Sin que sirva
de precedente, me he sumergido en una novela de más de novecientas páginas en
un mes distinto al de agosto, ya que suelo aprovechar el período vacacional
para enfrentarme a los textos más largos. La culpa la tiene la periodista y
escritora Julia Navarro por haberme dejado tan buen sabor de boca con su
penúltimo trabajo, “Dime quién soy”, cuyo desenlace es uno de los mejores que
he disfrutado en los últimos tiempos.
La historia de "Dispara, yo ya estoy muerto" se centra en la amistad entre un árabe y un judío y a
través de sus páginas la autora ha querido trasladar la teoría de cómo las
circunstancias marcan la vida de las personas. Según Navarro, en una idea que
comparto plenamente, todos los seres humanos llegamos al mundo con una mochila
cargada de circunstancias que no hemos elegido y en un contexto social, histórico,
geográfico y económico ajeno a nuestra voluntad. Es a partir de esta coyuntura
cuando habremos de empezar a construir nuestra propia vida como realmente
queremos que sea. Somos libres y podemos cambiar el rumbo de nuestra existencia,
aunque en demasiadas ocasiones no nos resulte nada fácil.
Sin ir más
lejos, en la actualidad parece que nos hemos sumido en una depresión colectiva,
que nos falta energía para abordar ese cambio de escenario. Y, pese a ello,
cada vez son más los miembros de la sociedad civil que están dando pasos al
frente para defender aquello en lo que creen.
Navarro ha
pretendido mover a sus lectores a la reflexión para que analicemos hasta qué
punto nos cuesta empatizar con quienes no piensan como nosotros. Por eso, es
imprescindible que nos esforcemos en escuchar activamente. No basta con oír.
Tenemos que interesarnos por el discurso del otro y tratar de entenderle. El mero
intento ya acerca posturas. Yo también creo firmemente que el diálogo es
necesario y que nos define como especie.
Asimismo, en
su condición de cronista parlamentaria, la escritora confiesa que tanto en el
Congreso como en el Senado abundan los “diálogos de sordos” y reina la
peligrosísíma tendencia a la clasificación, tan propia de los españoles. Aquí
hay que definirse y el que se desmarca se convierte de inmediato en un
individuo sospechoso. Eres de izquierdas o de derechas. Creyente o ateo.
Nacionalista o centralista. El gris es un color desprestigiado que no se
contempla. Por eso, “Dispara, yo ya estoy muerto” rompe una lanza a favor de
acabar con los prejuicios, de ejercitar la escucha activa y de esforzarse en
construir amistades sólidas, por antagónicas que resulten ambas partes.
Un
objetivo por el que vale la pena implicarse.
Gracias Myr. Leí "Dime quién soy" y me encantó. Cuando la acabes, dime qué te parece "Dispara, yo ya estoy muerto" . Yo también te hablaré de James Salter cuando acabe su novela "Años Luz" que me ha recomendado Concha (de Sanlúcar).
ResponderEliminarBesicos Forales.
Rose.
Cuenta con ello, Rosa. Te confieso que avanzo más lentamente de lo que me gustaría pero qué te voy a contar a ti de la conciliación familiar y laboral que ya no sepas...
ResponderEliminarMe espera Antonio Muñoz Molina en la recámara. A ver si en noviembre puedo con todo.
Besos a granel.
MYRIAM