viernes, 7 de diciembre de 2018

LARGA VIDA A UNA CONSTITUCIÓN QUE DEBE SER REFORMADA



Artículo publicado en La Opinión de Tenerife el 7 de diciembre de 2018

Artículo publicado en La Provincia (Diario de Las Palmas) el 8 de diciembre de 2018



Nuestra vigente Carta Magna, votada en referéndum el 6 de diciembre de 1978, acaba de cumplir cuarenta años y en esta efemérides me vuelvo a declarar ferviente partidaria de su necesidad de reforma. Desde hace no poco tiempo existe un debate social sobre la conveniencia de modificar determinados contenidos de nuestra Norma Suprema. Sin embargo, la maduración de esta opción es inversamente proporcional a los deseos de gran parte de la clase política contemporánea para ponerse manos a la obra. 

Por lo visto, algunos de nuestros dirigentes se encuentran muy cómodos sobre este tablero de ajedrez que conforman los ciento sesenta y nueve artículos del texto. De hecho, tan sólo se han introducido dos exiguas modificaciones al mismo. La primera, la adaptación del originario artículo 13.2, por resultar incompatible con el posterior Tratado de Maastricht. La última, por cierto muy controvertida, la inclusión del principio de estabilidad presupuestaria en el artículo 135, sospechoso apaño de los dos partidos mayoritarios de la nación que se ampararon en la “gravedad de la situación económica”. Más allá de estas dos actuaciones puntuales, no acaba de plantearse todavía una reforma constitucional de auténtico calado. 

Ciertamente, la Constitución ha de constituir la garantía de nuestros derechos y libertades, y del progreso social al que todos aspiramos. Sin embargo, es más que evidente que aquel respeto reverencial que suscitaba el vértice de nuestro ordenamiento jurídico ha pasado a mejor vida y la culpa de ese desprestigio hunde sus raíces en el pésimo comportamiento de nuestra actual clase política. La exigencia de cambios por parte de un cada vez más amplio sector de la sociedad despierta numerosos recelos y varios dirigentes tratan de convencer a la ciudadanía de que, con la revisión de aquellos acuerdos posfranquistas, se pondría en riesgo el legado de toda una generación. 

Yo no comparto en absoluto tales posicionamientos, a caballo entre el acobardamiento y la mediocridad. Considero que, cuatro décadas después, los españoles hemos variado la percepción de aquel consenso de antaño, siendo capaces de comprobar sus luces pero, también, sus sombras. Sus virtudes pero, también, sus defectos. Teniendo, pues, en cuenta que ya nos cuestionamos determinados dogmas, parece que por fin ha llegado la hora de estimular un debate sereno y razonado sobre cómo deseamos articular nuestra futura convivencia. Y por ello no debería suponer ningún drama que varios de sus aspectos básicos se reformaran y que algunas temidas Cajas de Pandora, como la alternativa a la Monarquía o la revisión del modelo autonómico, fueran abiertas. 

En todo caso, lo deseable es que esta conmemoración tan redonda nos permita valorar el significado de aquel pacto entre compatriotas y sirva para renovar nuestro compromiso con los valores y principios democráticos en aras de una convivencia basada en el respeto a las personas, a la ley y a las instituciones. Hoy, por desgracia, no se percibe la buena fe ni la voluntad de acercarse al otro que caracterizó a la Transición, ni tampoco abundan perfiles tan carismáticos, preparados y dignos como los de quienes la llevaron a cabo con generosidad y pese a su extraordinaria distancia ideológica. 

A 6 de diciembre de 2018, con un país herido aún por la crisis económica, una separación de poderes más teórica que práctica, un sistema electoral que no respeta la voluntad popular y una serie de cargos públicos con la credibilidad bajo mínimos, la sensación de pertenencia a una patria común corre serio peligro, circunstancia que no debería pasar desapercibida tras los brindis oficiales de este cumpleaños un tanto infeliz. Aun así, a poco que reflexionemos, es fácil concluir que vivimos en un gran país que no podemos arriesgarnos a perder, si quiera por no defraudar a unos antepasados que con tanto esfuerzo y sacrificio supieron dar la talla y actuar con altura de miras. Larga vida a una Constitución que deber ser reformada.

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