Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 15 de marzo de 2019
Artículo publicado en El Día el 15 de marzo de 2019
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 16 de marzo de 2019
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 16 de marzo de 2019
Llevo largo tiempo reparando en que los
hispanohablantes planetarios no tenemos rival a la hora de adoptar términos
originarios de la antaño Britania. Mientras la mayor parte de los países del
mundo recurren al uso de anglicismos, bien porque sus idiomas son pobres, bien
para suplir conceptos de reciente creación en disciplinas como la economía o la
informática, nosotros hemos ido mucho más allá. En un alarde de generosidad,
hemos optado por utilizar términos de los que ya disponemos en nuestro
diccionario pero que, sacrosanta globalización mediante, nos aportan un perfil
más moderno y aperturista, mientras arrinconamos a aquellos y los condenamos a
una muerte segura. En esta loca carrera hacia ninguna parte hemos decidido ponernos
al día para evitar ser tachados de retrógrados idiomáticos, al margen de que la
Real Academia Española tome últimamente algunas decisiones que a los enamorados
de la lengua de Cervantes nos inunden de razones para hacer las maletas.
Qué tiempos aquellos en los que los “pins” eran
insignias, el “lunch”, una comida ligera, el “casting”, un reparto de actores y
los “posters”, carteles que colocábamos en las paredes de nuestras habitaciones
de adolescentes. Por aquel entonces, los empresarios hacían negocios en vez de
“business” y los obreros se lanzaban en plancha a la fiambrera -nada de “tuppers”-
para averiguar el menú de rigor. Y es que el universo gastronómico tampoco se
libra de esta moda funesta y, así, los tradicionales tazones de leche que
acompañaban a la típica porción de tarta o a la ancestral magdalena ahora se
transforman, por obra y gracia del progreso intercultural, en un “bowl” con “cake”
o “muffin”, a elegir. Y, por lo que respecta a realizar una breve parada para engullir
una hamburguesa con tocino en una tasca,
ahora se trata de un “break” para tomar una “burger” con “bacon” en un
local de “fast food”.
Por lo visto, no hay color. El nivel intelectual
aumenta sin discusión y nos aporta un tono más “cool” (o sea, con más estilo)
para poder ir de “shopping” (vulgo, de compras) y aprovisionarnos de “jeans”,
“leggins”, “sweaters” y “boxers” (los vaqueros, mallas, sudaderas y
calzoncillos de toda la vida). Actividades tan populares como hacer gimnasia o
salir a correr mejoran de por sí su reputación si se definen con la mayor
naturalidad del mundo como “aerobic”, “footing”, “jogging” o “running”, y no
digamos nada si además se realizan bajo la supervisión de un “personal trainer”,
o sea, el clásico entrenador. En definitiva, ahora somos mucho más "fashion"
porque dejamos los coches en el “parking” (en vez de en el aparcamiento) para
ir a la oficina a enviar unos “mailings” (correos suena equívoco) antes de la
aconsejable terapia de grupo con el recién contratado “coach” que instruya y oriente
sobre sus capacidades al personal. De hecho, los últimos en sumarse al carro
han sido los representantes del sector empresarial, con sus inevitables
“brainstorming”, “crowfunding” y “networking” (en cristiano, tormenta de ideas,
micromecenazgo y red de contactos profesionales).
Por fin, llegada la jornada a su ocaso,
encendemos un televisor que nos rebota imágenes de “magazines” y de “realities”
en los que los protagonistas de las noticias son víctimas de alguna “interview”.
Entre declaración y declaración, nos dan paso a la publicidad, una serie de “spots”
que antes se llamaban anuncios y que ya no estamos por la labor de soportar
gracias a las ventajas del “zapping” (lo que en román paladino se conoce como
cambiar de canal). Es para volverse loco. Menos mal que siempre nos quedará el
consuelo de alardear de ciertas prácticas imposibles de traducir a otras
lenguas, como nuestra tradicional y genuina siesta. Y es que, entre las
importaciones sajonas y los eufemismos autóctonos, va a llegar un momento en el
que no vamos a saber ni hablar. Por lo que se refiere a leer y escribir, hace
ya varios lustros que perdí la esperanza...
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