Artículo publicado en El Día el 30 de julio de 2021
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 31 de julio de 2021
Las problemáticas más graves y recurrentes del mundo en el que nos ha tocado vivir adoptan formas muy diversas para manifestarse. Son especialmente preocupantes aquellas que, aun pudiendo padecerse a cualquier edad, inciden específicamente sobre el ámbito juvenil, por lo general más expuesto a peores consecuencias. Alcoholismo, drogadicción, embarazos no deseados o trastornos alimentarios son algunos ejemplos de factores externos que exigen de los adultos un especial celo en la formación de sus hijas e hijos en fase de crecimiento. Esa ineludible supervisión ha de llevarse a cabo sobre los medios de comunicación tradicionales y, muy particularmente, sobre el, a día de hoy, más influyente y adictivo de todos ellos: Internet.
Según estudios recientes sobre la materia, ha aumentado en los últimos años la adicción patológica a la red en los adolescentes españoles, con una clara superioridad respecto de otros trastornos mentales o conflictos propios de esta etapa vital. Está comprobado científicamente que el uso desmedido de esta alternativa puede provocar graves problemas u ocultar los existentes, puesto que en el mundo virtual los niños, adolescentes y jóvenes pueden refugiarse e, incluso, crearse una identidad falsa para cubrir sus carencias de la vida real. En su cotidianeidad, los muchachos que presentan falta de integración social, baja autoestima o escaso control de los impulsos empiezan a recurrir con frecuencia a la creación de personalidades artificiales a través de un proceso tan silencioso como devastador.
Las redes sociales Facebook, Instagram y Twitter se han convertido en una nueva droga para muchos, hasta el extremo de que hay quienes no pueden estar más de quince minutos sin mirar su perfil por si alguien les ha enviado un mensaje.
Se trata de personas que sufren dependencia y síndrome de abstinencia de unas actividades normales y aceptadas socialmente, pero que, cuando sobrepasan unas fronteras no siempre fáciles de determinar, se convierten en enfermizas. En principio, dedicar una hora diaria al ordenador no constituye una conducta de riesgo, pero la gravedad surge no tanto por una cuestión cronológica como por la sustitución o, lo que es peor, el abandono de otras actividades beneficiosas para el desarrollo de la persona. No es infrecuente dejar de lado las prácticas deportivas, las salidas con los amigos o las reuniones familiares para instalarse delante del ordenador hora tras hora. No sólo los psiquiatras, sino incluso los médicos de Atención Primaria, están alertando del auge de algunos enganches sumamente perjudiciales como el juego patológico, las compras compulsivas o la práctica sexual desmedida.
A nadie se le escapa que la adolescencia es un periodo de turbulencia desde el punto de vista emocional, físico y sexual en el que pueden debutar hábitos perjudiciales que se consoliden a lo largo de la edad adulta. En este sentido, los especialistas aconsejan a madres y padres que se interesen por sus hijos de forma manifiesta y que centren su atención sobre dos parámetros que pueden resultarles indicativos de un rumbo equivocado. El primero es la disminución repentina del rendimiento académico. El segundo, un patente cambio de rutinas sin explicación lógica. No se trata de obviar las innumerables ventajas de Internet, que las tiene y muchas, sino simplemente de abogar por un uso razonable de las mismas.
Constatar que las cadenas y los grilletes de antaño presentan hoy el aspecto de móviles y tabletas resulta ciertamente desolador. En ese sentido, esta etapa vacacional debe ser el momento ideal para hacer algo diferente a lo que se viene realizando a lo largo del tiempo lectivo. De lo contrario, el regreso a la actividad habitual acarreará decepción e idéntico nivel de cansancio. Resulta fundamental, pues, alejarse de los dispositivos que interfieren el resto del año el devenir diario. Se impone usarlos de manera racional siempre, pero más que nunca en el tiempo destinado a la desconexión. Creo que vale la pena reflexionar sobre ello. Felices vacaciones. Volvemos en septiembre.
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