viernes, 29 de junio de 2012

EL SÉPTIMO ARTE COMO HERRAMIENTA PEDAGÓGICA

Colaboración para el Magazine del Colegio Hispano Inglés de Santa Cruz de Tenerife



Acaba de iniciarse el segundo cuatrimestre en la Universidad de La Laguna y me consta que el Departamento de Derecho Constitucional de la Facultad ha organizado, como actividad complementaria, la proyección de una serie de largometrajes relacionados con dicha asignatura, cuyas materias se imparten en los dos primeros años de la carrera. Los alumnos ya han tenido la oportunidad de visionar la película que abre el ciclo, “Leones por corderos” (2007), dirigida e interpretada por Robert Redford, a quien acompañan en el reparto los actores Meryl Streep y Tom Cruise. Sé también de primera mano que el debate que se suscitó a la finalización de la cinta  resultó particularmente enriquecedor para todos los asistentes  y reveló que los jóvenes del campus lagunero están llenos de inquietudes y dispuestos a aportar sus puntos de vista para solucionar los graves problemas sociopolíticos que nos afectan actualmente. Me parece una extraordinaria noticia que las nuevas generaciones no se resignen a vivir en un mundo marcado por las desigualdades y contaminado por  la idea de un futuro de perspectivas más que sombrías. El hecho de que renieguen de este ambiente de pesimismo en el que hoy por hoy nos desenvolvemos me llena de esperanza.

Confieso que, desde que tengo memoria, siento una enorme pasión por el séptimo arte. Mis recuerdos y experiencias vitales se mezclan indisolublemente con esta desmesurada afición  al cine. Al hilo de lo que quiero transmitir, hace algún tiempo cayó en mis manos una peculiar novela titulada “CINECLUB” cuyo autor, David Gilmour, es un prestigioso crítico cinematográfico canadiense. En ella, el escritor confesaba sin reparos cómo recurrió a determinadas películas en busca de ayuda, anhelando reconducir la trayectoria de un hijo adolescente  que llevaba meses manifestando unos comportamientos tan negativos que le perjudicaban seriamente. El joven se negaba a estudiar, tampoco quería trabajar y consumía los días y las semanas dedicado a actividades poco recomendables, de modo que su padre llegó a un pacto con él. Podía dejar de ir al instituto, eludir cualquier empleo y dormir a deshoras pero, a cambio, tenía que mantenerse alejado de las drogas y ver tres películas a la semana en compañía de su progenitor. El muchacho cayó en la trampa aceptando de inmediato y, contra todo pronóstico, inició tras aquella decisión el camino hacia su salvación personal.  Gracias a títulos tan dispares como “El ladrón de bicicletas”, “Desayuno con diamantes”, “El padrino” o “¡Qué bello es vivir!” aquel hombre angustiado consiguió recuperar una relación paterno filial que estaba perdida e impartió a su hijo una trascendental lección de vida asistido por una cuidada selección de obras maestras de la gran pantalla.

No se trata de sustituir el sistema educativo tradicional ni de utilizar esta alternativa exclusivamente en los denominados “casos perdidos” pero, como cinéfila empedernida, defiendo las bondades de los fotogramas como instrumento pedagógico complementario, particularmente para quienes cursan sus estudios en Primaria y Secundaria. Aunque han transcurrido varias décadas, guardo el grato recuerdo de que en mi colegio se organizaba con gran éxito una actividad extraescolar la tarde de los viernes que consistía en proyectar un largometraje y celebrar un posterior cinefórum. Con más razón ahora, que vivimos una época marcada por las nuevas tecnologías, se podrían reproducir iniciativas similares en beneficio de los niños y los adolescentes, habida cuenta que utilizan a diario todo tipo de pantallas, desde la televisión al ordenador pasando por las consolas o los móviles. Así, en vez lamentarnos en vano por la mala influencia que ejercen determinadas cadenas de televisión sobre nuestros menores, podríamos contrarrestarla con una adecuada utilización de otras imágenes en aras de su mejor formación como seres humanos, tanto en los propios centros educativos como en nuestros domicilios. Por suerte, existen cientos de filmes con los que conseguir esta meta.


domingo, 24 de junio de 2012

LA MUERTE, ETERNA ASIGNATURA PENDIENTE DEL GÉNERO HUMANO



La pasada semana  tuve el inmenso placer de asistir a la conferencia que Nieves Concostrina ofreció en el marco del Real Casino de Santa Cruz de Tenerife. Desde hace años soy una ferviente admiradora de esta periodista y escritora madrileña forjada en el desaparecido “Diario 16” y que posteriormente ha desarrollado su labor profesional tanto en la televisión como en las ondas. Su participación en los programas de Radio Nacional “En días como hoy”, “No es un día cualquiera” y “Polvo eres” se cuentan entre mis preferencias radiofónicas.

Mujer encantadora, vitalista, espontánea y accesible, nos deleitó a todos los asistentes con una charla titulada “Epitafios: entre el lamento y el sarcasmo”, provocando las continuas carcajadas de un auditorio que superó con creces el aforo de la sala. La autora manifestó una idea que comparto plenamente, al asegurar que la muerte sigue siendo considerada un tema tabú para la generalidad de las personas, más aún si se aborda desde la perspectiva del humor. Con sus palabras como trasfondo, fue mostrándonos una serie de epitafios escogidos, algunos tiernos, otros dolorosos, lo más, humorísticos, que nos ayudaron a todos los presentes a observar el tránsito a la otra vida con una actitud renovada.

Agradezco a Nieves Concostrina la labor impagable que está realizando en pos de modificar la visión negativa que las defunciones tienen en nuestra cultura occidental y su afán por hacer entender a oyentes y lectores que la vida es un lujo y una oportunidad única e irrepetible que no debemos desaprovechar.


Por su relación con el tema tratado adjunto mi artículo titulado “Clases particulares para afrontar la muerte” que publicó La Opinión de Tenerife el día 1 de febrero de 2011:




Hace más de una década sufrí en mis propias carnes una experiencia personal que habría de marcar mi futuro. Varias estancias hospitalarias precedieron a la muerte de mi madre y aquel período que ambas compartimos me sirvió para comprender que hay otros mundos en los que la enfermedad, la soledad y el dolor son compañeros inseparables. Mundos frecuentados por cuerpos enfermos que se sienten solos y desamparados. Mundos habitados por profesionales de la medicina y la enfermería, por voluntarios, por religiosos y por empleados de las áreas más diversas que, en la mayoría de los casos, son un modelo de entrega y solidaridad. Mundos en los que familiares y amigos están sometidos al yugo inexorable de los horarios de visita. Mundos temporal o definitivamente alejados de la felicidad, de la tranquilidad, de la cotidianeidad.

Desde entonces, siempre me he preguntado por qué no nos educan para la muerte desde que somos niños. Si la única certeza con la que nace el ser humano es la de saber que más pronto o más tarde morirá, no me parece tan descabellado que existiera un protocolo educativo que nos sirviera para afrontar de un modo positivo tan inevitable realidad. La larga etapa de aprendizaje que, durante nuestra infancia, tiene lugar en las aulas sería la más idónea para que nos informaran y nos formaran, junto al resto de materias tradicionales, sobre la comprensión y posterior aceptación de nuestra caducidad innata. Sin duda, nos ahorraríamos mucho sufrimiento y sería la mejor orientación para  valorar nuestra vida en su justa medida y, en consecuencia, aprovecharla intensamente.

No hay duda de que la muerte es una constante fuente de preocupación para el ser humano. En mi opinión, pocas son las personas que no tuercen el gesto cuando se aborda este tema y, en función de la postura que adoptan al respecto, las divido básicamente en dos grupos. El primero lo integrarían quienes dicen no temer el momento de su despedida terrenal y el segundo los que se horrorizan ante la perspectiva del final de su existencia. Confieso que yo aún no tengo claro de cuál formar parte. Dependo de mis estados de ánimo. Pero, en todo caso, unos y otros compartimos la misma sensación de vacío interior ante el fallecimiento de un ser querido.

La pérdida de un amigo íntimo fue el detonante que impulsó al magnífico guionista Peter Morgan a escribir la conmovedora historia de Más allá de la vida, última película dirigida por el maestro Clint Eastwood que, a través de estas líneas, me atrevo a recomendar abiertamente. Transmite el escritor con sorprendente sinceridad la terrible soledad que padeció cuando, de la noche a la mañana, perdió a un compañero muy cercano y se vio sin ninguna muleta en la que apoyarse para superar una situación tan dura como inesperada. Explica en sus entrevistas de promoción del largometraje cómo, días después del óbito, podía percibir con claridad una presencia que le acompañaba y que él asociaba al ser querido que acababa de desaparecer. Sin prejuicios y desde el convencimiento de que las almas emprenden el camino hacia una dimensión desconocida pero continúan influyendo en quienes compartieron su andadura mortal, Morgan entrelaza tres emocionantes relatos de seres que han sufrido experiencias cercanas a la muerte. Con seriedad, huyendo del sentimentalismo y construyendo un mensaje de esperanza, la cinta conecta con ese universo de miedos y dudas en el que todos nos vemos inmersos alguna vez.

Exigimos respuestas. Necesitamos consuelo. Muchos recurrimos a la fe. Otros, los más fieles defensores de la máxima “ojos que no ven, corazón que no siente”, abogan por la negación total. Nada de hospitales, nada de tanatorios, nada de cementerios, intentando en vano protegerse del dolor con esa actitud. Algunos, los menos, acuden a gabinetes de videncia movidos por la imperiosa necesidad de contactar con sus muertos, de darles un último beso, de zanjar conversaciones interrumpidas bruscamente cuando baja el telón. Así que la suma de todas estas circunstancias me lleva a considerar que nuestra fragilidad ante el tránsito desconocido por excelencia, seamos mujeres u hombres, jóvenes o viejos, creyentes o ateos, nos convierte en alumnos más que cualificados para recibir clases de la más trascendental asignatura pendiente: aprender a afrontar la muerte.

miércoles, 20 de junio de 2012

LA DIETA Y EL BRONCEADO NO ENTIENDEN DE CRISIS

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 20 de junio de 2012

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 21 de junio de 2012



 
Un año más el verano vuelve a colocarnos a sus puertas pero, por desgracia, las obsesiones de la mayor parte de la población femenina, lejos de disminuir, aumentan con él a pasos agigantados. Para no variar, los desvelos de más de la mitad de la ciudadanía  -aunque cada vez haya más hombres dispuestos a imitar nuestras penalidades estivales- se centran fundamentalmente en dos pilares: la dieta y el bronceado. Da lo mismo que la intervención económica de España sea un hecho o que las agencias de calificación la coloquen al nivel de las Fosas Marianas. Mientras playas y piscinas sigan siendo tierras de promisión, las féminas seguirán tropezando con la misma piedra para que su meta de conseguir un cuerpo esbelto y tostado no se cuestione.

La esclavitud del ayuno es un caballo de batalla que comienza a trotar alrededor del florido mayo, que es cuando las mujeres de toda condición visualizan con horror ese inevitable momento en el que habrán de despojarse de sus atuendos primaverales, al menos si pretenden lucir los correspondientes bañadores, trikinis, bikinis u hojas de parra pisciplayeros. El drama está servido en forma de lorzas que, día sí, día también, les advierten de que la única opción para menguar es sellarse la boca con un sucedáneo de silicona y dejar un exiguo orificio por el cual introducir una caña a modo de sonda. Puro líquido y, a lo sumo, en un alarde de osadía, alguna ensaladita sin aceite ni sal que te deje el cuerpo más frío que la actividad bursátil y el alma más triste que un ciprés de camposanto. Y es que, si se paran a pensar tan solo un segundo, las dietas son como aquellas películas clasificadas S que proliferaron en los setenta: monotemáticas y espantosas. Ves una y has visto todas.


Normalmente se inician sin supervisión médica, siguiendo el tradicional sistema del boca-oreja tan del gusto de los latinos. “El otro día me crucé por la calle con Fulanita y me dijo que, si tomo la sopa quemagrasa, puedo perder hasta un kilo diario. Ella lo ha hecho y, desde luego, parece otra”. No lo dudo, pensé yo, seguro que ha rebajado una talla de pantalón pero, en compensación, ha aumentado dos de mala leche. Qué quieren que les diga. Para mí, un mundo sin bocadillos de chorizo no es mundo. Es una estafa. Tal vez sea porque soy de Pamplona aunque, sinceramente, no lo creo. Me parece estupendo cuidar el aspecto físico e intentar dar la mejor imagen de una misma pero, de ahí a renunciar al placer de la gastronomía y a poner en riesgo la salud mental, va un abismo que no estoy dispuesta a atravesar.


Idéntica reflexión me asalta cuando observo a mis congéneres arriesgando el pellejo –y nunca mejor dicho- en hamacas, toallas y esterillas. Es obvio que las campañas informativas sobre los peligros de la exposición solar desmesurada  no hacen mella alguna en las amantes del astro rey, por mucho que los dermatólogos lleven lustros alertando del aumento de los índices de melanoma sin lograr alterar en lo más mínimo esa ridícula idea de asociar el moreno con la belleza. “El otro día me crucé por la calle con Menganita y me dijo que, con apenas cinco sesiones de rayos UVA, puedo conseguir un tono lo suficientemente dorado como para no hacer el ridículo en mi primera jornada playera. Ella lo ha hecho y, desde luego, parece otra”. No lo dudo, pensé yo, seguro que su actual grado de torrefacción podrá competir con el de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional pero, en compensación, será firme candidata a la dermis más ajada del milenio. Qué quieren que les diga. Para mí, lo mejor del sol es la sombra. Tal vez sea porque soy de Pamplona, aunque, sinceramente, no lo creo.


Que pasen un feliz verano.

viernes, 15 de junio de 2012

DIVORCIO Y LIQUIDACIÓN DE GANANCIALES EN UN SOLO PROCESO

Artículo para la revista de habla hispana "La Ruptura"



La Comisión de Justicia del Congreso –a instancias de una enmienda impulsada por una diputada de Convergencia y Unión- acaba de aprobar, dentro del proyecto de Ley de Mediación en asuntos civiles y mercantiles, un cambio legal que permitirá acumular en los procesos de divorcio y nulidad matrimonial la liquidación de los bienes en común. Por lo tanto, las parejas ya no tendrán que acudir, como hasta ahora, a un segundo procedimiento para liquidar sus bienes comunes. Se prevé que esta reforma afecte positivamente tanto al funcionamiento interno de los juzgados (en la medida en que evitará la sobrecarga de expedientes) como a los afectados personalmente por la misma (que verán reducido su tiempo de espera y los honorarios derivados de la duplicidad actual).

Hasta el día de hoy, ambos procesos tan solo pueden llevarse a cabo conjuntamente en los casos de divorcio de común acuerdo. De lo contrario, es inevitable instar los dos en su debido orden. En primer lugar, en el de divorcio propiamente dicho, se debaten aquellas cuestiones relativas a la guarda y custodia de los hijos menores de edad, el régimen de visitas y la cuantía de las pensiones de alimentos y compensatorias (si proceden). Solamente una vez obtenida la sentencia es posible solicitar, en segundo lugar, la liquidación de los bienes pertenecientes a la sociedad conyugal que fueron adquiridos durante el matrimonio. Esta gestión determinará cuáles son los citados bienes, se  valorarán y se establecerá el destino correspondiente para cada miembro de la pareja.

Retrotrayéndonos a épocas pasadas, encontramos un ejemplo similar en la otrora necesidad de obtener previamente la separación matrimonial antes de poder solicitar el divorcio definitivo, cuestión que desde hace varios años está superada. En la actualidad, ha desaparecido la figura de los separados, de tal manera que una pareja está o casada o divorciada.

Como profesional del Derecho, considero que esta futura unificación de procedimientos constituye una buena noticia y viene a aportar la imprescindible dosis de lógica a una situación que estaba pidiendo a gritos una mejora de sus planteamientos. Ojalá que en otros ámbitos de la justicia recojan el testigo y cunda el ejemplo.

lunes, 11 de junio de 2012

DE LOS HOTELES DE CUATRO ESTRELLAS A LAS CÁRCELES DE LUJO


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 11 de junio de 2012



En esa alta gama se han ido desarrollando las noticias de la última semana, entre hoteles de cuatro estrellas y cárceles de lujo. Porque no eran cinco las que lucían los establecimientos –él debe considerarlos meras pensiones- en los que se alojaba el presidente del Tribunal Supremo durante sus frecuentes estancias marbellíes. Tal vez si el quinto asteroide hubiera lucido en los neones de sus resorts, el ínclito jurista se habría planteado la posibilidad de dimitir, aunque me temo que tampoco. Debe ser porque tengo más que comprobado que en este país de pandereta nadie dimite, ya que, como le pasa al refinado Dívar, los miembros de las altas esferas “tienen la conciencia absolutamente tranquila y no cometen ninguna irregularidad jurídica, moral o política”. Una conciencia así se la voy a pedir yo a los Reyes Magos en mi carta de 2013. Además, ¿qué problema hay en convertir actos de horas en facturas de días? ¿O en compartir cenas de carácter oficial con personas cuyo nombre no puede trascender para no atentar contra su intimidad? Ninguno, porque, en el hipotético caso de que cualquiera de estos personajes diera con sus huesos en prisión, las mentes más progresistas ya se han encargado de diseñar las cárceles del futuro, una de las cuales –la de Pamplona- acaba de ser inaugurada por el titular de la cartera de Interior, Jorge Fernández Díaz.

La penitenciaría navarra cuenta con dos instalaciones: la cárcel en sí y un centro de inserción social. Entre sus modernas edificaciones se encuentra el módulo de comunicaciones, con veintiséis locutorios para conversaciones privadas, doce salas para visitas de familiares y otras doce habitaciones para el mantenimiento de relaciones sexuales. También se ha construido un bloque deportivo y cultural compuesto por un gimnasio, un polideportivo cubierto, vestuarios, frontón, biblioteca, sala de audiovisuales, aulas, despachos y hasta un auditorio. Asimismo, las celdas han ampliado su superficie en un treinta por ciento y los internos podrán disfrutar de diversos talleres destinados al desarrollo de programas ocupacionales y de formación. Eso sí, el circunspecto Fernández Díaz aclaró que, finalmente, no se van a instalar los más de setecientos televisores de plasma adquiridos, ni se va a poner en marcha la piscina cubierta, debido a que "dentro de la política de ajustes presupuestarios, no podemos permitirnos ese lujo”. ¡Qué detalle! Y, tras el brindis de rigor, se volvió a su despacho del Ministerio dejando a la mayoría de mis paisanos con ganas de cometer un delito para, de ese modo, poder acceder a semejante paraíso de reinserción.

Para rematar la faena, en el Boletín Oficial del Estado ya luce la orden ministerial que regula la polémica amnistía fiscal aprobada por el Gobierno de Mariano Rajoy. La nueva normativa incluye facilidades adicionales para los defraudadores, como la posibilidad de legalizar también el dinero en efectivo que estaba oculto sin que el titular tenga que justificar su origen. Los ministros del ramo prefieren denominar a esta conducta tan edificante “declaración tributaria especial” y garantizan que “tendrá carácter reservado”, no vaya a ser que los narcotraficantes, contrabandistas, proxenetas y demás ralea reconsideren su postura colaboracionista.

Los mensajes que se transmiten a la ciudadanía no pueden ser más desoladores. ¿Para qué sirve ser honrado y cumplidor? ¿Acaso es justo que quien ha cometido un delito goce de prerrogativas que no merece mientras que sus víctimas no tienen acceso a ellas si no es pagando y mucho? Más aún, ¿alguna vez veremos entre rejas a los responsables de que estemos al borde del precipicio, llámense políticos, banqueros o juristas?
No somos tan necios como para no saber que entre la mazmorra del Conde de Montecristo y los calabozos de diseño existe un término medio. Ni como para no exigir responsabilidades civiles y penales a quienes nos han llevado a la ruina no sólo económica sino también ética, ésos que deberían ocupar dichos calabozos cuanto antes.

miércoles, 6 de junio de 2012

CÁRITAS DIOCESANA, EL MEJOR ANTÍDOTO CONTRA EL ANTICLERICALISMO



Percibo con enorme tristeza el inicio de una cruzada anticlerical por parte del principal partido de la oposición que consiste en reclamar a la Iglesia Católica el pago del Impuesto sobre Bienes Inmuebles de sus propiedades no destinadas al culto. Esta iniciativa se llevará a cabo a través de la interposición de mociones municipales en aquellos ayuntamientos en los que PSOE e IU cuenten con representación política.  

Argumentando que todos los ciudadanos hemos de realizar un esfuerzo colectivo para salir de la crisis, los promotores de esta idea olvidan que es justamente la desinteresada labor social de entidades como Cáritas Diocesana (a la que pertenezco desde hace décadas) la que ha salvado de la marginación a casi dos millones de españoles a quienes las Administraciones Públicas les habían dado previamente con la puerta en las narices.

Si a este dato se añaden otras muchas estadísticas provenientes de organizaciones como Manos Unidas -que también hunde sus raíces en la Iglesia- o de hospitales, centros sociales y asilos atendidos por congregaciones religiosas y que conforman la mayor red asistencial de nuestro país, semejante acoso resulta injusto y desproporcionado. Lo que tendría que ser un reconocimiento unánime y un agradecimiento en toda regla se ha convertido en un discurso meramente demagógico por parte de aquéllos que durante sus ocho años en el Gobierno central no movieron ni un solo dedo para cambiar los términos del Concordato con la Santa Sede ni expresaron su malestar delante de los cardenales y obispos con los que compartieron numerosos actos públicos, genuflexiones de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega incluidas.

Además, en el colmo de la incoherencia, quienes embisten invariablemente contra el credo católico cierran la boca frente a las demás confesiones religiosas que, por cierto, gozan de idéntico tratamiento fiscal, al igual que los propios partidos políticos, sindicatos, federaciones deportivas, hoteles como el Palace y el Ritz o instituciones como la escandalosa SGAE.

Paguemos, pues, pero paguemos todos. Y, de paso, tras una obligada autocrítica, reconozcamos los errores de la Iglesia -que son muchos y muy graves- pero también sus enormes aciertos, entre ellos una labor social que le supone a las arcas del Estado un ahorro de 20.000 millones de euros. Sin ir más lejos, los Servicios de Apoyo al Empleo y a la Formación de Cáritas España atendieron en 2011 a un total de 80.417 personas, de las que un 68% eran mujeres. De ellas, el 16% consiguió un puesto de trabajo, una muestra de eficacia cinco veces superior a la del Instituto Nacional de Empleo (INEM).

Será por eso que esta admirable ONG ha doblado su número de afiliados desde que comenzó la crisis. Porque obras son amores y no buenas razones.




viernes, 1 de junio de 2012

LUCES Y SOMBRAS DE LA PENSIÓN COMPENSATORIA

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 3 de junio de 2012



La figura de la pensión compensatoria se regula en el artículo 97 del Código Civil, que dice textualmente que “el cónyuge al que la separación o el divorcio produzca un desequilibrio económico en relación con la posición del otro que implique un empeoramiento en su situación anterior en el matrimonio, tendrá derecho a una compensación que podrá consistir en una pensión temporal o por tiempo indefinido, o en una prestación única, según se determine en el convenio regulador o en la sentencia”.  El régimen económico del matrimonio –bienes gananciales o separación de bienes- no tiene incidencia alguna en cuanto a la aplicación de esta medida.
Antes de la aprobación de la Ley del Divorcio de  1981, en España primaba el modelo de matrimonio tradicional, en el que el marido mantenía a la familia y la mujer se dedicaba al cuidado de los hijos y de la casa en detrimento de un posible ejercicio profesional. Pocas eran las parejas que se planteaban la idea de divorciarse, habida cuenta que la esposa era absolutamente dependiente de su marido desde el punto de vista económico. En un principio, las separaciones tenían como protagonistas a matrimonios de mediana edad, en los que la posibilidad femenina de acceder al mercado laboral era muy remota y, por lo tanto, la duración de la prestación era ilimitada.
Pero  la nueva realidad social generada a raíz de la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa y al reconocimiento social de otros modelos de pareja distintos de la tradicional puso de manifiesto la imperiosa necesidad de adaptar el antiguo sistema de derecho matrimonial a la actualidad y la pensión compensatoria se modernizó con la Ley 15/2005 de 8 de julio, que introduce acertadamente los conceptos de temporalidad y de desequilibrio económico como requisitos indispensables para su otorgamiento. De hecho, el reconocimiento a esta prestación por tiempo indefinido a mujeres jóvenes y profesionalmente cualificadas condenaba a muchos varones a situaciones claramente injustas e indefendibles, convirtiéndose una medida en principio correcta en una puerta abierta al abuso.
Su cuantía se fija en función de los recursos económicos de los cónyuges y como compensación de la pérdida de poder adquisitivo que ha supuesto la ruptura del matrimonio para alguna de las partes -habitualmente la mujer-. Los parámetros que contempla la ley  son diversos, aunque los más importantes se centran en la duración del vínculo matrimonial,  el nivel de vida disfrutado durante la convivencia marital, las condiciones físicas y psicológicas de los cónyuges, la edad de cada uno de ellos en el momento de la separación, la capacidad individual para hacer frente a su mantenimiento o  el nivel educativo y laboral.
Lo deseable, como en todas aquellas cuestiones derivadas del divorcio, es alcanzar un pacto entre las partes pero, de no ser así, será un juez quien imponga la cuantía de la pensión a abonar.  Llegados a este punto me gustaría hacer constar que la contradictoria interpretación jurisprudencial sobre el concepto de desequilibrio económico ha generado entre los afectados una gran inseguridad jurídica, al aplicarse soluciones distintas a casos muy parecidos. A veces prevalece la tesis objetivista (según la cual hay pensión si existe desequilibrio económico -con independencia del momento en que éste se produzca-) pero en ocasiones se aplica la tesis subjetivista (defensora de que dicho desequilibrio ha de valorarse en el momento de la crisis matrimonial).
Por otra parte, siempre que se produzcan cambios significativos en la cota de renta de los interesados cabe solicitar una modificación judicial de la cantidad a percibir e, incluso, si se dan determinadas circunstancias –como, por ejemplo, la celebración de un nuevo matrimonio por parte del beneficiario de la pensión-  su suspensión definitiva.
Para concluir, conviene recordar que toda persona que deje de pagar la pensión compensatoria durante dos meses consecutivos o durante cuatro meses no consecutivos será castigado con pena de prisión de tres meses a un año o sancionado con una multa de 6 a 24 meses pero el delito sólo será perseguido si existe una denuncia previa, bien del agraviado, de su representante legal o, en caso de menores o incapaces, del Ministerio Fiscal.