Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 23 de mayo de 2014
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 24 de mayo de 2014
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 24 de mayo de 2014
Siempre he considerado la
salvaguarda de las relaciones afectivas entre abuelos y nietos después de un
divorcio una cuestión de enorme trascendencia. Para un niño, probablemente tan
sólo sus padres estén por encima de sus abuelos en la jerarquía del afecto, ya
que éstos son auténticos libros vivientes que les transmiten conocimientos y
les inculcan valores. Esta última función es especialmente importante en
nuestros días puesto que, al pertenecer a una generación con menos fracasos
conyugales, están en condiciones de ayudar tanto a sus hijos como a sus nietos
a comprender algunos principios ya olvidados y, sin embargo, esenciales para disfrutar
de una buena convivencia.
Desgraciadamente, las consecuencias
de una separación o de un divorcio afectan también a la familia extensa y a
otras personas que trascienden tanto a la pareja implicada como a los hijos que
ésta tiene en común, ya sean amigos, vecinos o conocidos con quienes han
compartido vivencias hasta el momento mismo de la ruptura. Por su especial
relevancia me centraré en esa tercera edad que, en la actualidad, desempeña un
papel casi irremplazable en el universo infantil y, a menudo, poco reconocido,
pese a coadyuvar a que los progenitores trabajen fuera de casa. Los mayores se
encargan frecuentemente de llevar y de recoger a los pequeños de guarderías y
colegios, les dan la comida y hasta supervisan sus tareas y su ocio. En otras
palabras, muchos de ellos están expuestos a diversas sobrecargas ocupacionales
por mor de la nueva estructura social en la que estamos inmersos, dando lugar
en ocasiones al fenómeno denominado “Síndrome del abuelo esclavo”.
Excesos aparte, su función en
circunstancias normales debería ser la de correa de transmisión de la memoria y
de la experiencia como mejor complemento educativo de sus propios hijos, aunque
nunca reemplazando la misión de éstos como padres. Sin embargo, uno de los
efectos más devastadores de los divorcios y las separaciones viene provocado
por la decisión del progenitor custodio (todavía, mayoritariamente, la madre)
de cortar o, en el mejor de los casos, reducir, la relación con sus suegros
como medida adicional para enterrar cualquier vínculo con su pasado, de tal
manera que no es infrecuente que impida a su ex familia política visitar a los
más pequeños de la casa. Por lo tanto, la lista de víctimas de la nueva
realidad se amplía sustancialmente y, mientras algunos juristas defienden el
reconocimiento de los derechos de los abuelos, otros consideran esta opción
como una intromisión y una dificultad añadida a la hora de cerrar las heridas
abiertas tras la separación matrimonial. Así pues, la disparidad de criterios
entre los propios profesionales está servida.
La naturaleza del conflicto es
tal que dio lugar en el año 2003 a la elaboración de una ley específica que
permite que los afectados puedan reclamar judicialmente un régimen de visitas
con respecto a sus nietos, si bien conviene constatar que de poco ha servido la
citada normativa, toda vez que la práctica judicial cede al progenitor custodio
la capacidad fáctica de veto por la vía del incumplimiento del régimen de
visitas, siendo contadas las ocasiones en que tales conductas son castigadas a
pesar de estar tipificadas en el Código Penal.
Por enésima vez, se impone una
reflexión seria y adulta sobre una problemática que incide tan directamente en
el desarrollo psíquico y afectivo de niños y adolescentes. Es preciso realizar
un esfuerzo por parte de los separados para, en la medida de lo posible,
acercar posturas enfrentadas y centrarse en beneficiar sentimentalmente a todas
las partes afectadas. Sustraer vías de cariño a sus hijos es hacerles un flaco
favor y lo es también infligir un profundo sufrimiento a quienes han
contribuido con ellos a su crianza desde la cuna. Es algo peor que la
injusticia.
Los abuelos son maravillosos para los niños,qué pena que algunos padres abusen de elos...
ResponderEliminarBesicos Myr
Rose
Así es, amiga. A veces tenemos los tesoros delante de nuestros ojos y somos incapaces de reconocerlos.
ResponderEliminarAbrazos intensos desde el volcán.
Yo veo esto magnificado en un familiar muy cercano, y es una vergüenza por parte de los padres.
ResponderEliminarLlevan a los hijos con la abuela los siete días de la semana: Ellos no cocinan nada para ellos ni sus hijos, hasta para comer y cenar los fines de semana casa de la abuela. Ella no se queja, tiene ojeras por el suelo y nadie hace nada. Yo soy familiar indirecto, así que no me corresponde decir nada, pero lo veo y me indigna por la caradura que se gastan algunos padres de ahora.
ResponderEliminarComparto plenamente su valoración, Mar. Como habrá podido comprobar, yo soy muy crítica con este fenómeno reciente que, en realidad, esconde en muchos casos un abuso intolerable. Es una lástima.
ResponderEliminarMuchas gracias por aportar su opinión cualificada y un cordial saludo.
MYRIAM