La Asociación
Española de Dietistas y Nutricionistas ha revelado en sus últimos estudios que, coincidiendo
con la época estival, se produce un notable incremento de mujeres que se ponen
a dieta, la inmensa mayoría de ellas sin recurrir a la supervisión de un
experto en la materia. Parece ser que en torno a un 40% de la población
femenina se sube al carro de una práctica que puede conllevar problemas de
salud y derivar en un trastorno alimentario si bien, todo hay que decirlo, a
las primeras de cambio acaban abandonándola, bien por aburrimiento, bien por
incapacidad de vencer las numerosas tentaciones gastronómicas. El mismo informe
asegura también que el 90% de las
entrevistadas utilizan como referentes a modelos y actrices de éxito que
comparten como principal característica una delgadez en ocasiones extrema.
La clase médica lleva años alertando, principalmente a las adolescentes, del riesgo de sufrir desórdenes de alimentación cuyo origen se halla en la obsesión patológica por adelgazar a cualquier precio, llegando al 25% el porcentaje de jóvenes dispuestas a perder esos kilos que creen tener de sobra. Alcanzar ese ideal de belleza con el que a diario nos bombardean la publicidad y los medios de comunicación es, salvo casos excepcionales, misión imposible. Pretender emular a las estrellas de la pantalla, además de una fantasía irrealizable, acarrea un cúmulo de inevitables decepciones para quien centra su existencia básicamente en el aspecto físico.
El panorama actual es de locura, ya que la presión del patrón cultural vigente incita a las masas a aplicar esta engañosa filosofía de las apariencias, que se cobra cada año mil vidas de adultas y diez mil de jóvenes. La moda hace estragos y el coqueteo con la anorexia de numerosas profesionales de la pasarela, unido al diluvio de anuncios de cremas reductoras, alimentos bajos en calorías y aparatos de gimnasia, encuentran terreno abonado en la ya de por sí titubeante estructura psicológica de unas casi niñas que se lanzan en pos de unos cuerpos utópicos. De ahí a los ayunos cíclicos y a la contabilización detallada de miligramos no hay más que un paso. Por ello, se recomienda a los adultos extremar la precaución en cuanto a sus hábitos de vida saludable en el ámbito doméstico, habida cuenta que los niños tienden a reproducirlos.
Adelantándose a posibles soponcios en los probadores, resulta desolador conocer los planes dietéticos que diseñan algunas personas en plena despedida de la primavera, persiguiendo un recurrente propósito anual que les hace perder, no sólo peso, sino también alegría y estabilidad emocional. Incluso las relaciones sociales de estos esclavos de la báscula se ven perjudicadas cada vez que rehúyen cualquier celebración que implique saltarse su férrea abstinencia, culpabilizando además a los anfitriones de turno por cursarles la correspondiente invitación.
Definitivamente, vivimos en un mundo lleno de contradicciones y ya va siendo hora de reflexionar sobre algunas conductas sociales que, objetivamente, no tienen ni pies ni cabeza. Con un mínimo de dos dedos de frente es inasumible aceptar el hecho de que, mientras cientos de millones de seres humanos que habitan en países subdesarrollados padecen una hambruna feroz, sus homólogos de las naciones más pudientes les emulen voluntariamente con la triste excusa de lucir una carcasa más atractiva, aunque lleve impresa la fecha de caducidad.
Myr, tienes toda la razón. Gracias por esta labor de prevención, si no se previenen, los trastornos alimentarios pueden llegar a ser un serio problema de salud, con una nada desdeñable tasa de mortalidad. Todos tenemos algo de responsabilidad en ello. Rose.
ResponderEliminarGracias a ti, doctora. Los profesionales de la Sanidad estáis muy al tanto de este drama, por desgracia. Y, como tan acertadamente afirmas, en este asunto tan delicado la prevención es particularmente necesaria.
ResponderEliminarUn beso cálido a orillas del Atlántico.
MYRIAM