martes, 23 de septiembre de 2014

UN JUEVES DE LUNA LLENA





UN JUEVES DE LUNA LLENA
Texto escrito especialmente para el Club de Lectura Teide 2010


El 25 de junio de 1964 era un jueves de luna llena. A las puertas del fin de semana, Pamplona abría las murallas al estío y mis paisanos empezaban la cuenta atrás para cantar, bailar y correr delante de los toros, con el capote de San Fermín como testigo de excepción. Me enteré de aquel dato muchísimo tiempo después y de inmediato comprendí por qué el número 4 y el cuarto día de la semana habían sido mis favoritos desde siempre y por qué he sido siempre tan lunática. Estaba marcada desde la cuna. “Jueves, buen día para las mujeres”, recuerdo oírle decir a mi madre, refranera militante, junto a otras muchas sentencias didácticas que poblaban su discurso, del tipo “si el que estando bien su mal escoge, del mal que le venga que no se enoje”. Sabiduría popular. Sabiduría de verdad.  

Una mujer irrepetible, mi madre, que nunca se ha ido de mi lado, ni viva ni muerta. Porque los seres que recordamos no mueren jamás. De hecho, no transcurre un solo día de mi vida en el que no piense en ella, en el que no cierre los ojos y rememore su belleza sin rival, su innata elegancia y su inmensa capacidad de amar. En el que no aspire a reproducir en alguna medida su trayectoria vital. En el que me resigne a no dar la talla y a multiplicar los talentos de la parábola que escuchaba en imponentes catedrales y en diminutas ermitas. En el que no me afane en rentabilizar aquella ingente inversión de amor y esperanza que, junto a mi padre, depositaron en mi cuenta corriente virtual, jamás en números rojos.  

Un hombre de una pieza, mi padre, que nunca se ha ido de mi lado, ni vivo ni muerto. Porque los seres que recordamos no mueren jamás. De hecho, no transcurre un solo día de mi vida en el que no piense también en él, en el que no cierre los ojos y rememore su sonrisa franca, su mirada azul dentro del marco de unas sienes grisáceas y su disponibilidad infinita para ayudar al género humano, sin reservas.  En el que no aspire a que sus nietos conserven en la mente su figura, como un faro perpetuo. En el que me resigne a no obedecer su consigna de que primero es la obligación y después la devoción, como hicieron mis abuelos y, antes, mis bisabuelos.  En el que no me afane en disfrutar del impagable privilegio de estar viva y en reivindicar el lado bueno de las cosas.

El 25 de junio de 2014, medio siglo después, el jueves se ha convertido en miércoles, la luna en sol y Pamplona en Santa Cruz de Tenerife. Cincuenta veranos de luces y sombras, de penas y alegrías, de amores y desamores, de ilusiones y decepciones. Porque así es la vida y así la acepto. Y le doy gracias por lo que me ha dado, como Violeta Parra en sus versos. Y de nuevo pido el mismo deseo al soplar las velas de la tarta: seguir compartiendo mi espacio y mi tiempo con quienes son esenciales para mí, aquellos que forman parte de mi biografía, aquellos sin cuya existencia mi existencia no sería como es. Los que tengo cerca y los que me acompañan desde la distancia. Los que no me olvidan y a quienes tampoco yo olvido. Los que me quieren y a los que quiero. Los míos.

Ese ha sido, es y será mi mejor regalo.


MYRIAM

Junio 2014

4 comentarios:

  1. Precioso, Myr, y felicidades otra vez por esos esplendorosos 50. Qué mejor forma de celebrarlos que recordando a los dos seres más preciosos de tu vida: los que te la dieron. Yo también los recuerdo!
    Besicos forales
    Rose

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  2. ¿Qué puedo decir? Tan sólo GRACIAS DE CORAZÓN. Ellos también te quisieron. Y mucho.

    Abrazos que estrenan un otoño.

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  3. Myriam, enhorabuena por esta entrada. Es realmente preciosa y me ha hecho recordar cierta ocasión en una buhardilla pamplonesa, una tarde (puede que fuera verano, no lo sé, ya no lo recuerdo) en compañía de tres maravillosas personas tan afortunadas como cariñosas...Me has emocionado. Un beso muy muy grande.

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  4. Para mí es un honor poder llegar a corazones como el tuyo, tan cercano al mío por razones que van más allá de la sangre.

    Conserva esa sensibilidad siempre y compártela con cercanos y lejanos, conocidos y desconocidos. Tu labor es impagable.

    Otro beso en este día de Mercedes y mercedes.

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