Potenciar las instituciones de
democracia directa es una opción más que deseable. Tratar de que los ciudadanos
se impliquen en mayor medida en las decisiones que les afectan, amén de
aumentar el nivel de calidad democrática, disminuiría esa enorme zanja que les
separa de sus dirigentes. Porque cuando el pueblo se siente partícipe de las
resoluciones adoptadas, cuando percibe que su opinión es tenida en cuenta, cuando
se insta a su participación, disminuye esa desafección con respecto a su
sistema de gobierno.
Así ocurre en aquellos Estados
en los que el referéndum es una fórmula cotidiana de participación popular. Sin embargo, en otros países -España entre
ellos- se pretende consolidar la
democracia por el mero hecho de convocar a los votantes a las urnas cada cuatro
años, a través de un sistema electoral que provoca cada vez mayor desidia y
falta de interés. En todo caso, cualquier
mecanismo destinado a mejorar la salud del sistema constitucional debe usarse
correctamente porque, de lo contrario, termina por desvirtuarse. Y es
trascendental concretar quién hace las consultas, cómo y para qué, porque las
reglas de la democracia se deben cumplir y respetar. Constituye, pues, un craso
error convocarlas por quienes no son competentes, o de forma contraria al
ordenamiento jurídico, o sin un motivo
legítimo. Sirva de ejemplo el proceso soberanista catalán, a través del cual
sus impulsores, saltándose la legalidad a la torera, están decididos a llevar a
Cataluña a un callejón sin salida.
La triste realidad es que,
abierta la veda, es ahora el Presidente del Gobierno de Canarias, Paulino
Rivero, quien, en un golpe maestro, ha pedido autorización al Ejecutivo de
Mariano Rajoy para llevar a cabo una consulta ciudadana en relación a las
prospecciones petrolíferas previstas por la empresa Repsol en aguas cercanas a
Lanzarote y Fuerteventura. He aquí la pregunta del Ejecutivo isleño: “¿Está
usted de acuerdo con las prospecciones de petróleo autorizadas a la multinacional
Repsol frente a las costas de nuestras islas?”
Indudablemente, nada resultaría
más democrático, bienintencionado y loable que consultar a ese pueblo llano, si
no fuera por el pequeño detalle de que, para dicha consulta, sería
imprescindible que éste tuviera alguna capacidad de decisión. Pero, duela o no
duela, a día de hoy no tiene ningún sentido preguntar a los habitantes de las
respectivas Comunidades Autónomas sobre cuestiones que no se incluyen en su
ámbito de decisión. Y Paulino Rivero lo sabe muy bien.
De hecho, son muchas las
resoluciones del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional que establecen
que la competencia para autorizar prospecciones o explotaciones petrolíferas
submarinas corresponde en exclusiva al Estado español, no a las CC.AA. El TC
estableció precisamente dicho criterio al desestimar un recurso interpuesto por
el propio Gobierno de Canarias contra un artículo que avalaba la competencia
estatal de autorizar actividades de investigación o explotación petrolífera en
el subsuelo marino. Distinto es que se luche por cambiar ese statu quo pero, de momento, ahí está, bendecido por las leyes, guste o no.
Por lo tanto, si la
competencia no es autonómica y si la decisión no depende de las islas, ¿de qué sirve
consultar a sus gentes? La explicación
no deja lugar a dudas: se trata de una maniobra urdida por el líder de Coalición Canaria
y sus colaboradores más estrechos para desgastar políticamente a sus
enemigos (los de fuera y, cómo no, los de dentro de su propia formación
política), utilizando para ello a la ciudadanía como arma arrojadiza, con el
único objetivo de asegurarse la reelección para un tercer mandato presidencial.
Mucho me temo que, pase lo que pase, tiene el éxito asegurado.
Punto final.
Gracias por tu maravillosa disertación.
ResponderEliminarA propósito de la cita de Platon compartiría la siguiente reflexión: Desentenderse de los políticos, mas que de la política, sería uno de los grandes pasos para mejorar nuestra sociedad y empezar a ser honestos y responsables con lo que queremos y asumir los riesgos de la toma de decisiones.
Estoy de acuerdo contigo, Maite. Creo que la actual casta política está agotada en su práctica totalidad. Se necesitan caras nuevas, gente joven con una profunda vocación de sentido público entendido como actividad con fecha de caducidad y no destinada a hacer caja. Está claro que todo es política y no querer verlo es un sinsentido. Como también lo es que ha de ser ejercida por personas con nombres y apellidos, elegidas por ciudadanos comprometidos en construir una sociedad mejor. Tal vez sea una utopía pero las utopías son imprescindibles para sobrevivir.
ResponderEliminarUn beso con trasfondo de Teide nevado.
MYRIAM