Enfrentada de nuevo a la rutina,
observo que apenas ha cambiado nada tras el paso del verano. Detecto en la
calle una especie de tristeza generalizada, acompañada de un miedo a ese futuro
cada vez más incierto.
Durante mis vacaciones decidí
recoger el guante lanzado y seguir colaborando en prensa y radio, con el ánimo de
aportar mi pequeño grano de arena para mejorar la crítica situación que, en mayor o menor medida, todos estamos atravesando y que, por desgracia, trasciende a la mera economía y hunde sus raíces en la
desaparición de algunos principios que hasta hace bien poco eran incontestables.
Protestar sin proponer
soluciones, por mínimas que sean, es tan fácil como injusto y es una actitud que rechazo frontalmente.
Por ello, y como primera medida, voy a
transcribir unas palabras de Mahatma Gandhi en relación a los factores que,
según él, destruyen al ser humano:
La política sin
principios
El placer sin compromiso
La riqueza sin trabajo
La sabiduría sin
carácter
Los negocios sin moral
La ciencia sin humanidad
La oración sin caridad
Cada uno de estos puntos encierra
una verdad sobre la que vale la pena profundizar y cuyo cumplimiento haría de este
mundo un lugar radicalmente distinto del que hoy es. Si a ellos les añadimos el siguiente planteamiento, básico para acompañar los destinos de toda persona, tal vez consigamos virar el rumbo:
“Mucha gente, especialmente la
ignorante, desea castigarte por decir la verdad, por ser correcto, por ser tú.
Nunca te disculpes por ser correcto o por estar años por delante de tu tiempo.
Si estás en lo cierto y lo sabes, que hable tu razón. INCLUSO SI ERES UNA
MINORÍA DE UNO SÓLO, LA VERDAD SIGUE SIENDO LA VERDAD”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario