miércoles, 10 de septiembre de 2014

UNIFORMIDAD ESCOLAR: ¿SÍ O NO?





Determinados temas de índole social continúan siendo objeto de encendidos debates pese al transcurso de los años. Uno de ellos, por el que reconozco sentir debilidad y que al inicio de cada curso retorna como los ojos del Guadiana, es el referido a la conveniencia o no del uso de los uniformes escolares.

Por lo general, los argumentos que esgrimen los detractores de la prenda en cuestión no varían en exceso década tras década, por lo menos desde que yo misma fui usuaria del mismo en mi época estudiantil. Para más inri, se puede constatar que una parte de tan airados enemigos ni siquiera tienen hijos en edad escolar. Me atrevo a asegurarles que, en tal caso, su visión tal vez fuera otra bien distinta.

El caso es que al infeliz atuendo lo acusan de servir de escaparate a la versión más reaccionaria y conservadora de nuestra sociedad. Es más, según ellos, en él se materializa la voluntad de emular a las escuelas más elitistas tanto en sus valores como en sus formas externas, por lo visto altamente rechazables. Tan inflamables ciudadanos, en un alarde de videncia, vislumbran en cualquier iniciativa de ampliar su uso, además de a los colegios privados y concertados, a los públicos, la vuelta a unos modelos educativos caducos, represores y confesionales. Debe ser que quienes disfrutamos de sus evidentes ventajas somos demasiado prácticos o andamos escasos de tiempo libre o, sencillamente, no acostumbramos a ideologizarlo todo porque nos resulta agotador pasarnos la vida ondeando banderas y sosteniendo pancartas.

Con independencia del profundo respeto que guardo a todo padre que opte por enviar a sus hijos a clase con ropa de calle, he de decir por propia experiencia que el uso del uniforme reúne una serie de ventajas incontestables. La primera y más importante es que, a la larga, favorece el ahorro familiar por ser la opción menos cara. Compadezco a quienes tengan que adquirir un fondo de armario que cubra las expectativas de cualquier adolescente, sea o no esclavo de las marcas, de lunes a viernes. La segunda, estrechamente ligada a la anterior, es que evita las interminables discusiones mañaneras acerca de la elección de la ropa, que se traducen en retrasos asegurados y que lanzan al sufrido adulto en brazos de los tranquilizantes.

Aún más defendible me parece el efecto implícito de no discriminar a los alumnos en atención a su capacidad económica, que de esta manera no se pone de manifiesto. Por no hablar del penoso espectáculo que perpetran determinadas criaturas mostrando escotes y tangas de camino a las aulas. Ahora va a resultar que exigir un mínimo de respeto en el vestir se va a considerar un ataque frontal a la libertad de expresión y al derecho a la propia imagen de los estudiantes…

En mi humilde opinión, el fin último de la educación, sea pública, privada o concertada, consiste en transmitir a los menores una serie de valores y de conocimientos que les conviertan en futuros individuos con criterio, lleven uniforme o no lo lleven.

2 comentarios:

  1. Hola guapísima bienvenida de tus vacaciones. Esoero que hayas descansado y disfrutado muchisimo. Este año el peque comienza el cole y lleva uniforme. Yo, de momento, solo le veo ventajas. Ya veremos si me equivoco...
    Besicos.

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  2. Bien hallada, escritora. Tenemos una conversación pendiente. Mientras tanto, te confirmo que he disfrutado de las vacaciones y que desde ayer ya estoy a pleno rendimiento.
    Me emociona la incorporación de tu pequeño al colegio y comparto tu sensación de ventaja de la uniformidad. De eso sé un rato, créeme, y no te equivocas.
    Otro beso desde las cálidas Islas Afortunadas.

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