Artículo publicado en El Día el 21 de abril de 2023
Artículo publicado en Información de Alicante el 21 de abril de 2023
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 22 de abril de 2023
Artículo publicado en La Opinión de La Coruña el 22 de abril de 2023
Artículo publicado en La Opinión de Málaga el 22 de abril de 2023
Artículo publicado en Diario de Mallorca el 23 de abril de 2023
El 23 de abril se presenta como una cita muy señalada en el calendario, ya que se celebra el Día Internacional del Libro, jornada especialmente llamada a fomentar y reivindicar la lectura, proteger los derechos de autor y visibilizar la industria editorial. En España supone una gran oportunidad para el impulso y el disfrute de la literatura en las más diversas formas. También se alza como la fecha en la que se recuerda especialmente al universal Miguel de Cervantes con la entrega del premio que lleva su nombre, el más importante de las letras españolas. Se convierte, además, en la ocasión perfecta para conocer a nuestros autores y autoras favoritos, amén de regalar o comprar esos deseados ejemplares con un interesante descuento. Bibliotecas, museos y otras instituciones culturales suelen organizar actividades especiales, mesas redondas, firmas de libros, conferencias, visitas guiadas, talleres infantiles, cuentacuentos, conciertos y lecturas públicas. En definitiva, constituye una invitación para vivenciar el ámbito literario de manera diferente.
Allá por 1995 la UNESCO eligió esta simbólica data por coincidir con el fallecimiento de William Shakespeare, el citado Miguel de Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega y en ella se suceden diversas celebraciones y eventos a nivel mundial para “dar a conocer el poder cautivador de los libros y la lectura, que nos sirven tanto para conocer nuestro presente como para crear puentes de unión con nuestros antepasados y, en múltiples ocasiones, imaginar infinitos mundos futuros”. Se rinde, pues, homenaje a las obras y los escritores, a la vez que se promueve la universalidad en el acceso a la lectura.
Dicho lo cual, y como manifestaba el entrañable Don Hilarión en la zarzuela “La Verbena de la Paloma”, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad y lo cierto y verdad es que esta realidad, por otra parte indiscutible, a algunos nostálgicos recalcitrantes como a mí nos cuesta digerirla convenientemente.
Lo digo porque, como aficionada patológica a la lectura que soy, para mí no existen más libros que los libros de papel. Sé que es un grave error instalarme en semejante postura tan inflexible pero, de momento, no estoy preparada psicológicamente para dar el salto al formato electrónico. Llegará, pero no tengo prisa. Lo mismo me ocurre con el Séptimo Arte. Para mí no existen más películas que las exhibidas en pantalla grande. Lo sé. También es otro error instalarme en semejante postura tan inflexible pero, de momento, no estoy preparada psicológicamente para prescindir de uno de mis mayores placeres. La magia de la sala oscura, con sus filas de asientos, con su moqueta en paredes y suelos, con esa atmósfera creada por unos espectadores ávidos de nuevas experiencias, no puede compararse con la proyección de un DVD o de una serie, encorsetada entre las cuatro paredes de una pequeña habitación. Tendrá otras ventajas, no digo yo que no, pero la fascinación de la imagen y el sonido a gran escala no tiene rival.
No me duelen prendas en reconocer que, aunque los escritos de épocas pasadas se han conservado, sea en grabados sobre piedras, sea en papiros, pergaminos o tablas de madera, las nuevas tecnologías les han abierto un campo insospechado para su conservación y su difusión. Hasta los defensores más acérrimos de los libros tradicionales admitimos las ventajas que ofrecen los e-books, entre ellas la capacidad de almacenamiento, la comodidad de su transporte e, incluso a la larga, el ahorro económico. Pero ¿dónde queda ese aroma a tinta recién impresa, ese tacto de las hojas al pasar, esa sensación de acunar a un ser vivo entre los brazos? Todavía no quiero prescindir de ello. No puedo. Aunque me tachen de antigua, necesito subrayar las frases, marcar las páginas con los dibujos de mis hijos y colocar esos pétalos de rosas regaladas con vocación de eternidad. Así que, persuadida de que leer es vivir mil vidas, les animo a que lean y vivan. Feliz Día del Libro.
Creo que el comentario que quería poner a este texto fue a parar a otro. Mea culpa. En definitiva, que yo tampoco puedo leer en una pantalla, y que me alegra encontrarme con "anacrónicos vocacionales" en materia de lectura, sobre todo si aportan tanto como tú aportas. Un saludo, Myriam, y gracias por todos y cada uno de tus artículos.
ResponderEliminarNo te preocupes, Pablo. Lo importante es que tu mensaje me ha llegado perfectamente y, una vez más, te lo agradezco de corazón. Me ha encantado el concepto de "anacrónico vocacional" que, por supuesto, me refleja a la perfección. A partir de ahora se convertirá en una característica más para definirme. Sigamos leyendo y compartiendo inquietudes. Es maravilloso contar con lectores como tú. Un cariñoso abrazo y feliz semana.
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