Leo con interés un reportaje en el que se expone que centenares de años de
estudio han permitido conocer cómo funciona nuestro cerebro con respecto al
color. El color no es más que un
fenómeno físico de la luz, pues, en realidad, existen tan sólo tres
colores primarios: rojo, azul y verde. Cuando la luz impacta contra cualquier
objeto, absorbe unos colores y refleja otros, que son los que, hasta un total
de diez mil distintos, llegan finalmente al ojo humano.
Es innegable que los colores pueden comunicar emociones y sensaciones
incluso más que las palabras, siendo uno
de los elementos no verbales más importantes que existen. Por ello, es
uno de los recursos subjetivos más importantes con los que contamos a la hora
de diseñar mensajes.
Cada color lleva asociado un conjunto de características de afección emocional y a su vez, se construye
también en base a las tradiciones
culturales. El rojo se asocia a energía y positividad. El azul, a
relajación. El verde, a frescura. El amarillo, a estimulación. El blanco, a
purificación. El negro, a desaliento. Y, así, todas y cada una de las gamas de
la paleta.
Dentro de las maravillas de la Naturaleza y el influjo de la luz y el
color, no podemos obviar uno de los elementos más preciados que existen: el
diamante. Esta piedra preciosa es el mineral más duro conocido, de ahí su
dificultad en el tallado y pulido y su valor asociado. Pero, aparte de esto, lo
que le hace especial es su capacidad de
abarcar todo el espectro visible, es decir, es un cristal totalmente
transparente e incoloro que transmite todo el haz de luz y mimetiza el
entorno, constituyendo un
fenómeno que crea escenas únicas.
Los mejores ejemplos del poder de la luz y del color y sus atractivos los
tenemos en esa propia Naturaleza. Nos
acostumbramos a percibir un mar azul, un cielo nocturno negro, un bosque verde
o un atardecer anaranjado. Sin embargo, cuando determinados fenómenos alteran
estas características, nos encontramos con hechos únicos, como es el caso de las
famosas auroras boreales de Noruega.
Pura magia.
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