realidad. Con los pies en el suelo, pero también osados. Capaces
de razonar pero, al mismo tiempo, críticos. Felices, pero capaces, asimismo, de
aportar felicidad.
Enhorabuena
a todos y cada uno de vosotros. Vuestra graduación es el final y,
simultáneamente, el principio. Os quedan por delante miles de hojas en blanco
para escribir vuestra historia personal. Haced que quienes la lean se asombren
de vuestros logros y admiren vuestra honestidad. Por mi parte, espero que dentro
de muchos, muchos años, cuando echéis la vista atrás, tengáis el convencimiento
de haber vivido la vida que queríais y reconozcáis en las enseñanzas de
vuestros padres y de vuestros profesores esos cimientos sobre los que vais a
construir desde ahora vuestra propia obra maestra.