Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 24 de octubre de 2014
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 26 de octubre de 2014
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 26 de octubre de 2014
De un tiempo a
esta parte, el concepto “Información” ha variado en cuanto a modelo y
escenarios. Las redes sociales (esa nueva ágora donde todas las opiniones
tienen cabida) y, sobre todo, la inmediatez asociada a éstas, han dotado a las
noticias -cuyo alcance, antaño, era limitado- de una amplísima difusión dentro del
universo digital. Twitter, en concreto, provoca un efecto viral que salpica a
millones de personas de forma rápida y sencilla.
Por otro lado, una
de las más célebres colisiones en el ámbito jurídico está protagonizada por el
derecho a la información y por el derecho a la intimidad y a la propia imagen,
recogidos respectivamente en los artículos 20 y 18 de la vigente Constitución
Española. Siempre y cuando tenga el insoslayable carácter de interés general y
a través de un ejercicio debidamente ponderado, el primero de ellos debe primar
sobre el segundo, si bien han de contemplarse las circunstancias de cada caso
en concreto, a fin de tutelar mecanismos
judiciales y extrajudiciales llamados a controlar aquellos excesos que pudieran
suscitarse. Por lo tanto, resulta imprescindible tener conciencia de la
necesidad de alcanzar ese deseable equilibrio entre ambos derechos constitucionales:
el de comunicar y recibir libremente información veraz por cualquier medio de
difusión, y el de salvaguardar el honor, la intimidad personal y familiar y la
propia imagen.
Pero, con independencia de que la libertad informativa sea un pilar incuestionable
de cualquier Estado democrático, no es menos cierto que debe ir siempre
acompañada de la responsabilidad y la ética periodísticas, todo ello en el
marco del ejercicio digno de la profesión. Insisto en este matiz porque vivimos una etapa
en la que el morbo más primario está sustituyendo a la veracidad y a la
seriedad, lo que se traduce en un debate público de bajísima calidad centrado
en el sensacionalismo, alejado del sosiego e impropio de una sociedad madura y
con criterio.
Baste recordar lo sucedido recientemente con las polémicas imágenes de la auxiliar
de enfermería Teresa Romero, quien, afortunadamente, acaba de superar con éxito
la infección del virus del ébola. En un contundente comunicado, los
responsables del Hospital Carlos III de Madrid lamentaron la publicación de
unas fotografías tomadas con teleobjetivo y, por supuesto, sin consentimiento
de la afectada. Desde el centro sanitario se apeló a la responsabilidad de los
medios de comunicación para que actuaciones de dicha naturaleza no volvieran a
repetirse, en aras a respetar la intimidad de la paciente, así como de los
demás ingresados en observación y de los profesionales que se encontraban
(todavía se encuentran) desempeñando abnegadamente su labor asistencial.
Yo, como ciudadana, aspiro a estar informada de forma fidedigna y honesta
pero confieso que este tipo de prácticas no ayudan a mi propósito. Pienso que
la clave estriba en valorar si los testimonios gráficos que acompañan a las
informaciones son verdaderamente relevantes, aportan datos nuevos a las mismas
o las completan en alguna medida. En tal caso, entendería su publicación. Por
el contrario, si se reducen a mera carnaza para gente ávida de espectáculos
desagradables y atentatorios contra la intimidad ajena, rechazo abiertamente a
esos medios de comunicación que les hacen eco, porque han renunciado a la ética
y a la deontología en pos del negocio.
¿Beneficia en algo contemplar a Teresa Romero postrada con una mascarilla
de oxígeno mientras se está jugando la vida en una habitación de aislamiento
clínico? ¿Procede hurgar en su entorno familiar y vecinal en busca de detalles
más o menos escabrosos que sustenten las manifestaciones de infinidad de
tertulianos que de todo hablan porque de todo saben? Sin ir más lejos, ¿acaso es necesario colgar
la grabación de los instantes finales de una mujer arrastrada por la reciente
riada acaecida en Santa Cruz de Tenerife para comunicar la fatalidad de su
defunción? Sinceramente, no lo creo.
Pienso más bien que ya es hora de que el Cuarto Poder recupere la moral y
la cordura y que reniegue de esa tendencia perversa al efectismo que con tanto
entusiasmo adoptan otras plataformas tan incontrolables como, por desgracia,
alejadas de la profesionalidad. Y es que, visto lo visto, tener hoy un Smartphone
puede convertir a su dueño en un émulo de reportero, con el incalculable riesgo
que ello comporta.
El morbo, siempre el morbo...cómo vende!!!!
ResponderEliminarBesicos forales
Rose