jueves, 7 de febrero de 2013

LA MEDIACIÓN FAMILIAR COMO ALTERNATIVA


Artículo publicado en la revista de habla hispana "La Ruptura" el 15 de febrero de 2013




De un tiempo a esta parte la denominada mediación familiar se está alzando como una alternativa muy adecuada para la resolución de los conflictos derivados de algunos procesos de divorcio. Se trata de una opción mediante la cual las parejas recurren a una tercera persona –el mediador- con el fin de tomar una serie de medidas y lograr un conjunto de acuerdos tendentes a reorganizar su relación como padres y a mantener una relación lo más equilibrada posible entre ambos. Este profesional debe poseer amplios conocimientos de distintas disciplinas provenientes de los ámbitos del Derecho y la Psicología, además de una serie de cualidades imprescindibles para llevar a cabo su labor, tales como flexibilidad, tolerancia e imparcialidad. No debe primar el interés en que ninguna de las partes resulte más favorecida que la otra en la negociación.

Conviene aclarar desde el principio que no estamos ante una terapia de pareja cuya finalidad sea la reconciliación de los miembros sino ante un instrumento de resolución de los problemas que acarrea la ruptura de su relación. Por lo tanto, no procede hablar en términos de ganadores o perdedores, ya que el fin último es beneficiar a todos los afectados por la nueva realidad convivencial y, en ese sentido, los dos progenitores están del mismo lado y su voluntad es priorizar el interés compartido de la parentalidad frente a sus propios intereses individuales.

Los mediadores ofrecen métodos para alcanzar un consenso en los aspectos más relevantes que afectan al futuro de los hijos y facilitar esas tomas de decisión de los padres de forma conjunta, coadyuvando claramente a la adaptación de los menores a sus nuevas condiciones de vida. Toda separación, por regla general, tiende a ser dolorosa y traumática pero no es menos cierto que sus consecuencias pueden verse atenuadas si se afrontan con generosidad y con buena voluntad. Es en circunstancias adversas cuando los adultos deben demostrar a los niños su nivel de madurez. Por ello, entre las ventajas que ofrece la alternativa de la mediación familiar, destaca la no utilización de los vástagos como moneda de cambio, tentación muy recurrente en no pocos procesos de divorcio. Además, supone un sistema “a la carta”, en el sentido de que se adapta a las necesidades particulares de cada grupo familiar. Asimismo, disminuye costes tanto emocionales como económicos y temporales.

Se lleva a cabo en dos fases y el número medio de sesiones oscila entre seis y nueve. Si finalmente se llega a un acuerdo en todos los aspectos previstos, se redacta el pertinente documento que sirve para iniciar los trámites judiciales del divorcio. No obstante, al tratarse de una participación voluntaria, puede ser suspendida unilateralmente tanto por cualquiera de las partes como por el mediador.

Sin embargo, esta vía no es aconsejable en todos los casos. Si la confrontación entre los cónyuges es muy profunda, padecen o ejercen episodios de violencia doméstica, o sufren adicciones como alcoholismo, toxicomanía, ludopatía u otras, se deben realizar los tratamientos y ajustes correspondientes antes de dar paso a la mediación. Pero exceptuando dichos ejemplos tan extremos, opino que vale la pena explorar nuevos caminos de entendimiento que conduzcan a la meta más importante para unos padres: la felicidad y el bienestar de sus hijos.







No hay comentarios:

Publicar un comentario