Artículo publicado en El Día el 6 de marzo de 2020
Este próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, deseo rendir mi más sentido homenaje a las mujeres que dedicaron, dedican y dedicarán vidas enteras al cuidado de sus casas y sus familias, sin desempeñar otra profesión retribuida allende las cuatro paredes del hogar. Hasta hace bien poco tiempo, en sus documentos de identidad se recurría a las letras S/L (iniciales de “sus L
labores”) para rellenar el espacio destinado a su ocupación, con la estigmatización que a menudo les suponía. Es cierto que, en ocasiones, se ha asumido esta opción por voluntad propia pero, por regla general, ha sido debido a circunstancias socioculturales poco propicias. En cualquier caso, unas y otras merecen mi mayor respeto y admiración por realizar un trabajo que, siendo fundamental como ningún otro, con frecuencia resulta ingrato y poco valorado. El breve relato que ahora comparto da fe de ello.
Cierto día una mujer fue a renovar su permiso de conducir y, cuando le preguntaron cuál era su profesión, dudó. No sabía bien cómo clasificarse. El empleado le insistió nuevamente sobre la cuestión y ella, bastante incómoda, respondió que era madre, a lo que el hombre repuso que dicha ocupación no podía ser considerada como trabajo, de modo que decidió rellenar fríamente el hueco del formulario con el consabido “sus labores”.
Una de sus amigas, al enterarse del episodio, revivió las mismas sensaciones que meses antes ella misma experimentó ante idéntica tesitura, con la diferencia de que quien la atendió en su caso fue una joven funcionaria. A las primeras de cambio, habiendo apenas iniciado el cuestionario, la muchacha le lanzó la temida pregunta de cuál era su profesión y, sin tener muy claro cómo le surgió la respuesta, se apresuró a decirle que era Doctora en Desarrollo Infantil y Juvenil y en Relaciones Humanas. Incluso se lo repitió más lentamente a su ya interesada interlocutora, enfatizando las palabras más significativas.
Después de haberlo anotado todo, la chica quiso indagar sobre cuáles eran exactamente las actividades que ejercía aquella señora que, sin un trazo de agitación en la voz y con una enorme calma, procedió a clarificarle. Desarrollaba un programa a largo plazo, dentro y fuera de casa, como responsable de un equipo que, hasta la fecha, había asumido tres proyectos. Trabajaba en régimen de dedicación exclusiva, habida cuenta que las exigencias requerían alrededor de dieciséis horas diarias (puntualmente, incluso se alargaban hasta las veinticuatro). A medida que describía sus responsabilidades, un creciente gesto de respeto se iba reflejando en el rostro de la escribiente. Una vez terminada la gestión, regresó a su domicilio, donde le estaba aguardando el equipo en cuestión: una adolescente de catorce años y dos niños de siete y de tres. Los requerimientos no se hicieron esperar, desde localizar unos zapatos perdidos hasta preparar las meriendas, o desde llevarles al entrenamiento hasta supervisarles las tareas. Cuando horas después pudo por fin descansar un rato le dio por pensar que, si ella era Doctora en Desarrollo Infantil y Juvenil y en Relaciones Humanas, las abuelas bien podrían denominarse Doctoras Ejecutivas y las bisabuelas, Doctoras Ejecutivas Seniors.
Parece una broma pero, tristemente, no lo es. Vivimos en un mundo donde se otorga excesiva importancia a los títulos y se exige una creciente especialización en el área profesional. Sin embargo, aprovechando esta jornada de reivindicación, resulta imprescindible llevar a cabo una obligada reflexión con el fin de no olvidar jamás dos realidades incontestables. La primera, que numerosas conquistas femeninas hunden sus raíces en las renuncias y sacrificios de millones de congéneres que nos precedieron, y de otras tantas que aún hoy soportan situaciones intolerables. Y la segunda, que mientras las tareas domésticas y las asociadas al ámbito de los cuidados sigan recayendo mayoritariamente sobre las mujeres, la conciliación personal, familiar y laboral continuará siendo una estafa y la corresponsabilidad, directamente una utopía.
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