martes, 29 de octubre de 2019

UNIDOS POR UNA BUENA CAUSA





Supone para mí un inmenso honor colaborar en la celebración de esta jornada de información, sensibilización y orientación sobre el Cáncer de Mama que tendrá lugar el jueves 31 de octubre a partir de las 17h en el Centro Cultural de El Fraile (Arona). 

Quiero agradecer muy especialmente a mi admirada Aminata Samb que me haya confiado la hermosa tarea de conducir este encuentro tan necesario como motivador. Trataré de estar a la altura de sus magníficos ponentes que, a buen seguro, compartirán sus conocimientos con entusiasmo y cuyos testimonios nos llegarán al corazón. 

Quedan todos invitados. Unidos por una buena causa.



viernes, 25 de octubre de 2019

LA TRASCENDENCIA DE LA EDUCACIÓN POR CONTAGIO



Artículo publicado en El Día el 25 de octubre 2019

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 26 de octubre de 2019





Recuerdo que hace algún tiempo leí con sumo interés una entrevista a Gregorio Luri, Doctor en Filosofía y Premio Extraordinario de Licenciatura en Ciencias de la Educación quien, a lo largo de su dilatada trayectoria profesional, ha ejercido como maestro de Primaria, profesor de Bachillerato y docente universitario. Y eso que, según él mismo reconoce, no tenía al principio vocación de enseñante. Sin embargo, sabía bien que la única alternativa al campo ribero en el que le había tocado nacer consistía en estudiar Magisterio en Navarra, ya que esa y ninguna otra era la carrera que sus padres podían permitirse costearle, esos mismos padres que le transmitieron el amor por el trabajo bien hecho y que le aconsejaron “huir de las excusas, porque es lo que más infecta el alma”. 

Haciendo honor a la etimología, Luri es un enamorado del saber -que eso significa el término “filósofo”- y lo demuestra en todas y cada una de sus acertadas apreciaciones, entre ellas que el fracaso escolar es, básicamente, un fracaso lingüístico. O que la frustración alberga un gran poder educativo. O que los niños tienen derecho a contar con unos progenitores imperfectos. O que los más desfavorecidos, además de herramientas intelectuales, necesitan respeto en vez de lástima. Es en ese contexto, en el de la desigualdad, en el que defiende que la diferencia entre alumnos ricos y alumnos pobres es doble, no solo económica sino también cultural porque, mientras los primeros pueden reforzar en sus domicilios lo que aprenden en el colegio, los segundos se ven abocados a adquirir determinados saberes exclusivamente en las aulas. 

Y, como quiera que el aprendizaje fácil de cuestiones complejas es un imposible, considera que no siempre existe alternativa pedagógica a los codos, imprescindibles a pesar de su mala prensa. Conceptos tales como esfuerzo, mérito y capacidad han de recuperarse con urgencia, pero sin prostituir su verdadero significado y, sobre todo, sin ser arrojados como armas electoralistas por las formaciones políticas desde hace décadas. Si en la actualidad acceder a la información resulta cada vez más asequible, simultáneamente la capacidad para buscarla, identificarla y ordenarla -en una palabra, el criterio- es muy mejorable. Si a ello sumamos la nefasta tendencia de igualar a los estudiantes por lo bajo sacralizando una equidad falaz, el peligro de formar deficientemente a generaciones enteras no puede pasarse por alto. 

Personalmente, no acierto a comprender por qué la excelencia es un concepto que en nuestro país genera tantas reticencias. De hecho, entre las varias insensateces que se asocian a la denominada Escuela del Futuro, sobresale una que afirma que el conocimiento por sí mismo ya no se considerará valioso y que el empleo de la memoria caerá en desuso. Me pregunto entonces cómo, partiendo de la ignorancia, podrá alcanzarse ese mínimo grado de criterio aludido anteriormente. Según Luri, hay que abordar con enorme humildad la tarea de educar, entre otras cosas porque una familia no es un tubo de ensayo. Creo que su teoría de que se educa por impregnación -siendo ésta tanto más eficaz cuanto la exhibición de nuestros principios y valores se realice espontáneamente-, y que es el ojo -no el oído- el órgano llamado a esa misión, merece una reflexión en profundidad. Dicho de otro modo, somos el ejemplo que damos a nuestros chicos. 

Lo cierto es que aquella escuela tradicional a la que yo acudí en mi infancia, estaba concebida como un puente de confianza entre las familias -donde se nos quería sin condiciones, por el mero hecho de ser hijos- y la sociedad -donde se nos iba a valorar por lo que seríamos capaces de saber y de hacer-. Tal y como le ocurre a mi experto paisano, yo tampoco tengo claro que la escuela actual sepa cuál es su verdadera función, pero comparto su veredicto de que, si se pierde el sentido de la función, se pierde también el de la excelencia.

martes, 22 de octubre de 2019

DOS AÑOS DE ESFUERZO Y COMPROMISO






El pasado jueves 17 de octubre la Asociación Charter 100 Tenerife, tras una larga y provechosa sesión de trabajo seguida de una agradable cena, celebró su segundo aniversario dedicada a la construcción de una sociedad más justa e igualitaria a través del empoderamiento y la visibilización de las mujeres en el ámbito profesional.

Fue una emocionante efemérides en la que se pusieron en valor multitud de iniciativas y proyectos que nos avalan y en la que presentamos nuevas líneas de acción que nos comprometen e ilusionan. Además, tuvimos el placer de compartir una fecha tan señalada con grandes líderes femeninas de Canarias, como la presidenta del Grupo FedolaMaría Victoria López Fuentes, la rectora de la Universidad de La LagunaRosa María Aguilar, la concejala de Igualdad, Participación Ciudadana y Empleo del Ayuntamiento de Santa de CruzAna Delia Darias, y la directora de la Cadena Ser en CanariasLourdes Santana.

Plenamente convencida de que JUNTAS VALEMOS MÁS, me siento muy orgullosa de formar parte de este equipo de mujeres comprometidas y luchadoras. Que sea por muchos años.



viernes, 18 de octubre de 2019

LA EDAD COMO FRENO PARA ENCONTRAR PAREJA


Artículo publicado en El Día el 18 de octubre de 2019

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 19 de octubre de 2019




Siempre he creído firmemente que el amor no tiene edad. Lástima que mi percepción no sea compartida por el común de los mortales y se tambalee en el momento en el que un romance extemporáneo se cierna amenazante sobre familiares, amigos o conocidos. Por lo visto, determinados prejuicios no cambian ni un ápice con el paso de los siglos y uno de ellos es la diferente valoración social que conlleva mantener una relación sentimental, dependiendo de si la balanza de primaveras se inclina a favor del hombre o de la mujer. En honor a la verdad, tal circunstancia suele despertar una curiosidad malsana, convirtiéndose de inmediato en fuente inagotable de murmuraciones sobre la autenticidad del enamoramiento en cuestión, envenenado ya desde su origen por la sombra de la sospecha. 

Tradicionalmente, se ha considerado como normal, razonable y socialmente aceptable que, cronológicamente hablando, el varón supere a la mujer. De hecho, la alternativa de que el canoso de turno se decante por una joven treinta años menor que él para compartir su vida jamás se ha censurado con el mismo ardor que si es una señora entrada en años la que, con idéntica finalidad, escoge a un muchacho que le acompañe día y noche. Mientras que el talludo se convertirá inmediatamente en la envidia de los de su sexo, la madurita, por razones alejadas de toda lógica, será el blanco perfecto de las chanzas no sólo masculinas, sino -lo que me resulta más incomprensible- también femeninas. 

Por otra parte, criticar al prójimo es una especialidad que en España se practica con inusitada devoción. De los siete pecados capitales, la envidia, comparada con los otros seis, no tiene rival dentro de nuestras fronteras. Bien es cierto que ni todas las jovencitas que se enganchan a un cincuentón lo hacen movidas por un sentimiento puro, ni todos los veinteañeros que se pasean del brazo de una jubilada adoran su forma de ser. El recelo gana además peso específico cuando se constata que la trilogía formada por el dinero, la fama y el poder sobrevuela los cielos de tan improbables tortolitos. 

En todo caso, y mal que nos pese a algunos románticos militantes, el vínculo afectivo entre una mujer madura y un hombre joven continúa acarreando infinidad de críticas aceradas y sirve de inspiración al más zafio humor de barra de bar. Sin obviar el escenario anterior, es innegable que la incorporación al ámbito profesional de ese cincuenta por ciento de la población que, hasta hace bien poco, se veía abocado irremisiblemente a casarse y tener hijos para no sentirse un verso suelto, ha removido las estructuras sociales. Por fortuna, en pleno siglo XXI vivir en compañía es, para la mayoría de las féminas, una opción. Siempre y cuando disfruten de una mínima independencia económica, la edad de sus candidatos no pasa de ser un mero dato estadístico y ni siquiera de los más decisivos. Lo verdaderamente relevante es comprobar si tan sobrevalorada cifra se corresponde, amén de con su aspecto exterior, con su espíritu y sus ganas de vivir, parámetros -en mi modesta opinión- infinitamente más importantes. 

Cuando dos individuos de diferentes generaciones se enamoran, lo presumible es que cada uno de ellos aporte un toque único a la relación y que sus diferentes experiencias se unan para enriquecer ese nuevo y voluntario proyecto en común. Por consiguiente, el miedo al qué dirán nunca debe ser un motivo para que la cronología actúe como freno a la hora de elegir acompañante, por la sencilla razón de que el amor no es una ciencia exacta. Se puede ser profundo y maduro con veinticinco años y estar lleno de energía y de ilusiones con setenta. El reloj biológico no debe erigirse como referencia para buscar pareja, aunque solo sea para dar la razón a ese antiguo proverbio griego que defiende que “el corazón de los amantes es siempre joven”.

martes, 15 de octubre de 2019

NADA TE TURBE





NADA TE TURBE

NADA TE ESPANTE

TODO SE PASA

DIOS NO SE MUDA

LA PACIENCIA 

TODO LO ALCANZA

QUIEN A DIOS TIENE

NADA LE FALTA

SOLO DIOS BASTA



sábado, 12 de octubre de 2019

POR UN 12 DE OCTUBRE A SALVO DEL RENCOR


Artículo publicado en El Día el 11 de octubre de 2019

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 12 de octubre de 2019





Consultando el diccionario como corresponde a quien ignora el verdadero significado de los términos, observo que se describe el resentimiento como desazón, desabrimiento o queja a resultas de un dicho o acción ofensiva que puede perdurar largo tiempo y reaparecer al ser recordado. La sensación que lo causa puede variar, desde una ligera molestia temporal a un profundo malestar que dificulte y hasta imposibilite las relaciones con el ofensor. Es un linaje de venganza atenuada, que no es tanto enojo como tristeza y aun amor disimulado. La definición se cierra con la afirmación de que el resentimiento enquistado y agravado acaba transmutando en rencor. Perversa palabra. Sigo buceando y me derivan a otros conceptos igualmente rechazables, como amargura, despecho, envenenamiento o hiel y, tras soportar semanas, meses y años la mediocridad negociadora de nuestros actuales dirigentes políticos, confieso que me sobrepasa tanta negatividad. 

 De todas esas acepciones, la que provoca mayor conmoción en mi ánimo es la que indica su vertiente de hostilidad hacia algo o alguien. De ira no resuelta ante un acontecimiento. De enfurecimiento. De incapacidad para perdonar. Debe ser porque me resulta aterradoramente sencillo identificar a quienes la practican. A muchos de ellos les veo a diario en las televisiones, les escucho en las emisoras de radio y les leo en los diarios. Algunos son periodistas. Otros, meros tertulianos. Otros, aspirantes a ocupar cargos públicos en este país nuestro que se autodestruye poco a poco. Se trata de mujeres y hombres que no avanzan, empeñados sin tregua en asistir al castigo de quienes causaron su dolor fruto de acontecimientos sucedidos hace décadas, pero que se convierten en unos nocivos compañeros de viaje de gran impacto en su vida y, por desgracia, también en la de los suyos. 

Su idea de memoria histórica suele tener poco de ambas, de memoria y de histórica. De la primera, porque es muy frágil. De la segunda, porque es muy manipulable. La contienda a la que aluden tuvo lugar antes de ser engendrados pero, paradójicamente, quienes la sufrieron en carne propia (y casi todos tenemos ejemplos de ambos bandos en nuestras propias familias), aunque nunca olvidaron y reclamaron legal y moralmente la justicia que merecían y que, por supuestísimo, siguen teniendo derecho a obtener, al menos sí fueron capaces de dar muestras de generosidad y de sobreponerse a las pérdidas y al espanto lo mejor que supieron. Como bien refleja el aspecto exterior de muchos de estos contendientes contemporáneos, su permanente malestar está fuera de toda duda, resultando bastante evidente que su cara es el espejo de su alma. 

Tan particulares retratos de Dorian Gray reposan sobre unos atriles invisible al tiempo que, una a una, las hojas de sus calendarios van cayendo irremisiblemente. Dicen que el resentimiento es como tomar veneno esperando que la otra persona muera. Me parece una visión bastante acertada del drama. Existen demasiados seres cuya incapacidad para el perdón y para la autocrítica proviene de su firme convicción de ser los inocentes de las historias y esa condición de víctimas les incapacita para cualquier acción terapéutica dirigida a sanar su rebelado mundo interior, precisamente porque los culpables son siempre “los otros”. Decía Nietszche que el resentimiento es la emoción del esclavo, no porque el esclavo sea resentido, sino porque quien vive en el resentimiento vive en la esclavitud. No puedo estar más de acuerdo. Como tampoco puedo sentirme más aliviada de no haberlo practicado en mi vida. Tal vez sea mi herencia genética. Tal vez los valores que me inculcaron. Pero lo más probable es que, como en tantos otros aspectos de mi carácter, sea cuestión de voluntad. O de voluntarismo. O, simple y llanamente, de mi profundo convencimiento de que el tiempo es oro y no se debe malgastar visitando a diario las hogueras del alma. 

Feliz 12 de octubre a todos y a salvo del rencor.


martes, 8 de octubre de 2019

LA TRATA DE MUJERES, UNA ESPELUZNANTE LACRA SOCIAL




Después de cuatro días, todavía continúo impactada tras lo visto y oído en el Parlamento de Canarias durante la celebración de la Jornada Transnacional “La trata de mujeres con fines de explotación sexual”, organizada por la Diputación del Común. 

Gracias de corazón a Beatriz Barrera Vera, Adjunta de Igualdad y Violencia de Género de la citada institución, por alumbrar una iniciativa tan necesaria. 

Debo confesar que, pese a las duras exposiciones sobre esta espeluznante lacra social (como la del Presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro), me resultó muy gratificante e inspirador compartir el acto con varias compañeras de Charter 100 Tenerife (entre ellas, mi “ahijada” Tere Coello) y con personas tan comprometidas y luchadoras como mi admirada Lola Padron, así como charlar con la Viceconsejera de Igualdad, Derechos Sociales, Diversidad y Juventud del Gobierno de Canarias, Sylvia Jaén (a la izquierda de la imagen). 

Cada vez estoy más convencida, si cabe, de que la unión hace la fuerza y de que JUNTAS VALEMOS MÁS.

viernes, 4 de octubre de 2019

EN DEFENSA DEL BUEN TRATO A LAS PERSONAS MAYORES



Artículo publicado en El Día el 4 de octubre de 2019

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 5 de octubre de 2019




Mientras celebraba el pasado 1 de octubre el Día Internacional de las Personas de Edad, no podía por menos que recordar que hasta donde alcanza mi memoria siento una especial predilección por los niños y los ancianos. Tanto unos como otros me han transmitido enseñanzas impagables y de indiscutible utilidad para caminar por la vida con rumbo firme. Sin embargo, nuestra egoísta civilización occidental se caracteriza, a diferencia de la oriental, por el maltrato sistemático que inflige a sus miembros más veteranos. 

Es bien sabido que en este “primer mundo” supuestamente desarrollado, la juventud y la belleza son unos ídolos de barro muy venerados, y que alcanzar una determinada edad constituye el pasaporte perfecto para la invisibilidad. De nada sirven ni el saber acumulado, ni el tiempo libre sobrevenido, ni el afán por colaborar en las causas más diversas, máxime cuando las personas de más de sesenta y cinco años en nada se parecen a sus coetáneas de hace apenas medio siglo. El hecho es que a lo largo de todos estos años de alarmante situación económica y social hemos asistido a nuevas y cada vez peores estadísticas. 

A excepción de las grandes fortunas, que aprovechan las coyunturas de recesión para continuar aumentando sus ya de por sí abultados patrimonios, la maldita crisis ha engullido al conjunto de la ciudadanía en mayor o menor medida, extendiendo su negra sombra sobre cada sector de la sociedad, desde los recién nacidos hasta quienes afrontan la recta final. La cruda realidad es que en épocas de bonanza nos habíamos acostumbrado a prescindir de esos millones de conciudadanos que, amén de ser nuestros padres y abuelos, habían propiciado que sus descendientes viviéramos magníficamente gracias a su pasado de esfuerzo y privaciones. 

Mientras tanto, y como signo inequívoco de ingratitud colectiva, un porcentaje muy considerable de ellos desperdiciaba sus últimas primaveras dando de comer a las palomas u observando las evoluciones de los obreros en lo alto de un andamio, ignorantes aún del pinchazo de aquella inolvidable burbuja inmobiliaria. Pero la vida, a menudo con retraso pero siempre con intereses de demora, goza de la sana costumbre de cobrarse sus deudas. Así que, cuando el sacrosanto Estado del Bienestar comenzó a resquebrajarse, sus víctimas nos apresuramos a entornar los ojos en busca de ayuda y quienes antes nos resultaban improductivos y hasta molestos, aquellos que, a buen seguro, acabarían sus días en un geriátrico por no encajar en nuestro frenético ritmo de trabajo ni en nuestros planes de ocio vacacional, fueron los que nos lanzaron (nos siguen lanzando) unos chalecos salvavidas en forma de cariño incondicional y de pensión de jubilación. 

Muchos de ellos llevaban lustros haciéndose cargo de sus nietos para que sus hijos pudieran aspirar a esa utópica conciliación familiar y laboral que, al menos para las mujeres, continúa resultando una estafa de proporciones descomunales. El caso es que todavía, por obra y gracia de unas circunstancias poco halagüeñas, se siguen viendo obligados a multiplicar el contenido del carro de la compra, amparados en ese famoso refrán que reza que “donde comen dos, comen tres”. Lo cierto es que el fenómeno migratorio de nuevo cuño protagonizado por los condenados a retornar al hogar paterno por culpa del paro y la reducción de ingresos ha modificado en profundidad aquel tejido social que antaño nos sustentaba. 

En consecuencia, y conscientes de hallarnos ante un escenario de dificilísima transformación en un futuro inmediato, parece que por fin ha llegado la hora de auto exigirnos como sociedad un agradecimiento sincero y sin paliativos a estos hombres y mujeres cuya vasta experiencia debería ser nuestro faro. Su abnegada contribución al funcionamiento diario de millones de hogares nos compele a proporcionarles el mejor de los tratos posible, a no confundirles con unos trastos viejos y a darles el lugar que merecen y que, en pura justicia, les corresponde.