viernes, 29 de octubre de 2021

MIS CALABAZAS SON PARA EL POTAJE



Artículo publicado en El Día el 29 de octubre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 30 de octubre de 2021



Amparada en una incomprensible tendencia al alza en los últimos tiempos, la celebración de Halloween toca un año más a nuestras puertas con más trucos que tratos, dando así carpetazo al mes de octubre. Y también un año más me asalta idéntica sensación de perplejidad, que viene a añadirse a la que “in illo tempore” me produjo el desembarco navideño de otro extranjero, Santa Claus, anciano bonachón cuyo nexo de unión con la cultura latina equivale a un cero a la izquierda pero que, Coca Cola mediante, se erige como encarnizado competidor comercial de nuestros históricos Reyes Magos. 

Al margen de la religiosidad que impregna a ambas celebraciones (la festividad de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos en el primer caso, la de Navidad en el segundo) y de la que no pocos reniegan, creo que urge reflexionar sobre la preocupante deriva de nuestra sociedad, tan dispuesta a abrazar con fervor cualquier costumbre foránea como a menospreciar sin reparos las tradiciones ancestrales que en ella nacen. Es lo que tiene la globalización, que condena a la ciudadanía a su condición de consumidora y transmuta a buena parte de ella en colectivo sumiso dispuesto a pasar por caja. Porque no nos engañemos. A la postre, todo se resume en una palabra: negocio. 

Negocio para los supermercados, que colocan las golosinas envasadas en fantasmas y ataúdes sobre estanterías estratégicas. Negocio para las tiendas de disfraces, que hacen el agosto en otoño vendiendo trajes de brujas, cadáveres y momias. Negocio para las televisiones, que emiten películas de terror en sesión continua intercalando entre escena y escena una publicidad que les genera pingües beneficios. Y negocio para los locales de ocio y restauración, que organizan toda suerte de actos en la citada noche temática. Incluso los propios centros escolares fomentan el festejo de la siniestra calabaza de raíces celtas y anglosajonas, decorando las aulas e ilustrando al alumnado sobre el tema de referencia. 

Demasiados escollos para sortear por esos padres y madres que se muestran reticentes a que sus pequeños se sumen al terrorífico evento. Rápidamente serán tachados de antipedagógicos por cuestionar que sus hijos e hijas disfruten de la velada junto al resto de sus compañeros. O se les acusará de inmovilistas por aspirar a que vivan estas jornadas como lo que realmente son: el marco escogido para recordar a los ausentes, con o sin oraciones, con o sin visitas a los cementerios, pero siempre desde el respeto a su memoria. Vaya por delante que a mí me encanta una fiesta y que soy feliz viendo felices a quienes más quiero. Sin embargo, agradecería que estas muestras de júbilo, con sus correspondientes sobredosis etílicas y calóricas, hallaran cabida en otras fechas del calendario (que doce meses, cincuenta y dos semanas y trescientos sesenta y cinco días dan para elegir). Y, ya puestos a celebrar el tránsito al 1 de noviembre, tal y como recomiendo almanaque tras almanaque, acudamos a nuestros clásicos y visitemos los camposantos de la mano de Don Juan Tenorio y Doña Inés. 

Muchísimos espectadores ya hemos tenido el privilegio de presenciar la extraordinaria función que la compañía tinerfeña Timaginas Teatro, bajo la dirección de su “alma mater” Armando Jerez, representa durante estas fechas sobre las tablas canarias. Consulten en sus redes sociales los días y horas de sus representaciones. En un montaje cuya escenografía, iluminación, vestuario y música resultan impecables, el elenco actoral interpreta cada papel con un entusiasmo contagioso, metiéndose al público siempre en el bolsillo. A buen seguro, Tirso de Molina y José Zorrilla continuarán aplaudiendo desde el más allá su profesionalidad y entrega. Vaya asimismo por delante mi enésimo agradecimiento a todos ellos por este regalo de tradición y cultura propias. Por lo que a mí respecta, optaré por degustar unos deliciosos “huesos de santo” y seguiré utilizando las calabazas para cocinar un buen potaje.

martes, 26 de octubre de 2021

CON LA MENTE Y EL CORAZÓN EN LA ISLA DE LA PALMA




De nuevo pongo en redes sociales mi broche final a la semana compartiendo el enlace de audio con mi participación de cada jueves en el programa “Tarde o temprano” (a partir del minuto 8). 

Desde Canarias Radio se sigue prestando especial atención a la desgarradora situación por la que atraviesa la isla de La Palma. 

Por ello, supone para mí un inmenso privilegio continuar enviando a través de estas ondas mi cariño y apoyo a todos sus habitantes. 

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viernes, 22 de octubre de 2021

SOBRE EL DERECHO A NO TOLERAR LA INTOLERANCIA



Artículo publicado en El Día el 22 de octubre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 23 de octubre de 2021


El filósofo austriaco Karl Popper formuló en 1945 su famosa “Paradoja de la tolerancia”, en la que intentaba alertar sobre los peligros de ser excesivamente permisivos con las ideologías extremistas en las sociedades libres. Defendía que, si se toleraba a los intolerantes, estos acabarían imponiéndose y provocarían la eliminación de la tolerancia. En otras palabras: que, llevada al límite, la tolerancia puede resultar autodestructiva y que, por lo tanto, se debe reclamar el derecho a no tolerar la intolerancia. En estos días en los que la violencia toma las calles, ya sea en forma de botellón o de manifestación contra la obligatoriedad del pasaporte Covid, el debate permanece más vivo que nunca. 

Asistimos a encarnizadas polémicas sobre si se deben prohibir tales o cuales posicionamientos, si se ha de castigar la difusión de unas u otras ideologías, o si procede perseguir a quienes defienden proyectos políticos sumamente alejados de los valores esenciales que definen a los Estados democráticos. Hay quienes propugnan que el orden democrático libre no puede garantizar la plena libertad a aquellos que buscan, precisamente, eliminar los presupuestos de dicho orden. Dicho de otro modo: que no cabe la libertad para los enemigos de la libertad. Pero tampoco faltan críticos (y hasta detractores) de estos postulados, que manifiestan que ello sería tanto como presumir de una libertad en la que, en el fondo, no se cree. En ese sentido, existen pronunciamientos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentenciando que un delito de apología de determinadas doctrinas o sólo puede ser perseguible cuando suponga una incitación a realizar acciones concretas, y un riesgo real para personas y colectivos. Es decir, el castigo estaría justificado, no cuando se defienden unas ideas, sino cuando se incita a actuaciones que en sí mismas son delictivas. 

Ante esta tesitura, creo que vale la pena hacer especial hincapié en un dato que normalmente pasa desapercibido: la polémica anterior se sustenta sobre el presupuesto de que buena parte de la ciudadanía va a asumir esos discursos intolerantes y esas consignas contrarias a los valores democráticos. Es decir, que planteamientos radicales de lo más diverso calan y convencen a las gentes. No resulta, pues, suficiente centrarse únicamente en la maldad de quien pretende instaurar un régimen totalitario, sea del signo que sea, sino también en la responsabilidad de la ciudadanía que acepta esos programas para, primero, acogerlos y, después, votarlos en unas elecciones. 

Se está imponiendo la peligrosa costumbre de neutralizar una supuesta inmadurez de grupo con una suerte de paternalismo del Estado, estimando que los administrados no razonan ni deciden correctamente y, por ende, tampoco son conscientes de las consecuencias de sus actos. De la misma manera que desde las Administraciones se prohíben determinados anuncios publicitarios porque sus destinatarios carecen del suficiente criterio para no caer en hábitos perjudiciales para la salud, cabría sancionar a formaciones políticas con tintes discriminatorios porque un sector de la población es incapaz de calibrar las derivas sociales que de ello se derivan. Al parecer, se ha instalado la percepción de una masa débil y manipulable con la que resulta imposible consolidar un Estado con plenas garantías, de modo que tal vez el primer paso consista en construir otra sociedad formada y crítica. 

¿Cómo es posible si no que en los Estados Unidos de América todavía perviva el Ku Klux Klan, en Alemania los partidos defensores del nazismo y en tantísimas zonas del planeta dictaduras comunistas y gobiernos sustentados en el fanatismo religioso? Basta con sumar a quienes odian a los negros, a los migrantes, a los cristianos, a los musulmanes, a los indigentes o a las mujeres para obtener una cifra inasumible e intolerable. A mi juicio, antes que la prohibición, la educación se alza como la mejor vacuna contra la intolerancia. De lo contrario, quizá debamos concluir que los seres humanos nos hallamos ya en vías de fracasar como especie.

lunes, 18 de octubre de 2021

DÍA DE LAS ESCRITORAS: UNA FORMA DE HACER JUSTICIA




Coincidiendo con el lunes más próximo a la fecha del 15 de octubre, festividad de mi venerada Santa Teresa de Jesús, desde 2016 se celebra en España el Día de las Escritoras, con el objetivo de recuperar el legado de tantas mujeres que han hecho de la literatura su vida. 

Visibilizar su trabajo y combatir la discriminación sufrida por ellas a lo largo de la Historia constituye para mí un deber moral, una obligación social y, sobre todo, una inmensa satisfacción personal. 

Deseo compartir este tributo de mi pasión por las palabras con el recuerdo aún vivo de la reciente celebración del centenario de la grandiosa novelista Patricia Highsmith en el Festival Atlántico del Género Negro TENERIFE NOIR. 

A todas, felicidades de corazón.




viernes, 15 de octubre de 2021

SER O NO SER OVEJA DEL REBAÑO PLANETARIO


Artículo publicado en El Día el 15 de octubre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 16 de octubre de 2021


“Gran Hermano”, al margen de ser un basuriento programa televisivo que se presenta en dos versiones a cual más vomitiva (la VIP y la plebeya) y cuyos defensores han pretendido revestir de experimento sociológico de alto nivel, es, antes que nada y por encima de cualquier otra consideración, un personaje esencial de la novela de George Orwell “1984” que, salvo sorpresas, no habrán leído ninguno de los concursantes de la bazofia anterior. Se trata del fundador de un Partido que todo lo controla, y su denominación se utiliza frecuentemente para referirse a gobiernos autoritarios que vigilan excesivamente a su ciudadanía, así como al control sobre la información que esta ejerce. 

El caso es que, a cuenta de la reciente caída de WhatsApp, Facebook e Instagram me ha llamado la atención la sospechosa rapidez con la que el todopoderoso Mark Zuckerberg ha querido aclarar que nuestros datos siguen perfectamente a salvo y al margen de variaciones o manipulaciones. Y, será tal vez porque mi vida no es particularmente apasionante desde el punto de vista de los secretos y las mentiras, pero he de confesar que nunca me han gustado los espías, con independencia de que algunos de ellos (James Bond, Jason Bourne, el Super Agente 86) me hayan proporcionado grandes dosis de placer cinematográfico. Los deploro desde lo más hondo de mi ser porque el contenido de su trabajo me parece, como mínimo, discutible. 

Agitando la bandera del mal menor, se dedican a olfatear en los universos ajenos con la excusa de defender patrias e ideologías. Detrás de su apariencia a veces atractiva (Bond), a veces atormentada (Bourne), a veces torpe (Smart), se esconden unos tipos que perviven fiscalizando las actividades de terceras personas susceptibles de “portarse mal”. Por supuesto, dentro de ese grupo estamos todas y cada una de las ovejas de este rebaño planetario, aunque a veces el mayor de nuestros pecados consista, simplemente, en no gestionar nuestros sentimientos, emociones y actos según el docto criterio de tan celosos vigilantes. 

Pues bien, abandonando ya el ámbito de la ficción y centrándome en el de la realidad -que siempre la supera-, me ha resultado inevitable recordar también a Edward Snowden, aquel joven informático estadounidense que puso en jaque a la Administración Obama merced a sus declaraciones sobre las prácticas del Gobierno norteamericano en lo tocante a unas filtraciones a través de Internet. Aún prófugo a día de hoy, ilustró al mundo de lo que el mundo ya se temía: que, por mor del progreso y de los supuestos avances tecnológicos, nuestra privacidad es ya cadáver por los siglos de los siglos. Sin embargo, amparados en estrategias antiterroristas de obligado cumplimiento, miles de sus colegas siguen dedicándose a día de hoy a bucear minuto a minuto en nuestra cotidianeidad, leyendo nuestros correos electrónicos, escuchando nuestras charlas telefónicas, cotejando nuestros análisis de orina y hasta constatando nuestras preferencias sexuales. 

De hecho, mientras escribo estas líneas, millones de terrícolas se estarán palpando por si descubren un microchip intradérmico en alguna parte de su anatomía. Yo, de momento, paso de palparme con ese fin. Me queda el consuelo de que, por ahora, nadie pueda entrometerse en mi mente, en mi alma ni en mi corazón sin mi permiso, más que nada porque son míos y sólo míos y, por lo tanto, los entrego a voluntad. Por lo pronto, este humilde aviso para despreciables navegantes del espionaje, ya sean profesionales o aficionados, conocidos o desconocidos, cercanos o lejanos, me llena de paz interior (casi tanta como la que experimenté durante las horas que duró este último apagón internáutico, que viví como una auténtica bendición). Ha de quedarles meridianamente claro que lo que yo piense, crea, recuerde, añore o sienta es materia reservada que compartiré o no cuando y con quien estime conveniente. Y, ya de paso, que ningún "Big Brother" podrá acceder a ella por ningún atajo.

viernes, 8 de octubre de 2021

OTRA NUEVA OPORTUNIDAD DE DAR LAS GRACIAS A NUESTRO EJÉRCITO


Artículo publicado en El Día el 8 de octubre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 9 de octubre de 2021



Hasta hace apenas un lustro nunca había presenciado el desfile del Día de la Hispanidad en su integridad. Tan sólo me había detenido ante la pantalla del televisor unos breves minutos, sobre todo al inicio de la solemne ceremonia que incluye la llegada de la Familia Real y los primeros acordes de la emocionante “La muerte no es el final”. Supongo que mi escasa adhesión a la causa monárquica, incrementada por el rechazo que me fue provocando la penosa evolución de Juan Carlos I de Borbón en sus últimos tiempos como Jefe del Estado, me había conducido a ello. 

Sin embargo, convine de pronto que dedicar noventa minutos de mi tiempo al Ejército y a la Guardia Civil de mi país era lo mínimo que podía hacer para darles las gracias por la impresionante, permanente y, a menudo, no reconocida labor que sus miembros desempeñan en favor de toda la ciudadanía, incluidos quienes les desprecian los trescientos sesenta y cinco días del año. De hecho, me emociona hondamente la dignidad que exhibe el rey Felipe VI en el estrado, así como la ofrenda floral en memoria de los soldados que dieron su vida por España. Valoro asimismo el talante respetuoso y cordial con el que acostumbra a saludar a las autoridades y al numeroso público congregado en las inmediaciones. Me agrada constatar su impecable presencia, su perfecta educación y su admirable empeño en tender puentes entre los habitantes de una de las naciones más antiguas del mundo, incluidos aquellos que también a él le desprecian los trescientos sesenta y cinco días del año. 

De hecho, las habituales ausencias a este acto institucional siempre me han parecido actitudes propias de personas mediocres, maleducadas y mezquinas, incoherentes de palabra y de obra y, por encima de todo, ventajistas a la hora de aprovecharse de las atribuciones que les otorga ese mismo Estado de Derecho al que están dispuestos a torpedear sin remisión y que, paradójicamente, les habilita para ocupar los cargos que ostentan y para cobrar las nóminas y subvenciones con las que llenan sus neveras a diario. Prefiero centrar mi mirada en las presencias, las de esos cientos de mujeres y hombres que desfilan con sus mejores galas por el centro de Madrid orgullosos de servir a nuestra nación, valientes y dignos, sin alardes desmedidos ni estridencias fuera de lugar. Seres especiales dispuestos a afrontar la mutilación y la muerte por un sueldo que a muchos de los individuos que abren a diario los informativos a cuenta de sus desafíos institucionales o de sus atracos financieros les parecería de chiste, y con el que apenas abonarían el importe de una cena con final feliz. 

Conozco personalmente a varios militares y me une a ellos un afecto verdadero que dura ya décadas. Son madres y padres de familia que han dado lo mejor de sí mismos en Bosnia, Afganistán o Mali, resignados a no ver a sus parejas ni a sus hijos en meses, y acostumbrados a transitar por los grandes infiernos de este mundo para que sus compatriotas conservemos nuestros pequeños paraísos cotidianos. Profesionales de la Paz que están listos para dejarse la piel en la defensa de los indefensos, para garantizar la seguridad nacional frente a todo tipo de terrorismo -incluidos los de Internet y la Yihad-, para preservar la libre circulación de personas y bienes por tierra, mar y aire, y para adiestrar en las misiones internacionales a las fuerzas locales de las zonas en conflicto. Personas de carne y hueso que han decidido voluntariamente servir al prójimo en nombre de la mejor acepción del concepto de Patria. La que, se vea afectada por una pandemia o por una erupción volcánica, ha de permanecer al margen de manipulaciones históricas y rencillas políticas. La que nos une, no la que nos separa. Que así sea. Feliz 12 de octubre.

lunes, 4 de octubre de 2021

DEJEMOS QUE HABLE LA JUSTICIA




"Si pudiera pedirte un favor, un último favor, es que no te vayas nunca. No imaginas lo que duele vivir sin ti. Con la incertidumbre de si sufriste o si fuiste consciente de lo que hicieron ese día aquellos que eran los únicos que podían darte una oportunidad. Pintan muy bonitas las tardes y las mañanas para ellos porque tienen sus familias completas en sus casas, pero no es mi caso, ellos son la nube que no me deja ver un espléndido amanecer o un espléndido atardecer, pero… las nubes se mueven, se disuelven… dejemos que hable el tiempo y la justicia. 5 de octubre. Un día marcado en todos."

Palabras de Natalia González, madre de Alejandro Torres

Tenemos una cita mañana en la Playa de Martiánez del Puerto de la Cruz a las 17.30h. Yo no faltaré. Con mi presencia seguiré solicitando un puesto de salvamento marítimo en el norte de la isla de Tenerife.

  
            

viernes, 1 de octubre de 2021

ESE AMARILLISMO VOMITIVO


Artículo publicado en El Día el 1 de octubre de 2021

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 2 de octubre de 2021




La cobertura informativa de la erupción volcánica en la hermana isla de La Palma está generando un debate social que gira, principalmente, en torno a una pregunta: ¿cuál es el límite que separa la información del sensacionalismo? De más está decir que el buen periodismo debe regirse por unos principios éticos y deontológicos. Sin embargo, en los últimos tiempos ambos pilares brillan por su ausencia en no pocos medios de comunicación. El amarillismo y el populismo emocional se alzan como intolerables sustitutos de la responsabilidad y la profesionalidad periodísticas. Parece mentira que dentro de este ámbito todavía haya quienes duden sobre si merece la pena comerciar con el dolor, entre otras cosas porque a menudo demuestran con hechos que su respuesta es afirmativa. Cualquier evento puede convertirse en un producto mediático, aunque para ello se deje la compasión en la cuneta. Todo sea por la audiencia. 

Bien es cierto que esta irresponsabilidad no recae únicamente sobre la prensa, la radio, la televisión o las plataformas digitales. Lectores, oyentes y espectadores no son en absoluto ajenos al éxito de estas fórmulas que, si obtuvieran unos porcentajes mínimos de seguimiento, perderían su razón de ser. Juzgo incuestionable que no se posponga el derecho a la intimidad familiar y personal ante un morbo disfrazado de noticia. La ética se impone como una exigencia ineludible, al menos si acordamos que el periodismo de calidad nada tiene que ver con un espectáculo circense. Porque traspasar determinadas líneas de color amarillo no sólo no aporta contenidos significativos, sino que conduce al desprestigio de uno de los oficios más hermosos del mundo: el de contar la vida. Lástima que en esta era de la inmediatez, que a día de hoy encuentra en las redes sociales su mejor acomodo, la búsqueda constante de viralidad agudice el problema de base. 

Y es que no nos engañemos. La esencia de la información periodística radica en su utilidad pública, de tal manera que cada temática a tratar debe incardinarse de uno u otro modo en ese interés público. La pregunta clave que ha de formularse todo informador es si los contenidos entrañan tal interés público. Ese planteamiento inicial ya excluye de raíz cuestiones que responden exclusivamente a la curiosidad y a la escabrosidad, cuando no a la truculencia, y descarta lo que obedece a un provecho meramente particular. La del periodismo es una función pública, aunque se ejerza por medios privados, y de ella deriva su honorabilidad e influencia, que jamás deberían ponerse en riesgo ni en entredicho. Pero ¿quién no conoce esa máxima que reza “nunca dejes que la realidad te estropee una buena noticia”? Se accede así en el delicado terreno que muestra que la referencia a la verdad no es absoluta, sino condicionada. Importa el criterio de la rentabilidad económica, que no se puede ignorar, pero que tiene que quedar subordinado a que lo que se diga, además de responder a la verdad, ha de hacerlo al respeto debido al prójimo, así como a la responsabilidad social. De hecho, el respeto a la dignidad de las personas se erige como valor decisivo desde el que discernir lo que ha de decirse y cómo ha de decirse. 

Desde mi punto de vista, la información nunca debería hacer daño. Por esa razón, deploro esta deriva de sensacionalismo desmedido, destinado a provocar emociones e impresiones a cualquier precio y sin ningún comedimiento. A la luz de los dolorosos acontecimientos que se viven en la Isla Bonita, creo que resulta imprescindible realizar una serena reflexión. No todo vale. Titulares llamativos, escandalosos, exagerados o carentes de una investigación rigurosa sobran, al menos si quienes los generan todavía conservan un ápice de corazón. Porque, además de ayuda institucional, financiera y psicológica, las palmeras y los palmeros necesitan un torrente de empatía y comprensión que neutralice ese infinito dolor que les envuelve en cenizas y lava.