jueves, 20 de diciembre de 2012

LOS ADOLESCENTES Y EL ALCOHOL: BEBO, LUEGO EXISTO


Nueva versión para el Magazine del Colegio Hispano Inglés de Santa Cruz de Tenerife




La utilización de las bebidas alcohólicas es tan antigua como el mundo. Resulta difícil imaginar un evento o una fiesta popular que no giren alrededor del alcohol, conformando un estilo de vida ampliamente extendido y socialmente aceptado de buen grado en la mayoría de los países de nuestro entorno. Trasciende así a la consideración de comportamiento meramente individual para convertirse en un hábito de enraizado componente colectivo.

En honor a la verdad, es preciso reconocer que, de unos años a esta parte, se ha instalado en la sociedad en la que vivimos un modelo de ingesta alcohólica asociada al ocio que nada tiene que ver con el formato tradicional al que antaño estábamos acostumbrados. La incorporación generalizada y cada vez más temprana de los adolescentes a este modo de diversión ha marcado un antes y un después en comparación con el de sus generaciones precedentes. Se ha ido consolidando progresivamente un patrón juvenil de consumo de diversas sustancias, caracterizado por llevarse a cabo sobre todo durante los fines de semana y cuya particularidad estriba, no tanto en el hecho de que se beba –quien más, quien menos, ha bebido o bebe, antes y ahora- sino en una forma compulsiva de beber que contempla la borrachera como punto de partida ineludible para pasárselo bien. Pocas experiencias resultan más descorazonadoras que presenciar los comas etílicos de niños de apenas catorce años o asistir al momento en el que sus padres acuden a recogerles tras la llamada de aviso de los servicios sanitarios de urgencia.

Ya es hora de preguntarse qué está fallando en nuestra sociedad del bienestar para que muchos de los menores que forman parte de su estructura se expongan a menudo a perder el conocimiento con una botella en la mano sobre un charco de vómitos y orín. Porque, aunque en un primer momento, la desinhibición que provocan la bebida y la droga les facilite la apertura de algunos canales de comunicación, el peaje que tienen que pagar para perder sus miedos es carísimo, ya que les enfrenta a determinadas prácticas cuyo abuso produce, no sólo tolerancia, sino también dependencia física y psíquica.

Es obvio que una aspiración fundamental para cualquier joven es desarrollar sus actividades fuera del control paterno durante esas horas que se reserva para sí y para sus amigos y que considera ajenas a la supervisión adulta. Pero no es menos cierto que, si hasta hace bien poco, lo habitual para un quinceañero era salir a las cinco de la tarde y regresar a las once de la noche, a día de hoy ambos dígitos de las agujas del reloj se intercambian, para desesperación de unos progenitores sometidos al chantaje de “a todos mis amigos les dejan” e incapaces de poner límites a unos horarios que no tienen ni pies ni cabeza.

La noche sirve a sus hijos de perfecto escenario para identificarse con sus iguales, para sentirse rebeldes, para imaginarse dueños de sus actos y capaces de “controlar”. En su lenguaje juvenil, beber y fumar son sinónimo de disidencia, de emancipación, de afirmación de la identidad, pero les cuesta admitir que, si se hace de forma descontrolada, acarrea una serie de gravísimas consecuencias que van desde la alteración de la vida familiar al bajo rendimiento escolar, pasando por el riesgo de embarazos no deseados, las enfermedades de transmisión sexual o los accidentes de tráfico. Esta vertiente del ocio asociado inevitablemente al alcohol y a otras drogas -legales o no- es uno de los principales fracasos a los que la ciudadanía se ve abocada a diario y requiere ser abordado seriamente y con la máxima prioridad por parte de todos los agentes sociales implicados, empezando por las propias familias y siguiendo por los centros educativos, los medios de comunicación -a través de campañas informativas- y las Administraciones Públicas -con las medidas de prevención y control que están obligadas a tomar-.

Sencillamente, porque la unión hace la fuerza y porque, aunque parezca mentira, nos puede pasar a todos. 


5 comentarios:

  1. Me gusta tu forma de ver las cosas. No podría estar más de acuerdo con lo que dices! Un saludo y sigue así :)

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  2. Muchas gracias, David.

    No te imaginas cuánto me animan estos comentarios.

    Es un honor contar entre mis seguidores con personas como tú.

    Trataré de no cejar en mi empeño de poner negro sobre blanco "lo que muchos piensan pero pocos dicen".

    Un fuerte abrazo y felices fiestas de Navidad y Año Nuevo.

    MYRIAM

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  3. Yo también "pienso lo que digo y digo lo que pienso":
    Buen escrito y un perfecto análisis de lo que es la juventud del siglo XXI.
    Encantado de ser seguidor de tus escritos.
    P.C.A. Solo el hombre es dueño de sus hechos.

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  4. Antonio, te agradezco enormemente tus elogiosas palabras.

    Asimismo, te felicito por pensar lo que dices y decir lo que piensas.

    Por desgracia, vivimos tiempos en los que la coherencia no cotiza al alza y lo habitual es pensar una cosa, decir otra y (lo que es más grave) HACER otra.

    Ten por seguro que es un lujo tenerte entre mis lectores más fieles.

    Un saludo muy cariñoso y mis mejores deseos en estas fechas navideñas.

    MYRIAM

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  5. En total acuerdo contigo: Dear Lady MYRIAM.
    Coincido plenamente con tu tesis.
    Te deseo unas felices Navidades, y que el nuevo año no te nuble tu forma de pensar.
    P.C.A. I wish you a happy Christmas eve,,,,

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