Artículo publicado en El Día el 15 de mayo de 2020
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 16 de mayo de 2020
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 16 de mayo de 2020
Promovido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Día Internacional de las Familias se celebra cada 15 de mayo para crear conciencia sobre su papel fundamental en la educación de los hijos desde la primera infancia y en las oportunidades de aprendizaje permanente para niños, niñas y jóvenes. En pocos ámbitos como en el familiar se aprecia de un modo más patente el gran cambio experimentado en las últimas décadas. El modelo denominado tradicional, compuesto por el padre, la madre y los hijos, presenta a día de hoy una notable evolución que ha dado lugar a familias reconstituidas, ensambladas, monoparentales, homoparentales o creadas a través de la maternidad subrogada, entre otras.
Sin embargo, estas variantes no implican que dejen de ser el núcleo central de las relaciones afectivas. Tan sólo significa que ya no se asientan únicamente sobre lazos biológicos, sino también de otra índole. Se trata, pues, de un universo interpersonal sometido a múltiples influencias y que reclama una necesaria legitimación social y una regulación normativa apropiada.
Ser conocedores de esta diversidad y de las problemáticas que genera supone un primer paso, imprescindible para acelerar reformas legislativas llamadas a rellenar esas lagunas existentes que operan en detrimento de los menores que forman parte de estos nuevos patrones sobrevenidos. En ese sentido, considero que es un deber de los juristas ejercer nuestra profesión en pro de la ciudadanía y vivir la justicia de un modo cercano, sobre todo cuando se trata de velar por el bienestar de los más pequeños de nuestra sociedad.
Abundando en la misma idea, las instituciones también han de responder con celeridad a estos imparables cambios sociales que nos afectan, ofreciendo respuestas tendentes a normalizar la multiplicidad en vez de crear grupos excluidos y, en consecuencia, vulnerables. La actual familia española es cambiante y plural, y su regulación debe poseer un carácter ético que atienda a la protección de los más frágiles, primando el interés comunitario sobre el personal y el personal frente al patrimonial. Es un orden jurídico que ha pasado de jerárquico a horizontal y que supone nuevos retos sobre otras problemáticas sociales, como la dependencia, la igualdad de la mujer, la discapacidad o la violencia de género (de la que los hijos también son víctimas).
Numerosas personas acuden a los juzgados para solucionar conflictos que, con la actual jurisprudencia, no son sencillos de resolver, aunque prevalece en todo caso el interés de los menores y la voluntad de mantenerles a salvo de las discrepancias.
En mi opinión, una de las asignaturas pendientes más prioritaria es la de atribuir una posición adecuada a las nuevas parejas de los progenitores, así como a las figuras del padre y la madre no biológicos, en aras a abordar asuntos tan esenciales como el ejercicio de la autoridad parental, la delegación de funciones, la guarda en caso de enfermedad o el derecho de visitas, por citar algunos. No obstante, esta ineludible regulación no requiere solamente de la intervención de profesionales del Derecho sino, en gran medida, de la participación y el buen criterio de otros especialistas que desarrollan su labor en campos relacionados con la infancia. Exigir una formación especializada en estas nuevas clases de vínculos y fomentar la figura de la Mediación para alcanzar soluciones más creativas, flexibles y tolerantes con las que convertir el entorno familiar en un universo enriquecedor y al margen del enquistamiento de roles, es una vía muy aconsejable para restablecer la cordialidad y la convivencia, así como la de incluir equipos de apoyo en las propias sedes judiciales.
Asimismo, resulta básico escuchar a todos los implicados en estos nuevos escenarios y, muy particularmente, a los propios niños, porque con sus testimonios pueden iluminar el camino hacia la mejor solución. No hay que olvidar que los modelos cambian, pero los sentimientos permanecen. Ojalá hayamos aprendido como sociedad alguna lección de vida durante este encierro sobrevenido y, a partir de ahora, seamos capaces de formar una gran familia de familias sustentada sobre el cariño y el respeto.
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