lunes, 1 de julio de 2013

TELEVISIONES AUTONÓMICAS: SECTARISMO Y MEDIOCRIDAD


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 1 de julio de 2013

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 9 de julio de 2013



Hace unos días tuve la peregrina ocurrencia de consultar la programación semanal de la Televisión Autonómica de Canarias (“la nuestra”) y debo reconocer que tardé un buen rato en reponerme del impacto. He de confesar que no soy ninguna televidente de pro. Por el contrario, prefiero mil veces hacerme acompañar de las ondas radiofónicas o, si la cartelera es propicia, encerrarme en alguna oscura sala de proyección donde ser feliz durante dos horas.

Sin embargo, movida por la curiosidad de comprobar qué tratamiento informativo daría la TVAC sobre la espectacular y conmovedora recogida de alimentos que, por iniciativa de Mírame TV, tuvo lugar recientemente en la Plaza de España de Santa Cruz de Tenerife, me puse manos a la obra. De la noticia en cuestión no hallé ni rastro en el citado canal (a cuyo sostenimiento, por cierto, contribuyo con mis impuestos). Sin embargo, abrí mis ojos al universo alternativo de los culebrones sudamericanos, género adictivo donde los haya y que, por desgracia, cubre un más que sustancial horario de la parrilla televisiva isleña. Cuatro eran las telenovelas destinadas a hacer las delicias de los espectadores del archipiélago, con sus impactantes historias llamadas a culturizarles y a ofrecerles unos modelos de relaciones personales óptimos para ser reproducidos en sus correspondientes hogares. A saber, “Natalia del Mar”, “Olvidarte, jamás”, “Una familia con suerte” y “Válgame Dios”. Tan didáctica oferta se extendía desde las 6 de la mañana hasta bien superada la hora de la siesta, con permiso, naturalmente, de la emisión intercalada de los servicios informativos de la cadena, diseñados a mayor gloria del Gobierno de Canarias.

Las tramas en cuestión no tienen desperdicio. Por orden de emisión, humilde muchacha que vende pescado y vive con una madre que, en realidad, no es tal porque su auténtica progenitora era una millonaria muerta en extrañas circunstancias; ingenua campesina que es ultrajada y, por ende, preñada por el hijo del despiadado dueño de la hacienda en la que trabaja; operario de basuras, viudo y con cuatro hijos al que quieren desalojar de su vivienda pero que, a resultas de salvar la vida a otra acaudalada dama, ésta le nombra heredero y le coloca al frente de sus empresas; por último,  grupo de mujeres de la misma familia, condenadas a un maleficio por el que, a la hora de elegir entre dos posibles pretendientes, siempre optan por el sinvergüenza en vez de por el santo varón.  

Acto seguido, pensé que semejante sobredosis de despropósitos habría de tener una contrapartida más cultural en el resto de la programación. ¡Qué ingenuidad la mía! Sólo encontré westerns de serie B, combates de Chuck Norris y peculiaridades autóctonas de producción propia, bien folclóricas (“Parranda canaria”), humorísticas (“En clave de Ja”) o, directamente, inclasificables (“La Gala”).  

¿Cómo se atreven nuestros dirigentes a perpetrar recortes en pilares tan básicos del Estado del Bienestar como la Sanidad y la Educación mientras mantienen no pocos organismos deficitarios -como las televisiones autonómicas, que son perfectamente prescindibles y cuya única misión es enaltecer a los Ejecutivos que se sirven de ellas para difundir  sin pudor alguno sus consignas electoralistas-?

¡Qué drama para algunos dignos profesionales del sector estar abocados a ser “la voz de su amo” y no poder siquiera aspirar a un mínimo de independencia de esa casta política que paga sus salarios! Y ¡qué tragedia para los contribuyentes tener que sostener unos entes ruinosos que, amén de incumplir su obligación de servicio público, nos condenan al sectarismo y a la mediocridad!  




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