viernes, 27 de octubre de 2017

EL TORMENTO DE LOS ANCIANOS MALTRATADOS


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 27 de octubre de 2017

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 5 de noviembre de 2017





Cada día existen más indicios de que el maltrato a los ancianos se está revelando como uno de los problemas más impactantes desde el punto de vista social. Tratado hasta hace bien poco como un asunto de la esfera privada (similar, en cierto modo, al fenómeno de la violencia de género), a día de hoy continúa considerándose un tema tabú, subestimado y alejado del foco mediático. Desde la Organización Mundial de la Salud se le define como «un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza».

Las formas que adoptan estas vejaciones son muy diversas y van desde la esfera física (que incluye el abuso de fármacos) a la psíquica, pasando por la emocional (con las humillaciones como protagonistas), la económica (destaca la utilización de las pensiones de los abuelos para ayudar a la economía familiar o la exigencia de donaciones en vida de dinero o propiedades) e incluso la institucional (sin ir más lejos, la reducción presupuestaria de las partidas dedicadas a la dependencia). Asimismo, pueden ser ejercidas de forma intencionada o por simple negligencia, y de un modo activo o pasivo.

Bajo una envoltura de indolencia, exceso de familiaridad, desprecios recurrentes -como puede ser la falta de atención-con el silencio propio como cómplice y al margen de cifras constatables sobre el número de afectados y en una coyuntura de peligro, la evolución al alza de estos contextos se está imponiendo. Y, aunque el maltrato corporal es más fácil de descubrir, el psicológico está más extendido.  Su incidencia desde el punto de vista moral está fuera de toda duda. Sin embargo, su magnitud real todavía es poco conocida, dado que en las áreas de Atención Primaria y Servicios Sociales carecen -muy a su pesar- de la suficiente dotación para detectar una problemática que, en consecuencia, permanece oculta. Aun así, ya se están disparando las alarmas que alertan sobre la incidencia y la reincidencia de estas conductas.

Paralelamente, se da la triste circunstancia de que, de unos años a esta parte, también se ha incrementado de forma notable el número de casos de agresiones a progenitores por parte de sus hijos, centrándose aquí el énfasis de la opinión pública pero, a su vez, condenando a un plano muy alejado al drama de ese otro extremo cronológico de la sociedad. Da fe de ello la inexistencia de un recurso tan recomendable como el de un teléfono específico destinado a llamadas de emergencia –similar al 016 asociado a la lacra de la violencia de género-, a pesar de hallarnos ante un colectivo cada vez más nutrido y, a menudo, padeciendo una gran indefensión.


Otro aspecto importante a considerar es que ni todas las victimas denuncian los hechos, ni la mayoría de los procesos judiciales en marcha llegan a resolverse. Apenas un diez por ciento se anima a dar el paso y las razones son múltiples. Si a la imperdonable lentitud de la justicia se añade la circunstancia de que el denunciante suele vivir bajo el mismo techo que los denunciados, retirarse antes de comenzar la batalla en los tribunales parece bastante lógico. Pero el motivo de mayor peso es, sin ninguna duda, el relativo al vínculo afectivo existente entre las partes. Así, tres son los pilares que sostienen la negativa a continuar adelante: el miedo, la vergüenza y el sentimiento de culpa. Los afectados ceden por temor a las represalias y por la sensación de fracaso al haber alcanzado tal nivel de conflicto. 

En mi opinión, se impone un retorno de toda la ciudadanía al respeto y agradecimiento que merecen las personas de más edad, que integran uno de los grupos sociales más vulnerables. Y, al mismo tiempo, urge un posicionamiento firme por parte de las Administraciones tendente a la protección efectiva de sus derechos. Lo contrario nos convierte en cómplices.

martes, 24 de octubre de 2017

JORNADAS ATLÁNTICAS LÁNZATE 2017 - "LÁNZATE CON ENTUSIASMO"




JORNADAS ATLÁNTICAS LÁNZATE 2017
“LÁNZATE CON ENTUSIASMO”
Santa Cruz de Tenerife, 4 y 5 de noviembre






Las Jornadas Atlánticas LÁNZATE son un evento con proyección atlántica que nació con la intención de acercar proyectos innovadores de cambio y consecución de objetivos, dirigido a emprendedoras y emprendedores de Canarias, sea cual sea su edad o condición laboral.

LÁNZATE apuesta desde sus comienzos por promover unas relaciones personales y profesionales igualitarias que produzcan un efecto positivo en la mejora de la calidad de vida, en la puesta en marcha de ideas novedosas y en la ilusión por empezar y seguir adelante con los propios objetivos, desde el convencimiento de que juntos se puede provocar ese efecto multiplicador que mueva a emprendedores, empresas, organizaciones y personas individuales a mejorar la situación en la que están inmersos.

En esta tercera edición se le ha querido dar valor al ENTUSIASMO, esa exaltación del ánimo que se produce por algo que cautiva o que se admira. Para la civilización griega, la persona entusiasmada era aquella guiada por la fuerza y la sabiduría de un dios (el de dentro de cada cual), capaz de hacer que ocurrieran cosas. El entusiasmo es aquello que mueve a realizar una acción, a favorecer una causa o a desarrollar un proyecto. Es una clave fundamental para emprender, ya sea profesional o personalmente.

Con ese fin, habrá mesas redondas integradas por personas de reconocida experiencia en campos diversos que trasladarán a los asistentes cómo alimentan el entusiasmo en el día a día de sus proyectos. Desde aquí quiero agradecer inmensamente a la directora de las Jornadas, Elena Pérez Jerónimo (coach, formadora y mediadora), que haya depositado su confianza en mí para que modere una de esas mesas. Confío en estar a la altura de tan magnífica iniciativa. Es un enorme privilegio que me hace muy feliz.


¿PARA QUIÉN ES “LÁNZATE”?     

Para ti...

... que quieres hacer algo por mejorar tu situación sin esperar a que otras personas  solucionen tus problemas.

... que confías en que el entusiasmo debe marcar tu camino.

... que buscas herramientas eficaces de aprendizaje y adaptación a los cambios.

... que quieres despertar lo mejor de ti mismo/a.

... que quieres activar tu capacidad de crear.

... que buscas una experiencia vivencial de conocimiento y cambio personal.

... que buscas disfrutar de una vida plena y abundante.

... que deseas conectar con tu propio talento.

... que deseas descubrir cómo pasar de la idea a la acción.

... que quieres desarrollar tus habilidades y tus capacidades.

... que quieres recuperar el poder de tu vida.


Solo nos queda decirte “TE ESPERAMOS”.



PROGRAMA COMPLETO 
E INSCRIPCIONES



viernes, 20 de octubre de 2017

LA ENFERMEDAD QUE UNOS PADECEN Y OTROS FINGEN



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 20 de octubre de 2017

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 27 de octubre de 2017




Recientemente el Juzgado de lo Social número 1 de la localidad guipuzcoana de Eibar ha reconocido como accidente de trabajo una crisis de ansiedad sufrida por una trabajadora del Servicio Vasco de Salud. La sentencia, que considera como hecho probado la comunicación reiterada por parte de la empleada a sus superiores acerca del exceso de su carga de trabajo, contempla como fuera de lugar las alegaciones tanto de la Mutua como de la propia empresa, pretendiendo la primera que no se calificara como accidente de trabajo por haber acudido la enferma a un médico de Atención Primaria (pese a establecer nuestra legislación en Seguridad Social que lo es toda lesión sufrida en el tiempo y el lugar de trabajo) e intentando la segunda convencer de que la citada sobrecarga era asumible. 

No resulta descabellado afirmar que, hasta hace bien poco, determinados males no existían, entre comillas. El estrés, la depresión y el acoso laboral a buen seguro tenían lugar, pero no se incluían en el catálogo de males ni de causas para solicitar una baja. Por suerte, esta situación ha cambiado, no solo gracias al mayor reconocimiento de derechos de los trabajadores, sino también por la aceptación social de patologías muy graves que conllevan una relevante componente psicológica. Sin embargo, no hay que perder de vista otro fenómeno paralelo protagonizado por individuos sin escrúpulos que se aprovechan de modo fraudulento de estas situaciones sobrevenidas. 

Determinar la gravedad de un estado anímico se me antoja una tarea nada fácil. Más aún determinar cómo afecta a las facultades necesarias para ejercer un empleo. Dicho de otro modo, dictaminar acertadamente una baja por depresión no debe ser siempre sencillo. Ni mucho menos. A ello hay que añadir que la actual normativa prevé la posibilidad de alargar la contingencia hasta un máximo de dieciocho meses, en los que el empresario continúa pagando al enfermo mientras, simultáneamente, se ve obligado a contratar a un suplente. Aun así, parece comprensible que los facultativos, ante la duda, extiendan el parte y no se arriesguen a incurrir en un error que pueda acarrearles graves responsabilidades. 

Para colmo, el tratamiento recomendado no suele ser el habitual de guardar reposo y permanecer en el domicilio, sino que se aconseja desarrollar actividades que conlleven diversión y huida de la rutina, unas indicaciones que favorecen que los caraduras hagan de su capa un sayo y, encima, por prescripción facultativa. Lo más lamentable es que la existencia de estos cuentistas desahogados supone que acaban pagando justos por pegadores. Los abogados laboralistas están al cabo de la calle en lo tocante a ejemplos concretos de tipos que solicitan una baja con la finalidad de negociar su despido, para dedicarse después a otra ocupación que, incluso, han estado llevando a cabo durante ese período de inactividad. Los hay que hasta amenazan a los jefes con instar una baja por depresión si estos no atienden a sus requerimientos. En coyunturas como la referida, la única vía por parte de las empresas para detectar el fraude es controlar los procesos a través de las Mutuas, una medida que es viable transcurridos los quince primeros días de la baja. 

En este punto, me gustaría hacer una reflexión. No parece lógico que un trabajador serio y formal decida pagar a un buen empresario con la moneda del fraude más deshonesto, pero la cruda realidad es que, ni todos los empleadores son considerados y respetuosos, ni todos los empleados son cumplidores y responsables. Y tan defendibles son los derechos de un trabajador que no recibe un trato digno en su puesto de trabajo, como los de un empresario que se topa con un sinvergüenza. En definitiva, nos enfrentamos a un fraude en toda regla que, en consecuencia, merece ser perseguido y castigado. Se impone, pues, la responsabilidad en unos tiempos en los que tener trabajo equivale a ser propietario de un tesoro.