viernes, 27 de septiembre de 2019

LA GUERRA POR LA AUDIENCIA CONDENA AL MEDIO TELEVISIVO



Artículo publicado en El Día el 27 de septiembre de 2019

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 27 de septiembre de 2019





Si nos remontamos al nacimiento de las principales cadenas privadas de televisión de nuestro país, a principios de la década de los noventa, la evolución en el tratamiento de determinadas noticias ha experimentado un curso descendente hasta alcanzar su actual nivel, que cualquier persona con dos dedos de frente y un corazón capaz de latir calificaría de subterráneo. Aunque no pocos ingenuos estaban persuadidos de que los espectáculos del circo romano no eran más que vestigios de épocas pasadas o, en todo caso, manifestaciones propias de una antigua civilización cuyos seres albergaban una idea de la compasión más bien discutible, siguen comprobando cada semana con horror que los programas autodenominados “de entretenimiento” asumen como principal objetivo sacarles de su error. 

La sensación de que, en el fondo, los gustos del común de los mortales no han variado tanto con el paso de los siglos, y la constatación de que cientos, miles, millones de espectadores, se reúnen a diario para recibir su dosis de morbo y curiosidad malsana, aterra. Son ya demasiados años en caída libre hacia ese abismo en el que la ordinariez, la falta de educación y el regusto por la desgracia ajena se dan la mano. Determinados periodistas, muchos de ellos meros colaboradores con una mediocre formación intelectual, pretenden convencernos de que ejercen una valiosísima labor en pro del interés general cuando, en honor a la verdad, no son más que mercenarios que engordan sus cuentas corrientes comerciando con las peripecias vaginales de cuatro impresentables que dejan al género femenino a la altura del barro o con las tribulaciones económicas de algunos hijos de papá venidos a menos. 

Todavía tendremos que agradecer a tan esforzados profesionales de la información su pedagógico afán por abrirnos los ojos y ponernos en bandeja semejantes primicias, como si estar al tanto de las infidelidades ajenas o de las dificultades para sobrevivir de un holgazán fueran magnas aportaciones a los avances de la sociedad del bienestar. Estos supuestos expertos en casquería fina aspiran día a día a la gran victoria final, que no es otra que obtener un índice de audiencia superior al de sus competidores catódicos. Con el talonario como fiel aliado, compran voluntades, manipulan declaraciones y exigen un comportamiento previamente pactado a quienes, decididos a salir del anonimato, se convierten, polígrafos mediante, en los nuevos bufones del siglo XXI. 

Las entrevistas que perpetran estos Torquemadas de nueva generación son igualmente un vehículo ideal para calibrar el perfil de cada inquisidor. Comparten, eso sí, algunas características comunes, como la manía de hablar a voz en grito o la deplorable costumbre de intervenir al mismo tiempo que el resto de sus compañeros, cual gallinero en el momento de la puesta. Pero, además, presentan particularidades que les definen y les proporcionan un toque singular. Los hay más o menos viscerales, más o menos inmorales o más o menos hirientes, en atención al sexo, la edad o la mala uva y, como sucede con cualquier tropa que se precie, ocupa una posición privilegiada la figura del capitán (a veces, capitana) que, consecuencia derivada de su cargo, no solo obtiene una mayor retribución económica y despliega una superior influencia mediática sino que disfruta de la máxima satisfacción de la velada, que consiste, entre anuncio y anuncio y entre bazofia y bazofia, en repartir sensacionales premios en metálico destinados a mantener al respetable amarrado al sillón hasta altas horas de la madrugada. 

La intuición me dicta que el futuro no es muy esperanzador, máxime cuando ni juristas ni políticos están por la labor de definir con claridad esa finísima línea que separa el derecho a la información de los derechos de opinión, intimidad, imagen y libertad de expresión. Menos mal que siempre se puede recurrir a la opción de cambiar de canal o, mejor aún, de refugiarse en brazos de la literatura.





viernes, 20 de septiembre de 2019

SOBRE EL CUESTIONABLE ARTE DE ORINAR EN PÚBLICO



Artículo publicado en El Día el 20 de septiembre de 2019

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 21 de septiembre de 2019




Aunque a estas alturas de mi vida ya estoy razonablemente curada de espanto, no he podido por menos que sobrecogerme al conocer el contenido de la muestra con la que Itziar Okariz está representando a España en la presente Bienal de Arte de Venecia. En ella, esta pintora y escultora vasca se muestra a sí misma en una serie titulada “Mear en espacios públicos o privados”, con la que afirma cuestionar las normas y las convenciones sociales orinando de pie. Según el comisario de la exposición, Peio Agirre, se trata de una iniciativa que perfora y vacía el espacio físico a través de sonido, imagen, escultura y arquitectura, y esta idea de perforación asociada al cuerpo le parece una metáfora importante y potente. Textual. Con toda la razón, numerosas voces ya se han alzado para exigir cuentas a los responsables públicos que han financiado con cuatrocientos mil euros los orines de Okariz a lo largo y ancho de este mundo. 

Cómo no recordar en este punto otra manifestación artística alternativa que en su momento perpetró la también alternativa Tilda Swinton en una sala del MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York). Dentro de una vitrina de cristal y vestida con camisa azul, pantalón vaquero y zapatos, se tumbó sobre una cama y estuvo durmiendo alrededor de ocho horas, mientras los visitantes trataban de amortizar a duras penas el precio de su entrada al recinto. “The Maybe (El quizás)” se titulaba la cosa. Su autora, Cornelia Parker, mediante un cartel adjunto, describía el despropósito como “actriz viva, cristal, acero, colchón, almohada, lino, agua y anteojos”. 

También me viene a la memoria un reportaje de cámara oculta emitido por televisión hace algunos años y cuyo objetivo era demostrar que los muros de la Feria de Arte Contemporáneo (ARCO) acogían algunas obras de arte, como mínimo, discutibles. Para ello, colgaron en una de las paredes un cuadro al óleo realizado en una guardería madrileña por niños de tres años. Preguntados los sesudos asistentes (y potenciales clientes) sobre los sentimientos que les provocaba la pintura en cuestión, muchos de ellos no dudaron en afirmar que, sobre todo, desesperación. Unas jóvenes añadieron además ciertos toques de angustia y tristeza. Incluso un señor de mediana edad matizó que la citada desesperación nacía del esfuerzo por buscar un camino nuevo. Aunque, sin duda, mi reflexión favorita la vertió un experto que intuyó en el artista una carga erótica muy grande, pero también una represión muy grande. Todo muy grande. Como el tamaño de la tomadura de pelo. 

 Los amantes del arte más clásico y menos contemporáneo vivimos tiempos difíciles. Algunos creadores actuales depositan en el escándalo y en la transgresión el secreto de su éxito, como si abogar por la elegancia y el equilibrio fuera un atraso manifiesto. Si, además, el mensaje que transmiten resulta ininteligible, mejor que mejor. Así condenarán a los ciudadanos normales a explicaciones complicadísimas sobre el sentido de sus esculturas, cuadros, partituras, coreografías o películas. Paradójicamente, esa aparente subversión anti-sistema de la que hacen gala suele estar remunerada desde las esferas del mismo poder objeto de sus críticas y cuyos máximos representantes presumen de progresismo y modernidad mientras financian con fondos públicos los esperpentos de rigor. 

Que yo sepa, Miguel Ángel, Velázquez o Mozart siguen causando admiración con el transcurso de los siglos sin necesidad de ulteriores explicaciones. Tal vez sea porque emitir cualquier sonido no equivalga a cantar, ni convulsionar sin sentido sea sinónimo de danzar, ni trazar una serie de garabatos pueda equiparse a pintar. No seré yo quien critique a aquellos que, desde la libertad y el respeto, se expresen como sus mentes y sus cuerpos les den a entender. De hecho, yo también lo hago. Pero, por lo menos, me abstengo de calificar como obra de arte lo que, en el mejor de los casos, es un mero ejercicio expresivo y, en el peor, un engendro de tomo y lomo.



martes, 17 de septiembre de 2019

I FÓRUM DE ASOCIACIONES DE MUJERES DE LA COMARCA DEL SUR DE TENERIFE





Ya estoy contando las horas para ejercer como moderadora del I Fórum de Asociaciones de Mujeres de la Comarca del Sur de Tenerife. Una vez más agradezco de corazón a las organizadoras del acto, Ana Liliana Ionescu y Aminata Samb, que hayan pensado en mí para acompañarlas en este maravilloso encuentro de mujeres valientes e inspiradoras. 

También deseo resaltar la colaboración de mi querida María Doménech Vázquez al darnos voz en su fantástico programa de Canarias Radio La Autonómica "La Alpispa", y al periódico El Día por hacerse eco de la noticia. 

Por último, un recuerdo muy especial para mis compañeras de Charter 100 Tenerife por su cariño y apoyo incondicionales. Ellas saben que, donde quiera que yo vaya, su energía me acompaña. Porque JUNTAS VALEMOS MÁS.


 

viernes, 13 de septiembre de 2019

TRABAJAR EN EQUIPO PARA PREVENIR LOS SUICIDIOS


Artículo publicado en El Día el 13 de septiembre de 2019

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 14 de septiembre de 2019




El pasado martes 10 de septiembre, bajo el lema “Todos somos vulnerables”, tuvo lugar la celebración del Día Mundial de la Prevención del Suicidio. El objeto de esta jornada no es otro que el de concienciar a la población mundial sobre este preocupante fenómeno que, por desgracia, afecta a las regiones de todo el planeta. El suicidio es actualmente la segunda causa de fallecimiento en el rango de personas comprendido entre los quince y los veintinueve años, cobrándose al año según la Organización Mundial de la Salud (OMS) más de ochocientos mil óbitos. Cabe decir, por tanto, que el riesgo de su comisión aumenta en la etapa de la adolescencia, y más aún desde que Internet se ha tornado para todos una herramienta imprescindible de uso. 

Los factores que influyen en esta compleja problemática son diversos, desde los psicológicos a los sociales y desde los biológicos a los culturales pero, curiosamente, llama la atención que su percepción como peligrosa resulte minimizada en comparación con los accidentes de tráfico o con el consumo de alcohol y drogas. En cualquier caso, urge transmitir la idea de que los suicidios se pueden prevenir, por más que tal prevención se vea condicionada negativamente por una evidente falta de sensibilización derivada del tabú existente a nivel social. Para analizar abiertamente esta realidad, hay que empezar por hablar de ella como sucede con los infartos o las neumonías, por poner dos ejemplos. De ahí que proceda prevenirla de forma innovadora e integral, colaborando para ello no sólo el sector sanitario sino también el educativo, el laboral, el policial, el jurídico, el político y, por supuesto, el de los medios de comunicación. 

Se adivina fundamental trasladar el mensaje de que las crisis que abocan a una persona a acabar con su vida suelen ser pasajeras, no permanentes, aunque en un principio parezca que el abatimiento no va a terminar jamás. Los pensamientos suicidas normalmente están asociados a problemas que pueden resolverse. No significa que no tengan solución, sino que el sujeto no es capaz de vislumbrarla en ese momento. De hecho, lo que verdaderamente se desea no es tanto la muerte como el cese de un sufrimiento que se percibe como insuperable pero que, al cabo de un tiempo, es probable que reduzca su intensidad. De ahí que convenga recordar esas razones de peso que nos impulsan a sobrevivir en las peores circunstancias, como pueden ser la familia, las amistades, las aficiones o los proyectos por realizar. Y siendo los profesionales de la salud el principal bastión a la hora de tratar a los afectados por estas situaciones, no es menos cierto que esos familiares, amigos, vecinos o compañeros de trabajo también son figuras esenciales para una detección precoz y para un apoyo que procure esperanza y frene las intenciones destructivas. 

En este sentido, existen una serie de estrategias eficaces que vale la pena referir, entre ellas la restricción del acceso a sustancias tóxicas y armas de fuego, la identificación temprana y el posterior tratamiento de quienes sufren trastornos mentales, o que consumen alcohol y sustancias tóxicas, la mejora del acceso a los servicios sanitarios y de asistencia social, la responsabilidad alejada del sensacionalismo en la cobertura informativa de estas noticias, y la normalización de la búsqueda de ayuda por parte de quienes sufren estos padecimientos. Todo suicidio es una tragedia que cuando se presenta supone un golpe demoledor en el entorno de la víctima, cuyos allegados se plantean de modo recurrente e inevitable si podían haber hecho algo más (tal vez, algo distinto) para evitar ese desenlace tan terrible. Por ello su duelo, si cabe más dramático que cualquier otro, les condena a transitar por una senda enormemente dolorosa en la que a menudo buscan respuestas que les son negadas. 

Luchemos, pues, entre todos contra la invisibilidad y el silenciamiento de los suicidios y trabajemos en equipo para prevenirlos. Quizás el primer paso consista en mirar al otro en vez de verle y en escucharle en vez de oírle.

martes, 10 de septiembre de 2019

MIRANDO DE NUEVO A TRAVÉS DE "LA LUPA"







Entusiasmada por haber retornado a los micrófonos de RTVC para participar como cada lunes en el programa "Buenos días, Canarias" que, capitaneado por el periodista Eugenio González, inicia su undécimo año de andadura en antena. 


Dentro del espacio LA LUPA hemos profundizado sobre el contenido de mi reciente artículo de opinión, "Cada comienzo de temporada alberga una nueva oportunidad", acompañados además por un invitado de excepción: el psicólogo José Juan Rivero Pérez (a partir del minuto 66 del enlace de audio adjunto). 

La radio con sonrisa.



La radio con sonrisa.

viernes, 6 de septiembre de 2019

CADA COMIENZO DE TEMPORADA ALBERGA UNA NUEVA OPORTUNIDAD



Artículo publicado en El Día el 6 de septiembre de 2019

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 7 de septiembre de 2019




Sirvan las próximas líneas como una personal declaración de intenciones de cara a este curso que acabo de iniciar. Finiquitado mi necesario periodo de desconexión estival retomo la pluma, no sin cierto vértigo, empeñada por enésima vez en transmitir mensajes en positivo, si quiera para neutralizar el mal ambiente que se percibe a causa de algunas previsiones de futuro poco halagüeñas, tanto dentro de nuestras fronteras como fuera de ellas. En este sentido, no sabría decir si se trata de una virtud o un defecto, pero lo cierto es que entre las características que me definen se encuentran un optimismo a prueba de bombas y un rechazo frontal al conformismo y a la resignación. 

Por lo tanto, convencida de que cada comienzo de temporada alberga una nueva oportunidad, deseo romper una lanza en favor de las personas que, con su actitud positiva, tratan de neutralizar este período de decepción y descrédito. Muestras de solidaridad como las llevadas a cabo recientemente en respuesta al voraz incendio de Gran Canaria demuestran que cada vez son más los ciudadanos dispuestos a movilizarse y a entregar parte de sí mismos en beneficio de la comunidad. 

Defiendo con convicción la idea de que la felicidad y la voluntariedad guardan una estrecha relación, pese a que más de uno tuerza el gesto cuando expongo semejante teoría. Para hacerla efectiva, acostumbro a no entablar ninguna batalla que considero perdida de antemano. Me parece un gasto de energía innecesario, de modo que prefiero reservar mis fuerzas para otros fines. Con los años he desarrollado un olfato especial para detectar estas contiendas, seguramente porque para mí el tiempo es oro y me disgusta malgastarlo en discusiones que, por su propia esencia, no pueden culminar en clave de victoria o derrota. En la vida no siempre se trata de ganar o perder, ni de convencer o ser convencido. 

Poseer criterio propio y saberlo expresar sin acritud ya comporta suficiente premio. Este rasgo de mi personalidad también suscita diversidad de opiniones. A unos les agrada mientras que otros lo aborrecen, convencidos de que por fuerza incluye cierta dosis de impostura. Mientras los primeros dicen que poseo capacidad de diálogo, interés por escuchar y tendencia a colocarme en el lugar del otro, los segundos recelan de mi -entre comillas- sospechoso carácter conciliador, de mi irritante tendencia a la introspección y de mi férrea negativa a un enfrentamiento vano que, en el mejor de los casos, sirve como terapia a uno solo de los contendientes: el que, incluso sin mala intención, decide trasladar sus demonios al adversario. 

Mentiría si dijera que no tengo creencias religiosas o preferencias políticas. Simplemente ni las exhibo, ni las escondo, ni tampoco pretendo que nadie las comparta. Sin embargo, cuando asuntos de tan profundo calado como la religión y la política se sitúan en el centro de los debates, añoro a más interlocutores -máxime en esta época tan convulsa- capaces de mostrar sus discrepancias con educación y sin resentimiento, alejados de la agresividad y de la falta de respeto, coherentes a la hora de exigir para sí mismos los comportamientos que reclaman a quienes piensan de forma diferente y dispuestos a aportar soluciones en vez de instalarse en la queja permanente. 

Por ello, a este recién estrenado mes de septiembre le pido que nos ayude a centrarnos en lo que nos une y no en lo que nos separa, que nos invite a reparar en lo que tenemos y no en lo que nos falta y, por encima de todo, que nos impulse a socorrer a aquellos que atraviesan una peor situación y que, a menudo, viven muy cerca de nosotros. Tal vez las crisis sirvan para indicarnos el camino del verdadero compromiso humano.