viernes, 4 de marzo de 2022

UNA "DICCIONARIA" DE OBLIGADA LECTURA


Artículo publicado en El Día el 4 de marzo de 2022

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 5 de marzo de 2022



Reconozco que soy poco amiga de los avances informáticos, aunque simultáneamente admito que estoy cometiendo un grave error instalándome en la nostalgia de un pasado de cartas manuscritas y romances de carne y hueso. Internet me produce cierta prevención y, por qué no decirlo, bastante desasosiego, fruto sin duda de una vena provinciana de la que ni puedo ni quiero desprenderme. Debe ser por eso que, incauta de mí, he venido renegando de cualesquiera redes sociales a las que me invitaban a pertenecer, persuadida de que con esa actitud evitaba males mayores. Previamente necesitaría preparar mis neuronas y ahormar mi tendencia a la introspección para dar el salto definitivo a la modernidad tecnológica, pero mucho me temo que ahí sigo. Mi máxima cota alcanzada se reduce a un humilde blog, un reciente perfil de Facebook donde comparto mis colaboraciones en los medios de comunicación y una dirección de correo electrónico que, asuntos profesionales al margen, sirve también de vertedero a multitud de archivos prescindibles. 

Con frecuencia, y en función del remitente, los borro sin abrir, respaldada por la convicción de que su contenido no va a ser de mi agrado. Los que más me incomodan son aquellos que pretenden hacerme un gran favor, bien avisándome de la fecha del fin del mundo, bien ilustrándome sobre los últimos avances en materia de estafas. Pero a veces, como una flor solitaria en medio del páramo, descubro algún e-mail que obra el milagro de despertar mi curiosidad. En su momento recibí uno con el llamativo título “El machismo en la Lengua Española” y, amante como soy de las letras puras, decidí perdonarle la vida. Al abrirlo, desfiló por la pantalla de mi ordenador un ejército de palabras que, utilizadas en su género masculino, rebosaban corrección y dignidad pero que, al feminizarlas, mutaban sus significados para desembocar en un club de alterne. 

Procedan a vestir de mujer a perro, aventurero, callejero y hombrezuelo e inmediatamente comprenderán de qué estoy hablando. Podríamos seguir con la versión femenina de hombre público (como sinónimo de personaje prominente), o de hombre de la vida (en equivalencia a varón que posee gran experiencia), en contraposición a mujer pública y a mujer de la vida que, como habrán adivinado sin dificultad, se añaden al masificado burdel de las líneas precedentes. Por ello, he agradecido profundamente la reciente publicación de una Diccionaria cuyos textos son obra de Ana Martín Coello, periodista y humanista tinerfeña. A lo largo de sus páginas pone el foco de un modo divertido pero, al mismo tiempo, cargado de denuncia, sobre la diferencia que existe en el significado de las palabras dependiendo de su género. Se presenta como “un novedoso artefacto literario que desvela que una zorra es la hembra del zorro y que coñazo y cojonudo (partes del cuerpo equivalentes) deberían ser sinónimos. ¿Por qué un coñazo es una cosa aburrida y algo cojonudo es buenísimo? ¿Por qué zorra, cerda, lagarta y un sinfín de términos similares significan «puta» y en masculino solo aluden al animal en cuestión?”. 

Ciertamente, el lenguaje que utilizamos a diario refleja la connotación peyorativa de no pocas palabras cuando adoptan el femenino y este libro da fe de ello a través de numerosos ejemplos comunes por todos conocidos, pero en los que nunca hemos reparado con calma. Recurriendo al humor, la ironía y el desparpajo, la publicación no constituye un discurso espeso ni resentido aunque, desde luego, lanza un nítido mensaje sobre el que urge reflexionar y que nos interpela acerca de una situación que, por desgracia, mantiene su vigencia a través de los siglos. A tan necesaria obra dedico, pues, esta merecida reseña para inaugurar un nuevo mes de marzo en el que todavía resulta ineludible continuar reivindicando la igualdad, la justicia y la eliminación de la violencia de género. Iniciativas como la que nos ocupa contribuyen sin duda a ello.

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