viernes, 27 de noviembre de 2020

25-N, LA JORNADA PERENNE


Artículo publicado en El Día el 27 de noviembre de 2020

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 28 de noviembre de 2020




Como es bien sabido, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1999, tiene lugar anualmente cada 25 de noviembre. Su objetivo no es otro que avanzar en una mayor implicación de la sociedad para erradicar de una vez por todas esta dramática lacra. Se eligió esta fecha para conmemorar el violento asesinato de las hermanas activistas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal el 25 de noviembre de 1960 en la República Dominicana por la policía secreta del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Sus cadáveres destrozados aparecieron en el fondo de un precipicio y para el movimiento popular y feminista han simbolizado históricamente el espíritu de lucha y resistencia. Desde la ONU se entiende por violencia contra la mujer “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. 

En dicha Asamblea se reconoció que eran necesarios "una clara declaración de los derechos que se deben aplicar para asegurar la eliminación de toda violencia contra la mujer en todas sus formas y un compromiso de los Estados y de la comunidad internacional en general para eliminar la violencia contra la mujer". Muchas son las campañas de sensibilización realizadas en los últimos años para frenar el maltrato femenino. Se han difundido tanto en televisión como en otros medios de comunicación, redes sociales y zonas de gran afluencia, para concienciar a las víctimas y a sus familias de que deben actuar sin temor contra los agresores. Se pretende que se anticipen a los ataques de cualquier índole y que no se queden de brazos cruzados ante la primera humillación que sufran (cabe destacar aquí la relevancia e incidencia de la violencia psicológica ejercida de forma continua y soterrada, prácticamente imposible de probar y cuyas consecuencias son demoledoras). 

Cada vez más, la tónica común de estas iniciativas mediáticas es hablar alto, claro y sin tapujos para atajar el problema desde su origen, concienciando y sensibilizando al grueso de la población. De hecho, se han intensificado notablemente, pasando de ser algo testimonial a ocupar un papel determinante en la divulgación masiva del problema. No sólo han aumentado en número, sino que también han ido creciendo en crudeza y realismo, constituyendo una herramienta eficaz en la concienciación de la ciudadanía ya que, hasta hace bien poco tiempo, el maltrato hacia las mujeres no recibía la atención e implicación de los Gobiernos ni de la ciudadanía de cara a su resolución. Afortunadamente, ya ha dejado de considerarse un fenómeno circunscrito a la intimidad de la pareja para convertirse en el drama colectivo que realmente es, que a todos nos compete y que debemos eliminar. 

Por esa razón, la conmemoración del Día Internacional contra la Violencia de Género es una oportunidad de oro para reflexionar sobre la idea de que nos hallamos ante una auténtica violación de los Derechos Humanos que, no sólo afecta a un sector poblacional sino a todo su conjunto. En ese sentido, la prevención resulta esencial, situándose en el ámbito escolar el primer eslabón de la cadena. Aunque cada vez son más las mujeres que se atreven a ponerle nombre y apellidos a la violencia machista, el número de las que callan supera con creces al de las que se atreven a hablar y a dar el paso de denunciar a sus agresores. El miedo cerval, la insuficiente protección y el hasta ahora escaso amparo institucional se alzan como causas paralizantes, así como el comprensible y poderoso argumento de no querer colocar a los hijos en situación de riesgo. Basta ya. Extirpemos de raíz este mal pero, hasta que ese día llegue, comprometámonos a que siempre sea 25-N. La jornada perenne.

viernes, 20 de noviembre de 2020

CUANDO LA MAYOR VICTORIA ES ASUMIR LA DERROTA



Artículo publicado en El Día el 20 de noviembre de 2020

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 21 de noviembre de 2020





Nadie se libra de las derrotas. En nuestro día a día lo habitual es afrontar situaciones en las que no alcanzamos la meta deseada. Por lo tanto, cuanto antes cambiemos la percepción sobre ellas y dejemos de asociarlas a la idea de fracaso, más pronto alcanzaremos nuestra versión óptima. Pasar página y ponerse de nuevo manos a la obra se alza como actitud clave, así como proceder a una autocrítica a fin de corregir los posibles errores cometidos. La ansiedad por ganar resulta tan perjudicial que ni siquiera ostentar el rol de favorito beneficia siempre a quien lo posee. En la mayoría de los casos representa un arma de doble filo, pues ese empeño en aborrecer el punto medio y apostar por el “todo o nada” nos conduce a una idea muy discutible de la victoria. 

Véase en el fútbol. Ni la Selección Española es la mejor del mundo por su reciente goleada a la de Alemania, ni sus jugadores serán unos fracasados cuando los resultados futuros no les acompañen. (Abro paréntesis. Ser hincha de un club que gane partidos a menudo, que no llegue a las últimas jornadas rezando por no descender y que a sus jugadores sea la cabeza y no el corazón la que inspire sus patadas debe ser toda una experiencia. En mi caso particular, osasunista hasta la médula, no ha habido suerte históricamente. Demasiadas sombras para tan pocos gozos. Sin embargo, un verdadero aficionado -y yo lo soy desde hace medio siglo- lo demuestra en lo bueno, en lo malo, en la salud y en la enfermedad. Todos los días de su vida. Perdonen el arrebato, pero era una obligación homenajear a mi club en su centenario. Aupa Osasuna. Cierro paréntesis). 

Dadas las circunstancias, aprender a perder debería ser una de las primeras lecciones que nos inculcaran desde niños, tanto en el ámbito familiar como en el entorno escolar. Véase en Donald Trump, a quien esta pedagogía le hubiera venido como anillo al dedo, pues nada resulta más insufrible y bochornoso que soportar a un perdedor fuera de sí. Si acaso, padecer a un vencedor presuntuoso. Aunque nunca es tarde si la dicha es buena, sería la etapa infantil la más idónea para aclarar a los más pequeños que no siempre van a ganar y que, por cierto, tampoco pasa nada. De su capacidad de enfrentar los reveses y aprender levantarse una y otra vez dependerá que eviten los bloqueos y las furias existenciales porque una persona que no sabe contenerse es, como mínimo peligrosa, amén de insoportable, tanto por lo que manifiesta como por lo que gesticula. 

Por esa razón, frases recurrentes como “si pierdes es porque eres un perdedor”, “perder es humillante” o “has fracasado y ya no podrás volver a conseguirlo” reflejan una equivocación demostrable, dado que aprender a perder nos ayuda a comprender que, para triunfar, en ocasiones se torna imprescindible fallar, no una, sino varias veces. La manera más adecuada de recuperarnos de las caídas es asumirlas cuanto antes, analizar sus motivos, calibrar quiénes nos apoyan y quiénes no, entender que el que no arriesga no gana, plantearse metas viables a corto, medio y largo plazo, establecer un plan de acción y, por encima de todo, volver a creer en uno mismo. Véase en cada uno de nosotros y nuestros procesos evolutivos. No se puede perder siempre, igual que no se puede ganar siempre, pero sí se puede luchar siempre. En consecuencia, no debemos avergonzarnos de nuestras pérdidas, pues son parte de nuestros futuros logros. La vida se parece a una montaña rusa en la que, para alcanzar las cimas más altas, hay que descender primero a las simas más oscuras. Ahora bien, aceptadas las reglas del juego, no perdamos por el camino la educación, el buen tono y la dignidad. Que con un Trump basta y sobra.

martes, 17 de noviembre de 2020

APOSTANDO POR LA "CULTURA SEGURA"





El pasado viernes, coincidiendo con la celebración del Día de las Librerías, acudí a la presentación de las dos últimas obras de mi admirada Cecilia Domínguez Luis, Premio Canarias de Literatura: "Y mi madre dejó de tocar el piano" y "Colorín colorado". 

Allí me reencontré con mi librera de cabecera Izaskun Legarza Negrín, y con una de nuestras mejores artistas, mi gran amiga Patricia Delgado de la Rosa, ilustradora de las portadas de varios libros de Cecilia. 

A pesar de las circunstancias, continúo apostando sin descanso por la cultura segura acudiendo a los actos y eventos organizados, a sabiendas de que el apoyo al sector se torna imprescindible y de que, además, se trata de una excelente manera de vivir la vida en plenitud.




viernes, 13 de noviembre de 2020

EL ABANDONO AFECTIVO COMO CAUSA DE DESHEREDACIÓN



Artículo publicado en El Día el 13 de noviembre de 2020

Artículo publicado en La Provincia ( Diario de Las Palmas) el 14 de noviembre de 2020



Hace ya más de un lustro saltó a los medios de comunicación una noticia que, tanto por su novedad como por su relevancia de cara al futuro, me pareció susceptible de ser tratada en profundidad. Por primera vez, el Tribunal Supremo consideraba el maltrato psicológico como causa de desheredación, avalando de ese modo la decisión de un padre de privar de sus bienes a sus dos hijos como consecuencia del abandono al que fue sometido por aquéllos durante sus últimos siete años de vida. Para tomar dicha decisión, el más alto órgano judicial español realizó una interpretación extensiva de los artículos del Código Civil que regulan las causas de desheredación y equiparó el maltrato psicológico al llamado maltrato de obra. Para los magistrados firmantes, el comportamiento de los demandantes había ido en contra de la dignidad de las personas consagrada en la vigente Constitución, de modo análogo al que se contempla en la Ley Orgánica contra la Violencia de Género. Los expertos en la materia también aplaudieron sin fisuras la citada resolución, argumentando que era hora pasada de flexibilizar la libertad para testar. 

Esta controversia halla su explicación en la idea de que, si es posible que dispongamos de nuestros patrimonios en vida, ¿por qué no lo es después de muertos? ¿Acaso es justo que hereden obligatoriamente nuestros descendientes, con independencia de su comportamiento? Sin embargo, como no constituye una prioridad para el legislador ni es motivo de movilización popular, el asunto no pasa de ser un mero objeto de artículos y seminarios, muy alejado por tanto de la voluntad política. Pero no es menos cierto que, si bien porcentualmente sigue resultando muy excepcional actuar en perjuicio de los hijos y la amenaza de excluirles de las últimas voluntades no se lleva a la práctica a la ligera, tampoco parece procedente entender las herencias como regalos caídos del cielo porque, si el espíritu que las inspira es el de la solidaridad entre generaciones, tal solidaridad ha de ejercerse en ambas direcciones, y no sólo por parte de los fallecidos. 

Ha sido precisamente en esta tesitura de pandemia de coronavirus cuando están teniendo lugar un aluvión de peticiones de ancianos para desheredar a sus hijos. Hablamos de mujeres y hombres de avanzada edad que, por incomprensible que resulte, a lo largo de este periodo han recibido cero visitas y ni una llamada telefónica de sus vástagos, tanto en sus propios domicilios como en residencias de mayores, lo que ha acarreado un incremento de consultas sobre desheredación cercano al 240%. Se está produciendo asimismo un repunte de trámites para otorgar el patrimonio a quienes sí han cuidado de sus padres, en detrimento de los hermanos que han demostrado abandono afectivo y falta de diligencia. En el fondo, la causa final de esta solución tan extrema es la terrible soledad que padecen los testadores. En casi toda España, la ley obliga a dejar al menos un tercio de la herencia (conocida popularmente como “legítima) a los hijos y esta obligación decae solamente en el caso de que los progenitores hayan sido agredidos físicamente por sus descendientes, o no hayan recibido sustento cuando lo necesitaban o, como se ha indicado anteriormente, hayan sido maltratados psicológicamente por aquéllos. 

Ahora bien, para iniciar este procedimiento los afectados deben probar jurídicamente las agresiones, el abandono o el menosprecio y, para ello, es preciso cumplir dos condiciones: que dichos hechos se consideren graves y que puedan ser demostrados. Si ambos requisitos se cumplen, cabe emprender el procedimiento de desheredación. No obstante, es muy frecuente que la mayoría de los ancianos se arrepientan en mitad del proceso de haber dado un paso tan tajante y ansíen una reconciliación con sus hijos y nietos. No podemos olvidar que cada ser humano es un mundo y alberga una historia que, máxime cuando adopta la forma de drama, debe ser analizada en profundidad, para beneficio de los implicados (en particular) y de la familia (en general).

miércoles, 11 de noviembre de 2020

EN EQUIPO CON RADIO ECCA





Desde el pasado mes de octubre he dado comienzo a una fructífera colaboración con la emisora educativa Radio ECCA, a cuyo equipo humano me unen vínculos de afecto personal y de admiración profesional. 

No en vano son ya muchos años abriéndome las puertas para promocionar la Mediación como mejor vía de resolución de conflictos y para defender las eternas causas de la justicia, la igualdad y la lucha contra la violencia de género. 

Cada viernes se difundirá uno de mis audios conteniendo un mensaje en positivo sobre temas de índole social e interés general, con el ánimo de contrarrestar en la medida de mis posibilidades este período de crispación y desesperanza que estamos atravesando. 

Muchísimas gracias a Miguel Ángel Reyes Lemus por brindarme una vez más la oportunidad de acercar mi voz a su consolidada audiencia y ofrecerme este altavoz para la reflexión. 

Persisto en el convencimiento de que, en equipo, un mundo mejor es posible.

viernes, 6 de noviembre de 2020

EL GRAVE RIESGO DE COMPLACER SIEMPRE A LOS HIJOS


Artículo publicado en El Día el 6 de noviembre de 2020

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 7 de noviembre de 2020




Pocas actividades me resultan más desesperantes que la de tener que explicar lo obvio. En ese sentido, una de mis obviedades de referencia es aquella que alude a la responsabilidad que ejercemos los padres sobre nuestros hijos como mínimo hasta que alcanzan la mayoría de edad. Me sorprende que una realidad tan cristalina acarree, sin embargo, tales discrepancias. Quizá sea esa la razón por la que cada vez que el juez Emilio Calatayud hace públicas algunas de sus opiniones me sienta muy reforzada en mis planteamientos educativos. Él suele ilustrar a los asistentes a sus conferencias sobre distintas vías para convertir a un hijo en delincuente, entre ellas concederle todo lo que pida, ahorrarle cualquier educación espiritual, no regañarle nunca, realizar todas sus tareas domésticas o ponerse de su parte en los conflictos con los profesores. Afirma su Señoría que hoy en día las relaciones paternofiliales se han vuelto más difíciles, por la tendencia al alza de complacer a los niños en lugar de disciplinarlos. 

Sirva esta breve introducción para abordar de nuevo el tan polémico tema de la conveniencia o no de espiar a nuestros hijos. Con su habitual estilo directo y sin filtros, fruto a buen seguro de su demoledora experiencia profesional en el ámbito de la infancia problemática, Calatayud defiende la idea de que los padres debemos violar la intimidad de nuestros vástagos tanto por su seguridad como por la nuestra, habida cuenta que somos los últimos responsables civiles de sus actos. Y para reforzar su tesis, indica que el propio Tribunal Supremo, máximo órgano jurisdiccional de nuestro Estado de Derecho, ya ha antepuesto en sentencia el interés superior del menor a su derecho a la intimidad en Internet, porque si un niño está siendo víctima de acoso a través del móvil sus progenitores tienen el deber de protegerle. Si para eso es preciso espiarle, habrá que hacerlo sin dudar.  

Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado comparten igualmente la visión del magistrado y en las numerosas charlas que han venido impartiendo en colegios e institutos insisten a los alumnos que han de permitir a los adultos revisar sus teléfonos, pues se trata de una medida de prevención destinada a velar por su integridad. Asimismo, psicólogos de profesionalidad contrastada tampoco dudan a la hora de no considerar la vigilancia de los dispositivos tecnológicos de los más pequeños una violación de su intimidad, dado que los contenidos que manejan no suelen reservarlos a su esfera privada sino que los elevan a la pública, perdiendo paradójicamente por el camino esa privacidad que en el ámbito doméstico reclaman con tanto ardor. Además, y aunque son exigencias que apenas se respetan, existen unas edades mínimas para poder acceder a las redes sociales, lo cual choca frontalmente con la puesta a disposición de móviles a chiquillos que ni siquiera alcanzan los diez años. Por no hablar del preocupante fenómeno de las adicciones, uno de cuyos rasgos principales se traduce en que lo primero que hacen al despertarse y lo último al acostarse es utilizar el aparato de marras. Más de un padre se quedaría de piedra si supiera la hora de desconexión de sus hijos a la red y los contenidos de las páginas que visitan, que en gran medida explican el auge de la pornografía y la violencia que últimamente prolifera. 

Naturalmente, existen progenitores que consideran un despropósito este espionaje, convencidos de que no es la mejor táctica para generar un ambiente familiar saludable y, en consecuencia, optan por otorgar un voto de confianza a los más jóvenes, eludiendo un agotador estado de recelo y aprensión. Una apuesta respetable pero, en mi opinión, demasiado arriesgada a tenor de las actuales circunstancias. Coincidiendo con el 5 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia y el Acoso (ciberacoso incluido) Escolar, y dada su estrecha conexión con el tema, invito desde aquí a llevar a cabo una profunda reflexión.

martes, 3 de noviembre de 2020

SEGUNDA TEMPORADA EN "CANDELARIA RADIO"




Emisión de octubre correspondiente a mi segunda temporada de colaboración con la emisora Candelaria Radio. 

De la mano de la periodista Sofía Ramos y dentro del programa “Cuéntame”, los últimos jueves de cada mes realizaré un repaso de mis artículos de opinión publicados en los medios de la Editorial Prensa Ibérica -El Día, La Provincia (Diario de Las Palmas), Faro de Vigo, La Nueva España, Diario de Mallorca, Diario de Levante, Información de Alicante, Diario de Ibiza…- y que también pueden consultarse en mi blog “Lo que muchos piensan pero pocos dicen”. 

Eternamente agradecida por este privilegio de comunicar desde la libertad y el respeto. 

https://www.ivoox.com/15-cuentame-myriam-albeniz-29-10-20-audios-mp3_rf_58732385_1.html