Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 21 de diciembre de 2018
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 22 de diciembre de 2018
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 22 de diciembre de 2018
A lo peor son cosas de la edad pero, de un tiempo a esta parte, me
sorprendo a mí misma echando la vista atrás en busca de ciertos paraísos que se
fueron para nunca más volver. Los buenos modales forman parte de esos recuerdos
nostálgicos que marcaron para bien a anteriores generaciones -entre ellas, la
mía-. Su drástico deterioro certifica que han pasado a mejor vida por culpa de
un individualismo galopante que ha hecho de la mala educación su santo y seña.
Vaya por delante que, en mi humilde opinión, la buena educación nada tiene que
ver con la capacidad económica, como algunos erróneamente piensan. He conocido
multitud de ejemplos de hombres y mujeres con escasos recursos económicos cuyo
comportamiento exquisito daba cien mil vueltas al de otros individuos
teóricamente más cultos y adinerados.
Actitudes tan habituales antaño, como dar las gracias, pedir las cosas por
favor o tratar a los adultos de usted, son cada vez más infrecuentes y a quienes
nos resistimos a prescindir de ellas se nos suele tachar de arcaicos. No hace
tanto tiempo resultaba impensable coincidir con un vecino en el portal y que
éste, en el mejor de los casos y sin mirarte a la cara, respondiera a tu saludo
con un rebuzno. O subir a un transporte público y no ceder el asiento a las
personas mayores. Sin embargo, ahora son los niños y los adolescentes
quienes ocupan los sitios libres mientras los ancianos se juegan el tipo a
ritmo de frenazo. Lo de ayudar a cruzar a la anciana el paso de peatones lo
dejo directamente para los libros de Historia. Contenta se puede ver la pobre
si, para colmo, no besa el pavimento embestida por algún patinador incontrolado
de los que frecuentan las aceras sorteando excrementos caninos. Y más le vale
no protestar, porque lo más suave que le espetará el sujeto en cuestión
oscilará entre “vieja” y “que te den”.
Otros personajes no menos asociales son los partidarios de poner la música
a todo volumen, sea la de su vehículo, la de su habitación o la del local de
copas que regentan. No seré yo quien les censure su discutible gusto eligiendo
canciones, pero deberían entender que, cuando uno vive en sociedad, ha de
respetar un nivel adecuado de decibelios para que su prójimo no acabe en el
especialista. Por no hablar de esos nuevos esclavos tecnológicos,
incapaces de poner el móvil en silencio cuando frecuentan lugares públicos de
toda índole, llámense hospitales, bibliotecas, cines y hasta cementerios. Tampoco
se quedan atrás la inmensa mayoría de los tertulianos que proliferan por las
cadenas de radio y televisión y que no respetan en absoluto sus turnos de
intervención, pisoteándose los discursos a voz en grito. Y qué decir de
los atuendos y las poses de las colaboradoras de los programas de
entretenimiento, cuyos escotes y modos de sentarse son un auténtico dechado de
ordinariez.
Tampoco me quiero olvidar de otro sector de la población, habitualmente del
género masculino, que se dedica a escupir a diestro y siniestro en la vía
pública, idéntica habilidad que, en lo tocante al gargajo, exhiben sus
admirados astros del balompié en el transcurso de los partidos semanales. Ya
para concluir, una breve alusión a esos energúmenos que se dedican a destrozar
el mobiliario urbano, convencidos de que los bienes públicos no son de nadie.
Al parecer, se trata de una actividad altamente divertida que, encima, suele
salirles gratis.
En definitiva, los buenos modales se enseñan y se aprenden pero las
familias no deben esperar a que la escuela, a partir de los tres años, asuma
esa responsabilidad con sus hijos. Es preciso educarles desde el principio en
la idea de que todos esos detalles les ayudarán a convertirse en personas aptas
para vivir en sociedad. Así que no perdamos el tiempo y pongámonos a la labor.
Podría ser para ellos un hermoso y, sobre todo, original regalo de Reyes.
Que placer siento al leer sus artículos,todos ellos llenos de inteligencia y sentido común,yo también añoro muchas actitudes del pasado ( tengo 49 años),a menudo siento tristeza por el enorme deterioro que están sufriendo los valores llamados tradicionales, hemos avanzado en muchos aspectos pero abandonando gestos básicos que son imprescindibles para nuestra convivencia.
ResponderEliminarUna vez más, mi enhorabuena y Felices Fiestas Navideñas.
Bernardo Fernández.
Estimado Bernardo:
ResponderEliminarLe agradezco nuevamente su amable comentario, que me llena de motivación para continuar escribiendo. Es muy satisfactorio comprobar que detrás de mis textos se encuentran lectores como usted.
Aprovecho la ocasión para desearle unas felices fiestas navideñas y un excelente año 2019.
MYRIAM