sábado, 31 de diciembre de 2011

PRIMER ANIVERSARIO

Hace exactamente un año que este blog comenzó su andadura. Hasta entonces la mera posibilidad de su existencia ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Pero no hay duda de que el destino tiene sus propios planes y, frente a esa realidad, poco o nada se puede hacer. De modo que, transcurridos doce meses, aquella decisión, tomada inicialmente con el único fin de reunir en una especie de álbum virtual mis artículos semanales publicados en La Opinión de Tenerife, puedo considerarla todo un acierto.
Por esta razón, 2011 ha sido para mí un año muy especial,  diferente de todos los que le han precedido, y se ha convertido en el punto de partida de una actividad sumamente gratificante que aspiro a mantener en el futuro.
Las casi cien entradas que lo forman son fiel reflejo de las temáticas que más me interesan - por lo general, de corte social y jurídico- y representan mi particular vía de escape dentro de este mundo cada vez más convulso en el que me ha tocado vivir. 
Así que, por medio de estas líneas, quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que me han brindado su apoyo y sus ánimos para afrontar esta tarea, tanto las que se han sentido identificadas con mis puntos de vista como  las que, desde la discrepancia, me han ayudado con sus comentarios a ampliar mi visión de los temas.
A todas ellas,
FELIZ 2012

viernes, 30 de diciembre de 2011

JURAR, PROMETER O DAR LA NOTA "POR IMPERATIVO LEGAL"

Articulo publicado en La Opinión de Tenerife el 30 de diciembre de 2011

La pasada semana se constituyó el nuevo gobierno de España y, tanto su presidente -Mariano Rajoy- como sus trece ministros, utilizaron la fórmula del juramento para tomar posesión de sus cargos. Por el contrario, todos y cada uno de los miembros de los anteriores ejecutivos, presididos por José Luis Rodríguez Zapatero, optaron en idénticas ceremonias celebradas en su momento por prometer en vez de jurar.

Hace apenas unos días, los flamantes diputados de las formaciones políticas nacionales también tuvieron que decidir la vía que les convertiría en Señorías durante los próximos cuatro años y la sesión que tuvo lugar en el hemiciclo del Congreso se transformó en un espectáculo, como mínimo, chocante. Vaya por delante que los términos que se emplean para acatar la Constitución y obtener plenamente la condición de diputado son sencillísimos - "Sí, juro" o "Sí, prometo"- pero no se sabe por qué extraño capricho del destino, en esta Décima Legislatura algunos de los representantes del pueblo se han propuesto dar la nota y no cabe duda de que lo han conseguido.

Históricamente, los dos partidos mayoritarios, prietas las filas, suelen repetir modelo cuatrienio a cuatrienio, de tal manera que, salvo contadas excepciones, los populares juran y los socialistas prometen. Y, en esta ocasión además, influenciados con toda seguridad por la recuperación del antiguo invento del imperativo legal de la ya extinta Herri Batasuna -que, pese a un recurso interpuesto por el Partido Socialista Obrero Español, fue avalado por el Tribunal Constitucional en 1993-, una veintena de electos de las minorías han introducido añadidos ante el Pleno para, de este modo, manifestar sus discrepancias con la Carta Magna, pero sin dejar de cumplir con ese imprescindible requisito para asumir la condición de parlamentario que es el juramento o la promesa.

Buceando en los diccionarios, se concluye que el juramento es una afirmación o una negación en la que, generalmente, se pone a Dios por testigo. Por eso, se suele realizar colocando la mano sobre la Biblia, simbolizando con ello el papel que se asigna a ese Ser Supremo. En cuanto a la promesa, la Real Academia la define como un ofrecimiento solemne y sin fórmula religiosa de cumplir bien los deberes del cargo o función que va a ejercerse. Se trata, entonces, de un compromiso eminentemente personal que no se apoya en el testimonio de ninguna potencia ni divina ni humana. Ambas posturas son pues sumamente defendibles, respetables y
democráticas.

Las que, en mi opinión, no son de recibo son esas coletillas empleadas por algunos parlamentarios, fruto de sus improcedentes y cansinas reivindicaciones. Buena muestra de ello es la opción de Izquierda Unida-ICV: "Por imperativo legal, sin renunciar a mis aspiraciones republicanas". Los miembros de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se han decidido por una doble versión castellano-catalana aún más libre: "Por imperativo legal, para alcanzar nuestra propia Constitución, lo prometo". Los cargos recién estrenados de Amaiur, acogiéndose igualmente a ambas lenguas, castellano y euskera, se han decantado por el siguiente formato: "Por imperativo legal, acato la Constitución", la misma utilizada por los electos del Partido Nacionalista Vasco (PNV) Y, así, hasta completar dos decenas de partidarios de este, en palabras del comunista Gaspar Llamazares “jolgorio de creatividad.

Es una forma de verlo pero yo, particularmente, tengo otra que coincide con la de la líder de UPyD Rosa Díez, cuando afirma que “el Congreso se ha convertido en un circo”. A su juicio, “si los políticos no quieren acatar la Constitución que les permite ser elegidos diputados, que no se presenten a las elecciones y yo, sinceramente, no puedo estar más de acuerdo con esta idea. Me agotan quienes, desperdiciando unas energías que les serían muy necesarias para desempeñar su tarea política con más criterio, viven en un permanente y cansino estado de reivindicación de cara a la galería. Ojalá el nuevo año les aporte la cordura y la responsabilidad de las que demasiados adolecen.

domingo, 25 de diciembre de 2011

MÁS ALLÁ DEL TIEMPO Y DEL ESPACIO



Hace apenas dos semanas, el día 8 de diciembre, publiqué en este blog una entrada bajo el título “Empieza la cuenta atrás”. Hoy, 25 de diciembre, no es necesario seguir contando, porque ya es Navidad.
Voy a permitirme la licencia de publicar nuevamente un pequeño relato que escribí hace un año desde lo más profundo de mi corazón y que para mí sigue conservando la misma vigencia.  Su título es “Más allá del tiempo y del espacio” y se lo dedico tanto a quienes lo leyeron en su momento como a quienes lo leerán durante estos días.
A todos, Feliz Navidad

24 de diciembre. Cierro los ojos y puedo sentir el frío intenso en mi cara. Soy una niña sacando vaho por la boca para escribir mi nombre en los escaparates, la nariz pegada a los cristales. Está nevando y, a pesar de mis airadas protestas,  mamá me ha puesto botas, gorro, bufanda y guantes. Donde yo he nacido, el suelo está resbaladizo y la gente recorre las calles apresuradamente, las manos llenas de paquetes,  los corazones llenos de sentimientos, las mentes llenas de recuerdos. Cierro los ojos y puedo apreciar el fulgor de las luces a mi paso. Las luces del imponente árbol de Navidad que se yergue, orgulloso y colorido, en medio de la plaza principal de mi ciudad. Las luces del precioso Belén colocado a sus pies, con figuras clásicas representando el Nacimiento de Jesús. Cierro los ojos y puedo oír con claridad los villancicos de mi infancia, las panderetas y las zambombas, los gritos del castañero, ansioso por hacer su agosto en diciembre.  Cierro los ojos y puedo oler el maravilloso aroma del cardo cocinado con primor por mi tía en mitad de la mesa, la bandeja del turrón, la sidra. No falta nadie. Somos felices. Es Nochebuena.
24 de diciembre. Abro los ojos y veo flores y palmeras en la Rambla. Donde yo vivo, la atmósfera es cálida y el cielo azul, la bóveda perfecta. Lejos queda mi niñez y, a pesar de los años transcurridos, todavía no me acostumbro a una Navidad con sol, aunque me encanta y no la cambio por ninguna otra. Mis padres ya se fueron pero me dejaron su espíritu, permanente inspiración. Me encargaré de que sus nietos continúen  reviviendo estas fiestas como antes, como siempre. Y la gente seguirá recorriendo las calles. Y la iluminación navideña decorará plazas y avenidas. Y, en mi nueva tierra, al Recién Nacido le taparán con una manta esperancera. Y se oirán los mismos villancicos, las zambombas, las panderetas. Y las truchas no estarán rellenas de jamón sino de batata, poniendo el broche ideal a la velada. Y no faltará nadie, ni los presentes ni los ausentes, que nos acompañarán en la memoria de una noche más allá del tiempo y del espacio. Somos felices. Es Nochebuena.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

LAS RELACIONES ENTRE ABUELOS Y NIETOS DESPUÉS DE UN DIVORCIO

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 21 de diciembre de 2011



Me gustaría a través de estas líneas abrir un debate que considero de enorme trascendencia y que no es otro que la salvaguarda de las relaciones afectivas entre abuelos y nietos después de un divorcio.

Actualmente, y debido al aumento de la esperanza de vida, hay cada vez más personas con posibilidad de ser abuelos durante un largo período de tiempo pero, por circunstancias diversas, su contribución a la vida familiar o está desaprovechada o, por el contrario, es excesiva, sobre todo en épocas de crisis como la que estamos atravesando.

Para un niño, probablemente tan sólo sus padres estén por encima de sus abuelos en la jerarquía del afecto, ya que éstos son auténticos libros vivientes que les transmiten conocimientos y les inculcan valores. Esta última función es especialmente importante en nuestros días puesto que, al pertenecer a una generación con menos fracasos conyugales, están en condiciones de ayudar tanto a sus hijos como a sus nietos a comprender algunos principios ya olvidados y, sin embargo, esenciales para disfrutar de una buena convivencia.

El gran problema llega cuando los padres se separan, ya que los niños suelen perder en la práctica dos abuelos, generalmente los paternos. Para la esposa divorciada, la ruptura conlleva la consecuencia lógica de cortar o, en el mejor de los casos, reducir, la relación con sus suegros como medida adicional para enterrar cualquier vínculo con su pasado. Por lo tanto, no es infrecuente que se impida a la familia de los ex cónyuges visitar a los más pequeños y, así, la lista de víctimas de esta realidad tan dolorosa se amplía.

Hasta hace menos de una década, las relaciones entre los abuelos y los nietos después de un divorcio apenas merecían una mención residual que las englobaba a las de otros parientes y allegados y en  la que no se destacaba la trascendencia de la relación intergeneracional.  Hasta la aprobación de la Ley 42/2003 no gozó de un tratamiento diferenciado, ya que con dicha norma jurídica se pretendía la consecución de un doble objetivo: por un lado, "singularizar desde un aspecto sustantivo, de forma más explícita y reforzada, el régimen de relaciones entre abuelos y nietos, tanto en el caso de ruptura familiar como en el caso de simple dejación de obligaciones por parte de los progenitores" y, por otro, "atribuir a los abuelos una función relevante en el caso de abandono de los padres de las obligaciones derivadas de la patria potestad".

Sin embargo, algunas voces afirman que, si bien por un lado el mantenimiento de la relación entre abuelos y nietos es natural, por otro la pura lógica legal se opone a que persistan vínculos derivados de un matrimonio declarado disuelto, de tal manera que, mientras unos juristas están a favor de reconocer este derecho pensando en el bien de los niños, otros lo  consideran una intromisión en los asuntos familiares y una dificultad añadida a la hora de cerrar la herida abierta tras la separación matrimonial.

En mi opinión, y aunque siempre sea un buen momento para acercar posturas enfrentadas, tal vez estas fechas navideñas sean, si cabe, todavía más propicias para que las parejas divorciadas den la talla y piensen en beneficiar sentimentalmente a esos seres tan queridos que son sus padres y sus hijos.

sábado, 17 de diciembre de 2011

PRESUNCIÓN DE INOCENCIA Y PRESUNCIÓN DE INDECENCIA

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 17 de diciembre de 2011



El concepto jurídico de presunción de inocencia, debido a su notable repercusión mediática, se utiliza muy a menudo en la órbita de la opinión pública, aunque no siempre de modo preciso. Por ello, y a fin de clarificar algunos extremos, cabe señalar que se trata de un principio jurídico penal que establece la inocencia de las personas no como excepción sino como regla, de tal manera que sólo a través de un juicio en el que se demuestre su culpabilidad podrá el Estado aplicarles la pena que les corresponda. También nuestra Carta Magna recoge esta figura en el punto 2 de su artículo 24 y la consagra como un derecho fundamental.

Aunque su aplicación es de ámbito general, si los imputados en un proceso penal son cargos políticos es frecuente que la sociedad realice un juicio paralelo en atención a los hechos dados a conocer a raíz de la apertura de los correspondientes sumarios. Así, los ciudadanos que un día depositaron su confianza en los acusados van sacando irremediablemente sus propias conclusiones  sobre la altura moral de los mismos, sin esperar a una resolución definitiva que, saltando de instancia en instancia, tardará años en dictarse, certificando el drama de una justicia cuya exasperante lentitud la convierte en injusta.

En el caso de un primer pronunciamiento absolutorio, a los afectados y a sus partidarios se les llena la boca hablando de linchamientos inadmisibles perpetrados en portadas de periódicos y en titulares de telediarios, al tiempo que aprovechan, repudiando esa libertad de información que sólo defienden cuando les beneficia, para matar al mensajero. Sin embargo, no es descartable que estos individuos de ejecutoria más que dudosa se libren de sus condenas  por los pelos – en ocasiones, por un simple defecto de forma- y, absolución en mano, proclamen a los cuatro vientos su condición de mártires que jamás cometieron pecado, por más que indicios harto contundentes avalen sus vergonzosos comportamientos.

Llegados a este punto cabe preguntarse si los votantes, habitualmente tratados como tontos de baba, debemos atenernos exclusivamente al resultado de un fallo judicial a veces recurrible o si, confiando en nuestra intuición y en las flagrantes evidencias, somos libres de pensar lo que nos venga en gana sobre  la indecencia de unos representantes públicos a quienes jamás compraríamos un coche de segunda mano y, acto seguido, obrar en consecuencia. Y la respuesta es NO, porque las reprobables conductas de estos sujetos quizá no puedan considerarse delictivas desde un punto de vista estrictamente jurídico pero, sin duda alguna, son imperdonables desde un punto de vista ético y es en ese terreno, en el de su estrecha obligación de dar el mejor de los ejemplos, donde las personas de bien han de castigar a las inmorales con su desprecio.

Yo misma, como ciudadana que siempre acude a votar responsablemente, mantengo una opinión formada acerca de algunos escándalos con nombres y apellidos – Filesa, Rumasa, Gal, Faisán, Albertos, Naseiro, Camps, Garzón…-, con independencia de si sus protagonistas hayan sido absueltos o condenados y hayan pisado o no un centro penitenciario. Por fortuna, la Historia con mayúsculas no se escribe exclusivamente en los tribunales, de modo que una sentencia absolutoria no supone en todos los casos un certificado de inocencia real, como tampoco acredita una conducta ejemplar.

De hecho, no es infrecuente que los encargados de investigar actuaciones de esta naturaleza reúnan pruebas numerosísimas que, por no ser lo suficientemente concluyentes, aboquen a jueces y magistrados a dictar un fallo no condenatorio en el estricto cumplimiento de la máxima “in dubio pro reo”. Pero, de ahí, a colegir que constituye un refrendo de la honorabilidad de los imputados o a afirmar que los hechos enjuiciados jamás sucedieron, va un abismo. Podemos ser tontos, pero no tanto.



lunes, 12 de diciembre de 2011

LA INFLUENCIA DE LAS VACACIONES SOBRE LOS PROCESOS DE DIVORCIO (NUEVA VERSIÓN)

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 12 de diciembre de 2011


El amor es una asignatura pendiente que hay que aprobar a diario pero su prueba de fuego por excelencia llega con los períodos vacacionales, principalmente el verano, la estación en la que la convivencia de las parejas –para bien o para mal- se dilata en el tiempo. La posibilidad de relajarse junto a la persona amada puede degenerar en el momento propicio hasta dejar aflorar todos los reproches que han sido silenciados durante los ajetreados periodos de invierno y primavera. Ya los cónyuges no pueden recurrir a ninguna excusa para evitar el tan temido enfrentamiento y, al compartir más horas al cabo del día, las diferencias que apenas se perciben durante el resto de los meses salen en este momento a la superficie.

La constatación de que la mayor parte de las demandas de divorcio se plantean al finalizar las vacaciones estivales es incuestionable y puede demostrarse estadísticamente aunque, en honor a la verdad, esta afirmación hubiera sido más fiel a la realidad hace algunos años. Pero la tan traída y llevada crisis económica también se deja sentir en los despachos de abogados y actualmente no es infrecuente encontrar parejas que atraviesan dificultades financieras y que, ante la esclavitud de la hipoteca y la imposibilidad de afrontar por individual sus gastos comunes, se resignan a seguir compartiendo el domicilio conyugal aunque se hayan visto abocadas a echar mano de un biombo para dividir el espacio en dos. Lógicamente, esta medida sólo es viable cuando se trata de personas capaces de, al menos, evitar enfrentamientos y no llegar a las manos en caso de discusión. En otros casos, emprender el camino de vuelta a casa de los padres es otra opción bastante frecuente.  

El hecho de que uno de cada tres divorcios se produzca en el mes de septiembre no es ninguna casualidad. Algunos expertos en la materia, fundamentalmente juristas, atribuyen esta circunstancia al hecho de que los juzgados permanezcan cerrados en agosto pero otros profesionales – en especial, psiquiatras y psicólogos- no comparten dicha explicación y defienden su propia teoría. La experiencia les dicta que la rutina diaria marcada por el trabajo, la casa y la atención de los hijos –si los hubiere- empuja a muchos matrimonios a ir arrastrando los problemas surgidos en la convivencia y que, por desistimiento, no estallan durante el resto del año. Pero la obligación de permanecer juntos varias semanas sin posibilidad de escapatoria hace aflorar las tensiones ocultas y el falso equilibrio en el que se sustenta su vida familiar termina por hacerse añicos.

Obviamente, las rupturas surgen en aquellas parejas cuyos problemas de comunicación vienen de antiguo. Por consiguiente, no debe sorprender que los desencuentros aumenten  justamente cuando más tiempo tienen para estar juntos, en definitiva, en esas etapas de descanso que tendrían que ser el momento ideal para compartir los espacios y expresar los afectos. Son numerosos los matrimonios que culpan al yugo de los horarios del día a día –sean domésticos, laborales o escolares-  de su enorme dificultad para interrelacionarse. Sin embargo, resulta chocante que sea justamente en los períodos de descanso cuando, pudiendo hacerlo, no quieran o no sepan. Si cada miembro de la unidad familiar piensa exclusivamente en sus propios intereses o en su particular modelo de ocio incumple su parte de responsabilidad para alcanzar la felicidad colectiva y entonces aparecen nuevas fricciones o, como mínimo, aumentan las ya existentes.

Reconocer la raíz del problema es el primer paso para encontrar su solución. En infinidad de casos ni siquiera es necesario coincidir en todos y cada uno de los planteamientos vitales. Basta con saber comunicar las diferencias de opinión para, desde el respeto, tratar de llegar a acuerdos. Quienes son incapaces de realizar este ejercicio a lo largo de once meses, difícilmente lo harán en aquél que completa el calendario.

jueves, 8 de diciembre de 2011

EMPIEZA LA CUENTA ATRÁS



8 de diciembre. Festividad de la Inmaculada Concepción de María. Siempre ha sido, es y será el día en el que empieza la cuenta atrás. Antes, con nuestros padres. Ahora, con nuestros hijos. Idéntico ceremonial.
La caja de cartón decorada con motivos navideños abandona el armario en el que ha permanecido once largos meses. Una a una, ordenadamente, colocamos las hermosas figuritas de barro sobre la alfombra, a la espera de que, durante treinta jornadas muy especiales, ocupen ese lugar que les da su verdadero sentido.
En primer lugar, el portal. Sobre su tejado, el pequeño de la casa extiende harina blanca ayudándose de una cucharilla de postre. Con cuidado. Que la “nieve” cubra cada palmo.
A continuación, a izquierda y derecha, la Virgen y San José, dejando entre ambos el espacio preciso para que ese Niño Jesús que está de camino pueda encontrar acomodo.  El musgo y la arena harán el resto.
Detrás, la mula y el buey, una frente a otro, mirándose con recelo, expectantes.
Sobre un cielo imaginario de espejo, el ángel que anuncia la buena nueva compartirá las noches con una estrella de papel de plata que guía desde Oriente a los Reyes Magos.
Cerrando el cortejo, a lomos de los camellos y en compañía de sus pajes, Melchor, Gaspar y Baltasar han sido los últimos en salir de su refugio. El día 8 de enero serán los primeros en retornar a él.
Navidad 2011, bienvenida.

viernes, 2 de diciembre de 2011

MUJERES (COMPLACIENTES) Y HOMBRES (PROTECTORES) Y VICEVERSA

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 2 de diciembre de 2011


No era necesario aguardar, coincidiendo con la reciente celebración del Día Internacional contra la Violencia de Género, a la presentación del último y polémico informe de la Federación de Mujeres Progresistas para constatar una circunstancia más habitual de lo que nadie pudiera imaginar. Por increíble y anacrónico que parezca, la triste realidad es que el modelo adoptado por un considerable número de hombres y mujeres a la hora de establecer sus vínculos afectivos apenas ha evolucionado desde la caverna. Los demostrables avances femeninos en materias de toda índole se dan de bruces con unas estadísticas que ponen de manifiesto la reproducción de unos roles tradicionales que asocian a las hembras con la complacencia y a los varones con la protección.

Del referido estudio, basado en una encuesta realizada a jóvenes de entre catorce y dieciocho años residentes en Madrid y Burgos –aunque me temo que, por desgracia, el resultado sería muy similar de llevarse a cabo en las demás provincias españolas-, se desprende que continúan calcándose los estereotipos que otorgan a los chicos determinados rasgos como la valentía y la agresividad y a las chicas  otros como la ternura y la comprensión. Ocho de cada diez encuestados opina que ellas están llamadas a complacer a sus novios mientras que éstos asumirían la misión de protegerlas.

Asimismo, sorprende muy negativamente la vinculación lógica e, incluso, positiva que establecen entre amor y celos, o la aceptación tácita de prácticas tan rechazables como la revisión de los mensajes de móvil y la prohibición de utilizar determinadas prendas de vestir, convenientemente aderezadas con la excusa del enamoramiento. Y preocupa esta visión tan sesgada porque, mediante una simple asociación de ideas, algunas mujeres encontrarían “naturales” las manifestaciones violentas de su pareja y tenderían a justificarlas y hasta a comprenderlas.

Las adolescentes de las sociedades occidentales viven bajo una falsa apariencia de igualdad, que reside en hechos tan puntuales como la posibilidad de fumar y beber alcohol en la misma medida que sus compañeros, o de mantener relaciones sexuales tempranas sin las limitaciones de antaño, o de frecuentar idénticos ambientes hasta altas horas de la madrugada. Sin embargo, es con el desempeño de la actividad profesional llamando a sus puertas cuando comprueban la brecha tan notable que todavía las separa de la mitad masculina de la población. De hecho, centrándonos en el ámbito de la conciliación familiar y laboral, y pese a que el noventa por ciento contesta sobre el papel que las tareas del hogar deben repartirse entre todos sus miembros, el mismo porcentaje reconoce que es la madre quien se encarga de estas cuestiones, mientras que el resto de la familia tan sólo ayuda.

A la hora de encontrar explicaciones a estos comportamientos tan recurrentes, y sin olvidar el peso específico de la labor educativa ejercida por padres y profesores, se torna imprescindible actuar individual y socialmente contra dos enemigos muy poderosos: la televisión y el ordenador. La influencia perversa que tanto las series televisivas como los videos musicales ejercen sobre los chavales neutraliza cualquier esfuerzo dialéctico que se realice para combatir esta actual deriva juvenil. Tanto los guiones de las primeras como las letras y las imágenes de los segundos fomentan el mantenimiento de arquetipos machistas y reflejan patrones mentales que cualquier individuo con dos dedos de frente rechazaría de plano, transmitiendo unos modelos extremadamente alejados de lo que debería ser una relación sentimental basada en el respeto y en la igualdad, a la vez que ajena a discursos feministas trasnochados.

Por lo tanto, mientras se sigan emitiendo programas como Mujeres y hombres y viceversa y las megaestrellas de la música se sirvan de clips plagados de permanentes connotaciones sexuales para vender más discos, ésta será una batalla perdida.  


martes, 29 de noviembre de 2011

LUZ DE NOVIEMBRE



La pasada noche concluí la lectura de la novela “Luz de noviembre, por la tarde”, debut literario de mi paisano Eduardo Laporte. Elegí esta opera prima como área de descanso entre dos títulos de Javier Marías, en concreto “Los enamoramientos” y “Mañana, en la batalla, piensa en mí”. Laporte –Pamplona, 1979-, un periodista especializado en Cultura que colabora con varios medios de comunicación nacionales, ha desnudado su alma ayudado de las palabras para, de este modo, firmar un trabajo intenso y sincero que coloca al lector frente al drama de la enfermedad y de la muerte.
En el año 2000, con apenas veintiuna primaveras, Laporte asistió a los fallecimientos de sus padres, víctimas de sendos cánceres, en el breve lapso de los nueve meses que van de marzo a diciembre. Ha tenido que transcurrir una década para que todos los sentimientos que trasladó en aquellas fechas a las páginas de una libreta provisional tomaran forma y encontraran el cauce adecuado para ser mostrados ante los ojos ajenos, en una suerte de reconciliación con sus circunstancias personales.
El escritor plasma con pluma certera un drama que, a fuerza de ser real y vivido en carne propia, alcanza inevitablemente el corazón del lector. Huyendo de la manipulación sentimental y centrándose fundamentalmente en la transcripción de ambas batallas finalmente perdidas contra la cruel enfermedad, la prosa del hijo prematuramente huérfano por partida doble transforma la amargura en melancolía, el dolor en esperanza, la ausencia en admiración.
Según declaraciones del propio autor, leerán “Luz de noviembre, por la tarde” sobre todo los valientes, porque trata del último tema tabú de la sociedad, la muerte, de la que nadie apenas habla porque la gente cree que eres un aguafiestas si lo haces. Mirar al pasado de frente es bueno. Hay que mirar con cierta frecuencia el retrovisor.
Recomiendo abiertamente este libro, verdadero testimonio de un permanente amor filial que se extiende más allá del último adiós.

viernes, 25 de noviembre de 2011

LA PELIGROSA OBSESIÓN POR LAS CALIFICACIONES ESCOLARES

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 25 de noviembre de 2011



Corren malos tiempos para la educación en España. Todas las estadísticas, encabezadas por el temido Informe Pisa, nos sitúan en el furgón de cola europeo en lo que se refiere a una materia tan prioritaria. Las cifras que reflejan el grado de fracaso escolar ponen de manifiesto la gravedad del problema al que nos enfrentamos. Yo, que tengo la inmensa fortuna de contar entre mis amistades más estrechas con varios docentes que, a menudo, me transmiten sus preocupaciones, estoy plenamente convencida de la importancia suprema de la formación intelectual como base de una sociedad de la que podamos sentirnos orgullosos.

Por otra parte, siempre he defendido la idea de que la familia educa y la escuela instruye e, igualmente, he manifestado mi completo desacuerdo con esa aspiración de algunos padres de que sean los profesores quienes les sustituyan en la transmisión de valores y modelos de conducta que considero exclusivos del ámbito doméstico. En compensación, jamás he puesto en entredicho los métodos pedagógicos y calificadores de los numerosos maestros que han impartido clases a mis hijos, ni siquiera cuando no los compartía. Muy al contrario, he respetado al cien por cien su forma de enseñar cada asignatura y sus criterios de evaluación.

Dicho esto, y habida cuenta que estamos inmersos en plena época de exámenes, me gustaría exponer y analizar una costumbre cada vez más extendida en determinados centros y que no es otra que la pretensión de que padres y madres se involucren, como si  fuera una rutina familiar añadida, en la realización de las tareas escolares. En otras palabras, que se conviertan en una especie de docentes complementarios a domicilio. Y que quede claro que no estoy hablando de una mera supervisión académica ni de una colaboración esporádica sino de una intervención en toda regla. No puedo evitar retrotraerme a épocas pasadas en las que raro era el progenitor que se reunía con tutores o maestros y, menos aún, que acompañara a su prole mientras ésta hacía los deberes. Por regla general, los adultos de entonces no tenían ni el tiempo necesario ni la formación suficiente para abordar dicho cometido, por más que su máxima ilusión fuera que la generación que les iba a suceder aprendiera lo que ellos, víctimas de unas circunstancias poco propicias, no habían tenido oportunidad.

Si padres y docentes exigimos el respeto mutuo de nuestros respectivos ámbitos de actuación –educar los primeros e instruir los segundos-, no parece lógica esa velada exigencia de cooperación por parte de los colegios y, menos aún, esa actitud de algunas familias que se obsesionan con el hecho de que sus hijos sean los mejores de la clase y que, para la consecución de tal fin, emplean buena parte de la semana, festivos incluidos, en estudiar en equipo los contenidos de los exámenes de los chiquillos, hasta el punto de no saber si la nota final corresponde a unos o a otros y, lo que es peor, desconociendo la auténtica capacidad individual del niño.

Que conste que soy la primera en inculcar la importancia del esfuerzo y en exigir unos resultados acordes con la capacidad del alumno pero sin que éste llegue a percibir a su compañero de pupitre como el rival a batir. Además, conviene no olvidar que dichas calificaciones suelen combinarse con las tareas, la participación en clase y los trabajos en grupo pero que, por sí solas, no evalúan ni la capacidad de relación, ni el grado de integración ni las diversas inteligencias del ser humano. Debe ser por eso que en Finlandia, país que encabeza el ranking internacional en materia educativa, suprimen las notas en la escuela elemental porque creen que debe ser la “escuela de la cooperación y no de la competición”. Para meditar.

lunes, 21 de noviembre de 2011

"DIVORCIARSE" DE LOS HIJOS YA NO ES UNA UTOPÍA (NUEVA VERSIÓN)

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 21 de noviembre de 2011



Esta misma semana, mientras asesorábamos a un matrimonio que acudió a nuestro despacho con la intención de divorciarse de mutuo acuerdo, asistí con tristeza al retrato que la citada pareja hizo de su propio hijo. Al tratarse de un joven de veinte años que encaja como un guante dentro de la denominada generación ni-ni, sus progenitores manifestaron el deseo de incluir una cláusula dentro del convenio regulador para ponerle fecha de caducidad al sostenimiento económico de tan irresponsable vástago.

Este concreto caso me ha recordado a otro que sucedió el año pasado en una provincia de Andalucía y que, por lo novedoso de su resolución, saltó a los medios de comunicación nacionales. El protagonista era un joven de veinticinco años que, ni en sus peores pesadillas, podía sospechar que el chollo de vegetar a costa de papá y mamá estaba a punto de tocar a su fin. Un buen día, el aguerrido joven, tan sobrado de ínfulas como escaso de perspectivas, decidió demandar a sus padres porque, aunque le mantenían a plena satisfacción e incluso le pagaban religiosamente la letra del coche, se negaban a darle más dinero para sus gastos, incapaces de seguir soportando los niveles de tensión y conflictividad a los que la carne de su carne les tenía sometidos. Fue el ambiente de hostilidad y el grado de convivencia cero del que hacía gala el sujeto los que propiciaron la negativa familiar a satisfacer sus exigencias y, por ende, la gota que colmó el vaso del caradura. Sin duda, la afrenta resultó excesiva para quien ya había cumplido de sobra el cuarto de siglo sin dar un palo al agua. De hecho, estaba matriculado en la Facultad de Derecho de Sevilla pero, hasta aquel momento, tan sólo había aprobado tres asignaturas de la carrera. Desde luego, no puede decirse que gozara de un expediente académico muy competitivo pero es que tampoco, a falta de inquietudes intelectuales, volcaba sus afanes en el ámbito doméstico. Por el contrario, se esmeraba en encajar a la perfección en ese sector de jóvenes mayores de edad sin ningún interés ni por trabajar ni por estudiar.

El caso es que cuando, cargado de razones, decidió llevar a sus progenitores ante los Tribunales con el fin de, además de seguir bajo su mismo techo, sablearles cuatrocientos euros al mes para costearse los caprichos, no podía sospechar que sus Señorías le tenían reservados otros planes. Durante la celebración de la vista, y gracias a la declaración de uno de sus hermanos, quedaron acreditados los insultos y los malos tratos en el seno de la unidad familiar. El padre -empleado de una empresa de recogida de basuras- y la madre -camarera de hotel- manifestaron su desesperación ante semejante situación y expresaron el deseo de que el muchacho abandonase su domicilio, si bien se mostraron dispuestos a abonarle una pensión temporal de doscientos euros mensuales durante dos años, para no provocarle una situación de repentina inasistencia. La sentencia del Juzgado de Familia número 5 de Málaga desestimó las pretensiones del demandante y le recriminó su mala conducta, origen de una convivencia insostenible que ningún padre está obligado ni legal ni moralmente a soportar.  El Magistrado declaró igualmente el cese de la obligación paterna de alimentos y comunicó al afectado que contaba con un plazo de 30 días para recoger todos sus efectos personales, abandonar el domicilio y empezar a  -como se dice coloquialmente- buscarse la vida.

Nuestro ordenamiento jurídico no contempla la figura del divorcio de los padres respecto de sus hijos. Se es padre o madre para toda la vida. Pero lo que sí puede darse es un símil de separación cuando ese hijo no acepta unas normas básicas y, amparándose en el Código Civil, abusa de su condición filial. Así pues, sería recomendable que más de uno dedicara parte de su envidiable tiempo libre a la lectura de dicha resolución judicial porque, como aviso para navegantes, no tiene desperdicio.



sábado, 19 de noviembre de 2011

UNA JORNADA PARTICULAR (DE REFLEXIÓN)


Fecha: 19 de noviembre de 2011.
País: Lo que en otro tiempo fue España.
Situación: Al borde del abismo.

Apenas han transcurrido seis meses desde mi última visita a las urnas y, en el convencimiento de su plena vigencia, expongo nuevamente las ideas que ya entonces expresé sobre el papel:

“Coincidiendo con los albores de la precampaña, llevaba varias semanas de ardua preparación psicológica en previsión de la que se me venía encima con la inminente cita ante las urnas pero, lamentablemente, no me ha servido de nada. Ni los ejercicios de respiración, ni los tapones para los oídos, ni las valerianas nocturnas han contribuido al resultado deseado. La antiestética pegada de carteles, unida a los cansinos reportajes televisivos y a los recurrentes anuncios radiofónicos, me ha sumido, como ya me temía, en la más profunda de las depresiones. Y es que enfrentarme por ciclos a semejante sobredosis de falsedades me hace contemplar seriamente la posibilidad de prenderle fuego al carnet de identidad y lanzarme a la búsqueda de paraísos perdidos donde los políticos profesionales tengan reservado el derecho de admisión. Como primera medida de supervivencia, he salido estos días de mi casa cruzando los dedos para no coincidir en el trayecto con alguno de estos individuos sonrientes y edulcorantes que se afanan, por supuesto sin éxito, en llevarme al huerto. Confieso que en estas últimas jornadas me ha tocado cambiarme de acera en más de una ocasión. Menos mal que ocupo una franja de edad intermedia que me hace inmune a que me pellizquen en la cara o, en su defecto, a que me engañen en el club de jubilados de turno mientras estoy echando la partidita vespertina de dominó. Salvado el escollo del encontronazo no deseado, llego al hogar y, al abrir el buzón del correo, una caterva de sobres con publicidad electoral se desparrama sin remedio sobre mis piernas. Más fotos. Más promesas. Más hartazgo. Comienzo a proferir una serie de exabruptos amparada en la feliz circunstancia de que estoy sola y, por lo tanto, a salvo de ser tachada de ordinaria. Pero, de pronto, reparo en que, más pronto que tarde, tendré que decidir a quién votar, aunque sólo sea por dar ejemplo de democracia a la carne de mi carne.  Y resuelvo que, aunque mi voto sea una gota en el océano y corra el riesgo de ser calificado como inútil,  es mío y me niego a prostituirlo adhiriéndome a esa desoladora teoría del “second best” que me aboca a elegir entre los malos o los peores. Lo más probable es que ponga mis principios a salvo de esta mediocre oferta cuatrienal y prescinda de siglas mayoritarias que llevan varias legislaturas defraudándome. Estoy asqueada de ministros sin estudios que dicen “cónyugue”, “convinción” y “espetativas”, de diputados que se levantan la friolera de seis mil euros mensuales sin ni siquiera acudir a unas sesiones parlamentarias mínimas, de listas cerradas a cal y canto salpimentadas de imputados por corrupción, de un partido de la oposición acomplejado e incapaz de dar un puñetazo encima de la mesa ante el temor de perder eventuales votantes, de directivos bancarios corresponsables de la crisis financiera a quienes nuestro Gobierno socialista tapa las vergüenzas y no arrastra de los pelos ante los Tribunales, de Magistrados supuestamente prestigiosos que obedecen sin rechistar las consignas de quienes les nombraron para el cargo,  aunque por el camino vayan dejando un reguero de errores judiciales, de parásitos nacionalistas y cortos de miras capaces de vender su alma al mejor postor con tal de seguir en la poltrona. En definitiva, de listos que me toman por tonta cuando afirman que no me conviene saber de antemano con quién compartirán lecho en cuanto acabe el recuento de voluntades. ¡Cómo envidio a los pueblos capaces de denunciar responsablemente los abusos que sufren y de luchar por  unas justas pretensiones! Al menos, demuestran tener sangre en las venas. Aquí, mientras tanto, nos dejamos anestesiar el cerebro con los programas de la telebasura. Es demoledor admitirlo pero, en definitiva, tenemos lo que nos merecemos.”

A pesar de todo, mañana volveré de nuevo al mismo colegio electoral y mis hijos me ayudarán a introducir cada papeleta en su sobre y cada sobre en su urna. Por responsabilidad ciudadana. Porque cada voto cuenta.

martes, 15 de noviembre de 2011

NOVATADAS UNIVERSITARIAS:CUANDO LA BROMA SE CONVIERTE EN DELITO

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 15 de noviembre de 2011

Octubre, por mor del comienzo del curso académico, se alza como el mes elegido del calendario para iniciar unas actividades aparentemente inocentes que, en realidad, esconden una amplia variedad de excesos sangrantes cuyas víctimas son los estudiantes novatos que acceden a las aulas universitarias. Esta polémica tradición se remonta a la Edad Media y su origen está ligado a ciudades como Salamanca y Alcalá de Henares, aunque sean Madrid, Valladolid, Santiago o Cáceres quienes han recogido el testigo y sea en sus campus donde más se realizan estas prácticas. En algunos centros están vedadas en atención a sus nefastas consecuencias pero en otros continúa siendo un método de supuesta integración del recién llegado. Estos atropellos se repiten curso a curso por toda la geografía española y, en ocasiones, llegan a provocar en los afectados, además de serias lesiones de carácter físico, efectos perversos en su autoestima.

Así ocurrió recientemente con tres miembros de un colegio mayor compostelano que fueron ingresados con heridas graves en los ojos, fruto de una batalla estudiantil en el transcurso de la cual les arrojaron al rostro detergente industrial. Dos de ellos tuvieron que ser operados y su pronóstico aún hoy está pendiente de evolución. En la actualidad, las novatadas son mucho más difíciles de controlar que en el pasado, debido a que los veteranos han trasladado a las calles el ámbito de su comisión para evitar así las correspondientes sanciones que los centros educativos tienen el deber y la obligación de imponer. La máxima expresión del castigo es la expulsión y, si bien en los Rectorados se reciben cada vez más denuncias, es necesario que el número de jóvenes que opten por acudir a la vía judicial sea superior.

A pesar de que el Código Penal en su artículo 173 permite asimilar estos comportamientos a los delito de tortura y contra la integridad moral -que conllevan penas que van desde los seis meses a los dos años de prisión-, muchos agredidos no acuden a los juzgados por motivos tan dispares como la inexplicable aceptación de la situación o el sentimiento de una especie de Síndrome de Estocolmo respecto del agresor. El propio Tribunal Supremo dictaminó en una sentencia de abril de 2003 que “la realización de novatadas puede ser considerada como delito, así como las conductas que puedan producir sentimientos de terror, de angustia y de inferioridad susceptibles de humillar, de envilecer y de quebrantar, en su caso, la resistencia física y moral". Además, el Alto Tribunal ha impuesto elevadas indemnizaciones de hasta un cuarto de millón de euros en aquellos casos en los que se ha ocasionado una discapacidad grave al damnificado.

Precisamente se acaba de crear en Galicia la primera asociación nacional en contra de esta forma de maltrato universitario. Sus miembros piden "tolerancia cero" frente a lo que, a su juicio, son sencilla y llanamente torturas y vejaciones que tan sólo se explican desde el más deleznable sentido del humor o, peor aún, desde un afán perverso de hacer daño de forma gratuita. En este sentido, cabe resaltar que otros países como Estados Unidos e Inglaterra tampoco son ajenos al ejercicio de estas conductas humillantes. Incluso el pasado mes de marzo se planteó en Francia la creación de una ley específica de responsabilidad penal sobre estas materias. Para concluir, me tomo la libertad de trasladar a los lectores un par de reflexiones personales que me preocupan enormemente: ¿Dónde está la línea que diferencia un acto de integración de otro constitutivo de delito? ¿Hasta cuándo se seguirán cometiendo tropelías en nombre de la sacrosanta tradición?

lunes, 14 de noviembre de 2011

UNA VOZ EN DEFENSA DE LA CUSTODIA COMPARTIDA

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 14 de noviembre de 2011

La profunda crisis que actualmente azota a países de medio mundo tiene su reflejo en escenarios de lo más variopinto. En los despachos de abogados se asume que el descenso experimentado en el número de divorcios es otra consecuencia lógica de la actual coyuntura económica. A día de hoy resulta más viable realizar modificaciones a la baja de convenios reguladores ya existentes que iniciar nuevos y costosos procedimientos de separación. En cualquier caso, al tratar estos temas, los profesionales del Derecho detectamos que los conceptos de patria potestad y guarda y custodia, pese a sus notables diferencias, mueven a confusión a muchas personas ajenas al ámbito jurídico. Así, mientras que la primera se define como la relación existente entre padres e hijos menores materializada en una serie de derechos y deberes centrados en su protección, desarrollo y educación integral, la segunda consiste en cuidar, asistir y vivir con ellos en su día a día.

Por regla general, la patria potestad es compartida por ambos cónyuges en los casos de divorcio y separación, excepción hecha de las situaciones de malos tratos o asimiladas. Hasta hace relativamente poco tiempo, la guarda se atribuía a uno de los progenitores –habitualmente, la madre- mientras que era el padre quien debía abandonar el hogar conyugal, estaba obligado a abonar las pensiones alimenticias correspondientes y gozaba de un régimen de visitas más o menos amplio establecido por sentencia judicial. La cruda realidad se ha encargado de demostrar que, en no pocos casos, este formato ha abierto las puertas a la injusticia, situando a numerosos varones en inferioridad de condiciones respecto de sus ex esposas, por más que algunos profesionales del Derecho (sobre todo, mujeres) se resistan a admitirlo y pequen de falta de ecuanimidad.

Desgraciadamente, los casos de utilización y manipulación de los menores por las partes implicadas en las disoluciones conyugales están a la orden del día. Incluso se puede constatar estadísticamente un inquietante aumento de denuncias falsas interpuestas por mujeres incursas en estos procesos. Esta involución no ha pasado desapercibida en los juzgados de familia, de tal manera que existe una corriente doctrinal cada vez más extendida que aboga por que la custodia compartida (considerada más propia de las sociedades anglosajonas que de las latinas) ya no sea la excepción sino la regla, con independencia – y aquí estriba la novedad- de que los otrora cónyuges mantengan o no una buena relación personal tras su ruptura. La experiencia profesional me predispone a estar de acuerdo con este trueque de excepción a regla, pero siempre y cuando hablemos de adultos capaces de dar la talla ante esta situación sobrevenida. De lo contrario, los menores implicados podrían verse irreparablemente perjudicados por la decisión equivocada de un juez.

Plataformas de afectados por esta cuestión luchan desde hace tiempo por un cambio legislativo profundo y urgente para que en el Código Civil se reconozca la custodia compartida como “derecho fundamental de los hijos a relacionarse con sus dos progenitores en igualdad de condiciones tras la separación o el divorcio”. La Comunidad Autónoma de Aragón fue la primera en aprobar la Ley de Igualdad en las Relaciones Familiares, pero una exigencia social cada vez más intensa ha propiciado la adhesión de otras autonomías. De hecho, algunos jueces ya han dictado sentencias en las que establecen que sean los padres y no los hijos quienes se turnen en el uso y disfrute de la vivienda familiar. De esta manera, pretenden evitar la sensación de desarraigo que invade a esas víctimas inocentes, obligadas a hacer la maleta y trasladarse a otra casa durante el período de visitas que corresponde al adulto con quien no comparten techo cotidianamente. A partir de ahora, el niño permanecerá siempre en su mismo entorno y serán los padres quienes deberán cambiar de domicilio durante el período estipulado -semanas, quincenas, meses, incluso cuatrimestres o semestres alternativos-.

Cualquier medida que se adopte con responsabilidad para preservar el mantenimiento de las relaciones paterno filiales debe ser defendida sin discusión y, en mi opinión, es la mejor vía para que todos los miembros de la familia salgan ganando.


miércoles, 9 de noviembre de 2011

CATÁLOGO DE ESPECIES A EXTINGUIR: V. LOS POLÍTICOS EN CAMPAÑA

Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 9 de noviembre de 2011



Viernes cuatro de noviembre. Empieza el espectáculo. Observarán que me he apropiado descaradamente del título del célebre musical dirigido por el maestro  Bob Fosse, persuadida de que el término “espectáculo” es el que mejor define el panorama que nos aguarda durante las próximas dos semanas. También he barajado la posibilidad de ahorrarme la coletilla “en campaña” hasta el último minuto pero, por más que me lo pedía el cuerpo, no he querido pecar de injusta, no vaya a ser que, aunque yo no haya tenido la suerte de conocerlo, exista algún político que reúna las condiciones mínimas exigibles. Y no será porque no lo busque con denuedo detrás de cada sigla, habida cuenta que es justamente en época electoral cuando todos abren el tarro de las esencias y despliegan, emulando a los pavos reales, su cola multicolor.

Calles y plazas se inundan de enormes carteles que muestran un despliegue de photoshops antiarrugas, antiojeras, antipapada y antisarro. Mientras las pantallas de televisión emiten videos bochornosamente maniqueos y demagógicos -cuando no falsamente esperanzadores y/o empalagosos hasta la náusea-, las cuñas radiofónicas y los anuncios en prensa no les van a la zaga. Los primeros espadas de las futuras faenas (nunca mejor dicho) recorren sin descanso la geografía nacional repartiendo sonrisas, besos y carantoñas a diestro y siniestro. No hay niña de silleta ni anciano de bastón que se libre de los desparrames afectivos del candidato de turno, mientras sus subalternos ponen el broche de oro a su mitin en forma de bocadillos de mortadela. Los denigrantes coqueteos de los aspirantes al cargo ante su eventual electorado  traspasan la frontera de la ridiculez y confirman la terrible sospecha de que los votantes somos piezas de un tablero en cuya jugada final no tendremos, a la postre, ni arte ni parte.

La voluntad popular, soterrada bajo la falaz excusa de un falso consenso, se verá prostituida por quienes, conseguido el botín de nuestra ingenuidad, harán de su capa un sayo con tal de tocar poder, ignorando que la inmensa mayoría de los ciudadanos reniega de los pactos postelectorales. Por mucho que se empeñen en adornarla, se trata de una práctica rechazable y la prueba del nueve es que ninguno de ellos se arriesga a garantizar qué hará tras el recuento de las papeletas, sin duda porque ni siquiera lo sabe. Se resisten a admitir que, de entre una larga lista, la incoherencia es el pecado más imperdonable que un político puede cometer.

Ante semejante perspectiva, acudir a las urnas con ilusión no pasa de ser una utopía para el común de los demócratas. Sin embargo, una vez más iremos a votar en conciencia gracias a la responsabilidad que a muchos de ellos les falta. Se impone con urgencia un cambio del sistema electoral para que se haga efectiva la máxima de “un hombre, un voto” y es necesaria la implantación de listas abiertas para elegir a personas con nombre y apellidos cuyo nivel de preparación sea el criterio primordial de selección para ocupar cargos públicos. Pero, ¿quién le pone el cascabel a este gato si los partidos minoritarios no pueden y los mayoritarios no quieren?

Creo firmemente que la crisis en la que estamos inmersos tendría que tornarse en una oportunidad histórica para remover los cimientos del Estado autonómico, eliminar instituciones, reducir municipios y reestructurar administraciones. Para ello, es imprescindible confiar estas tareas a profesionales con un perfil más técnico y menos político.

De aquí al 20-N varios candidatos pretenderán hacernos comulgar con ruedas de molino por enésima vez pero deben tener bien presente que sus tan a menudo maltratados votantes tenemos memoria y exigimos respeto. Nuestro futuro y el de nuestros hijos están en juego.

martes, 8 de noviembre de 2011

LOS HIJOS COMO ARMA ARROJADIZA EN LAS RUPTURAS SENTIMENTALES (NUEVA VERSIÓN)

Artículo publicado en La Revista de la Feria del Divorcio el 8 de noviembre de 2011


Hace algunos meses saltó a las primeras planas de los periódicos la noticia de que un hombre divorciado había recurrido al Defensor Andaluz del Menor para interponer una denuncia, después de esperar durante más de tres semanas a que la tutora de su hija, que por aquel entonces contaba con dieciséis años y cursaba Primero de Bachillerato, tuviera a bien ponerse al teléfono -ni siquiera pretendía reunirse con ella personalmente- para informarle de sus calificaciones escolares. El denunciante  manifestó asimismo que su ex mujer  había incumplido de manera sistemática el régimen de visitas durante los tres  años anteriores, hasta el punto de que la ya adolescente ni siquiera conocía a una nueva hermana de padre nacida durante ese período.
Este caso particular no deja de ser uno más de los que recalan en los despachos y que nos sirven a los abogados para reafirmarnos en la extrema importancia de garantizar el derecho fundamental de todo menor a relacionarse adecuadamente tanto con su padre como con su madre y de seguir manteniendo vivos todos sus vínculos afectivos, que también incluyen al resto de parientes. Sin embargo, con demasiada frecuencia somos testigos de la utilización de los niños como arma arrojadiza en los fracasos sentimentales. Bajo la muy controvertida denominación de Síndrome de Alienación Parental se esconde, sin ningún género de dudas, uno de los rostros más sutiles del maltrato infantil.
Esta conducta, más habitual de lo que a simple vista pudiera parecer, produce daños irreparables en el bienestar emocional de las víctimas inocentes que la padecen, máxime porque la infancia es probablemente la etapa más hermosa en la evolución hacia la madurez y, en atención a su especial vulnerabilidad, debería ser protegida con un especial celo. Por ello, acordar el mantenimiento  de la relación afectiva con ambos progenitores tendría que ser para éstos el principal punto a resolver cuando ya han resuelto zanjar sus vínculos, además de una oportunidad de oro para demostrar ante quienes más quieren que su felicidad es lo primero, manteniéndoles al margen de unas rencillas que les sobrepasan y de las que no son en absoluto responsables.
Por regla general, el conflicto entre los cónyuges surge, no tanto por la decisión de poner punto final a la convivencia como por hacer partícipe de esa ruptura a su prole, que suele verse abocada a tomar partido en una guerra que le genera sentimientos de culpabilidad, impotencia e inseguridad, así como estados de ansiedad y depresión. En ocasiones, es triste comprobar que son los propios chiquillos quienes asumen un papel protector sobre el miembro de la pareja al que consideran más débil, desempeñando de este modo una función que no les corresponde bajo ningún concepto. Esta responsabilidad sobrevenida puede llevarles incluso a rechazar cualquier contacto con la otra parte implicada en el proceso y a justificar dicha postura ante cualquier instancia, jueces incluidos.
Tanto hombres como mujeres implicados en causas de divorcio o separación deberían ser capaces de entender que  esos regímenes de visitas cuyo incumplimiento llevan a cabo para perjudicar al otro miembro de la pareja, tienen su razón de ser y no son fruto de un capricho de nuestro sistema judicial. Su fin último es asegurar el derecho de todo vástago a conservar unos lazos afectivos insustituibles y a proporcionarle modelos de roles alternativos, además de  contribuir a que quien ostenta la guarda y custodia pueda descansar de ese cometido en las fechas estipuladas. La paternidad ha de ser ejercida desde la madurez y el equilibrio, huyendo de la humana tentación de la venganza. Aunque requiera un sobreesfuerzo, hay que trazarse como meta no hacer extensiva la ruptura afectiva a la relación paterno filial. No se me ocurre una demostración más generosa del verdadero amor.

viernes, 4 de noviembre de 2011

JUSTICIA POÉTICA PARA EL JUEZ POETA



Se dice que la mejor manera de vencer la tentación es caer en ella. También se afirma que, si bien en la vida real no siempre se da la verdadera justicia, a través de la literatura sí es posible conseguirla, de tal manera que, en la ficción, el bien se impone frecuentemente sobre el mal. Es lo que se denomina “justicia poética”. Así que, finalmente, no he podido resistirme a manifestar mi opinión personal acerca de un asunto que me atañe directamente y que desde hace una semana está siendo objeto de debate informativo dentro y fuera de Santa Cruz de Tenerife.

En esta hermosa capital canaria existe cierto juez con complejo de trovador que, cuando las musas tocan a su puerta, tiene a bien introducir en sus sentencias varios párrafos en verso. Su última hazaña literaria tuvo lugar a principios del presente año, siendo el blanco de su particular afición por las rimas la directora de una academia de azafatas representada legalmente por el despacho jurídico en el que presto mis servicios y que montó en cólera ante lo que consideró, con toda la razón, una descomunal falta de respeto.
Interpuesta por el letrado titular del bufete, Gerardo Pérez, la correspondiente denuncia ante el Consejo General del Poder Judicial, los inspectores de dicho órgano acaban de proponer la apertura del correspondiente expediente sancionador ante lo que consideran una conducta claramente sancionable. La noticia ha saltado a los medios de comunicación a velocidad neutrina para satisfacción del resto de víctimas de tan lírico magistrado.
Por lo visto, el émulo de Bécquer no piensa que la impartición de justicia sea una labor tremendamente seria, habida cuenta que detrás de cada litigio subyacen disputas e intereses personales que afectan sobremanera a los implicados. Tal vez al ganador del pleito le resulte indiferente que el fallo se redacte en forma de soneto pero, para el perdedor -aunque en este concreto caso la demanda se estimó parcialmente- se trata de una burla inadmisible y de una afrenta fuera de lugar. Nadie pone en duda la irrenunciable libertad de expresión del autor del texto en términos de argumentación jurídica pero, por más que la poesía sea un noble arte, no ha de ser jamás el lenguaje utilizado en unas resoluciones que no debe dictar para su lucimiento.
Conociendo el perfil del personaje, me gustaría saber cómo reaccionaría si cualquiera de los abogados a quienes con tanta displicencia suele tratar en las vistas cometiera la osadía de exponer su alegato final entre pareados y cuartetos.
Señoría: Háganos un favor y limítese a dar rienda suelta a su creatividad fuera del estrado. Su narcisismo le será de gran ayuda.