viernes, 8 de diciembre de 2017

DICCIONARIO FICCIÓN-REALIDAD/REALIDAD-FICCIÓN



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 8 de diciembre de 2017



Desde hace ya lustros me asalta la sensación de padecer una enfermedad crónica que, desgraciadamente, nos aqueja a todos y cada uno de los ciudadanos: la pretensión de que la ficción supere a la realidad. Vano intento, si tenemos en cuenta que la realidad es extremadamente tozuda y, cuando se decide a hacer acto de presencia, no nos deja más salida que la rendición. Cada vez me conmueve más esa capacidad infinita de los seres humanos para intentar huir de los problemas y para tratar de evitar lo desagradable, necia carrera hacia un imposible para la que no nos duelen prendas. Para ello, el primer paso consiste en no llamar a las cosas por su nombre, como si así poseyéramos el don de su transformación, la facultad de convertirlas en lo que no son. 

Hay que reconocer que somos verdaderos maestros del autoengaño y, para ganar esta batalla, los eufemismos se revelan como nuestros mejores aliados.Los expertos en la materia afirman que se trata de términos menos ofensivos y más aceptables, llamados a sustituir a otros que, por el contrario, sugieren ideas negativas o provocan sentimientos poco gratos. Algunos pretenden (en mi opinión, con escaso éxito) resultar cómicos. Otros, directamente, nos desorientan, nos evaden o nos tornan inconscientes de una verdad cruda y desagradable. En ocasiones, sustituyen a conceptos considerados tabúes o, cuando menos, molestos para determinados segmentos de la población. De ahí que disfruten de gran predicamento entre los hablantes del politiqués, ese idioma con el que tantos cargos públicos nos castigan a diario. En definitiva, se alzan como un incuestionable instrumento de manipulación del lenguaje para facilitar la aceptación generalizada de planteamientos que, expuestos de otro modo, resultarían reprobables. 

Sobra decir que estas figuras retóricas cumplen su finalidad a la perfección y no hay ámbito que se les resista en su particular cruzada contra el “lado oscuro de la fuerza”. Nos mantienen firmemente decididos a marginar de nuestra existencia todo aquello que desentone con la idea de perfección comúnmente aceptada: la que se asocia a juventud, belleza, salud y riqueza. En nuestro mundo ficticio ya no existen viejos, sino personas entradas en años. Nadie se muere. Se limita a pasar a mejor vida. Además, nunca es por culpa de un cáncer, sino de una larga y penosa enfermedad. Los despidos son regulaciones de empleo y los inevitables insultos del parado, agresiones verbales. Quienes cometen un delito no dan con sus huesos en la cárcel. Permanecen en establecimientos penitenciarios donde no conviven con otros presos, sino con otros internos. Tampoco les vigilan carceleros, sino funcionarios de prisiones. Los locos de hoy en día padecen discapacidad psíquica y los retrasados mentales, desarrollo tardío. Los suicidas han pasado a ser difuntos por voluntad propia. Ya no existen putas, sino profesionales del sexo. Tampoco suegras, sino madres políticas. Ni negros, sino hombres de color (aunque ese color sea el negro). 

Las guerras son intervenciones militares, los terroristas, activistas y la tortura, un método de persuasión. Las víctimas civiles de cualquier carnicería se reducen a meros daños colaterales por obra y gracia de las estadísticas de los Ministerios de Defensa. Las mujeres gordas son señoras entradas en carnes y jamás van al retrete, sino al servicio. Los alumnos que martirizan a sus profesores no son expulsados de clase, sino excluidos temporalmente de las aulas. Los telespectadores no reprueban la sobredosis de mediocridad de la programación de sobremesa, ni los radioyentes reniegan de los tertulianos incapaces de debatir sin vociferar. En todo caso, padecen alteraciones de la percepción. Y las brutales crisis que cíclicamente nos atenazan no son más que el enésimo período de crecimiento negativo de la economía. 

Dicho así, me quedo más tranquila, de modo que mi próxima carta a los Reyes Magos será la excusa perfecta para pedirles el Diccionario Ficción-Realidad/Realidad-Ficción, la herramienta definitiva para recordarme que el culo se ha transmutado en glúteos y la basura en residuos sólidos urbanos.


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