lunes, 27 de septiembre de 2021

VISITA A LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID 2021


Fin de semana pleno de emociones en Madrid, disfrutando intensamente de la 80 Feria del Libro con ocasión de la firma de ejemplares de las novelas de Gerardo Pérez en la caseta de la Editorial Verbum. 

Para mí ha supuesto un auténtico privilegio ver en persona a tantísimos autores a los que admiro, como Julia Navarro, Marta Sanz, Najat El Hachmi, Tatiana Tibuleac, Eduardo Mendoza, Javier Cercas, Héctor Abad Faciolince o Marcos Chicot, por citar sólo algunos. 

Retorno a mi isla con varias lecturas dedicadas, entre ellas “Queridos niños” de David Trueba y “El proxeneta” de Mabel Lozano, mujer valiente con quien me une el objetivo de luchar contra la trata y la cruzada para abolir la prostitución. 

Definitivamente, leer nos da la posibilidad de vivir muchas vidas.



viernes, 24 de septiembre de 2021

LA FRANQUEZA INFANTIL CHOCA CONTRA LA INCOHERENCIA ADULTA

Artículo publicado en El Día el 24 de septiembre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 25 de septiembre de 2021




En estas todavía fechas de inicio de curso me ha venido a la mente una conversación de la que fui testigo hace ya algunos años, pero que sigue más vigente que nunca. La mantenían varias personas cuyos hijos iban a comenzar la catequesis de Primera Comunión en otro septiembre como este. En su centro escolar asistían a clase de Religión, pero para recibir el citado sacramento debían recibir la formación correspondiente en sus respectivas parroquias. La falta de entusiasmo ante el evento presidía aquella reunión y me resultó bastante revelador comprobar cómo sus participantes afrontaban los dos años venideros casi como una condena. No obstante, todavía me sorprendió más que ninguno de ellos tuviera el valor suficiente para ser consecuente ante su mayor o menor rechazo a las normas y costumbres del credo cristiano. En definitiva, pretendían alcanzar una especie de acuerdo colectivo para compartir aquella coyuntura de la mejor manera posible.
  
Algunos no querían defraudar a sus pequeños dado que, si muchos de sus compañeros la hacían, no iban a comprender el porqué de la negativa parental ni la consiguiente ausencia de fiesta y de regalos, de modo que aguantar durante meses los reproches de un decepcionado niño de ocho años no les resultaba demasiado halagüeño. Otros se veían sin ánimo para desilusionar a los abuelos de la familia, incapaces de aceptar que sus propios hijos les negasen la satisfacción de ver a sus nietos recibiendo el sacramento infantil por excelencia. Y todos, sin excepción, manifestaban su desazón por tener que, durante veinticuatro meses, acompañarles en la misa dominical. Llevaban tanto tiempo sin pisar una iglesia que afrontaban el porvenir con auténtico vértigo. 

Confieso que en aquel momento, movida por la prudencia y, más aún, por el respeto que dispenso a las decisiones sobre asuntos tan íntimos, no me pareció oportuno expresar mi parecer, sustancialmente contrario al del resto. Como creyente y practicante, siempre he procurado ejercer una crítica constructiva de la jerarquía eclesial, consciente de que la Iglesia Católica presenta a lo largo de su historia una trayectoria de luces y sombras, y que acierta cuando asume su cuota de responsabilidad en el desprestigio que a veces le acompaña. Pero, al mismo tiempo, me resulta paradójico que, a pesar de ser la portavoz de uno de los mensajes más influyentes y positivos de la Historia de la Humanidad, no siempre contrarreste con datos perfectamente demostrables (servicios en hospitales, colegios, comedores sociales o misiones, por citar sólo algunos) determinada imagen que no se ajusta a la realidad, o no al menos en la medida en que sus detractores la generalizan. 

En cualquier caso, creo que vale la pena que no pocos progenitores reflexionen sobre la conveniencia de llevar a sus hijas e hijos a una catequesis que cuestionan y en la que unos sacerdotes les transmitirán durante nada menos que un bienio una serie de enseñanzas que acabarán el día de su Primera Comunión, cuando termine el banquete y los invitados regresen a sus hogares. Por ello, nunca es tarde para reconsiderar el traslado de determinadas creencias que los propios adultos no comparten o que, en el mejor de los casos, les resultan indiferentes. 

Me gustaría asimismo apuntar la posibilidad de transformar esta celebración eminentemente espiritual, para que deje de ser el actual escenario de vestidos, restaurantes y obsequios que en nada coincide con la humildad del mensaje cristiano. Como en tantas otras cuestiones de la vida diaria, las formas han aniquilado el fondo y es una lástima. Aunque no lo parezca, los menores advierten claramente, a pesar de su corta edad, las incoherencias de sus mayores, y no solamente en el ámbito de los credos y las ideologías. ¿O acaso les convenceríamos de los perjuicios del tabaco con un cigarrillo en los labios? Tengámoslo siempre en cuenta a la hora de actuar.

viernes, 17 de septiembre de 2021

LA IGNORANCIA COMO VALOR SOCIAL


Artículo publicado en El Día el 17 de septiembre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 17 de septiembre de 2021


La investigadora canadiense Catherine L'Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, acaba de publicar nuevo libro, Conversaciones con mi maestra. Dudas y certezas sobre la educación (Espasa), donde desmonta muchos tópicos sobre la escuela actual. Una de sus afirmaciones más polémicas es que la ignorancia se está convirtiendo en un valor social. Abundando en sus manifestaciones, que sin duda comparto, he de decir que por suerte o por desgracia, ya tengo edad suficiente para establecer una comparativa entre mi época escolar en la década de los setenta y la de mis hijos, que cursaron sus estudios entrado ya el siglo XXI. 

Con apenas cinco años acudí al colegio por primera vez y a lo largo de trece cursos fui destinataria de un modelo educativo que, además de incidir en la importancia del conocimiento, aspiraba como objetivo principal a inculcar una serie de valores imprescindibles para la formación de la persona, como el esfuerzo, la responsabilidad y el respeto. Recuerdo con claridad que nuestros temarios eran más extensos y que nos obligaban a leer libros completos en vez de la exigua selección de textos de hoy en día. Tampoco existía este afán por el localismo reduccionista y la cultura general que adquirimos era justamente eso, general, e incomparablemente más amplia. 

Como posterior testigo de primera mano de la evolución de mis propios vástagos, siempre me ha llenado de perplejidad comprobar cómo las cabezas pensantes de los sucesivos Ministerios de Educación del último cuarto de siglo se empeñan en inventar la pólvora cuando, salvo casos excepcionales, la lógica se impone: si estudias, apruebas y si no estudias, suspendes. En mi época no se progresaba adecuadamente ni se necesitaba mejorar. Los profesores calificaban los exámenes del 0 al 10, con lo que facilitaban tanto al alumnado como a las familias la comprensión del mensaje recibido. De este modo, se ponían de manifiesto las mejores capacidades o habilidades para enfrentarnos a determinadas materias y, con datos objetivos, era posible decidirnos con ciertas garantías por un futuro científico, humanístico o de otra índole. 

De más está decir que las malas notas no eran motivo suficiente para acudir a la consulta de un psicoterapeuta: la temida bronca casera se revelaba como la más eficaz de las terapias. Los padres y madres apenas frecuentaban los colegios, ya que no se estilaban las reuniones de principio de curso, ni las entregas de notas en mano, ni las horas de tutoría obligatoria. En compensación, los maestros se alzaban como referentes cuya autoridad rara vez se cuestionaba. Sin embargo, el docente es en la actualidad uno de los colectivos con un incremento superior de bajas por enfermedad laboral y un considerable número de sus integrantes han perdido la ilusión por el desempeño de una profesión eminentemente vocacional, sintiéndose inermes para enfrentarse, por un lado, al aumento de faltas de comportamiento de niños y adolescentes y, por otro, a reclamaciones paternas a menudo extemporáneas y carentes de fundamento. 

En resumen, resulta más que decepcionante comprobar que los responsables de estas innovadoras políticas educativas hayan decidido que las presentes generaciones se igualen por lo bajo, de tal manera que quienes se esfuerzan, poseen talento y ganas de aprender se ven sin apenas alicientes al constatar que otros compañeros y compañeras de pupitre, gracias a los novedosos criterios de calificación de los centros escolares, obtienen con una mínima dedicación al estudio réditos muy similares a los suyos. Aspirar a la excelencia se contempla, en el mejor de los casos, como una utopía y, en el peor, como la pretensión de cuatro nostálgicos pasados de moda. Ciertamente, el lamentable puesto que, en un ámbito tan trascendental, ocupa nuestro país a nivel internacional, debería mover a una profunda reflexión y, acto seguido, a tomar medidas con urgencia y a la luz del mayor consenso político, siquiera porque la formación educativa y cultural de quienes nos van a suceder está en juego. Y porque el futuro de nuestro país recae sobre sus hombros.

viernes, 10 de septiembre de 2021

LOS BATALLONES DE LOS BOTELLONES



Artículo publicado en El Día el 10 de septiembre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 11 de septiembre de 2021




Que siempre han existido botellones no es ninguna primicia. Por desgracia, la asociación entre ocio y alcohol en la juventud actual está fuera de toda duda. Y no hablo solamente de las fiestas populares, muy degeneradas en los últimos tiempos, sino también de las habituales salidas de fin de semana, que de un tiempo a esta parte incluyen también los jueves. Sin embargo, coincidiendo con las limitaciones pandémicas, se da la circunstancia novedosa de que la mayoría de los altercados recientes están protagonizados por chavales sin inclinación política ni afán reivindicativo alguno, como sucedía en tiempos no tan lejanos. Todo parece indicar que la presente virulencia hunde sus raíces más allá de la revolución hormonal, la precariedad laboral, la falta de perspectivas de futuro o la fatiga asociada al coronavirus. 

Lo cierto y verdad es que nos enfrentamos a generaciones con escasa o nula tolerancia a la frustración que, si no obtienen o que quieren, reaccionan francamente mal y mucho me temo que la explicación se halla, más que en el entorno educativo, en el familiar. Aumenta el desánimo parental y un porcentaje considerable de progenitores no opta por la labor de batallar contra hijos e hijas dispuestos a no dejarse controlar, amparados en la fuerza que ejercen sus amistades. Los actuales botellones ya no son solo molestos, ruidosos, sucios o insalubres. Se han convertido en odas a la violencia y, ante su disolución gracias a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, presentan una inusitada resistencia cargada de feroz agresividad. Esos jóvenes a quienes se invita a desalojar las vías públicas reaccionan con una dureza que nada tiene que ver con la rebeldía propia de la edad o con la situación de vulnerabilidad a la que la ingesta masiva de bebidas les expone. 

Basta ver las imágenes televisivas para asistir con preocupación al lanzamiento indiscriminado de objetos contundentes, e incluso al enfrentamiento cuerpo a cuerpo con los efectivos policiales, que últimamente se ven obligados a pedir refuerzos para llevar a cabo su labor. De hecho, está aumentando de modo alarmante el número de agentes, no sólo agredidos, sino heridos de gravedad ante la escalada de este fenómeno. Sin mascarillas ni distancia de seguridad y con momentos de elevada tensión, de nada sirven las llamadas al orden emitidas con antelación por las instituciones municipales y solicitadas desde los medios de comunicación. Con el transcurso de las semanas, la Policía advierte cada vez con mayor énfasis sobre las violentas reacciones que se están encontrando cuando acuden a desalojar aglomeraciones de este tipo. No sólo han pedido más refuerzos para atender la proliferación de botellones simultáneos en distintos puntos del territorio, sino para contener agresiones que podrían estar vinculadas a movimientos contrarios a las restricciones anticovid. 

Los escenarios se desarrollan en diversos puntos de la geografía nacional, si bien presenta una mayor incidencia en Cataluña, el País Vasco y las zonas turísticas, dando lugar a detenciones derivadas de los referidos enfrentamientos originados por los desalojos de grupos que superan los niveles acústicos y de alcoholemia. El panorama final no puede ser más desolador, con brigadas de limpieza tratando de adecentar las calles de madrugada a un ritmo casi frenético, a manguerazos y con camiones de basura cargados hasta los topes. Toneladas de residuos que incluyen todo un muestrario de despojos (mobiliario urbano incluido), con la peste a vómito y orín aromando el amanecer de las ciudades. Restos de un naufragio de comportamiento y cordura que empieza a sobrepasar a una sociedad lo suficientemente asustada y herida como para tener que asistir a estos despropósitos. Botellas y batallas. Botellones y batallones que despojan el concepto de autoridad del respeto que merece y del agradecimiento que conlleva. Una indefendible idea de libertad y rebeldía a años luz de un ocio aceptable para una etapa vital asociada a la alegría y a la esperanza.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

FERIA DEL LIBRO 2021





Ya empieza la cuenta atrás para la inauguración de la Feria del Libro 2021 en el emblemático Parque del Retiro madrileño. 

Tras un año de ausencia a consecuencia de la pandemia de coronavirus, numerosos escritores volverán a presentar sus producciones literarias y a firmar sus obras a los lectores que por allí se acerquen para adquirir ejemplares, intercambiar impresiones y disfrutar de una atmósfera de arte y cultura. 

Uno de esos autores será Gerardo Pérez Sánchez, que el próximo sábado día 11 a partir de las 19h pondrá a disposición del público sus cinco novelas editadas por la Editorial Verbum (caseta 219), entre ellas la más reciente, “HISTORIA DESCONOCIDA DE MIS ANTEPASADOS”, un precioso relato de amor ambientado en la isla de Tenerife. 

Enhorabuena de corazón y suerte a raudales.



viernes, 3 de septiembre de 2021

¿CONVIENE "DESENREDARSE" YA DE LAS REDES SOCIALES?


Artículo publicado en El Día el 3 de septiembre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 4 de septiembre de 2021


Parece ser que a la relación tecnológica también se le puede aplicar la famosa regla del “menos es más” y que dicha máxima incluye naturalmente a las inevitables y cada vez más cuestionadas redes sociales. Según los especialistas, una verdadera desconexión digital ha de extenderse alrededor de treinta días para que obre un impacto efectivo en el internauta, si bien algunas personas especialmente afectadas por la adicción a plataformas como Instagram, TikTok, Twitch o Facebook precisarían en torno a medio año para empezar a notar resultados sustanciales. 

A estas alturas nadie duda de la tiranía de estos escaparates visuales, cuya deriva se está tornando perjudicial por lo que supone de esclavitud de la imagen y degeneración del debate. La emisión de juicios a menudo superficiales, la proliferación de discursos extremistas y soeces amparados en el anonimato o la tendencia a la opinión sin base ni conocimiento se alzan como un peligro social cuyas consecuencias resultan ya patentes. En ese sentido, realizar una selección de contactos (mal denominados amistades) con los que poder crear relaciones, si no inspiradoras, tampoco destructivas, parece la opción más aconsejable. A título particular, y tras sopesar largamente mi decisión, me incorporé de forma muy tardía a este mundo virtual con el afán de compartir mis intervenciones en los medios de comunicación y, a lo sumo, algunos contenidos relacionados con mis aficiones artísticas, en especial el cine, la música y la literatura. 

Sin embargo, con el paso del tiempo, y sobre todo a raíz de la terrible pandemia de coronavirus, detecto un preocupante y desolador incremento de faltas de respeto, supresión del buen tono y crecimiento de las malas formas. El sistema de valores en el que me reconozco brilla casi por su ausencia y basta un fugaz paseo por los comentarios de algunos interlocutores para que el estado de ánimo se ensombrezca y dé paso a la ansiedad y el desasosiego. Los mensajes negativos se abren paso con fuerza y el vacío de argumentos se impone como nueva vía de expresión. Por ello, en la actualidad son cada vez más los usuarios que nos planteamos una desconexión, si no completa, como mínimo gradual, apostando por un uso controlado y con mayor consciencia. A mi modo de ver, cada individuo debe responder por sus actos y, en las presentes circunstancias, emponzoñar atmósferas y abrir la puerta a la desesperanza me parece una irresponsabilidad gigantesca. 

Me consta que a este respecto nos queda un largo camino por recorrer dado que, pese a las controversias sobre privacidad, piratería o noticias falsas, el crecimiento global del fenómeno no muestra signos de desaceleración. De hecho, el 45 % de la población mundial permanece “enredada”, lo que equivale a unos 3.500 millones de seres humanos. Simultáneamente, el concepto “verdad” se debilita y la capacidad de empatizar se sitúa en niveles ínfimos. Y con el trasfondo de la deseada aprobación social, se concede una importancia desmedida a la opinión ajena de tal manera que, en tanto en cuanto no exista una retroalimentación positiva en forma de “me gusta”, el malestar y la decepción hacen acto de presencia. Por otra parte, recientes investigaciones avalan que pasar gran parte de la jornada en un estado de atención fragmentada puede reducir de forma permanente la capacidad de concentración. 

En definitiva, la interrelación con estas herramientas resulta complicada por la sencilla razón de que mezclan una serie de beneficios cada vez menores con otra de perjuicios cada vez mayores. Sería, pues, sumamente esperanzador que este comienzo de temporada supusiera una oportunidad de oro para disminuir o reajustar el uso de las redes sociales y recuperar un estilo de vida más sereno y presencial. Me parece un propósito magnífico para evitar esta constante exposición de cara a la galería y contribuir a la regeneración de un foro alejado de la crispación, la ignorancia y la escasez de educación.