miércoles, 28 de mayo de 2014

"LOS HIJOS DE KENNEDY"




La obra teatral “Los hijos de Kennedy”, de cuyo texto es autor el escritor norteamericano Robert Patrick, se estrenó por primera vez en Madrid en 1977. Ahora, coincidiendo con el 50 aniversario del asesinato del llorado Presidente de los Estados Unidos, el actor y director José María Pou se encarga de poner en pie esta función, que tuve la suerte de disfrutar el pasado fin de semana en el Teatro Cuyás de Las Palmas de Gran Canaria.
Un reparto de primerísima línea constituye la mejor baza del montaje. Nada más y nada menos que Emma Suárez, Ariadna Gil, Maribel Verdú, Fernando Cayo y Álex García dan vida a los cinco personajes sobre los que pivota esta historia teñida de amarga nostalgia. Todos ellos abordan sus papeles con profesionalidad y entrega, en lo que constituye un auténtico monólogo a cinco bandas donde cada uno narra su propia y dramática historia.
La acción se sitúa en un bar neoyorkino, con una pequeña barra y una serie de mesas y sillas dispersas por el local. Sobre una pantalla gigante colocada al fondo del escenario, se proyectan imágenes de archivo de la época, fotogramas en blanco y negro de un tiempo en el que los movimientos pacifistas y la defensa del amor libre trataron de abrirse paso con más voluntad  que acierto, una década para la que los Beatles, Janis Joplin, Joan Baez, Bob Dylan o Jimmy Hendrix compusieron la banda sonora, una etapa en la que las drogas acabaron con la vida de miles de jóvenes, la guerra de Vietnam condujo al matadero a muchos de ellos y el deseo de ser la nueva Marilyn  condenó a un buen número de chicas a la prostitución para alcanzar la fama.
En palabras de Pou, “Los hijos de Kennedy” son cinco individuos solos, cinco vástagos de la era de JFK reviviendo, a golpe de recuerdo y trago largo, lo que ha sido y, sobre todo, lo que no ha sido de sus vidas. Tendiendo su mano al espectador, le invitan a un viaje a los 60, cuando todo estaba por hacer y, además, todo era posible: los derechos de la mujer, el Black Power, el reconocimiento de los gays, la contracultura, los hippies, la bohemia, la disidencia, la psicodelia y el pacifismo a ritmo de marihuana.
Martin Luther King, el Mayo del 68 francés, Ernesto -Che- Guevara, el Muro de Berlín, Armstrong, Aldrin y Collins llegando a la Luna, los misiles nucleares…

Hoy el mundo es otro y quienes lo vivieron ya no son los mismos. ¿O sí?

viernes, 23 de mayo de 2014

LOS ABUELOS, OTRAS VÍCTIMAS DEL DIVORCIO


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 23 de mayo de 2014

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 24 de mayo de 2014




Siempre he considerado la salvaguarda de las relaciones afectivas entre abuelos y nietos después de un divorcio una cuestión de enorme trascendencia. Para un niño, probablemente tan sólo sus padres estén por encima de sus abuelos en la jerarquía del afecto, ya que éstos son auténticos libros vivientes que les transmiten conocimientos y les inculcan valores. Esta última función es especialmente importante en nuestros días puesto que, al pertenecer a una generación con menos fracasos conyugales, están en condiciones de ayudar tanto a sus hijos como a sus nietos a comprender algunos principios ya olvidados y, sin embargo, esenciales para disfrutar de una buena convivencia.

Desgraciadamente, las consecuencias de una separación o de un divorcio afectan también a la familia extensa y a otras personas que trascienden tanto a la pareja implicada como a los hijos que ésta tiene en común, ya sean amigos, vecinos o conocidos con quienes han compartido vivencias hasta el momento mismo de la ruptura. Por su especial relevancia me centraré en esa tercera edad que, en la actualidad, desempeña un papel casi irremplazable en el universo infantil y, a menudo, poco reconocido, pese a coadyuvar a que los progenitores trabajen fuera de casa. Los mayores se encargan frecuentemente de llevar y de recoger a los pequeños de guarderías y colegios, les dan la comida y hasta supervisan sus tareas y su ocio. En otras palabras, muchos de ellos están expuestos a diversas sobrecargas ocupacionales por mor de la nueva estructura social en la que estamos inmersos, dando lugar en ocasiones al fenómeno denominado “Síndrome del abuelo esclavo”.

Excesos aparte, su función en circunstancias normales debería ser la de correa de transmisión de la memoria y de la experiencia como mejor complemento educativo de sus propios hijos, aunque nunca reemplazando la misión de éstos como padres. Sin embargo, uno de los efectos más devastadores de los divorcios y las separaciones viene provocado por la decisión del progenitor custodio (todavía, mayoritariamente, la madre) de cortar o, en el mejor de los casos, reducir, la relación con sus suegros como medida adicional para enterrar cualquier vínculo con su pasado, de tal manera que no es infrecuente que impida a su ex familia política visitar a los más pequeños de la casa. Por lo tanto, la lista de víctimas de la nueva realidad se amplía sustancialmente y, mientras algunos juristas defienden el reconocimiento de los derechos de los abuelos, otros consideran esta opción como una intromisión y una dificultad añadida a la hora de cerrar las heridas abiertas tras la separación matrimonial. Así pues, la disparidad de criterios entre los propios profesionales está servida.

La naturaleza del conflicto es tal que dio lugar en el año 2003 a la elaboración de una ley específica que permite que los afectados puedan reclamar judicialmente un régimen de visitas con respecto a sus nietos, si bien conviene constatar que de poco ha servido la citada normativa, toda vez que la práctica judicial cede al progenitor custodio la capacidad fáctica de veto por la vía del incumplimiento del régimen de visitas, siendo contadas las ocasiones en que tales conductas son castigadas a pesar de estar tipificadas en el Código Penal.

Por enésima vez, se impone una reflexión seria y adulta sobre una problemática que incide tan directamente en el desarrollo psíquico y afectivo de niños y adolescentes. Es preciso realizar un esfuerzo por parte de los separados para, en la medida de lo posible, acercar posturas enfrentadas y centrarse en beneficiar sentimentalmente a todas las partes afectadas. Sustraer vías de cariño a sus hijos es hacerles un flaco favor y lo es también infligir un profundo sufrimiento a quienes han contribuido con ellos a su crianza desde la cuna. Es algo peor que la injusticia.

lunes, 19 de mayo de 2014

LA ESCLAVITUD DE LA DIETA Y DEL BRONCEADO





Otro año más el verano vuelve a colocarnos a sus puertas pero, por desgracia, las obsesiones de la mayor parte de la población femenina, lejos de disminuir, aumentan con él a pasos agigantados. Para no variar, los desvelos de más de la mitad de la ciudadanía  -aunque cada vez haya más hombres dispuestos a imitar nuestras penalidades estivales- se centran fundamentalmente en dos pilares: la dieta y el bronceado. Da lo mismo que la situación económica continúe atenazándonos o que el Informe Pisa nos coloque a la cola de las estadísticas educativas. Mientras playas y piscinas sigan siendo tierras de promisión, las féminas seguirán tropezando con la misma piedra para que su meta de conseguir un cuerpo esbelto y tostado no se cuestione.

La esclavitud del ayuno es un caballo de batalla que comienza a trotar alrededor del florido mayo, que es cuando las mujeres de toda condición visualizan con horror ese inevitable momento en el que habrán de despojarse de sus atuendos primaverales, al menos si pretenden lucir los correspondientes bañadores, trikinis, bikinis u hojas de parra. El drama está servido en forma de lorzas que, día sí, día también, les advierten de que la única opción para menguar es sellarse la boca con un sucedáneo de silicona y dejar un exiguo orificio por el cual introducir una caña a modo de sonda. Puro líquido y, a lo sumo, en un alarde de osadía, alguna ensaladita sin aceite ni sal que te deje el cuerpo más frío que la actividad bursátil y el alma más triste que un ciprés de camposanto. Y es que, si se paran a pensar tan sólo un segundo, las dietas son como aquellas películas clasificadas S que proliferaron en la década de los setenta: monotemáticas y espantosas. Ves una y has visto todas.

Normalmente se inician sin supervisión médica, siguiendo el tradicional sistema del boca-oreja tan del gusto de los latinos. “El otro día me crucé por la calle con Fulanita y me dijo que, si tomo la sopa quemagrasa, puedo perder hasta un kilo diario. Ella lo ha hecho y, desde luego, parece otra”. No lo dudo, pensé yo, seguro que ha rebajado una talla de pantalón pero, en compensación, ha aumentado dos de mala leche. Qué quieren que les diga. Para mí, un mundo sin bocadillos de chorizo no es mundo. Es una estafa. Tal vez sea porque soy de Pamplona aunque, sinceramente, no lo creo. Me parece estupendo cuidar el aspecto físico e intentar dar la mejor imagen de una misma pero, de ahí a renunciar al placer de la gastronomía y a poner en riesgo la salud mental, va un abismo que no estoy dispuesta a atravesar.

Idéntica reflexión me asalta cuando observo a mis congéneres arriesgando el pellejo –y nunca mejor dicho- en hamacas, toallas y esterillas. Es obvio que las campañas informativas sobre los peligros de la exposición solar desmesurada no hacen mella alguna en las amantes del astro rey, por mucho que los dermatólogos lleven lustros alertando del aumento de los índices de melanoma sin lograr alterar en lo más mínimo esa ridícula idea de asociar el moreno con la belleza. “El otro día me crucé por la calle con Menganita y me dijo que, con apenas cinco sesiones de rayos UVA, puedo conseguir un tono lo suficientemente dorado como para no hacer el ridículo en mi primera jornada playera. Ella lo ha hecho y, desde luego, parece otra”. No lo dudo, pensé yo, seguro que su actual grado de torrefacción podrá competir con el de Julio Iglesias pero, en compensación, será firme candidata a la dermis más ajada del milenio. Qué quieren que les diga. Para mí, lo mejor del sol es la sombra. Tal vez sea porque soy de Pamplona, aunque, sinceramente, no lo creo. 

miércoles, 14 de mayo de 2014

INMUNDICIA Y ESCORIA





En ocasiones comparto las páginas de La Opinión de Tenerife con el periodista Alfonso González Jerez, colaborador habitual de la Editorial Prensa Ibérica. Y, aunque no siempre coincido con sus apreciaciones, en esta ocasión no puedo por menos que reproducir parte de su columna de hoy, titulada “El estercolero”. 

En ella, el autor sostiene que la afirmación escasamente discutible de que Twitter es un estercolero ha sido certificada una vez más en las últimas 48 horas a propósito de cientos, si no miles, de nauseabundos comentarios sobre el asesinato de la Presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. Dice que, para relativizar la evidencia, se suele señalar que, tanto ésta como el resto de las redes sociales, no crean estúpidos, tarados o miserables, sino que, simplemente, les proporcionan una audiencia y una presencia semántica que antes no tenían. Pero él no lo tiene tan claro. 

Cree que las redes sociales han sido reiteradamente bendecidas, no sólo ni prioritariamente como canales de expresión, sino como espacios de diálogo, comunicación y reparto de información y contenidos. Sin embargo, constata que los usuarios entienden Twitter mayoritariamente como una trinchera para posicionarse más emocional que analíticamente sobre acontecimientos y discursos externos. En sus expresiones más vivas y desaforadas, el tuitero español practica, según AGJ, un guerracivilismo furibundo. No se define por su interpretación de los acontecimientos, sino por su adhesión sentimental y mecánica a la apología o condena de los mismos y eso no excluye a políticos, periodistas o docentes universitarios, por citar algunas profesiones. 

Abundando en dicha idea, comenta que hace muchos años el dramaturgo Fermín Cabal le confesó que había reparado en la inutilidad del teatro comprometido cuando descubrió que "sólo convencía a los previamente convencidos". En este sentido, el tuitero está previamente convencido de cualquier cosa antes de la primera consulta a su timeline al amanecer. Y si el diálogo es una aventura estéril es porque las redes sociales son fruto de la reacción, no de la acción. El usuario de Twitter o de Facebook no toma, por lo general, iniciativas de comunicación. Se limita a reaccionar invariablemente frente a hechos y contenidos que caen mansamente desde la nube digital que nos envuelve. 

Entre la pululante multitud que opina ininterrumpidamente no cabe, pues, distinguir personalidades, sino una vasta fuente de fragmentos babeantes dispuestos a no entender nada pero decididos a que quede muy clara su posición, su queja, su indignación, su lucidez, su ingenio, su inextinguible astucia al distinguir lo negro de lo blanco y viceversa. De este modo, las redes sociales no se limitan a exteriorizar la estupidez, la maldad o la ignorancia sino que son estructuras que, por su propia naturaleza operativa, la fomentan, estimulan y hasta legitiman. 

Me aterra el mero hecho de pensarlo.

viernes, 9 de mayo de 2014

CUANDO QUIEREN DECIR "NO", LAS MUJERES DICEN "NO"


Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 9 de mayo de 2014  

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 9 de mayo de 2014 




Quien más, quien menos, habrá escuchado esta reflexión pretendidamente jocosa en virtud de la cual, cuando una mujer dice “no”, en realidad quiere decir “sí”, todo ello en el ámbito de una discutible seducción femenina. Es otra de las innumerables patochadas a las que se ha visto expuesto el mal llamado sexo débil desde el principio de los tiempos. Lástima que, en algunas ocasiones, la gravedad de los efectos que acarrea la mala interpretación del mensaje por parte del receptor sea capaz de trocar una existencia hasta entonces apacible en un infierno sin fecha de caducidad. 

Tres lustros después del comienzo del siglo XXI, al mundo en que vivimos le queda un largo trecho que recorrer para erradicar el incalificable fenómeno de la violencia de género. Muy conscientes de los dramas personales que acarrean estas devastadoras experiencias, a partir del presente mes de mayo se emitirá en las salas de cine estadounidenses un anuncio protagonizado, entre otros, por los actores Benicio del Toro, Daniel Craig y Steve Carell, dentro de una campaña de concienciación contra los abusos sexuales denominada “1 is 2 many” (“Una víctima son demasiadas”). Desde la Casa Blanca, el Presidente Obama y su segundo de a bordo, Joe Biden, están apelando con firmeza a que los propios hombres sean parte de la solución y cambien la forma en que se afronta en su país esta lacra tan denigrante que, por otra parte, no conoce fronteras ni entiende de razas, religiones o clases sociales. 

Las proclamas que se están transmitiendo son sumamente claras y van destinadas a alentar a la población masculina a comunicar de palabra y de obra las circunstancias de cualquier persona en peligro de ser atacada sexualmente. Frases tan contundentes como “si ella no consiente, es una violación”, “es un crimen y está mal” o “depende de todos nosotros poner fin a la agresión y eso empieza con usted” suenan sobre el fondo de unas imágenes que ya pueden visionarse a través de algunos canales de Internet. 

Las cifras hablan por sí solas. Una de cada cinco universitarias sufre abusos sexuales a lo largo de su etapa estudiantil y una de cada nueve adolescentes norteamericanas es violada a lo largo de su vida. Ante esta espeluznante realidad, se ha creado recientemente un grupo de trabajo con el fin de proteger a los alumnos de estas agresiones a su intimidad, presentando una serie de recomendaciones destinadas a combatir dichas conductas delictivas. El Vicepresidente de los EEUU ha sentenciado que las Universidades no pueden seguir cerrando los ojos y fingir que las violaciones no existen en sus campus. En este sentido, se ha comprometido a la reducción de estos ataques, específicamente en edades comprendidas entre los dieciséis y los veinticuatro años, y se ha centrado en el apoyo incondicional a todas y cada una de las víctimas de los mismos. 

Aplaudo con entusiasmo cualquier iniciativa tendente a la erradicación de una tragedia que nos denigra socialmente y creo firmemente que la clave de un hipotético triunfo estriba en la educación escolar y familiar y en el cambio de actitudes generadoras de sometimiento y humillación. Hemos de trasladar a los niños un modelo de relaciones sanas, basadas en el respeto y la igualdad. Debemos ser conscientes de la importancia del lenguaje utilizado, a menudo degradante y ofensivo, que promueve el sexismo y reduce a la mujer a la mera animalidad. Es preciso evitar el silencio cómplice y, asimismo, resulta imprescindible denunciar a los agresores para que sean condenados por sus actos. 

No caben excepciones. No hay excusas. Millones de mujeres de los cinco continentes continúan siendo violentadas cada día, sometidas a las mayores aberraciones y vejaciones, dentro y fuera de sus hogares, por conocidos y desconocidos. Esas mismas mujeres que, cuando quieren decir “no”, dicen “no”.