Otro año más el verano
vuelve a colocarnos a sus puertas pero, por desgracia, las obsesiones de la
mayor parte de la población femenina, lejos de disminuir, aumentan con él a
pasos agigantados. Para no variar, los desvelos de más de la mitad de la ciudadanía
-aunque cada vez haya más hombres
dispuestos a imitar nuestras penalidades estivales- se centran fundamentalmente
en dos pilares: la dieta y el bronceado. Da lo mismo que la situación económica
continúe atenazándonos o que el Informe Pisa nos coloque a la cola de las
estadísticas educativas. Mientras playas y piscinas sigan siendo tierras de
promisión, las féminas seguirán tropezando con la misma piedra para que su meta
de conseguir un cuerpo esbelto y tostado no se cuestione.
La esclavitud del
ayuno es un caballo de batalla que comienza a trotar alrededor del florido
mayo, que es cuando las mujeres de toda condición visualizan con horror ese
inevitable momento en el que habrán de despojarse de sus atuendos primaverales,
al menos si pretenden lucir los correspondientes bañadores, trikinis, bikinis u
hojas de parra. El drama está servido en forma de lorzas que, día sí, día
también, les advierten de que la única opción para menguar es sellarse la boca
con un sucedáneo de silicona y dejar un exiguo orificio por el cual introducir
una caña a modo de sonda. Puro líquido y, a lo sumo, en un alarde de osadía,
alguna ensaladita sin aceite ni sal que te deje el cuerpo más frío que la
actividad bursátil y el alma más triste que un ciprés de camposanto. Y es que,
si se paran a pensar tan sólo un segundo, las dietas son como aquellas
películas clasificadas S que proliferaron en la década de los setenta: monotemáticas
y espantosas. Ves una y has visto todas.
Normalmente se
inician sin supervisión médica, siguiendo el tradicional sistema del boca-oreja
tan del gusto de los latinos. “El otro día me crucé por la calle con Fulanita y
me dijo que, si tomo la sopa quemagrasa, puedo perder hasta un kilo diario.
Ella lo ha hecho y, desde luego, parece otra”. No lo dudo, pensé yo, seguro que
ha rebajado una talla de pantalón pero, en compensación, ha aumentado dos de
mala leche. Qué quieren que les diga. Para mí, un mundo sin bocadillos de
chorizo no es mundo. Es una estafa. Tal vez sea porque soy de Pamplona aunque,
sinceramente, no lo creo. Me parece estupendo cuidar el aspecto físico e
intentar dar la mejor imagen de una misma pero, de ahí a renunciar al placer de
la gastronomía y a poner en riesgo la salud mental, va un abismo que no estoy
dispuesta a atravesar.
Idéntica reflexión me
asalta cuando observo a mis congéneres arriesgando el pellejo –y nunca mejor
dicho- en hamacas, toallas y esterillas. Es obvio que las campañas informativas
sobre los peligros de la exposición solar desmesurada no
hacen mella alguna en las amantes del astro rey, por mucho que los dermatólogos
lleven lustros alertando del aumento de los índices de melanoma sin lograr
alterar en lo más mínimo esa ridícula idea de asociar el moreno con la belleza.
“El otro día me crucé por la calle con Menganita y me dijo que, con apenas
cinco sesiones de rayos UVA, puedo conseguir un tono lo suficientemente dorado
como para no hacer el ridículo en mi primera jornada playera. Ella lo ha hecho
y, desde luego, parece otra”. No lo dudo, pensé yo, seguro que su actual grado
de torrefacción podrá competir con el de Julio Iglesias pero, en compensación, será
firme candidata a la dermis más ajada del milenio. Qué quieren que les
diga. Para mí, lo mejor del sol es la sombra. Tal vez sea porque soy de
Pamplona, aunque, sinceramente, no lo creo.
Somos tontas, pues nadie nos obliga a ser esclavas de unos patrones de moda totalmente contrarios a la realidad de la mujer...a ver sí aprendemos.
ResponderEliminarComo siempre, has dado en la Diana, Myr.
Besicos forales.
Rose
Se impone una rebelión de la inteligencia y una revisión de nuestra escala de prioridades.
EliminarAunque requiera un sobreesfuerzo, pienso que vale la pena llevarlo a cabo.
Abrazos primaverales.
Quizás por ser de Pamplona, o quizás no, pero te doy la razón porque la tienes, aunque me reconozco esclava de la dieta (sobre todo después del peque...). Eso sí, únicamente por salud. Que conste.
ResponderEliminarBesotes
En ese caso, la salud es lo primero, incluso en Pamplona (a pesar del chorizo tentador).
EliminarNo perdamos el humor pero, sobre todo, no perdamos el norte.
Besos de mayo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe encantan tus expresiones y esa manera original de escribir. Desde hace un tiempo estoy escribiendo sobre lo que llamo "Belleza libre" y cada vez leo más sobre el tema.
ResponderEliminarLo que yo le preguntaría a cada mujer es: "¿qué buscas estando morena y con buena silueta? Mejor dicho, ¿por qué sólo ante los demás? ¿Cuál es el fin de esforzarte para que los demás te vean de determinada manera? ¿Qué problema hay con tu piel blanca y tus kilos de más? Si los tienes todo el año y no te molestan, ¿por qué justo ahora te molestan? ¿Es que acaso crees que mostrarte morena y delgada ante los demás va a validarte como mujer o como persona? ¿Y quiénes son esos demás?"
Quisiera que empiecen a entender aquello que siempre nos han dicho nuestros padres, abuelos... "No puedes caerle bien a todo el mundo". Las personas tenemos muchas características, físicas y de personalidad y habrá unas que agraden y otras que no. Igual que quizás a alguien no le gusta, por ejemplo, que te tomes mucho tiempo para tomar decisiones, igual puede no gustarles el color de tu piel, o los granos de tu espalda.
Pero digo yo, ¿a qué van a la piscina y a la playa? Es lógica de niños. Yo a la piscina voy a bañarme, a refrescarme y a nadar porque me encanta, no a hacer un concurso de modelos para permitir que el poder que nos pone esos estándares fastidie nuestra autoestima y nos enemiste las unas con las otras, cuando lo que sí que es hermoso y natural entre las mujeres es que nos apreciemos y seamos buenas amigas.
Por cierto, ayer estuve oyendo unas palabras de Sandra Aamodt, que explicaba que las dietas sólo traen problemas. La conclusión que ella saca y que yo siempre he sacado, lo que siempre nos dicen las abuelas: hay que comer bien y de todo. Y añado yo que el cuerpo está diseñado para saltar, correr, andar por la naturaleza...
A las mujeres que hacen dieta les digo: Preocúpate de tu salud y de ser feliz y olvídate ya de las mentiras que nos ha metido el poder para destruirnos, que las mujeres somos imprescindibles en el cambio de mentalidad que necesita nuestra sociedad.
Muchas gracias, Laura. Es un honor para mí contarte entre mis lectores, más aún sabiendo que compartimos la misma visión sobre la temática de este artículo.
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo con tus planteamientos y me uno plenamente a tu última reflexión, la de ser felices y cambiar la mentalidad de nuestra sociedad.
Un abrazo y feliz tarde.