lunes, 2 de junio de 2014

¿QUÉ SIGNIFICA TENER HIJOS MENORES DE EDAD?





Basta con darse una vuelta por la calle para comprobar que las barreras cronológicas tradicionales han pasado a mejor vida y que, mientras los niños de ahora se hacen mayores antes de tiempo, los adultos se niegan a aceptar con lógica el tránsito a la madurez. En esta tesitura, no está de más recordar que en España se es menor de edad hasta los dieciocho años, si bien es posible instar un procedimiento de emancipación a partir de los dieciséis. Para ello, es necesario acudir al pertinente juzgado en compañía de los progenitores, cuyo consentimiento obligatorio facilita al aspirante una independencia anticipada que conlleva algunas ventajas y no pocos inconvenientes. 

Las últimas generaciones de jóvenes han interiorizado la falsedad de que poseen innumerables derechos pero casi ninguna obligación, aunque no sería justo acusarles de ser los únicos culpables de semejante malentendido. Lo cierto es que las consecuencias de este grave error están ahí para todo aquel que quiera verlas. Por fortuna, existen dos preceptos del Código Civil relativos a la patria potestad que no han sido derogados hasta la fecha y que afectan a las dos partes implicadas en la relación paternofilial.

El artículo 154 refiere que la patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos y comprenderá deberes y facultades como alimentarlos, vestirlos, educarlos y representarlos. Pero, también, tenerlos en su compañía y velar por ellos. Paradójicamente, esta última atribución se torna incompatible con la moderna exigencia juvenil de no permitir a los adultos el acceso a su habitación, la revisión de sus mensajes de móvil, la supervisión de sus chats en las redes sociales o la comprobación de sus efectos personales, amparados en la férrea salvaguarda de su intimidad, de tal manera que el verbo “velar” queda automáticamente vacío de contenido. Y el artículo 155 especifica claramente que los hijos deben obedecer a sus padres mientras estén bajo su potestad y respetarles siempre. E, incluso, contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia mientras vivan con ella.

Los años transcurridos desde el inicio de la transición a la democracia han sido más que suficientes para reconvertir la figura del patriarca autoritario que daba un puñetazo encima de la mesa sin atender a razones en el actual modelo de papá colega al que se le llena la boca diciendo que es el mejor amigo de sus hijos y que, por descontado, no se arriesga a ejercer sin complejos la necesaria autoridad que le corresponde, por miedo a que le tachen de represor. Los problemas surgen cuando, escudándose en el desconocimiento de las normas y dejándose arrastrar por la corriente social mayoritaria, los adultos ceden ante determinadas pretensiones juveniles que están totalmente prohibidas por las leyes, en base precisamente a esa minoría de edad.

Actividades tales como hacerse un piercing, comprar tabaco, consumir bebidas alcohólicas o viajar solos requieren de la autorización expresa de quienes responden por ellos. Dicho de otra manera, tanto si provocan algún percance como si lo sufren en carne propia, los responsables indirectos de esos actos, tanto en procedimientos civiles como penales, son sus padres y, visto lo visto, parece que sólo unos pocos están mentalizados al respecto.


La realidad es que el ejercicio de la paternidad, por gratificante que resulte, implica un esfuerzo diario, constante y agotador que numerosos adultos, con el único objetivo de evitar enfrentamientos desagradables que perturben la paz de su hogar, no están por la labor de realizar. Mucho me temo que el destino terminará por cobrarles la factura.


2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo, Myriam. Y al hilo de lo que dices, he visto una recomendación literaria "Tenemos que hablar de Kevin" de Lionel Shriver, que por lo que he podido investigar, pone los pelos de punta.
    Un montón de besos

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  2. Tomo buena nota de tu recomendación, I, convencida de la oportunidad de la misma.

    Seguimos en contacto permanente.

    Besos desde el océano.

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