Artículo publicado en El Día el 29 de julio de 2022
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 30 de julio de 2022
Existen en España determinados destinos vacacionales que año tras año aumentan sus cotas de degradación a base de etilismo (con sus correspondientes vomitonas, orines y resacas) y broncas callejeras (con sus correspondientes molestias vecinales y destrozos mobiliarios e inmobiliarios). Para algunos energúmenos, pasear desnudos por las calles, beber hasta perder el conocimiento e intercambiar felaciones por consumiciones gratis pueden resultar actividades muy divertidas y apasionantes, pero la cruda realidad es que afectan al negocio turístico español y devalúan una de las fuentes de ingresos prioritaria de nuestro país, convaleciente de la pandemia que se viene a añadir a una de nuevo instalada crisis económica.
Este repugnante fenómeno denominado “turismo de borrachera” atrae a hordas de jóvenes (extranjeros, en su mayoría) a ciertos enclaves que de cuando en vez abren las portadas de los telediarios gracias a un escándalo o, peor aún, a una tragedia con difunto incluido. Perder allí las formas y el fondo durante una semana les sale apenas a 400 euros por cabeza. Además, los organizadores de estos viajes al borde del mar publicitan esa incursión en el desmadre más absoluto e ilimitado como las primeras aventuras sin supervisión de los padres, la exaltación de la amistad entre compañeros de estudios y la explosión de la hormona llevada al extremo, todo ello aderezado con ingestas masivas de alcohol y drogas. De hecho, debido al habitual estado de ebriedad de los afectados y afectadas, a menudo se registran accidentes -a veces con resultado de muerte, por saltar de un balcón a otro de los hoteles en los que se hospedan- y denuncias por robos y violaciones.
No obstante, cualquier motivo sirve para que semejantes personajes den rienda suelta a su lado más salvaje. Todavía recuerdo un partido clasificatorio de fútbol disputado entre las selecciones de Escocia e Inglaterra que puso a la localidad mallorquina de Magaluf patas arriba, con invasión de la calzada por parte de una muchedumbre borracha dedicada a arrasar locales de ocio y a agredirse física y verbalmente. O aquel episodio aberrante protagonizado por veinte turistas en pelotas a plena luz del día y en primera línea de playa, ajenos a la presencia de numerosos niños y niñas en un parque infantil adyacente. Los esfuerzos realizados por Ayuntamientos y Policías Municipales para mejorar la imagen de determinados emplazamientos de triste popularidad sigue suponiendo una asignatura pendiente a día de hoy.
Los consistorios que acogen estas correrías viven, pues, en una permanente paradoja. Por un lado, les interesan las ganancias que estos desparrames inyectan en sus presupuestos y que resultan fundamentales para la supervivencia de zonas de monocultivo turístico. Pero, por otro, el injustificable salvajismo acaba con su reputación y les condena nacional e internacionalmente a arrastrar el estigma de ser territorios comanches. Las enormes desventajas de este turismo de borrachera son innegables y, en ese sentido, ya son muchas las ciudades en las que se está luchando por ahuyentarlo. La última en subirse al carro esta misma semana ha sido la bella Málaga. Cabe citar en este punto la resolución tomada con el ya extinto Saloufest, un pseudofestival que se celebraba en el concurrido pueblo tarraconense y que generaba en el municipio un elevado impacto económico.
Personalmente, encuentro muy sencillo reconducir el modelo. Claro que, como sucede con tantas otras patatas calientes políticas y sociales, se precisa de un firme ejercicio de voluntad y valentía por parte de sus representantes públicos. Sin duda, estos se expondrán a ser la diana de todo tipo de presiones y amenazas por parte de quienes no se resignan a renunciar a un negocio tan rentable como repulsivo. Sin embargo, en esta vida hay que elegir continuamente entre lo correcto y lo incorrecto. No es nada fácil pero, desde luego, merece la pena. Aprovecho la ocasión para desear a lectoras y lectores un feliz y gratificante mes de agosto, a la espera de retornar a estas páginas a principios de septiembre. Abrazos agradecidos.
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