viernes, 29 de abril de 2016

SUPERVIVIENTES EN UNA ISLA DE MEDIOCRIDAD



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 29 de abril de 2016

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 16 de mayo de 2016





Pretender mantenerse al margen de los innumerables reality shows que invaden nuestras cadenas privadas de televisión es misión imposible, salvo que seas un ermitaño y vivas en una cueva. Hago esta afirmación con rotundidad porque yo misma he intentado, no ya una sino varias veces, aislarme de cualquier influencia proveniente de la telebasura y he fracasado estrepitosamente. Si no es por la mañana, será por la tarde o, a más tardar, por la noche, pero basta con sentarse frente al televisor y, mando a distancia en mano, hacer un barrido, para toparse inevitablemente con las imágenes que ilustran las aventuras y desventuras de las víctimas voluntarias de estos patéticos experimentos. Para no aburrir al respetable con la relación de concursos que se emiten a través de la pequeña pantalla, me centraré tan sólo en uno de ellos que, como en ediciones anteriores, se perpetra en una isla tropical supuestamente desierta. 

Los artífices del deplorable invento, al parecer profundos conocedores de los gustos del telespectador tipo, hallaron hace algunos años la piedra filosofal y procedieron a explotar el filón de las audiencias a base de técnicas de entretenimiento basadas en la ordinariez y la agresividad. Para ello, y como primera medida, procedieron a reclutar en torno a una docena de joyas cuyas discutibles virtudes les hacían acreedoras de tan alto honor. Desde aquel estreno, muchos han sido los agraciados que han desfilado por esas ínsulas azotadas por el calor, los mosquitos y el hambre. Los que están mostrando sus aptitudes en la presente edición tampoco tienen desperdicio. No en vano han superado el exhaustivo casting al que les someten las mentes enfermas responsables de semejante bodrio. En todo caso, y teniendo en cuenta que lo único que se les exige es montar el numerito, cabría concluir que para ese viaje no hacían falta alforjas. A fin de preparar este intragable potaje, los cocineros mediáticos recurren una y otra vez a idénticos ingredientes. 

Encabezando el menú, sitúan a un par de aspirantes a actrices que, ataviadas con un exiguo tanga, exhiben sus prótesis de silicona mientras se rebozan en el barro o recogen caracolas marinas en la playa. Conviene que estén acompañadas por algún participante fracasado de Míster España o, en su defecto, por un chulo de discoteca que presuma de entrepierna y cuya misión consistirá en reírles las gracias a las neumáticas y sobarles el lomo si han podido optar a un lingotazo tras ganar alguna prueba de supervivencia. Resulta igualmente imprescindible el personaje del frikie sesentón de escasa estatura (física, moral o ambas) que presume, bien de ser un atracador del TBO, bien de sus azarosas experiencias sexuales. Tampoco conviene olvidar a los satélites de toreros o folklóricas de tronío que, finiquitada su relación de servidumbre con aquellos, no saben a qué despropósito apuntarse para eludir el anonimato. 

Provoca especial tristeza, por lo que supone de asalto a la intimidad, la inclusión de concursantes anónimos cuyos ases en la manga se reducen a salir del armario o a descubrir sus preferencias amatorias, aunque es justo reconocer que sus lacrimógenas confesiones suelen alcanzar las más altas cotas del share. Pero, sin duda, es la figura de la madre de avanzada edad que, liándose la manta a la cabeza, se lanza desde un helicóptero a los brazos de una nueva vida, la que se erige como gran reclamo de este particular zoológico. Ni San Pablo cayendo del caballo a las puertas de Damasco vio una luz tan cegadora como la de este tipo de mujeres en permanente batalla contra las hormonas. Reconozco que sus sesudas reflexiones me producen cierta fascinación. Durmiendo al raso y comiendo cocos terminan por darse cuenta de que aún no han vivido. Quién les iba a decir a estas alturas de la película que rodearse de strippers y ligones de medio pelo era el remedio más indicado para llenar su vacío existencial…

lunes, 25 de abril de 2016

14 AÑOS DE PERMANENTE SONRISA







Felicidades, tesoro.

Hoy cumples catorce años regalando sonrisas desde que amanece hasta que cae la noche. 

Cuando te despiertas por la mañana, mi corazón se llena de una inexplicable gratitud hacia el destino. 

Cada uno de los rasgos que definen tu personalidad son valiosas piezas con las que has construido una "máquina de la felicidad" que funciona sobre todo aquel que tiene la fortuna de compartir su vida contigo.

Al mirarte, veo a tu padre. El mismo rostro. El pelo negro y fuerte. Los lunares idénticos. La mirada profunda.

Al oírte, reconozco mi impronta en tu risa contagiosa, en tu discurso desmesurado, en tu pasión por la música.

Llegaste a nuestro universo un veinticinco de abril como una coincidencia maravillosa. Los hados ya habían elegido la misma fecha para unirnos a quienes, años más tarde, habríamos de engendrarte. Desde entonces sabemos que el futuro está escrito y que, en ocasiones, se manifiesta en forma de milagro.

Ese niño, el que ha heredado la zurda materna y el aura paterna, el que cada sábado recorre la banda izquierda detrás de un balón defendiendo los colores de su equipo, el que en las representaciones de teatro nos desarmaba con su desparpajo, el que idolatra a su hermano mayor hasta el infinito y más allá, el que gana todas las competiciones familiares de besos y abrazos, encarna nuestro amor.

David, eres un rayo de sol.

Que tu luz y tu calor nos acompañen eternamente.




viernes, 22 de abril de 2016

DE CÓMO HACER NEGOCIO CON LAS DESDICHAS DEL PRÓJIMO



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 22 de abril de 2016

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 11 de mayo de 2016




Tal vez existan espíritus puros que utilicen sus facultades extrasensoriales sin ninguna finalidad recaudatoria, movidos por el único afán de hacer el bien. Si eso es así, no es a ellos a quienes van dedicadas estas líneas, sino a ese ejército de estafadores que se publicitan a través de dos vías de comunicación básicas: los anuncios por palabras y los canales televisivos de tercera división. Contra todo pronóstico, este tipo de negocios alternativos, lejos de sumarse al carro de la crisis económica, no sólo se mantienen sino que, incluso, repuntan por mor de la imperiosa necesidad ciudadana de confiar en algo o en alguien que les empuje a sobrevivir más allá de los sacrosantos mercados o de las caníbales agencias de calificación. 

Por lo que se refiere al sector de los periódicos de papel, en él encuentran acomodo videntes internacionales de “reconocido prestigio”, que suelen proceder del África subsahariana y que descienden en línea recta de antiguos chamanes de tribus alejadas de la civilización. Sus vastos conocimientos multidisciplinares, unidos a sus extraordinarios poderes sobrehumanos, son las armas perfectas de las que se sirven para estafar a sus potenciales víctimas. Para ello, se ayudan de recetas, pócimas y brebajes que, ora te quitan el mal de ojo, ora te emparejan con la pareja de tus sueños, ora te facilitan un puesto de trabajo fijo. Las fotos de tan cualificados profesionales de la brujería al por menor, cuya expresión facial resulta lo suficientemente disuasoria como para no arriesgarse a marcar el ruinoso 806 del que se hacen acompañar, no parecen, sin embargo, atemorizar a su incauta clientela, compuesta mayoritariamente por seres vulnerables cuya baja autoestima y elevada inseguridad les lanzan en brazos de tarots y bolas de cristal, en su denodado empeño por dar esquinazo al miedo y a la soledad. 

Para su desgracia, el escaso apoyo social con el que cuentan dificulta la posibilidad de que terceras personas con criterio les insten a solicitar la ayuda especializada que, sin ningún género de duda, precisan. En cuanto al segundo entorno, el de esos platós de televisión cuyos decorados son un auténtico atentado al buen gusto, lo frecuentan una cuidada selección de adivinos de pacotilla, normalmente de mediana edad, que presentan algunas peculiaridades comunes, entre ellas unos nombres de pila que asustan al miedo y una serie de atuendos, peinados y maquillajes grotescos, incompatibles con el más mínimo viso de elegancia y sencillez. Entre tallas de vírgenes y estampas de santos diseminados sobre tapetes astrales cuajados de planetas y meteoritos, proceden a mostrar a cámara con expresión intensa las cartas de La Muerte, El Ermitaño o La Emperatriz, para, cien euros más tarde, comunicar a sus llorosos interlocutores el supuesto remedio a sus males. Y así, entre fraudes y estafas, estos traficantes de esperanzas van engordando sus cuentas corrientes a costa de la desgracia ajena. 

Es evidente que estas prácticas tan miserables no van a desaparecer de la noche a la mañana. Siempre habrá individuos dispuestos a aprovecharse de los más débiles y tampoco faltarán damnificados que, por ignorancia o por desesperación, acudan a aquellos en busca de ayuda. Pero sería un gran avance que, desde los estamentos correspondientes, se tomaran las medidas oportunas para evitar unas actividades que, sobre todo en épocas de recesión, van en aumento. Revisar los permisos y licencias de las cadenas televisivas que les dan cobijo y supervisar los ingresos de las líneas telefónicas asociadas a estos negocios podría ser un buen comienzo, sin olvidar la imprescindible interposición de denuncias por parte de los propios afectados. Más de uno de estos tipos ha sido condenado en sede judicial y obligado a indemnizar a los denunciantes de sus rentables vaticinios. De este modo, sería infinitamente más sencillo conseguir que numerosas personas que atraviesan por un mal momento vital dejaran de ser engañadas, no sólo económica, sino también emocionalmente.



martes, 19 de abril de 2016

LA INELUDIBLE OBLIGACIÓN DE ESCUCHAR A LOS NIÑOS





Pocas situaciones nos resultan más ingratas a los profesionales del Derecho que las que nos colocan ante la tesitura de solicitar una pericial psicológica a un menor y, en su caso, llevarle delante de un juez para ser sometido a una exploración -sin que ello suponga necesariamente hacerle declarar en el estrado-. 

En concreto, la pregunta que en numerosas ocasiones se formulan los involucrados en los procesos de divorcio es la relativa a cuándo deben ser escuchados los testimonios infantiles y si esta opción beneficia o perjudica a sus protagonistas. En mi opinión, tal posibilidad debería emplearse con más frecuencia y a continuación explicaré por qué. En contra de la práctica habitual de los Juzgados de Familia, los pequeños deberían ser escuchados por los jueces antes que ningún otra parte del proceso y desde el momento mismo en el que los juzgadores tuvieran noticia del conflicto familiar de referencia. 

Como punto de partida, conviene dejar claro que, aunque tal vez adolezcan de los suficientes conocimientos, los chavales cuentan generalmente con una inteligencia más que de sobra para sacar conclusiones basadas tanto en sus experiencias personales como en aquellos recuerdos que albergan en su mente y en su corazón. No hay que olvidar que son testigos altamente cualificados de cuanto acontece en el hogar y, por ende, pueden clarificar mejor que nadie la veracidad o falsedad de las acusaciones recíprocas que los cónyuges vierten a menudo en las salas de vistas. 

Por lo tanto, escuchar a estos chicos al inicio del procedimiento evitaría en gran medida el tan temido Síndrome de Alienación Parental (SAP), puesto que se impediría que el progenitor alienador –normalmente, el custodio- dispusiese del período necesario para manipular al menor, una tentación bastante común, por desgracia, en la que caen los futuros divorciados. Esta medida tomada a tiempo resultaría muy útil para que los pequeños no estuvieran expuestos a algunas malas interpretaciones, como creer que el padre o la madre ausentes no les llaman nunca por teléfono o no les visitan porque no les quieren o no cumplen con sus correspondientes obligaciones económicas. 

En este sentido, tanto el Código Civil como la Ley de Protección Jurídica del Menor aluden como única condición la de que los pequeños cuenten con un grado suficiente de juicio para ser escuchados por sus Señorías. También la Convención sobre los Derechos del Niño recurre al concepto de madurez de modo genérico, sin establecer ningún límite o nivel (como sucede con los doce años en las declaraciones en sede judicial). En cualquier caso, para constatar si una persona posee dicho grado, debería tener la oportunidad de ser escuchada previamente. 

La madurez del ser humano se mide por diversos parámetros, desde la carga genética hasta la educación recibida, y no debería asociarse exclusivamente a su fecha de nacimiento. Así como hay adultos eternamente inmaduros, también existen niños cuya capacidad de raciocinio está fuera de toda duda y que merecen ser escuchados y atendidos. Sólo así será posible salvaguardar su derecho a ser felices y a crecer en un entorno familiar adecuado, sea en régimen de custodia individual o de custodia compartida. Pero de poco sirve este trámite de exploración de los menores si, a la postre, su opinión no es tenida en cuenta en la medida que debería serlo. Creo que vale la pena reflexionar con la máxima seriedad sobre este delicado asunto.

viernes, 15 de abril de 2016

UN ABISMO DE PIEL Y HUESOS



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 15 de abril de 2016 

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 1 de mayo de 2016



Han tenido que pasar tres años para que la ex ángel de Victoria´s Secret Erin Heatherton se haya decidido a dar un paso al frente y denunciar en una entrevista la presión a la que le sometió la famosa firma estadounidense de lencería para cumplir sus estratosféricas exigencias físicas. La modelo ha relatado sin tapujos cómo estuvo a punto de caer en una depresión al verse abocada a cumplir a rajatabla unas rutinas de alimentación y entrenamiento incompatibles con la buena salud, tanto física como psíquica. Afirma textualmente que “no podía salir ahí fuera, mostrando mi cuerpo y a mí misma a todas esas mujeres que me ven como un referente, y decirles que se trata de algo muy fácil y simple y que todo el mundo puede hacerlo". Desde entonces, ha emprendido su personal batalla para acabar con esos estrictos cánones de belleza y aprender a querer su cuerpo tal y como es, es decir, imperfecto. 

Recuerdo con nitidez que, mientras en la década de los noventa las curvas femeninas cotizaban al alza y eran dignas de admiración, la posterior entrada en escena de algunos paradigmas de la insalubridad –como, por ejemplo, Kate Moss- viró aquella tendencia hacia la androginia, en detrimento de la femineidad. Años después, la polémica desatada por el fallecimiento de dos maniquíes brasileña y uruguaya fue determinante a la hora de asociar pasarela y anorexia. Así, desde que se dispararon las estadísticas de la enfermedad, los responsables del negocio decidieron hacer propósito de enmienda con el fin de eludir su parte de responsabilidad, y en antiguos eventos como Cibeles o Gaudí prescindieron de las profesionales que no poseían un índice adecuado de masa corporal. 

Sin embargo, da la sensación de que la batalla sigue estando perdida y las promesas de corregir el problema caen una y otra vez en saco roto. Son todavía millones las mujeres -y, aunque en menor medida, también los hombres- que enferman y hasta mueren a causa de las complicaciones derivadas de los desórdenes alimenticios sufridos en pos de un patrón de belleza inasumible. El mensaje que se nos transmite es demoledor y afecta a numerosas niñas sin personalidad aún formada que, persuadidas de que la estética imperante es una combinación de piel y huesos embutida en una talla 34, terminan por negarse a comer. De todos es sabido que proliferan por Internet numerosos blogs en los que se facilitan pautas para adelgazar, vomitar, ocultar la comida y engañar a los padres sobre estas peligrosas prácticas. Incluso se han podido constatar en ellos las consultas de niñas menores de 12 años. 

Abundando en esta cuestión, acabo de conocer la noticia de que una orientadora escolar ha confesado que una alumna de Bachillerato de su centro educativo estuvo a punto de morir recientemente a consecuencia de un proceso de anorexia. Lo cierto es que, como viene siendo habitual año tras año, las principales revistas de moda adornan ya los escaparates de los quioscos con las tendencias de la presente temporada primavera-verano. Y también, por enésima vez, nos remiten a unos prototipos corporales totalmente absurdos. Esa equiparación de la mujer a una estatua de piedra sin atisbo de sonrisa parece más bien obra de mentes distorsionadas, al margen de que, en mi opinión, dicha apariencia resulta hasta desagradable para lucir adecuadamente las creaciones de ningún diseñador. 

Ni la industria de referencia -dirigida por individuos que desoyen las reiteradas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre alimentación equilibrada y vida saludable- ni tampoco los propios modistos -empeñados en seguir contratando a auténticas perchas humanas para que exhiban la estrechez de sus prendas- están libres de pecado y sus propósitos de enmienda, hasta la fecha, no son más que papel mojado. Se impone una reflexión sobre el tema si no queremos que una parte de la juventud actual se dirija hacia un callejón sin salida.