viernes, 30 de septiembre de 2016

LUCES Y SOMBRAS DE LA EXPERIENCIA MATERNAL



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 30 de septiembre de 2016

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 5 de octubre de 2016





Cada día me resulta más impactante comprobar la influencia que el destino ejerce sobre nuestras vidas desde el mismo momento en el que nacemos. Las razones por las que fuimos engendrados son tan diversas como aquellas que determinaron la negativa a otras gestaciones, y tan distintas como los rostros de quienes nos trajeron a este mundo voluntaria o accidentalmente. Dentro del universo femenino, el mosaico lo forman desde quienes no poseen instinto maternal a quienes no se plantean su existencia sin la experiencia de la maternidad, o desde quienes se quedan encintas con facilidad a quienes acumulan años de intentos frustrados, o desde quienes deciden interrumpir su embarazo a quienes conforman una familia numerosa. 

Paradójicamente, a cuenta de los últimos avances en materia de fecundación, cada vez existen más mujeres que aseguran no saber de qué va ese impulso primario que, supuestamente, todas las féminas traemos de serie. De hecho, las hay que no dudan en afirmar que se trata de un invento exclusivamente cultural. Por lo tanto, el criterio no es unitario y, cuando se aborda esta cuestión tan relevante desde el punto de vista social, las opiniones se distribuyen en bandos distintos y hasta opuestos. En uno se alinean las mujeres que consideran que el hijo es lo primero y que la madre viene después. Por contra, el otro lo integran aquellas que no se resignan a dejar de compaginar siquiera temporalmente su faceta de progenitoras con sus propios deseos y necesidades. 

En mi caso, de la misma manera que respeto profundamente a las partidarias de la opción clásica (dedicar todas sus energías a los menores), no me niego a admitir la preferencia de las defensoras de la segunda vía. A estas alturas ya me he topado con madres de todo tipo, con y sin instinto maternal, solteras, casadas, viudas y divorciadas, con trabajo y en el paro. En su inmensa mayoría, no darían marcha atrás si pudieran reconsiderar la experiencia de la maternidad. Pero, por duro que suene, ¿cabe arrepentirse de haber tenido hijos? Sí. Cabe, aunque no se diga. A lo sumo, se piensa para los adentros. Y, para no llevar a confusión, supone una vivencia que nada tiene que ver con otras tan dolorosas como la conocidísima depresión postparto. 

Lo cierto es que existen madres arrepentidas que están en su sano juicio y que sufren por albergar un sentimiento que, aunque no quisieran padecer, no pueden evitar. Por supuesto, casi ninguna de ellas se atreve a tocar el tema, y menos aún delante de su prole. Sin embargo, sería más que interesante saber hasta qué punto esa innegable presión social por tener hijos influye en este fenómeno, como también qué nivel alcanza a la hora de decidir no tenerlos el miedo a perder sus carreras profesionales. 

Parte del movimiento feminista propone construir un discurso alternativo que dé visibilidad a quienes renuncian a procrear y en el que también se reescriban las características tradicionales de lo que se entiende por “amor de madre”. Según algunas voces, poder tener hijos no conlleva necesariamente querer tenerlos, y eso no debería convertirlas en dianas de las críticas más feroces. Abogan, pues, por un escenario donde ese arrepentimiento halle cabida sin asociarse al prototipo de “mala madre”, y en el que el modelo de amor incondicional se transforme en otro de amor con límites y compatible a su vez con otros intereses. 

Mi percepción es que la experiencia maternal, con sus luces y sus sombras, es tarea de seres fuertes, valientes y decididos, dispuestos a sacrificar su tiempo y su espacio para sacar adelante a unas criaturas que, al menos durante su más tierna infancia, son totalmente dependientes. Ser madre es un reto al amor y también al dolor, como lo es la vida misma. Pero nunca debería acarrear el menoscabo de la previa condición de mujer.

martes, 27 de septiembre de 2016

DOPAJE MORAL






Leo con perplejidad en un magazine de fin de semana que ya están en la senda de la comercialización las “pastillas para ser mejor persona”. Tal cual. Así lo cree, al menos, un grupo creciente de científicos y filósofos que plantean una tesis revolucionaria: el futuro de la humanidad pasa por sintetizar drogas que nos ayuden a tal fin. Se afirma en el citado reportaje que primero fue el dopaje deportivo -para mejorar el rendimiento físico-. Luego llegó el dopaje cognitivo -para aumentar nuestra eficacia en el trabajo o los estudios-. Y ahora la nueva frontera es el dopaje moral -fármacos que nos vuelven más pacientes, más tolerantes y más empáticos-. 

Dichos expertos defienden que no se trata de ciencia-ficción, sino de una realidad tangible. De hecho, ya existen numerosos compuestos que afectan a nuestra toma de decisiones de tipo ético (antidepresivos, anfetaminas, hormonas...) y en el futuro seremos capaces de utilizar tales sustancias con una precisión cada vez superior. El ejemplo más diáfano de las bondades de estos tratamientos se personifica en los psicópatas. Su trastorno es tan fácil de describir como peligroso para la sociedad. Son incapaces de empatizar con sus semejantes. Pero los últimos experimentos con técnicas como la estimulación cerebral indican que su déficit podría paliarse en breve. Lo mismo ocurre con quienes, por ejemplo, sufren ataques de ira y cometen acciones de las que luego se arrepienten. 

En realidad, no es un fenómeno tan nuevo como pudiera parecer. Ni siquiera hace falta imaginar escenarios tan extremos. El caso más evidente es la castración química de delincuentes sexuales a cambio de una reducción de su condena. Mediante inyecciones de fármacos que reducen su libido, consiguen controlar la conducta reprobable de abusar de sus semejantes. También se dan casos ajenos al ámbito penal, como el de los niños que padecen trastornos de atención, a quienes las pastillas, además de tratar su enfermedad, mejoran su comportamiento. 

En todo caso, el dopaje moral aún está dando sus primeros pasos y todos los investigadores coinciden en indicar que un fármaco así es una utopía. Ni los más visionarios creen factible sintetizar un compuesto que anule por completo la inmoralidad, pero sí que habrá drogas que ayudarán a controlar los instintos más “innobles”. La cuestión es calibrar si cuando una droga altera la capacidad de tomar decisiones se sigue siendo libre. Sus defensores no lo dudan. No entienden de tantos escrúpulos. Afirman que te hace todavía más libre y que, en vez de ser presa de los instintos, se tiene margen para comportarse de acuerdo con los valores íntimos. Sin embargo, otros critican que ahorren el esfuerzo cotidiano de actuar éticamente. 

En lo que todos están de acuerdo es en reconocer los incalculables efectos secundarios de una medicación tan compleja. Todo pasaría por garantizar la voluntariedad de su uso y, sobre todo, por admitir que nunca existirá una pastilla que convierta en santos a los seres humanos. Porque hay instintos que ningún compuesto químico, por avanzado que sea, logrará aplacar jamás.

viernes, 23 de septiembre de 2016

EL SEXO DE PAGO TRIUNFA ENTRE LOS JÓVENES



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 23 de septiembre de 2016

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 26 de septiembre de 2016






Según uno de los enésimos informes que emite con asiduidad la Organización de las Naciones Unidas, España ostenta el dudoso honor de ser el tercer país del mundo donde más se demanda el sexo de pago. Curiosamente, esta repugnante medalla de bronce se convierte en la de oro cuando tan ancestral práctica se circunscribe al Viejo Continente. En la avanzada Europa no existe, pues, ningún Estado que nos haga sombra, por más que el fenómeno de la prostitución muestre del modo más descarnado el siniestro lugar que ocupa la mujer para muchos miembros de nuestra "sociedad del bienestar". 

Pero, por si no fuera suficientemente desolador comprobar el manifiesto retroceso cualitativo en las relaciones de pareja de los jóvenes españoles, ahora resulta que cada vez son más los chavales que tiran de su paga semanal para mantener relaciones sexuales en establecimientos del sector. La operativa consiste en acercarse en pandilla a tomar unas copas a un puticlub y acabar compartiendo cubículo con una profesional a la que se van intercambiando por turnos. No obstante, si el dinero no les alcanza, recurren como sistema de adjudicación al tradicional sorteo del disfrute de la pieza, que recaerá en un único agraciado, confiando el resto de los concursantes en tener más suerte la siguiente vez. 

El escandaloso descenso en la edad de estos clientes viene siendo alertado, entre otros, por representantes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que afirman que, al consumo habitual de alcohol, marihuana y otras sustancias, se ha incorporado con fuerza esta tendencia a visitar en grupo locales de alterne, como opción normalizada de un ocio que no les acarrea ningún dilema ético y con el que pretenden obtener una satisfacción inmediata. A esta preocupante realidad se añade la no menos alarmante de la adicción al sexo. De hecho, el índice de afectados por esta patología alcanza casi un 40% en el tramo que ronda los 24 años, y la mayoría de ellos se inició en la pornografía y en universos similares con apenas 17. 

Visto lo visto, la pregunta no puede ser otra: ¿qué impulsa hoy a un cuasiadolescente, nacido y criado entre dispositivos donde proliferan las aplicaciones para contactar con otras personas dispuestas a entablar una simple amistad o, por supuesto, a mantener una relación íntima, a servirse de una prostituta que, por regla general, es víctima de trata de seres humanos y de violencia de género? La respuesta de estos compradores advenedizos de carne a tiempo parcial es que así ahorran tiempo y dinero. Con apenas 20 euros de inversión se evitan toda la parafernalia asociada al cortejo estándar de una chica (paseo, cine, cena) que, además de requerir cierta habilidad emocional de la que muchos carecen, tampoco les garantiza ni mucho menos el fin último que persiguen: echar un polvo. 

Además, el hecho de pasar por caja les comporta otra serie de ventajas nada desdeñables, como la de disponer de una mujer a su servicio que también se dedique a regalarles los oídos, llevar las riendas del encuentro (el que paga, manda), ir directamente al grano o alardear de su poderío ante el resto de la manada. Eso sí, puestos a elegir, prefieren no saber si las meretrices en cuestión son esclavas de alguna mafia, o si su existencia diaria se asemeja al infierno, o si su chulo las desloma en el hipotético caso de que decidan quejarse, o si tienen hijos en edad escolar que se quedan solos mientras su mamá está "en el trabajo". 

Después de todo, tampoco ellos están cometiendo ningún delito y comerciar con cuerpos ajenos se ha hecho, se hace y se seguirá haciendo por los siglos de los siglos. No en vano, el oficio más antiguo del mundo es un modo más de ganarse la vida, ejercido en igualdad de condiciones y desde la más absoluta libertad y voluntariedad. ¿O no?




martes, 20 de septiembre de 2016

SONATA DE OTOÑO






Aprovechemos el otoño
 antes de que el invierno nos escombre.
 Entremos a codazos en la franja del sol
 y admiremos a los pájaros que emigran.
Ahora que calienta el corazón,
aunque sea de a ratos y de a poco,
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda.
Aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelva escarcha.


“Insomnio y duermevelas” 

Mario Benedetti



viernes, 16 de septiembre de 2016

"SELFIES": ENTRE EL NARCISISMO Y LA BAJA AUTOESTIMA



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 16 de septiembre de 2016

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 17 de septiembre de 2016







Quien haya tenido la suerte de disfrutar este verano de algunos días de vacaciones habrá comprobado que los archifamosos palos adosados a los móviles se han convertido en imprescindibles compañeros de viaje para buena parte de la población, que con tan socorrido invento inmortaliza momentos de su vida cotidiana sin tener que pedir a un tercero el favor de que les enfoque y apriete el consabido botón. Este acto de autofotografiarse con cualquier excusa (comer una pizza, comprar una prenda de ropa, tomar un mojito, visitar un monumento, darse un chapuzón…) es, de un tiempo a esta parte, la más recurrente actividad de moda para millones de ciudadanos planetarios. 

Debe ser por eso que el anglicismo “selfie” no alude solamente a los autorretratos en sí, sino también a los individuos obsesionados con compartirlos en la red. Y es que todo parece indicar que quienes publican su imagen de un modo desmedido (incluso, compulsivo) suelen establecer relaciones más bien superficiales y abonarse a un concepto de la intimidad, como mínimo, discutible. Precisamente es esta última particularidad la que nos aleja a los primates analógicos -como una servidora-, acostumbrados desde la cuna a un trato cara a cara, de esta práctica tan en boga. Sin embargo, no faltan expertos que indican que, para los nativos digitales nacidos a partir de 1980, amistad e intimidad no implican necesariamente presencia física. Ahí lo dejo. 

Aunque yo no sea partidaria de inmortalizarme a menudo, estoy dispuesta a admitir que tomarse fotos a uno mismo resulte hasta divertido, siempre y cuando no se haga de diez en diez minutos y en todas las poses y escenarios posibles para después, a la velocidad del rayo, colgarlas en el limbo tecnológico. No en vano, Facebook y Twitter son dos de las redes sociales que más han promovido esta tendencia, cuya motivación va desde el entretenimiento más inocente a la exhibición de logros para provocar la envidia del prójimo o al loable deseo de racionar sus momentos felices con el resto de la Humanidad. Sea como fuere, opino que detrás de estas exposiciones excesivas se esconden algunas personalidades compatibles con perfiles narcisistas o con modelos de baja autoestima. 

En el primer grupo suelen encajar hombres y mujeres con un elevado concepto de su persona, pagados de sí mismos y escasamente tolerantes a las críticas negativas, por nimias que estas sean. Su máxima preocupación gira en torno al número de “me gusta” o de retweets que obtendrán sus instantáneas. Si, además, anotan en su haber varios comentarios favorables de sus supuestos admiradores, su nivel de popularidad crecerá como la espuma y ya estarán en condiciones de lucir una identidad alternativa, retroalimentada y validada por jurados ajenos que poco o nada conocen de su auténtico yo. 

Por lo que se refiere a los pertenecientes al segundo bloque, la sobredosis de imágenes puede indicar un grado de autoestima bastante bajo, a la par que una elevada necesidad de autoafirmación. Son individuos que se hallan en un búsqueda perpetua de la aceptación de los demás. Más aún, de su aprobación, sin ser conscientes del riesgo de que su afición llegue a convertirse en adicción. De hecho, especialistas en Psicología identifican algunas señales de alarma como antesala de una serie de patologías severas, entre ellas el trastorno obsesivo-compulsivo y la depresión.  

Como sucede en casi todos los órdenes de la vida, en el medio suele estar la virtud y este concreto ámbito no es ninguna excepción. Tratar de potenciar nuestro lado más atractivo (exterior, pero también interior) es comprensible y hasta recomendable. Recibir el reconocimiento ajeno puede incluso suponer una inyección de energía positiva en un momento dado y servir para superar un bache existencial. Palabras amables nunca sobran, sobre todo si son sinceras. Pero, de ahí, a vivir en permanente estado de revista de cara a la galería, se extiende un amplio trecho de superficialidad.

martes, 13 de septiembre de 2016

FORMAR PERSONAS SENSIBLES Y CON CRITERIO





Otorgo al tema educativo la máxima importancia dentro de mi escala de valores. Por ello, procuro leer libros, ensayos y artículos sobre la materia siempre que tengo oportunidad. De entre los autores que se especializan en esta cuestión, el profesor José Antonio Marina es uno de los expertos a tener en cuenta. En su interesante obra LA EDUCACIÓN DEL TALENTO afirma que “para educar a un niño, hace falta la tribu entera”. Esta frase tan sencilla encierra una gran verdad y es que la sociedad en la que vivimos, integrada por individuos y colectivos de toda índole, debe involucrarse en la consecución del más importante de sus objetivos: la formación de personas con criterio, sensibles, sanas y felices. En definitiva, satisfechas de su vida y de sus logros. 

Sin embargo, entre todos sus miembros hemos fabricado una telaraña de excusas que se resumen en una sola: echarle las culpas al otro. Los padres al colegio, el colegio a los padres, los espectadores a la televisión, la televisión a los espectadores, los jóvenes a los viejos y los viejos a los jóvenes. Y, así, hasta el infinito. La pregunta del millón es ¿qué puedo hacer yo para solucionarlo? Indudablemente, la queja permanente no es una opción si, además, tenemos en cuenta que, cuando hablamos de Educación, no estamos hablando exclusivamente de instrucción sino de mucho más. Estamos hablando de aquello que nos define como especie, por otra parte la única que educa a sus crías. 

Por ello, lo realmente trascendental es saber qué modelos queremos transmitir y fomentar. Nuestros hijos van a habitar un mundo imprevisible, contradictorio y veloz, radicalmente diferente al que nos tocó vivir en nuestra infancia y adolescencia. Por lo tanto, la responsabilidad que recae principalmente sobre los progenitores es inmensa, en el sentido de que nuestro ejemplo y nuestra actitud son básicos para el desarrollo integral de los niños, para su preparación de cara al futuro. Sus habilidades, capacidades y competencias han de ser, no sólo intelectuales, sino también afectivas y conductuales. De hecho, ellos suelen ser más perspicaces que nosotros, que con frecuencia nos anclamos en el amor propio, los convencionalismos y las luchas de poder. 

En este sentido, para un filósofo como él, el talento es la inteligencia triunfante. Se trata de un hábito y, como todo hábito, difícil de adquirir. Lo mismo que se aprende el miedo, se aprende la valentía, el pesimismo, pero también el optimismo, la pasividad y la actividad, la sumisión y la libertad, la impasibilidad y la sensibilidad. Así, triunfa quien sabe detectar lo bueno que tiene y disfruta de ello, quien sabe soportar las dificultades que no puede evitar, quien se enfrenta con inteligencia a los problemas que tienen solución. Saber comunicar este mensaje significa colocar al individuo en la senda de la felicidad y dotar a su vida de contenido. 

Porque, en palabras del propio Marina, “¿qué es lo que queremos para nuestros hijos, para nuestros alumnos, para nuestros niños, para nuestros adolescentes? Que estén en forma cuando abandonen nuestra tutela educativa. En forma para la felicidad, en forma para la belleza, en forma para la bondad.”

viernes, 9 de septiembre de 2016

¿POR QUÉ SE RETIRA A UNOS PADRES LA GUARDA Y CUSTODIA DE SUS HIJOS?



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 9 de septiembre de 2016

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 11 de septiembre de 2016













Aunque no es habitual, en algunos procedimientos judiciales se puede solicitar la retirada de la guarda y custodia de sus hijos al padre o a la madre que ya la ostentan. Uno de los ejemplos recientes que ha generado cierta alarma social acaba de suceder asociándose a la mediática desaparición en Galicia de una joven madrileña, por más que su familia haya intentado sin éxito desvincular ambas coyunturas. No obstante, antes de explicar las razones para la adopción de una medida tan extraordinaria, es conveniente aclarar en qué consiste dicha figura y qué diferencias presenta respecto a la patria potestad. 

Mientras que la patria potestad hace referencia al derecho de los progenitores a tomar parte en las decisiones más importantes que afectan a la vida de sus vástagos, la guarda y custodia alude al hecho de hacerse cargo de ellos en cuanto a su acompañamiento diario. Así, cuando un menor vive de lunes a viernes bajo el cuidado de su padre o de su madre, se considera que está bajo su custodia. Pero, si en ese período es necesario someterle a una intervención quirúrgica, serán ambos, al ostentar la patria potestad conjuntamente, quienes decidan autorizar o no dicha operación. Por ello, en la mayor parte de las sentencias de separación, la patria potestad es compartida por los progenitores, mientras que la guarda y custodia se atribuye bien a uno de ellos (disponiendo el otro de un determinado régimen de visitas), bien a los dos (en la cada vez más instaurada custodia compartida). 

Sin embargo, en determinados casos cabe retirar judicialmente esa custodia al ejerciente por considerar que su compañía es nociva para el niño. Y si son los dos miembros de la pareja quienes dan muestras de incapacidad o falta de aptitud para la crianza y el cumplimiento de sus obligaciones parentales, pueden hasta verse desposeídos de la patria potestad, en tanto que la guarda y custodia será otorgada a otros familiares (preferentemente los abuelos) o a una institución pública. 

Uno de los motivos que se esgrimen para solicitar la retirada de la guarda y custodia es un modo de vida desordenado por parte del adulto que perjudique la estabilidad del hijo y que afecte a su adecuado desarrollo personal. Se añadirían a este la existencia de una nueva pareja sentimental que amenace la seguridad física y/o emocional del menor, el ingreso en un centro penitenciario, la necesidad de viajar con excesiva frecuencia, el traslado de domicilio a otra ciudad que modifique en gran medida las rutinas infantiles, el sometimiento a determinadas adicciones que alteren la vida diaria, la posesión de antecedentes de violencia en el seno familiar, el ejercicio negligente de los cuidados asociados a la alimentación, higiene y atención médica del niño, la ausencia de escolarización o la falta a clase de manera continuada y, como realidad muy relevante, la utilización del pequeño como arma arrojadiza contra el otro progenitor, que a menudo deriva en un trastorno afectivo conocido como “Síndrome de alienación parental”. 

Un procedimiento tan delicado ha de llevarse a cabo con las debidas garantías, por lo que participan en él diversos profesionales, no sólo del ámbito jurídico sino también de la psicología y los servicios sociales. Además, unas circunstancias de esa gravedad han de ser probadas con el máximo rigor. Por ello, suele recurrirse al testimonio de testigos que las avalen, ya que el criterio a seguir no es otro que el del beneficio del menor y la salvaguarda de su derecho a permanecer junto a sus padres cuanto sea posible. 

Finalmente, y tras examinar minuciosamente todos los datos recabados, el juez tomará su decisión y emitirá una sentencia. Cabe resaltar que la retirada de la guarda y custodia no es irreversible. Transcurrido un tiempo y modificadas las condiciones que han dado lugar a la misma, los progenitores pueden recuperarla. Lo ideal, sin duda, sería que estas adversidades jamás afectaran a los más pequeños.