Artículo publicado en El Día el 31 de marzo de 2023
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 1 de abril de 2023
La impaciencia y la prisa son las principales enemigas de nuestro día a día. Más que vivir, participamos en una demencial carrera de obstáculos, pendientes del cronómetro hasta sus últimas milésimas y ataviados con un dorsal invisible sobre el atuendo cotidiano. Prácticamente desconectados del aire libre, nos pasamos las jornadas corriendo de un lado a otro, esclavos del reloj y con la lengua fuera. Y esa velocidad que, lamentablemente, domina nuestras acciones, no nos favorece en ningún aspecto. Más bien, nos embrutece y nos impide disfrutar de los entornos social y físico. Frases como “sólo se vive una vez, pero una vez es suficiente si lo hacemos bien”, “no existe el pasado ni el futuro, sino sólo el presente” o “la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes” deberían ser hitos dorados de nuestra trayectoria vital.
Consciente de esta realidad tan extendida, soy desde su origen una gran defensora del denominado “Movimiento Lento”. Sus partidarios opinan que la actual coyuntura económica ha propiciado una notable inestabilidad climática y ha aumentado la inseguridad alimentaria, además de haber optado por la producción masiva de ropa. Por ello, buscan alternativas en todos estos campos, como la apuesta por las manufacturas y por su distribución a través de pequeños comercios a un precio justo, preferiblemente al margen de la esclavitud de las modas, o como la defensa de los mercados locales de productos frescos a cargo de los propios agricultores. Desde luego, pocas experiencias merecen más la pena que saborear unos buenos alimentos en ausencia de la televisión y con un interlocutor agradable al otro lado de la mesa.
También resultan muy terapéuticas determinadas aficiones tan relajantes como pasear, leer, escribir, pintar o cantar, por citar tan sólo algunas. Es imposible no ambicionar una existencia más desacelerada y, por ende, más plena, controlando con un mayor quietud el propio periplo existencial. No niego que, cuando las circunstancias apremian, haya que meter la quinta marcha. Pero, en mi humilde opinión, debería ser la excepción a la regla general. Nos hemos resignado de entrada a sepultar un presente tangible con las perspectivas de un futuro intangible y así nos va. Me sorprende la mala prensa de la lentitud, injustamente asociada a valores negativos como la torpeza, el aburrimiento o la falta de interés. Creo firmemente que no es así. De hecho, un nivel bajo de actividad no equivale necesariamente a la vacuidad ni a la cortedad de miras.
Con los años he aprendido que la paciencia tiene premio y que obrar con un ritmo pausado permite gozar más intensamente de las acciones y de los pensamientos, además de albergar el refugio de las más brillantes ideas y proyectos. El mero encadenamiento de escenarios impersonales y carentes de emoción bajo el permanente yugo de un minutero no parece la opción más deseable para nadie. Por el contrario, aspirar a un equilibrio lógico entre las obligaciones y las devociones no debería considerarse un milagro inalcanzable. Retomar el contacto con la naturaleza, recuperar el placer por la conversación o, sencillamente, permanecer unos minutos al día en soledad, con la única compañía del silencio, es la mejor medicina para seguir adelante y recuperar a esos desconocidos para nosotros mismos en los que el estrés nos ha convertido.
Compadezco a quienes se empeñan en estar en permanente estado de frenesí, porque nunca hallan el hueco para disfrutar de su entorno y de sus gentes, particularmente las más allegadas. Admito que tal vez sea más complicado cumplir estos objetivos de lunes a viernes pero, al menos, centremos nuestros afanes en sábados, domingos y períodos vacacionales. Prescindamos de alarmas, respetemos los ritmos del sueño y rebajemos los niveles de movimiento y, puesto que es imposible llegar siempre a todo, seleccionemos con cabeza y con corazón. En mi caso personal, estas jornadas venideras constituyen una época ideal de descanso para el cuerpo y sosiego para el espíritu, así que quiero aprovechar la ocasión para desearles de corazón una muy Feliz Semana Santa.
Yo, que siempre he considerado que los adverbios "rápido" y "bien" no casan entre sí, suscribo por completo la propuesta y la esencia de este artículo tuyo, por lo demás tan excelente y atinado como suele ser habitual, Myriam. Feliz Semana Santa y enhorabuena por ese acceso de un histórico como Osasuna a la final de la Copa del Rey. Saludos y que disfruten.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu valoración a mi artículo y por tu enhorabuena "osasunista", querido Pablo. Un día tendremos que conocernos personalmente. Estoy convencida de que será un encuentro maravilloso. Feliz Pascua de Resurrección.
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