viernes, 12 de diciembre de 2014

LOS VILLANCICOS COMO VEHÍCULO DE ADOCTRINAMIENTO POLÍTICO



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 12 de diciembre de 2014

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 15 de diciembre de 2014




No existe para mí mayor cruzada que aquella que se centra en respetar, defender y mejorar la vida de los más pequeños. Rechazo de un modo visceral la manipulación de la infancia y la utilización de los niños para fines que, no sólo no les competen, sino que, además, les perjudican. La visión de un chiquillo vociferando consignas ideológicas, agitando banderas o enarbolando símbolos me indigna, amén de considerarla denunciable. Por eso mismo, me repugna enterarme de noticias como la que protagonizan varios padres de alumnos de un colegio religioso concertado de Barcelona, a cuyos responsables acusan de instrumentalizar la tradicional representación navideña de “Els Pastorets” con el fin de adoctrinarles en favor de la secesión de Cataluña. 

El grupo de progenitores afectados ha decidido denunciar los hechos a través de las redes sociales, una medida que ha causado hondo malestar en el presidente de la AMPA y en el concejal de Educación de turno -partidarios de una queja más discreta y menos mediática-, quienes aseguran que el peculiar libreto ha sido fruto inocente de la inspiración literaria de los protagonistas de la función escolar (circunstancia, por otra parte, harto improbable). Y es que cuesta creer que unos tiernos pastorcillos de 5º de Primaria (entre 10 y 11 años) sean los autores de un villancico cuyas estrofas incluyen unos contenidos tan incompatibles con el espíritu navideño como los siguientes: "Estamos hartos de pagar impuestos / para dárselos a Madrid. / Queremos ya la independencia / se nos acaba la paciencia. / Que Rajoy se joda ya / queremos ser independientes. / Ea, pastores, vayamos contentos / que nos espera nuestro Dios".

Semejante canto doble a la pedagogía y al mensaje cristiano no ha hecho sino encender la mecha de la polémica más agria, por lo que supone de falta de respeto al alumnado en su conjunto, a los padres que se decantan por una postura contraria al independentismo y a los ciudadanos de las demás autonomías españolas que pueden sentirse aludidos por la más que discutible comparativa tributaria. No obstante, llueve sobre mojado, ya que el curso pasado fueron sus compañeros de Sexto los encargados de rodar un video para la asignatura de Inglés en el que, entre otras iniciativas sectarias, portaban esteladas, lo que provocó duras críticas provenientes de un sector de padres y, simultáneamente, la indiferencia más absoluta por parte de las autoridades académicas.

Desgraciadamente, la utilización de los menores con fines políticos no es infrecuente en determinados territorios españoles cuyos gobernantes condenan al ostracismo y al desprecio al resto de la ciudadanía que no comulga con su excluyente ideario partidista. Es una práctica que conocen a la perfección algunos mandatarios como el actual presidente de la Generalidad, Artur Mas, acostumbrado a hacer uso y abuso de la televisión pública catalana como instrumento de manipulación infantil, cuando difunde imágenes de criaturas a las que está privando, por culpa de sus directrices educativas, de un mínimo de capacidad crítica para llegar a ser futuros ciudadanos de una comunidad, mal que le pese, plural y diversa.

Y, visto lo visto, la obsesión de los nacionalistas se torna cada vez más insufrible. Ya no les basta con el incumplimiento de las sentencias judiciales, ni con la imposición del catalán como única lengua vehicular, ni con la propagación de su falsa versión de la Historia de España. También pretenden politizar el ocio de los niños, inculcándoles su férreo y unívoco modelo de convivencia y de pensamiento.  Personalmente, abogo por extremar el celo a la hora de educar a los niños en el respeto y la tolerancia, huyendo de esa tendencia tan humana al maniqueísmo y tratando de evitar que juzguen lo que no conocen o que alimenten la idea de un mundo dividido en función de las opciones políticas, religiosas, sexuales o lúdicas de quienes lo habitan. Sólo así les otorgaremos ese puesto de privilegio que merecen dentro de toda sociedad.  






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