El día 11 de mayo tuve la enorme satisfacción de asistir a la conferencia sobre la felicidad que Alejandra Vallejo-Nágera y Javier Urra impartieron en la sede de la Presidencia del Gobierno de Canarias en Santa Cruz de Tenerife. Ambos profesionales de la psicología forman parte de un nutrido grupo de expertos que participan en un curioso proyecto -el Instituto Coca Cola de la Felicidad- patrocinado por la citada firma comercial y que, aunque en sus inicios pudo resultar para bastantes escépticos una idea poco seria, ya ha dado lugar a su II Congreso Internacional, celebrado en Madrid los pasados 9 y 10 de abril bajo la dirección de Eduardo Punset.
Conocí personalmente a Javier Urra hace casi cuatro años -si bien mi admiración hacia su persona se remontaba a la etapa en la que desempeñó con maestría el cargo de Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid- y desde entonces me enorgullezco de compartir con él amistad y paisanaje navarro. Persona cariñosa, humilde y dispuesta en todo momento a echar una mano, siempre ha respondido a mis cartas y me ha animado a seguir escribiendo. Un verdadero lujo.
Primero Alejandra y luego él nos encandilaron a los allí presentes con sus reflexiones sobre la vida, con sus acertados diagnósticos sobre los motores del ser humano y con su certera visión sobre las prioridades de nuestra existencia. En definitiva, con sus explicaciones sobre ese sentimiento tan íntimo que, aunque se podría definir de mil maneras, nos guía por un mismo sendero.
“La felicidad es una cosa muy seria” se les oyó decir en aquel auditorio. Se compone de pequeños momentos que hay que saber reconocer cuando están sucediendo, de situaciones cotidianas que no deben pasarnos desapercibidas sin dejar huella, de realidades que apenas tienen que ver con el dinero, de ilusiones y afanes incompatibles con la envidia y con el egoísmo, de afectos sinceros, de amor.
Pero la mayor verdad que salió de su boca fue que la esencia de la felicidad radica en la necesidad de ser compartida con los demás. En otras palabras, que no podemos ser felices hacia adentro, que no estamos diseñados para la soledad, que es imprescindible que nos proyectemos hacia el exterior, que sin el prójimo no somos nada.
Alejandra, Javier: gracias por vuestra cercanía y afabilidad, por el entusiasmo con el que os conducís, por la sinceridad de un discurso tan necesario. Sin duda alguna, vale la pena interiorizarlo. Es una inversión que no tiene precio.
Enlace de mi artículo sobre el I Congreso Internacional de la Felicidad publicado el año pasado en La Opinión de Tenerife:
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