viernes, 29 de mayo de 2020

OTRA ESPAÑA ES POSIBLE


Artículo publicado en El Día el 29 de mayo de 2020

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 30 de mayo de 2020






Siempre he sido una enamorada de las palabras. Hasta la locura. El paradigma por excelencia de la estudiante de Letras puras y duras. De las de Latín y Griego. Por eso, la constante prostitución semántica de los conceptos, amparada en su supuesta interpretación, me llena de tristeza e indignación a partes iguales. Y lo cierto es que la actual coyuntura política de mi país, que tanto me duele, me obliga a volver a formularme de nuevo la peliaguda cuestión de si se puede amar a España sin que a una le tachen de facha. Convendría, pues, clarificar qué se entiende hoy en día por “España” y qué por “facha”, más que nada porque la lengua castellana viene siendo objeto de frecuentes e inmisericordes ataques y una ya no sabe a qué carta quedarse en lo tocante al significado real de los vocablos. 

En cualquier caso, lo que todavía queda de España (gélidamente denominada “Estado español” en las últimas décadas), pese a sus numerosas virtudes, padece algunos defectos que le perjudican sobremanera. Los españoles, por desgracia, somos muy dados a enfrentarnos en dos bandos, reminiscencia de una guerra civil fratricida de la que no hemos aprendido casi nada. Por esa razón, nos encanta clasificarnos en azules o rojos, españolistas o nacionalistas, madridistas o culés, creyentes o ateos, machos o afeminados, racistas o integracionistas…, y encajamos con dificultad la saludable opción de mezclar dichos aspectos. Al parecer, la gama de grises nos parece altamente sospechosa. 

Aquí, los comunistas no pueden creer en Dios, ni los conservadores renegar del Altísimo. Tampoco se considera normal ser de derechas y estar a favor del matrimonio homosexual, o de izquierdas y manifestarse en contra del aborto. Y, por supuesto, ser un auténtico independentista implica preferir que ganen todos y cada uno de los equipos que se enfrentan a La Roja. Si a ello se añade que, desde el principio de los tiempos, la especie humana se ha enzarzado en una sucesión de luchas y contiendas que han dado lugar a los distintos Estados que conforman el planeta, cualquier ciudadano con un mínimo de criterio debería saber que los pueblos son lo que son en virtud de la herencia de sus invasores, posteriormente reconvertidos en pobladores. En nuestro caso particular, íberos, celtas, romanos y árabes -entre otros- han dejado sus huellas culturales, artísticas, religiosas y sociológicas sobre cuantos territorios se extienden desde Galicia a Andalucía, desde Cataluña al País Vasco o desde las Castillas a Canarias. 

Sin embargo, la obsesión patológica de un cada vez mayor número de políticos por manipular los sucesos históricos en su propio beneficio les ha servido para poner el acento en lo que a los ciudadanos nos separa en vez de en lo que nos une, que, mal que les pese, es mucho y bueno. Así nos luce el pelo, ignorantes de nuestra Historia verdadera, que apenas tiene que ver con la que, fruto de los complejos que arrastramos desde la Transición, están aprendiendo nuestros jóvenes en los centros escolares de las diecisiete autonomías. Es obvio que sentimientos tan íntimos como los del amor y la pertenencia a una patria nacen del corazón y no deben ser impuestos. Pero difícilmente pueden brotar si una bandera y un himno continúan, de una parte, asociándose insistentemente a oscuros episodios del pasado y, de la otra, apropiándose de forma excluyente. 

En ese sentido, resulta muy doloroso y vergonzante contemplar a tantos gobernantes incurrir en la imperdonable irresponsabilidad de, en lugar de rescatar y defender sin fisuras nuestro acervo común, optar por fracturarnos socialmente y anteponer exiguos elementos diferenciadores con el único afán de seguir detentando el poder o de alcanzarlo en el futuro. Limítense a respetar la legalidad vigente y a honrar a este gran país que tanto ha costado construir. Ideologías al margen, millones de hombres y mujeres creemos que otra España es posible, y sin que demostrar nuestro amor por ella se convierta en motivo de insulto.



martes, 26 de mayo de 2020

VOLVEREMOS A CANTAR




Desde el Coro “Carmen Rosa Zamora” de la Escuela Municipal de Música de Santa Cruz de Tenerife me llena de emoción compartir esta preciosa canción de nuestro amplio repertorio, junto a unas entrañables imágenes de diversas actuaciones a lo largo de los años. 

Queremos de este modo transmitir un mensaje de esperanza en el futuro ya que, a pesar de los momentos difíciles que estamos atravesando, el infinito permanece sembrado de estrellas, el grandioso mar conserva su inmensidad, el colorido arco iris continúa luciendo su belleza y las flores nos siguen regalando día a día su perfume y su color. 

Pronto volveremos a hermanar voces y corazones para generar esa atmósfera de cariño y compañerismo que se ha convertido en nuestra principal seña de identidad, demostrando en cada audición que la música es la mejor medicina para el alma.

Adjunto a continuación el enlace de video:


viernes, 22 de mayo de 2020

SER DECENTE SIN NECESIDAD DE SER HEROICO


Artículo publicado en El Día el 22 de mayo de 2020

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 23 de mayo de 2020



En la escena final de “Quiz Show”, excelente película dirigida por Robert Redford, su protagonista confiesa ante una comisión parlamentaria su participación en el amaño de un concurso televisivo. Una vez reconocida su complicidad en los hechos, varios integrantes de la citada comisión le felicitan por haber tenido la valentía de confesar públicamente su mentira y el coraje de admitir su trampa. Sin embargo, uno de los miembros del Congreso toma la palabra para expresar la siguiente idea: “No estoy de acuerdo con mis colegas. No creo que un adulto de su inteligencia deba ser elogiado simplemente por decir la verdad”. En aquel momento, tras esa única reprimenda dirigida al confeso y, simultáneamente, al resto de los compañeros congresistas que pretendían ensalzar lo que, en el fondo, deberían haber reprobado, el público presente en la sala irrumpe en un estruendoso aplauso. 

Dicha escena me viene a menudo a la mente, así como unas palabras que en su momento escuché al filósofo José Antonio Marina, afirmando que “lo que caracteriza a una sociedad justa es que en ella se puede ser decente sin necesidad de ser heroico”. Sin embargo, nuestro sistema de valores ha quedado oxidado, la ética se ha podrido y, a día de hoy, cumplir con el deber pasa a convertirse en una conducta sorprendente que genera ovaciones y reconocimientos. Abundando en esta cuestión, y a tenor de las informaciones relacionadas con casos de corrupción y falsedad dentro y fuera de nuestras fronteras, no es infrecuente escuchar comentarios del tipo “hay que ser muy íntegro para no aceptar un sobre con dinero” o “¿quién no actuaría así en una situación similar?”. Por lo tanto, parece evidente que los españoles aceptamos esta clase de latrocinios y mentiras con cierta laxitud. No hay mas que ver la nula factura que pasan desde el punto de vista electoral. 

A veces les colocamos un disfraz o los denominamos “picaresca” para suavizar el oído y acomodar la conciencia, pero la triste realidad es que somos una nación que cuenta entre sus máximas más celebradas la que reza “hecha la ley, hecha la trampa” y que gustamos de aupar a personajes tan chuscos como El Dioni (cuya gran aportación social consistió en robar un furgón lleno de dinero y fugarse después a Brasil para dilapidarlo a base de juergas) al estrellato mediático. Continuando con las referencias cinematográficas, el actor Liam Neeson manifestaba en la sobresaliente cinta “Batman Begins” que “el crimen prospera porque la sociedad es indulgente” y, desde luego, la española lo es con la corrupción y la mentira. Ahora que las redes sociales invitan al desahogo y funcionan como altavoz de la indignación ciudadana, cabría preguntarse cuáles son nuestros modelos éticos y nuestros parámetros del bien y del mal. Si de verdad queremos que este deplorable escenario cambie, deberemos empezar por dejar de justificar actuaciones injustificables y de comprender actitudes incomprensibles. En definitiva, de ser indulgentes con la degradación política, pero también con la irresponsabilidad ciudadana. 

De no ser así, se cumplirán los augurios del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko cuando pronosticaba que "llegará un día en el que nuestros hijos recordarán con vergüenza aquellos tiempos en los que la honestidad era calificada de coraje". A mí, por más años que pasen, sigue impactándome que los partidos que aspiran a conseguir el poder cuenten con miles de afiliados y millones de votantes que, elección tras elección, miran hacia otro lado ante los casos probados de fechorías que tienen lugar bajo sus siglas. Sin embargo, paradójicamente, no dejan pasar la oportunidad de airear los trapos sucios de los adversarios mientras exigen para sus afines el derecho a la presunción de inocencia. Dicho de otro modo, toleran las faltas de los propios para, simultáneamente, ser implacables con las de los ajenos. Y, así luego, pasa lo que pasa: que me entran unas irreprimibles ganas de emigrar.

https://www.laprovincia.es/opinion/2020/05/23/decente-necesidad-heroico/1285079.html

martes, 19 de mayo de 2020

REENCUENTROS EN LAS ONDAS






Esta mañana he participado a través del teléfono en otra satisfactoria experiencia radiofónica de la mano del periodista Eugenio González, dentro del programa “Buenos días, Canarias”. 

Hoy ha resultado especialmente emotivo para mí coincidir en antena con la Directora Gerente del Hospital Nuestra Señora de la Candelaria, Natacha Sujanani, amiga muy querida por quien siento, además, una profunda admiración (a partir del minuto 12 del enlace de audio adjunto). 

Cada vez falta menos para retornar a ese inolvidable estudio de RTVC...


viernes, 15 de mayo de 2020

UNA GRAN FAMILIA DE FAMILIAS



Artículo publicado en El Día el 15 de mayo de 2020

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 16 de mayo de 2020




Promovido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Día Internacional de las Familias se celebra cada 15 de mayo para crear conciencia sobre su papel fundamental en la educación de los hijos desde la primera infancia y en las oportunidades de aprendizaje permanente para niños, niñas y jóvenes. En pocos ámbitos como en el familiar se aprecia de un modo más patente el gran cambio experimentado en las últimas décadas. El modelo denominado tradicional, compuesto por el padre, la madre y los hijos, presenta a día de hoy una notable evolución que ha dado lugar a familias reconstituidas, ensambladas, monoparentales, homoparentales o creadas a través de la maternidad subrogada, entre otras. 

Sin embargo, estas variantes no implican que dejen de ser el núcleo central de las relaciones afectivas. Tan sólo significa que ya no se asientan únicamente sobre lazos biológicos, sino también de otra índole. Se trata, pues, de un universo interpersonal sometido a múltiples influencias y que reclama una necesaria legitimación social y una regulación normativa apropiada. Ser conocedores de esta diversidad y de las problemáticas que genera supone un primer paso, imprescindible para acelerar reformas legislativas llamadas a rellenar esas lagunas existentes que operan en detrimento de los menores que forman parte de estos nuevos patrones sobrevenidos. En ese sentido, considero que es un deber de los juristas ejercer nuestra profesión en pro de la ciudadanía y vivir la justicia de un modo cercano, sobre todo cuando se trata de velar por el bienestar de los más pequeños de nuestra sociedad. 

Abundando en la misma idea, las instituciones también han de responder con celeridad a estos imparables cambios sociales que nos afectan, ofreciendo respuestas tendentes a normalizar la multiplicidad en vez de crear grupos excluidos y, en consecuencia, vulnerables. La actual familia española es cambiante y plural, y su regulación debe poseer un carácter ético que atienda a la protección de los más frágiles, primando el interés comunitario sobre el personal y el personal frente al patrimonial. Es un orden jurídico que ha pasado de jerárquico a horizontal y que supone nuevos retos sobre otras problemáticas sociales, como la dependencia, la igualdad de la mujer, la discapacidad o la violencia de género (de la que los hijos también son víctimas). Numerosas personas acuden a los juzgados para solucionar conflictos que, con la actual jurisprudencia, no son sencillos de resolver, aunque prevalece en todo caso el interés de los menores y la voluntad de mantenerles a salvo de las discrepancias. 

En mi opinión, una de las asignaturas pendientes más prioritaria es la de atribuir una posición adecuada a las nuevas parejas de los progenitores, así como a las figuras del padre y la madre no biológicos, en aras a abordar asuntos tan esenciales como el ejercicio de la autoridad parental, la delegación de funciones, la guarda en caso de enfermedad o el derecho de visitas, por citar algunos. No obstante, esta ineludible regulación no requiere solamente de la intervención de profesionales del Derecho sino, en gran medida, de la participación y el buen criterio de otros especialistas que desarrollan su labor en campos relacionados con la infancia. Exigir una formación especializada en estas nuevas clases de vínculos y fomentar la figura de la Mediación para alcanzar soluciones más creativas, flexibles y tolerantes con las que convertir el entorno familiar en un universo enriquecedor y al margen del enquistamiento de roles, es una vía muy aconsejable para restablecer la cordialidad y la convivencia, así como la de incluir equipos de apoyo en las propias sedes judiciales. 

Asimismo, resulta básico escuchar a todos los implicados en estos nuevos escenarios y, muy particularmente, a los propios niños, porque con sus testimonios pueden iluminar el camino hacia la mejor solución. No hay que olvidar que los modelos cambian, pero los sentimientos permanecen. Ojalá hayamos aprendido como sociedad alguna lección de vida durante este encierro sobrevenido y, a partir de ahora, seamos capaces de formar una gran familia de familias sustentada sobre el cariño y el respeto.