Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 13 de abril de 2018
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 14 de abril de 2018
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 14 de abril de 2018
Pese a asistir en los últimos días a una sucesión de noticias inasumibles
desde todo punto de vista, incluido el moral, al menos los amantes de la Literatura
estamos de celebración. Acaba de celebrarse el 75 aniversario de la publicación
de “El Principito”, el relato más conocido del escritor francés Antoine de
Saint-Exupéry, convertido desde el primer momento en un auténtico fenómeno
editorial. Se trata de una de las obras literarias más reconocidas universalmente
y, aunque se considera un libro infantil por la forma que adopta y la sencillez
de la historia que narra, constituye en realidad una metáfora imprescindible
que abarca temas tan profundos como el sentido de la existencia.
A lo largo de
sus páginas se plasman las entrañables conversaciones entre un aviador que ha
sufrido un accidente en pleno desierto del Sahara y un pequeño príncipe que
habita en un lejano asteroide. Durante dichas charlas, el autor pone de
manifiesto su visión sobre la estupidez humana y, paralelamente, sobre la
sabiduría de los niños que, tristemente, suele quedar por el camino cuando crecen
y se convierten en adultos.
"El Principito" encierra un firme mensaje humanista que con el
tiempo se ha convertido en una apología sobre la importancia de la aceptación
del otro por ser quien es (no por aquello que representa), del rechazo a la
injusticia y de los beneficios del contacto con la naturaleza. El texto,
además, se acompaña de unas encantadoras ilustraciones del mismo autor, plenas
de inocencia y dulzura. Con amplias resonancias éticas, las enseñanzas de
este texto son estudiadas en colegios de todo el mundo y consultadas por
quienes buscamos en la Literatura las respuestas a numerosas preguntas que
hombres y mujeres nos formulamos con frecuencia. Nos sitúa frente al espejo de
lo que ahora somos y, más aún, de lo que fuimos en nuestra infancia, y nos
conciencia de hasta qué punto nuestra evolución se encuentra marcada por el
amor, la amistad, la soledad o la riqueza.
La demoledora frase “todos los mayores han sido primero niños, pero pocos
lo recuerdan” ilustra el paulatino olvido de ese tramo esencial de la vida en
el que la bondad y la ilusión están más presentes que nunca. Por eso, “El
Principito” es un apasionado llamamiento a no olvidar nuestras raíces y una
interpelación sobre la conveniencia de equivocarnos, de tomar vías inesperadas
y de asumir riesgos vitales. Obviamente, resulta mucho más difícil juzgarnos
rectamente a nosotros mismos que a los demás pero, si lo conseguimos, habremos
avanzado un gran trecho por la senda de la felicidad. Recalca la importancia de
desterrar prejuicios y la necesidad de conocerse a uno mismo, de saber las
fortalezas y debilidades propias y, a partir de ahí, de obrar en consecuencia y
con respeto.
Asimismo, otro de los aspectos más relevantes de esta joya es la crítica
del escritor hacia la acumulación de bienes materiales, desnudando de forma
brillante la desmesura humana en busca del dinero. Para Saint-Exupéry, toda persona ha de vincularse a terrenos en
los que su actividad laboral no deje totalmente de lado su disposición para
disfrutar. De otro modo, convertirá su día a día en un espacio saturado de
insatisfacciones. En definitiva, “El Principito” nos regala profundas
enseñanzas para que aprendamos a Vivir con mayúsculas, entre ellas, pensar en
los demás, cuestionarnos por qué y para qué obramos, alejarnos del consumismo y
no caer en la rutina.
Como broche final, también escojo la más célebre frase de este muchachito
viajero y curioso, que observa con perplejidad el mundo de los adultos y que no
duda en afirmar que estos nunca son capaces de comprender las cosas por sí
mismos, por lo que resulta muy aburrido para los niños tener que darles
explicaciones una y otra vez: "No se ve bien sino con el corazón. Lo
esencial es invisible a los ojos". No existe mayor verdad.
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