viernes, 30 de septiembre de 2022

¿BUENOS CONDUCTORES Y MALAS CONDUCTORAS?


Artículo publicado en El Día el 30 de septiembre de 2022
 
Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 1 de octubre de 2022



Reconozco que en nuestra cotidianeidad sobran tópicos que, presumiblemente, reflejan las diferencias existentes entre hombres y mujeres. En mi caso particular, teniendo en cuenta que me gusta conducir y que, tras miles de kilómetros y cuatro décadas en las carreteras, no debo hacerlo del todo mal, estoy bastante cansada de llevar una vida entera escuchando ese latiguillo permanente de “mujer al volante, peligro constante”. Permítanme, si quiera, reclamar el beneficio de la duda, huir de las generalizaciones y no entrar en polémicas estériles. La sociedad en la que vivimos tiene enquistados prejuicios defendidos con tanto ahínco como si tuvieran base científica. 

La frase “mujer tenía que ser” resulta muy utilizada cuando una conductora tarda al aparcar o al desplazarse en un atasco, eso sin contar que inmediatamente se responsabiliza a la mujer cuando se ve involucrada en un accidente automovilístico. Sin embargo, existen numerosos estudios publicados recientemente que echan por tierra estos clichés y las propias estadísticas de la Dirección General de Tráfico así lo confirman. La revista especializada Injury Prevention publicó en 2020 un estudio en el que, tras analizar datos a lo largo de un década, demostró que los hombres presentan un mayor riesgo de cara a otros conductores. Aún más recientes figuran las conclusiones de un conocido comparador de seguros, avalando que las conductoras sufren un menor número de percances al volante, si bien dan más partes a las compañías aseguradoras, normalmente asociados a averías o a roces poco importantes. 

En la mayoría de tramos por edades, la siniestralidad masculina duplica a la femenina y los accidentes sufridos por ambos grupos resultan notablemente diferentes. En el primer caso, predominan las colisiones frontales, los vuelcos y los atropellos, frente a las salidas de vía y los choques por alcance del segundo. Por lo que respecta al nivel de gravedad de los accidentes, aumenta si es un hombre quien conduce y, si se observan aspectos como los efectos derivados de la ingesta de alcohol y drogas, la cifra entre unos y otras se multiplica por cinco. Cuando la causa radica en el exceso de velocidad, también ellos superan con creces el recuento. Pero, en mi opinión, una de las lecturas más llamativas del informe es aquella que constata que los conductores arriesgan en mayor medida tanto sus vidas como las del resto de los ocupantes del vehículo, por lo que la tasa de mortalidad se eleva a más del doble que las conductoras. 

Así que, recapitulando y sin ánimo alguno de polemizar, de la exposición anterior cabe deducir que las mujeres no somos un peligro al volante y que nuestra conducción resulta, incluso, más segura y responsable. Asimismo, provocamos una cifra inferior de accidentes y, además, de menor gravedad. Tampoco cometemos tantos delitos contra la seguridad vial, ni por correr demasiado ni por beber o consumir estupefacientes. Estas informaciones reciben una réplica obvia sobre el estado del permiso de conducir y es que, en los más de diez años que lleva activo el carné por puntos, somos las mujeres quienes aventajamos igualmente a los hombres en dicha contabilización. Ni que decir tiene que no expongo estos resultados con intención de competir. En absoluto. 

Más bien los facilito por si, en alguna medida, contribuyen a dejar de estereotiparnos y de cuestionar nuestras capacidades en este terreno. No obstante, y en un alarde de sinceridad, créanme que lo dudo. Me conformaría con que se reconociera con convicción que, igual que existen buenos y malos conductores, existen buenas y malas conductoras. Sencilla y llanamente. Y a modo de conclusión, como si de las dos caras de una misma moneda se tratara, que al menos convinieran conmigo en que no deja de resultar paradójico que esos defectos que se nos atribuyen (lentitud, escasez de reflejos, prudencia excesiva) constituyan, al mismo tiempo, las virtudes que nos ayudan a ganar la sangrienta batalla de la carretera.

martes, 27 de septiembre de 2022

"LA CULPA TRANSPARENTE", YA EN LIBRERÍAS




Hoy toca felicitar a este sonriente caballero que estrecho entre mis brazos por el lanzamiento de su séptima novela, “La culpa transparente”, cuya portada adjunta es obra de la magistral artista tinerfeña Patricia Delgado (https://www.patriciadelgado.com/). 

En breve informaré también sobre la fecha de su presentación oficial, aunque ya se puede adquirir desde este momento solicitándola en librerías o a través de las siguientes direcciones: 

a) Editorial Verbum: https://editorialverbum.es/producto/la-culpa-transparente/ 
b) Fnac: https://www.fnac.es/.../Gerardo-Perez-Sanchez-La-Culpa... 
c) Agapea: https://www.agapea.com/.../La-culpa-transparente... 
d) Amazon: https://www.amazon.es/s... 
e) Casa del Libro: https://www.casadellibro.com/libro.../9788413378398/13197640 

Enhorabuena, cariño, por tan magnífica trayectoria literaria. Compartirla contigo es un inmenso regalo de la vida.





viernes, 23 de septiembre de 2022

A VUELTAS CON LA EDAD


Artículo publicado en El Día el 23 de septiembre de 2022

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 24 de septiembre de 2022




Mucho se está hablando en los últimos tiempos del edadismo, forma de discriminación social por cuestión de edad que afecta a un gran número de personas mayores. Una de sus derivadas más extendidas es el uso inadecuado del lenguaje, ya que las palabras que utilizamos proceden, como es obvio, de nuestros pensamientos, sentimientos, estereotipos y prejuicios. Personalmente, llevo años dedicada a defender las innumerables virtudes de la denominada Tercera Edad, consciente de todo cuanto sus integrantes pueden aportar a la sociedad. Por ello creo que es preciso combatir este fenómeno y subrayar el incuestionable valor de este colectivo. 

No obstante, y en otro orden de cosas, no es menos cierto que vivimos tiempos de confusión. El aumento de la esperanza de vida, unido a los avances de la estética y a los cambios de arquetipos culturales, han dado lugar a una colectividad sobrevenida formada por una suerte de raza que comenzó a ser conocida hace casi una década con el nombre de “amortales”. Se denomina de esta manera a los seres que se caracterizan por mantener un tipo de actividades y de patrones de consumo prácticamente idénticos desde la adolescencia hasta el final de sus días. 

Resulta chocante comprobar que determinados modelos de ocio como, por ejemplo, el botellón, cuentan entre sus adeptos a individuos que ha alcanzado con creces la treintena y que, sucesivas crisis económicas mediante, todavía permanecen en el domicilio paterno. Asimismo, tampoco es infrecuente observar a representantes de la cuarentena que en sus ratos libres vive una especie de segunda adolescencia pegados a la videoconsola de turno. Los cincuenta años de ahora equivalen a los treinta de hace décadas y las denominadas “madres de último minuto” aumentan exponencialmente, trayendo a este mundo a unos bebés que, por edad, muy bien podrían ser sus nietos y no sus hijos. En torno a la sesentena, y coincidiendo con la etapa de la jubilación laboral, proliferan los asistentes que invaden los gimnasios, a la par que reivindican una intensa actividad intelectual. La ancianidad tampoco se inicia a los setenta, ni siquiera a los ochenta. Si acaso, a los noventa y, a veces, ni entonces. 

Esta realidad actual, además, nos abre los ojos a un reciente y variopinto catálogo humano, que incluye desde las preadolescentes que exhiben el erotismo de una mujer, hasta las madres de jovencitas que pugnan por imitar a estas, sin olvidar a los recién incorporados “adultescentes”, esa banda ancha que se extiende entre los veinte y los cuarenta largos. A ojos vista, resulta innegable que las edades humanas se han trastocado con respecto a las anteriores generaciones. Mientras la infancia está reduciéndose a marchas forzadas, ingenuidad incluida, un notable sector de la población instalado cronológicamente en la madurez no está por la labor de abandonar su País de Nunca Jamás, aunque para ello recurra con frecuencia a los cirujanos plásticos, incluso a riesgo de quedar irreconocible (sirva como ejemplo la radical transformación de modelos, actores o actrices como Renée Zellweger, cuyo aspecto actual no recuerda ni por asomo a Bridget Jones o Roxie Hart, por citar dos de sus personajes cinematográficos más celebrados). 

Al margen del respeto que estos “Peter Panes” merecen, se comparta o no su opción, cabe preguntarse si, proscrita ya aquella regla de urbanidad que nos obligaba a comportarnos en función de los años que exhibía nuestro carnet de identidad, esta era tecnológica en la que nos hallamos inmersos nos ayudará a conciliar cuerpos y almas. Dada la deriva, yo lo dudo, habida cuenta de que observo con preocupación esta irrefrenable tendencia de otorgar a la juventud y a la belleza una importancia desmesurada en detrimento de un equilibrio interior más adecuado que, a diferencia de aquellas, no está sometido a una fecha de caducidad y tiene mucho más que ver con la sabiduría y la experiencia adquiridas durante el transcurso del tiempo.

lunes, 19 de septiembre de 2022

FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA DE CINE DE TENERIFE (Fimucité 16)





El pasado viernes me emocioné hasta las lágrimas durante el concierto de apertura de FIMUCITÉ 16 (Festival Internacional de Música de Cine de Tenerife), celebrado en el maravilloso Teatro Leal de La Laguna. 

Y ayer domingo me tocó disfrutar al máximo con el espectáculo “Tangos de Cine”, en el también lagunero ex Convento de Santo Domingo. 

Adjunto a continuación la programación completa de la presente edición, que se extenderá hasta el próximo 25 de septiembre, al tiempo que recomiendo fervientemente la asistencia a sus magníficos eventos. 

Gracias de corazón al maestro y amigo Diego Navarro por hacernos inmensamente felices con su música y su cariño. 

https://fimucite.com/16/




viernes, 16 de septiembre de 2022

FOBIAS DE NUEVO CUÑO


Artículo publicado en El Día el 16 de septiembre de 2022

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 17 de septiembre de 2022




A medida que voy sumando calendarios a mi vida, no puedo por menos que seguir confesándome una antigua en relación a ciertos temas. Quien me conoce sabe de mis dificultades de adaptación al progreso tecnológico, que cursan paralelas a mi falta de interés hacia la materia. He mantenido el mismo móvil durante años, otorgándole una utilidad que se reduce a mandar mensajes, telefonear, contestar llamadas y colgar. Apenas hago fotos, dada mi poca destreza para las manualidades y, para rematar la faena, me cuesta un mundo diferenciar entre Smarts, Ipads, Ipods, Iphones y esa infinita selección de artefactos de última generación que me producen una inevitable ansiedad. 

No hace demasiado tiempo leí un artículo en el que se facilitaban una serie de pautas para distinguir a un nuevo tipo de enfermos denominados nomofóbicos. Esta patología, cuyo origen etimológico proviene de los términos ingleses “No-Mobile-Phone Phobia”, viene siendo objeto de estudios psicológicos y no es para menos, si quiera porque sus afectados continúan aumentando de manera imparable. Dichas víctimas, cada vez más numerosas, presentan una dependencia total del teléfono móvil y no contemplan su día a día sin ese pequeño artículo convertido en un apéndice de su propio cuerpo. Los síntomas que presentan son múltiples y preocupantes, y se traducen en comportamientos tan diversos como volver a buscarlo a casa en caso de olvido porque el miedo irracional a salir a la calle sin él les paraliza, adquirir un cargador nuevo si se quedan sin batería, prestos a enchufarlo en la primera clavija disponible, acceder a locales sin cobertura garantizada y, si no les queda otro remedio, salir al exterior continuamente para hacer las comprobaciones oportunas, no apagar jamás el terminal, colocándolo en “modo vibración” y observándolo sin descanso cuando se aventuran a acudir al cine o a cualquier otro espectáculo, o estar operativos y localizables durante las veinticuatro horas, incluso después de acostarse. 

Los especialistas continúan constatando que tan moderna esclavitud aumenta la agresividad, la dificultad de concentración y la inestabilidad emocional de quienes la padecen. Por ello, recomiendan particularmente a los progenitores que, a modo de prevención, eviten que sus hijos e hijas dispongan de conexión a la red desde su habitación y establezcan unos horarios adecuados para el uso racional de los citados dispositivos. Pruebas recientes avalan asimismo que, cuantas más prestaciones posea el celular, más aumenta la sobreutilización de sus usuarios. De hecho, alertan de que, debido a la adicción que se genera a consecuencia de la permanente interactuación en las redes sociales, llegan a equiparar sus efectos a los de otras sustancias más convencionales. En la actualidad carecer de móvil, sobre todo en la etapa juvenil, conlleva al parecer un apagón comunicativo casi absoluto, pero es precisamente en este contexto en el que yo comparto la decisión adoptada por las autoridades educativas de varios países de prohibir su uso en los colegios. En estos centros se habilitan unas taquillas para depositarlos hasta que termine la jornada lectiva. 

Se trata de una medida con la que estoy plenamente de acuerdo, dado que jamás he entendido la necesidad de que los alumnos utilicen teléfonos durante el horario escolar, recreos incluidos, ni siquiera como herramienta de consulta. De hecho, existen entornos donde los niños ya no juegan ni hablan entre ellos sino que, cada vez a edades más tempranas, consultan el móvil continuamente y, en casos extremos, se sirven de él como instrumento para ejercer ciberacoso. A mi juicio, sería imprescindible brindarles otras alternativas que no inviten a su empleo. Por esta razón, se aborda el presente fenómeno en alza como una cuestión de salud pública y se alerta a madres y padres de los peligros que comporta. Visto lo visto, declaro mi fobia a la nomofobia y abogo por un modelo de relaciones interpersonales más presencial y menos virtual, en cuyo ámbito recuperemos algunos de los rasgos que nos definen como seres humanos.

martes, 13 de septiembre de 2022

BIENVENIDA RADIOFÓNICA





El pasado jueves visité los estudios de Canarias Radio La Autonómica para inaugurar mi quinta temporada como colaboradora de RTVC y volver así a participar en el magacín vespertino “Tarde o temprano”. 

Agradezco de corazón a mis compañeros de micrófono, Mercedes Martín y Eugenio González, y al resto del equipo que integra la emisora, la calurosa bienvenida que me dispensaron. Aunque ya han transcurrido varios días, todavía me dura la emoción. 

Trataré de seguir dando lo mejor de mí misma a través del lenguaje de las ondas, que tanto me apasiona (a partir del minuto 11 del enlace de audio adjunto).  

https://go.ivoox.com/rf/92166257

viernes, 9 de septiembre de 2022

LA CARA OCULTA DE LOS SELFIES


Artículo publicado en El Día el 9 de septiembre de 2022

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 10 de septiembre de 2022




Dos noticias aparentemente distintas pero unidas por un hilo común han llamado recientemente mi atención. La primera tiene su origen en fuentes del Centro de Coordinación de Emergencias de la Generalitat Valenciana, recordando que "una emergencia no es lugar para hacer turismo ni hacerse un selfie" y pidiendo responsabilidad a la ciudadanía, que acudía a territorios castellonenses asolados por el fuego para inmortalizarse fotográficamente. La segunda informa sobre el fallecimiento en la India de seis miembros de una misma familia en unas cataratas, también como resultado de la realización de otra imagen fotográfica. Y es que un estudio de la revista científica Journal of Travel Medicine revela que el citado país asiático encabeza la lista de naciones donde mueren más personas en busca del selfi perfecto, ocupando España la sexta posición. 

El hecho cierto es que los famosos palos adosados a los móviles se han convertido en imprescindibles compañeros para buena parte de la población, que con tan socorrido invento perpetúa momentos de su vida cotidiana sin tener que pedir a un tercero el favor de que les enfoque y apriete el consabido botón. Este acto de autofotografiarse con cualquier excusa (comer una pizza, comprar una prenda de ropa, tomar un mojito, visitar un monumento, darse un chapuzón…) es, de un tiempo a esta parte, actividad recurrente para millones de ciudadanos de todo el mundo. Debe ser esa la razón por la cual el anglicismo “selfie” no alude solamente a los autorretratos en sí, sino también a los individuos obsesionados con compartirlos en las redes sociales. 

En ese sentido, todo parece indicar que quienes publican su imagen de un modo desmedido suelen establecer relaciones más bien superficiales y abonarse a un concepto de intimidad, como mínimo, discutible. Sin embargo, no faltan expertos que indican que, para los nativos digitales nacidos a partir de 1980, amistad e intimidad no implican necesariamente presencia física. Ahí lo dejo. Aunque yo no sea proclive a esta práctica, estoy dispuesta a admitir que tomarse fotos a uno mismo puede resultar hasta divertido, siempre y cuando no se haga cada diez minutos ni en todas las poses y escenarios posibles para después, a la velocidad del rayo, colgarlas en el limbo tecnológico. No en vano, las plataformas digitales han sido las grandes promotoras de esta tendencia, cuya motivación va desde el entretenimiento más inocente a la exhibición de logros para provocar la envidia del prójimo, o al loable deseo de compartir momentos felices con el resto de la especie humana. 

No obstante, no pocos profesionales de la Psicología indican que detrás de estas exposiciones excesivas se esconden algunas personalidades compatibles con perfiles o modelos de baja autoestima. En el primer grupo suelen encajar hombres y mujeres con un elevado concepto de su persona, pagados de sí mismos y escasamente tolerantes a las críticas negativas, por nimias que sean. Su máxima preocupación gira en torno al número de “me gusta” o de retuits que obtendrán sus instantáneas. Por lo que se refiere al segundo bloque, la sobredosis de imágenes puede indicar una notable necesidad de autoafirmación. Son seres que se hallan en un búsqueda constante de la aceptación de los demás. Más aún, de su aprobación, sin ser conscientes del riesgo de que su afición llegue a convertirse en adicción. 

Como sucede en casi todos los órdenes de la vida, en el medio suele estar la virtud y este concreto ámbito no es ninguna excepción. Tratar de potenciar nuestro lado más atractivo (exterior, pero también interior) resulta comprensible y hasta recomendable. Recibir el reconocimiento ajeno puede incluso suponer una inyección de energía positiva en un momento dado y servir para superar un bache existencial. Palabras amables nunca sobran, particularmente si son sinceras. Pero vivir en permanente estado de revista o de cara a la galería, conduce a un abismo de superficialidad al que, por pura lógica, no conviene asomarse.

martes, 6 de septiembre de 2022

UNA GRAN OPORTUNIDAD DE ABRIR LAS PUERTAS A LA ESPERANZA




El pasado viernes inauguré mi nueva temporada en Radio ECCA como colaboradora semanal de la sección “La firma de…”, cuyo enlace adjunto a continuación: 

http://www3.radioecca.org/radio/carta/la-firma-de/91900469. 

Mi más sincero agradecimiento a Miguel Ángel Reyes Lemus por seguir poniendo a mi disposición unos micrófonos tan didácticos y formativos. 

Y ya el jueves retornaré por quinto año consecutivo a los estudios de Canarias Radio La Autonómica para participar en el programa de actualidad y entretenimiento “Tarde o temprano”, de la mano de Mercedes Martín y Eugenio González. 

Porque, ahora más que nunca, “contar la vida” constituye una gran oportunidad de abrir las puertas a la esperanza.

viernes, 2 de septiembre de 2022

BLINDAJE PARA NO PERDER EL BUEN ÁNIMO


Artículo publicado en El Día el 2 de septiembre de 2022

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 3 de septiembre de 2022


Sirvan las próximas líneas como una personal declaración de intenciones de cara a este curso que acabo de iniciar. Finiquitado mi necesario periodo de desconexión estival retomo la pluma, no sin cierto vértigo, empeñada por enésima vez en transmitir mensajes en positivo, si quiera para neutralizar el mal ambiente que se percibe a causa de algunas previsiones de futuro poco halagüeñas, tanto dentro de nuestras fronteras como fuera de ellas. En este sentido, no sabría decir si se trata de una virtud o un defecto, pero lo cierto es que entre las características que me definen se encuentran un optimismo proverbial y un rechazo frontal al conformismo y a la resignación. Por lo tanto, y convencida de que todo comienzo de ciclo alberga una nueva oportunidad, deseo romper una lanza en favor de esas personas que con su actitud positiva tratan de neutralizar este período de desasosiego y descrédito. 

Septiembre ilumina los calendarios con vocación de promesa. Tiene algo de parto y, por lo tanto, de emoción y de incertidumbre. Un futuro desconocido se abre ante nuestros ojos, adoptando la forma de un lienzo que aguarda esas pinceladas que lo convertirán en nuestra última creación. Probablemente, ningún crítico de arte las calificaría de magistrales pero, al menos, nadie podrá discutirles ni nuestra autoría ni la buena fe que las inspira. Personalmente, siempre insisto en que volver a empezar resulta un ejercicio muy motivador. Por eso me gusta el mes que acaba de iniciarse, porque me recuerda que hay decisiones que tan sólo dependen de mí. De hecho, ya enarbola mi principal propósito: reivindicar a diario el lado bueno de las cosas. Y lo llevaré a la práctica con la ayuda de un bolígrafo de tinta roja, apuntando en mi agenda la mejor experiencia de cada jornada para poder recurrir a ese listado medicinal cada vez que el desánimo y la tristeza toquen a mi puerta. 

Dicen que, si la felicidad se asocia a un trayecto y no a una meta, las posibilidades de alcanzarla aumentan considerablemente. Por lo visto, y contra todo pronóstico, ser feliz es posible incluso en épocas de crisis y está al alcance de casi todas las manos. Cada individuo tendrá que descubrir su fórmula personal e intransferible y, aunque los medios de comunicación funcionen como trágico escaparate de la convulsa coyuntura actual, deambular entre la decepción y el hartazgo no constituye la solución. No me cansaré de repetir que, mientras podamos abrazar a quienes amamos, reunirnos con amigos, leer libros, escuchar música, ver amanecer y atardecer, pasear por la playa o la montaña o disfrutar de múltiples actividades ajenas al poder adquisitivo, ni la peor de las coyunturas nos lo podrá impedir. Porque cada día, por mal que se presente, sin duda guarda algún motivo para celebrar el privilegio de estar vivos. Mientras la calle ruge que son malos tiempos para la lírica, mi innato entusiasmo pugna por abrirse paso entre las sombras. Espero triunfar en el intento, porque numerosas experiencias vividas han educado mi mirada para descubrir ese lado bueno de las cosas. 

No se trata de una actitud inocente. Tampoco de una pose de cara a la galería. Es más bien un ejercicio de voluntarismo con argumentos, de firme convencimiento de que a saber vivir también se aprende. Y seguir teniendo sueños por cumplir me parece un magnífico punto de partida. Uno de los míos será tratar de demostrar por enésima vez que en nuestro mundo no todo es tan negativo y descorazonador. Me mantengo firme en la idea de que hay más bueno que malo y, sobre todo, más buenos que malos, y considero que ponerlo de manifiesto se torna absolutamente imprescindible para que no perdamos el buen ánimo e, incluso, se alza como un ejercicio de responsabilidad social. Ojalá los telediarios nos lo recordaran de vez en cuando. Feliz inicio de temporada.