Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 25 de enero de 2014
Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 28 de enero de 2014
Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 28 de enero de 2014
Cada vez con mayor frecuencia me descubro echando la
vista atrás y recordando mis inicios profesionales. Parece mentira que haya
transcurrido más de un cuarto de siglo. Y es que formar parte de aquella
generación del “baby- boom” solía implicar tener unos padres trabajadores y
honrados a carta cabal, cuyo mayor anhelo estribaba en que sus hijos estudiaran
todo lo que a ellos les había arrebatado la posguerra. Así lo hicimos muchos, conscientes
de su sacrificio y de la responsabilidad de aquel legado. Primero, en el
colegio y después, si era viable -todavía recuerdo el día que me concedieron
una beca-, en la Universidad. Pusimos el broche a nuestro currículum académico
con idiomas y estudios complementarios y nos lanzamos a la búsqueda del primer
empleo a una edad razonable. Algunos hasta lo conseguimos con cierta rapidez -yo
tenía veintitrés años-, lo que nos permitió disponer de unos ingresos con los
que empezar a planificar un futuro que pasaba inevitablemente por abandonar la
casa paterna, bien para fundar nuestra propia familia, bien para diseñar otro
modelo de vida alternativo. Hacer planes no era una quimera, como tampoco lo
era tener hijos en vez de nietos. El hecho es que, con nuestras luces y
nuestras sombras -que de todo ha habido-, hemos conseguido llegar al medio
siglo con la sensación de haber disfrutado de
experiencias vitales relevantes a su debido tiempo.
Abundando en esta cuestión, acaban de ver la luz los
resultados de una investigación elaborada por el Centro Reina Sofía sobre
Adolescencia y Juventud que revelan la espeluznante realidad que azota a los
jóvenes españoles. La crisis que doblega a nuestra sociedad sin piedad desde
hace un lustro va dejando tantos cadáveres a su paso que nos paseamos a diario
por calles y avenidas que más parecen camposantos de sueños y cementerios de
ilusiones. Según el citado estudio, ocho de cada diez muchachos asumen que, con
suerte, van a tener que depender económicamente de su familia sin fecha de
caducidad. Es la vida en precario, consistente en trabajar en lo que sea, al
precio que sea y renunciando a la más mínima exigencia sobre sus condiciones laborales.
La esclavitud ha vuelto para mostrarnos una de sus múltiples caras, se ha
instalado en el ámbito del empleo y su hipotética abolición ni siquiera se
vislumbra en el horizonte.
Merece una mención especial la amarga alternativa de la
emigración no deseada, contemplada ya por más de la mitad de los encuestados.
Un perverso “déjà vu” de la España de los sesenta, aunque con la terrorífica
particularidad de que, por aquel entonces, las víctimas eran mano de obra sin
cualificar pero amparadas al menos en una contratación previa, mientras que a
día de hoy adoptan la forma de licenciados bilingües o trilingües que se lanzan
sin red sobre tierras extrañas, con grandes posibilidades de iniciar su
personal “via crucis” sirviendo mesas en un restaurante de comida rápida. Me
recuerdan a esos diminutos roedores domésticos que, sobre una rueda diabólica (sin
trabajo no hay salario, sin salario no hay vivienda, sin vivienda no hay
independencia y sin independencia no hay pareja ni hijos), giran y giran hasta el
límite de sus fuerzas.
La inmensa mayoría de los afectados culpabiliza a los
sucesivos gobiernos de la nación, a los partidos políticos que los sustentan y
a unos dirigentes económicos que son los responsables máximos de una catástrofe
que, paradójicamente, ni les roza. Razón no les falta y desde estas líneas me uno
a su indignación. A mí no pueden robarme el pasado pero a ellos les están
arrebatando el porvenir sin tener culpa de nada. Ya ha llegado la hora de
realizar cambios estructurales en profundidad porque los actuales modelos no
sirven y tan sólo generan precariedad y desesperación.
¡Así que no podremos cambiar lo de "cualquier tiempo pasado fue mejor"! Qué lástima. Pase que la historia es un péndulo en el que todo se repite más o menos cíclicamente, pero no entiendo cómo es posible que seamos tan ciegos y estemos tan pendientes de asuntos tan superficiales (sólo hay que ver las cifras de espectadores de algunos programas de dudosa calidad) que nos desvíen de lo que es realmente importante. El futuro que, generalmente se sueña ideal y deseable ha dejado de serlo. Estoy de acuerdo contigo en que la única via posible es el cambio.
ResponderEliminarBesos
Muchas gracias por tus comentarios, siempre tan llenos de contenido y de sentido común.
ResponderEliminarEn algunos aspectos centrales, se impone el cambio urgentemente. Sin embargo, deberíamos conservar, como muy bien dices, "lo que es realmente importante" y la ceguera nos impide ver.
Seguiremos reivindicando el lado bueno de las cosas y luchando por la Justicia. No puede ser de otra manera. Por nosotros y por nuestros hijos.
Un beso atlántico y volcánico.
MYRIAM
Myr, como siempre, de acuerdo en todo, pero permíteme que, como madre de dos chicas en formación, lance para todos nuestros jóvenes un mensaje de esperanza, no podemos permitir que caigan en la desesperanza y que, so pretexto de que todo está muy mal, huyan del esfuerzo. Hemos de trasmitirles que, "a pesar de las espeluznante realidad que nos azota" los más preparados triunfarán.
ResponderEliminarBesicos forales.
Rose
Queda lanzado tu mensaje, que comparto plenamente. Ni conformismo ni resignación sino esfuerzo y excelencia.
ResponderEliminarUn beso enorme y feliz día.
MYRIAM
Es que mal favor haríamos a nuestros hijos si les abocáramos a la resignación. Al contrario, creo que debemos inculcarles que de ellos depende ser parte del 50% de jóvenes que trabajan. Y a la vez luchar porque esa bajísima tasa de ocupación juvenil se incremente.
ResponderEliminarTe quiero,
Rose
No queremos que se resignen. Tampoco que se desmoralicen. Pero no es fácil mantener el equilibrio. Cada vez veo más claro que muchos de nuestros jóvenes tendrán que emigrar. De hecho ya lo están haciendo. Y aún así...también lo van a tener difícil.
ResponderEliminarMe gusta leer tus artículos. Un abrazo
Celina
Queridísima Celina:
ResponderEliminarEs para mí un honor recibir este comentario. De sobra sabes el afecto y la admiración que te profeso, así como la deuda intelectual que mantengo contigo. Sin profesoras como tú difícilmente hubiera adquirido este amor por las palabras. Seguiré escribiendo en honor a personas como tú, que hacen de la excelencia su bandera.
Un sentido abrazo extensivo a los tuyos desde esta tierra tinerfeña que en su momento os ayudé a descubrir.
MYRIAM