En ocasiones comparto las páginas de La Opinión de Tenerife con el periodista Alfonso González Jerez, colaborador habitual de la Editorial Prensa Ibérica. Y, aunque no siempre coincido con sus apreciaciones, en esta ocasión no puedo por menos que reproducir parte de su columna de hoy, titulada “El estercolero”.
En ella, el autor sostiene que la afirmación escasamente discutible de que Twitter es un estercolero ha sido certificada una vez más en las últimas 48 horas a propósito de cientos, si no miles, de nauseabundos comentarios sobre el asesinato de la Presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. Dice que, para relativizar la evidencia, se suele señalar que, tanto ésta como el resto de las redes sociales, no crean estúpidos, tarados o miserables, sino que, simplemente, les proporcionan una audiencia y una presencia semántica que antes no tenían.
Pero él no lo tiene tan claro.
Cree que las redes sociales han sido reiteradamente bendecidas, no sólo ni prioritariamente como canales de expresión, sino como espacios de diálogo, comunicación y reparto de información y contenidos. Sin embargo, constata que los usuarios entienden Twitter mayoritariamente como una trinchera para posicionarse más emocional que analíticamente sobre acontecimientos y discursos externos. En sus expresiones más vivas y desaforadas, el tuitero español practica, según AGJ, un guerracivilismo furibundo. No se define por su interpretación de los acontecimientos, sino por su adhesión sentimental y mecánica a la apología o condena de los mismos y eso no excluye a políticos, periodistas o docentes universitarios, por citar algunas profesiones.
Abundando en dicha idea, comenta que hace muchos años el dramaturgo Fermín Cabal le confesó que había reparado en la inutilidad del teatro comprometido cuando descubrió que "sólo convencía a los previamente convencidos". En este sentido, el tuitero está previamente convencido de cualquier cosa antes de la primera consulta a su timeline al amanecer. Y si el diálogo es una aventura estéril es porque las redes sociales son fruto de la reacción, no de la acción. El usuario de Twitter o de Facebook no toma, por lo general, iniciativas de comunicación. Se limita a reaccionar invariablemente frente a hechos y contenidos que caen mansamente desde la nube digital que nos envuelve.
Entre la pululante multitud que opina ininterrumpidamente no cabe, pues, distinguir personalidades, sino una vasta fuente de fragmentos babeantes dispuestos a no entender nada pero decididos a que quede muy clara su posición, su queja, su indignación, su lucidez, su ingenio, su inextinguible astucia al distinguir lo negro de lo blanco y viceversa.
De este modo, las redes sociales no se limitan a exteriorizar la estupidez, la maldad o la ignorancia sino que son estructuras que, por su propia naturaleza operativa, la fomentan, estimulan y hasta legitiman.
Me aterra el mero hecho de pensarlo.
¿Será por eso que yo no tengo Twiter? ;)
ResponderEliminarBesos sanfermineros.
Sin duda. Y será por eso que yo tampoco. Ni Facebook. Ni nada...
ResponderEliminarMás besos desde las faldas del volcán.