Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 11 de mayo de 2013
De
entre los múltiples asuntos que recalan en los despachos de abogados, los
relativos a las herencias son, probablemente, aquellos que generan más
conflictos y que mejor dibujan la condición humana. Naturalmente, para mal. Cuánta
razón tenía Francisco de Quevedo al expresar su certero “poderoso caballero es
Don Dinero”. Por eso, nada le hubiera extrañado al insigne escritor del Siglo
de Oro leer las recientes noticias acerca de la presunta incapacitación de
Alfredo Di Stefano por parte de sus cinco hijos. La firme decisión de “la saeta
rubia” de contraer matrimonio con una cuidadora costarricense medio siglo menor
que él ha hecho saltar en pedazos todas las alarmas de sus herederos, que
vislumbran con horror la sustancial mengua de las ganancias que su progenitor
amasó merced a sus habilidades futbolísticas y que, en ausencia de este amor
otoñal, recaería exclusivamente en sus filiales manos. Así que, como no están
dispuestos a tolerar las supuestas veleidades de su anciano padre, que ha
perdido la cabeza por su futura y millonaria madrastra, han decidido
incapacitarle por su bien. Por el bien del astro argentino, dicen.
Años
ha, estuvo a punto de caer en idéntica tentación la también numerosa prole de
la mediática Duquesa de Alba, dama de dicción y cabellera peculiares que,
cuando conoció al apuesto funcionario Alfonso Díez (cinco lustros les separan)
sufrió en cuerpo y alma una transformación similar a la de San Pablo al caer de
su montura a las puertas de Damasco. Asistir a los rostros demudados de los
seis vástagos de doña Cayetana en los realities de sobremesa fue un espectáculo
digno de ver. Menos mal que, a la
postre, depusieron su inicial actitud y, previo reparto del botín materno,
accedieron al enlace de la aristócrata con su apolíneo enamorado. Por cierto, que
ahí sigue, feliz de la vida, de la Maestranza a Las Ventas, de la Feria de
Abril a la Semana Grande donostiarra y de Tailandia a Egipto, demostrando una
vitalidad superior a la de cualquiera de sus rancios y grisáceos descendientes.
Dadas
las circunstancias, y en previsión de que el cabreo de los Di Stefano cree tendencia
en otros herederos con similares deseos de pasar por caja antes de tiempo, me
permitiré la licencia de advertir que incapacitar a una persona es una decisión
sumamente seria que tan sólo se toma en circunstancias muy especiales. Tal y
como recoge el artículo 200 del Código Civil, “son causas de incapacitación las
enfermedades o deficiencias persistentes de carácter físico o psíquico que
impidan a la persona gobernarse por sí misma”. En estas patologías se
englobarían los trastornos de personalidad, las ludopatías, la psicosis
crónica, los retrasos mentales, el alcoholismo y la drogodependencia. La
demanda también puede sustentarse sobre la figura de la prodigalidad o
dilapidación de los bienes, aunque tirar el dinero es, amén del motivo menos
habitual, el más difícil de acreditar, ya que el demandado no está obligado a acudir
al médico y, sin la revisión de un facultativo, no hay procedimiento que valga.
Algo me dice que, por suerte para él, el Presidente de Honor del Real Madrid no
encaja en ninguno de estos supuestos.
No
sé qué final le aguardará al romance que mantiene con la mujer que empuja su
silla de ruedas. Desconozco asimismo si las intenciones de la flamante novia
son tan honorables como las que quieren hacer creer los beneficiarios de su
fortuna, carne de su carne y sangre de su sangre. En todo caso, vaya por
delante mi felicitación a la singular pareja. Tal y como están las cosas, y
puesto que de lo suyo gasta, considero que don Alfredo está en su perfecto
derecho de disfrutar de los años que le queden de vida como le plazca. ¿O acaso
no fue él quien marcó los goles? Pues eso.
http://www.laopinion.es/opinion/2013/05/11/amores-otonales-herencias-peligro/474794.html
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